-
Entradas recientes
Archivos
- septiembre 2025
- agosto 2025
- julio 2025
- junio 2025
- mayo 2025
- abril 2025
- marzo 2025
- febrero 2025
- enero 2025
- diciembre 2024
- noviembre 2024
- octubre 2024
- septiembre 2024
- agosto 2024
- julio 2024
- junio 2024
- mayo 2024
- abril 2024
- marzo 2024
- febrero 2024
- enero 2024
- diciembre 2023
- noviembre 2023
- octubre 2023
- septiembre 2023
- agosto 2023
- julio 2023
- junio 2023
- mayo 2023
- abril 2023
- marzo 2023
- febrero 2023
- enero 2023
- diciembre 2022
- noviembre 2022
- octubre 2022
- septiembre 2022
- agosto 2022
- julio 2022
- junio 2022
- mayo 2022
- abril 2022
- marzo 2022
- febrero 2022
- enero 2022
- diciembre 2021
- noviembre 2021
- octubre 2021
- septiembre 2021
- agosto 2021
- julio 2021
- junio 2021
- mayo 2021
- abril 2021
- marzo 2021
- febrero 2021
- enero 2021
- diciembre 2020
- noviembre 2020
- octubre 2020
- septiembre 2020
- agosto 2020
- julio 2020
- junio 2020
- mayo 2020
- abril 2020
- marzo 2020
- febrero 2020
- enero 2020
- diciembre 2019
- noviembre 2019
- octubre 2019
- septiembre 2019
- agosto 2019
- julio 2019
- junio 2019
- mayo 2019
- abril 2019
- marzo 2019
- febrero 2019
- enero 2019
- diciembre 2018
- noviembre 2018
- octubre 2018
- septiembre 2018
- agosto 2018
- julio 2018
- junio 2018
- mayo 2018
- abril 2018
- marzo 2018
- febrero 2018
- enero 2018
- diciembre 2017
- noviembre 2017
- octubre 2017
- septiembre 2017
- agosto 2017
- julio 2017
- junio 2017
- mayo 2017
- abril 2017
- marzo 2017
- febrero 2017
- enero 2017
- diciembre 2016
- noviembre 2016
- octubre 2016
- septiembre 2016
- agosto 2016
- julio 2016
- junio 2016
- mayo 2016
- abril 2016
- marzo 2016
- febrero 2016
- enero 2016
- diciembre 2015
- noviembre 2015
- octubre 2015
- septiembre 2015
- agosto 2015
- julio 2015
- junio 2015
- mayo 2015
- abril 2015
- marzo 2015
- febrero 2015
- enero 2015
- diciembre 2014
- noviembre 2014
- octubre 2014
- septiembre 2014
- agosto 2014
- julio 2014
- junio 2014
- mayo 2014
- abril 2014
- marzo 2014
- febrero 2014
- enero 2014
- diciembre 2013
- noviembre 2013
- octubre 2013
- septiembre 2013
- agosto 2013
- julio 2013
- junio 2013
- mayo 2013
- abril 2013
- marzo 2013
- febrero 2013
- enero 2013
- diciembre 2012
- noviembre 2012
- octubre 2012
- septiembre 2012
- agosto 2012
- julio 2012
- junio 2012
- mayo 2012
- abril 2012
- marzo 2012
- febrero 2012
Sitios de interés
Varela Ortega (y XI) El mito del aislamiento useño
Creado en presente y pasado
Comentarios desactivados
Varela Ortega (X) La inmensa importancia de derrotar al maquis
**Francisco Núñez Roldán acaba de publiccar El terror rojo. Ideología y barbarie en la segunda república y la guerra civil española. Todo lo que se escriba y recuerde sobre estos episodios resulta muy importante, no solo por su valor aclaratorio, sino porque los farsantes de la “memoria” se identifican con aquellos criminales y sus jefes, a quienes visten de “demócratas que no pensaban como Franco”, y similares.
**El 18 de septiembre a las 19,30 se presentará en el hotel Ilunion PíoXII de Madrid, el libro “Desmontando la agenda 2030, . Hablarán sus autores F. González abad y José Ramón ferrandis, así como Fernando Paz y rocío de Meer.
