Por qué ganó Franco.
Para completar mi estudio Por qué el frente popular perdió la guerra, mi amigo Miguel Platón ha escrito Por qué Franco ganó la guerra. Platón es un historiador minucioso y detallista, en el blog he comentado sus estudios sobre el comienzo de la guerra civil en Melilla, y sobre todo su gran investigación sobre la represión de posguerra, que ha puesto en claro, cuantitativamente y en otros aspectos, un asunto masivamente fabulado por la izquierda. Su último libro sobre la guerra abunda en datos técnicos y opiniones diversas, y sin embargo me parece inferior a los otros, y hasta un fuerte retroceso historiográfico. Hace años escribí un artículo sobre “Errores de detalle y errores de enfoque”: así, enfocar la guerra civil como lucha entre democracia y fascismo desenfoca y falsea radicalmente la realidad, por muchos detalles, opiniones, anécdotas y bibliografía que aporte. Y creo que la crítica puede hacerse a Platón, aunque por otras causas. Para empezar, el acopio de datos y opiniones de unos y de otros no tiene mucho valor si no se establece entre ellos una jerarquía de credibilidad o significado. Muchas de las opiniones y datos ofrecidos no resisten la crítica y crean confusión, aunque aparentemente enriquezcan el trabajo. Expondré tres objeciones de fondo y otra más determinante.
1. Platón opta por definir como “bando republicano” al que evidentemente destruyó la legalidad republicana. No es cuestión de mera terminología: el frente popular se dijo republicano por puros motivos propagandísticos, sobre todo soviéticos. Admitir esa argucia de propaganda desvirtúa radicalmente la realidad histórica, orienta la explicación hacia una supuesta legitimidad del frente popular –que Platón viene a reconocer ambiguamente en algunas citas- y realmente ha sido una plaga de la historiografía, demostrativa de la escasa agudeza intelectual típica de la derecha.
Para mayor confusión, el autor adjudica “sentido nacional” a Azaña. ¡Hombre! El concepto “nacional” de Azaña lo expuso él mismo: demoler la fundamentación histórica de España (a la que comparó con la sífilis hereditaria) dirigiendo los impulsos revolucionarios de los sindicatos, el PSOE y los separatistas catalanes. Para él, como para tantos, empezando por Ortega, la historia de España había sido un desastre con el que se debía romper de un modo u otro. Claro que en vez de dirigir, Azaña se vio arrastrado por sus presuntos dirigidos, de lo que se lamenta patética y algo ridículamente en sus diarios, por lo demás tan valiosos para la historia. Llamar a eso “sentido nacional” suena algo extraño por decirlo de algún modo.
2. Al final del libro, Platón distingue ocho bases de la victoria de Franco, que incluyen al PNV y la propia URSS, además de Marruecos, Italia, Alemania, Gran Bretaña Estados Unidos y Portugal. Creo que debía haber incluido otro de especial valor: el Vaticano. Con tantos apoyos, a los que podía haber sumado a la Esquerra Catalana y sectores del PSOE y republicanos, Franco habría tenido que ser muy bruto para perder la guerra. La explicación recuerda el cuento del obispo que pregunta al párroco por qué no ha tocado las campanas sabiendo que llegaba de visita: “Por cinco razones: en primer lugar, porque las campanas están rotas”. “Vale, no hace falta que me diga más causas”. Y el propio Platón resume: “Franco ganó la guerra porque la izquierda se empeñó en perderla”. Con tales ventajas, hasta un idiota habría ganado.
Pero el resumen corrrecto sería: Franco ganó porque demostró una talla militar y política muy superior a unos enemigos muy peligrosos, que dispusieron de mayores recursos durante gran parte del conflicto (cabe añadir que también fue Franco muy superior a sus seguidores, a los que supo meter en vereda). Muy posiblemente los nacionales habrían perdido sin su jefatura. En las historias corrientes se insiste sobre todo en los recursos, pero en la guerra, y en la política, el éxito no depende tanto de los recursos como del talento del jefe para emplearlos. Por eso es frecuente en la historia que los menos y menos ricos obtengan la victoria.
3. Sobre las intervenciones exteriores, Platón detalla las aportaciones de material de unos y de otros, lo que está bien pero al no examinar el contexto europeo de marcha hacia una nueva contienda general, y de los intereses, ideologías y estrategias de las potencias al respecto, la exposición queda muy pobre y poco explicativa. Este es un fallo muy común en la historiografía española de izquierda y derecha, que impide entender lo realmente relevante. Añádase que Platón, un tanto anglófilo, destaca algunas simpatías anglosajonas hacia Franco, que existieron, sobre todo las movidas por el Vaticano, pero fue más frecuente la hostilidad, persistente después de la guerra mundial, pese a lo mucho que debieron los anglos a la neutralidad de España.
También afirma el autor que la URSS estafó al frente popular con el oro, otro tema típico y en mi opinión falso o muy secundario. Lo esencial del oro no es si se gastó más o menos, sino que, por iniciativa del PSOE, su poesión de facto convirtió a Stalin en verdadero amo del frente popular (que no de la “república”). Y que la gran política de Stalin se orientaba a enfrentar a Francia e Inglaterra con Alemania ante la perspectiva de nueva guera europea que tenía por inevitable , como otros muchos. Sin abordar estas cuestiones, la de las intervenciones exteriores queda en observaciones superficiales, a mi juicio.
4. Para concluir, me parece que el enfoque general de Platón se parece demasiado al del PP: habría habido una guerra entre dos pequeñas minorías que, sin saberse muy bien por qué, arrastraron a una imaginaria “tercera España” que no quería guerra ni violencia. “Tercera” cuya representación se arrogaría retrospectivamente el PP, en típica usurpación propagandística, como el frente popular usurpó la “república”. La historia real no tiene nada que ver con eso. He aquí sus dos claves, de las que dependen todas las demás, y a las que la mayor parte de la historiografía no aporta sino confusion: ¿qué se jugaba el país en aquella guerra, dicho de otro modo, qué defendían uno y otro bando? Y ¿cómo se llegó a tal antagonismo que hizo inevitable el choque bélico?
Hubo realmente dos Españas, bien visibles en las elecciones de febrero de 1936, en que el electorado barrió las opciones que se decían moderadas; más una masa imposible de cuantificar, políticamente amorfa. De las dos, una la constituían socialistas, anarquistas, separatistas, comunistas y republicanos de izquierda, con grandes diferencias entre sí, pero unidos por una común aversión a la España histórica, uno de cuyos ingredientes más nefastos habría sido el catolicismo. La otra España valoraba la nación tradicional y la religión católica como elementos definitorios a los que no estaba dispuesta a renunciar. En otras palabras: lo que se jugaba en la guerra era la continuidad histórica de España o su anulación, fuera por “demolición”, como quería Azaña, o por sovietización o disgregación, acompañadas de erradicación de la Iglesia.
Y la guerra empezó porque la España que detestaba su propia continuidad nacional y a la Iglesia, unida en el frente popular, quiso textualmente la guerra civil con la convicción de que iba a ganarla, y para ello destruyó la legalidad republicana mediante la insurrección y el fraude electoral. Ante ello, la España nacional se vio en el dilema de acaptar su aplastamiento o rebelarse. Se rebeló, en situación extrema, y Franco, contra todo pronóstico inicial, venció y mantuvo la unidad, independencia y continuidad histórica de España. Esto puede considerarse una fortuna o un mal, el PP, como los herederos de los vencidos, lo entiende como un mal, aunque lo hace entre ambigüedades. Creo que si Platón reflexiona sobre la cuestión, verá que los viejos peligros están renaciendo y no conviene jugar con ellos.