**22 a 26 de noviembre, en Medina del Campo: 2ºCongreso Internacional para la reunificación de la Hispanidad
***********************************
Varela Ortega (X) La inmensa importancia de derrotar al maquis
La verdad es que hago la crítica a Varela Ortega no tanto por su ensayo como porque permite aclarar diversas cuestiones que él trata de modo harto peculiar. En otro tiempo hice una serie de observaciones sobre la historiografía lisenkiana (marxista) sin reparar en la anglómana, que a mi entender no es mucho mejor, y que toma mucho de aquella, dándole un matiz algo diferente. La lisenkiana pinta un cuadro negrísimo del franquismo y de rechazo de los anglosajones por no haberse metido en la guerra civil, como quería Stalin, y por haber “salvado” a Franco en la guerra fría. La anglómana pinta un cuadro solo un poco menos negro del Caudillo pero muy benévolo con los anglosajones, que al parecer lo manejaban a su conveniencia, aceptándolo como dique anticomunista para transformarlo liberalizándolo desde dentro y a quienes deberíamos, en definitiva, lo poco bueno que tenemos o hemos hecho.
He expuesto muchas veces cómo la derrota del maquis fue una victoria transcendental del franquismo, ya que, combinado con los chantajes aliados, la penuria de los tiempos y la propia represión, habría podido reanudar la guerra civil o provocar una resistencia capaz de ser utilizada como pretexto para una invasión. De hecho así se planteó, según L. M. Ansón para traer en volandas a Don Juan. Hay que decir que el planteamiento del maquis fue objetivamente muy acertado: el régimen español era considerado casi universalmente como un fascismo más, como el de los derrotados Hitler y Mussolini, y no debía sobrevivirles; la población soportaba graves escaseces que solo podían provocar un fuerte descontento; y la misma represión, que en otras circunstancias habría podido imponerse, se convertía en un factor de rebeldía ante la esperanza de “liberación” que suponía la presencia de los ejércitos vencedores de Alemania al norte de los Pirineos (como las divisiones nazis unos años antes) y en la frontera del protectorado marroquí. Los guerrilleros tenían además la experiencia de la resistencia francesa y la más lejana de los partisanos soviéticos.
Naturalmente, Varela Ortega no presta la menor atención a estos datos significativos. Como el maquis fue derrotado da por supuesto que tampoco supuso un gran peligro, al modo como considera “irrelevante” la División Azul. Y sin embargo el franquismo, en condiciones de aislamiento y hostilidad exteriores, derrotó al maquis, una guerra de guerrillas en la que los comunistas han demostrado gran destreza (en Yugoslavia trajeron de cabeza a los alemanes, en Grecia obligaron a intervenir al ejército inglés, que fracasó, y hubo de recurrir a su vez al useño para dominarla finalmente, por poner dos casos). ¿Por qué aquí no triunfó, a pesar de tantas ventajas objetivas?
Para entenderlo Varela recurre a historiadores tan sui generis como D. Arasa: la población estaba “rendida y deprimida”; “masacrada por la represión de posguerra” (C. Mir) “patología del miedo, del hambre” (E. González Duro); “la energía de la gente se concentraba en la agotadora aventura de la supervivencia individual” (J. Casanova y cols); la guerrilla “no supuso amenaza alguna para el dispositivo de seguridad franquista” (T. Cossías) Cada uno de estos supuestos argumentos era considerado por los estrategas del maquis como una razón precisamente para que este tuviera éxito. Podrían valer al modo de Varela y los demás con un régimen franquista triunfal y apoyado desde el exterior, pero ocurría exactamente lo contrario. Si la gente estaba tan hambrienta y oprimida, seguir al maquis para derrocar al franquismo le habría proporcionado supuestamente libertad, planes Marshall y mejoras en todos los terrenos. Lo que quieren decir esos argumentos es que la gente era muy estúpida para no ver lo que, según ellos, les habría convenido. Ni se les ocurre el argumento de que aquella gente había vivido el Frente Popular y los partidos correspondientes, y no tenía el menor deseo de volver a tales liberadores. Y de que mantenía el suficiente patriotismo para desafiar las presiones y abusos de potencias extranjeras.
El franquismo se aplicó a fondo, desde luego, para dominar la guerrilla comunista, cosa que le costó entre tres y cinco años en las difíciles condiciones dichas. No se dejó intimidar para ello por el aislamiento, por actos provocadores como el cierre de la frontera francesa o por las campañas de opinión hostiles y permanentes en la prensa exterior; aplicó métodos eficaces como las contrapartidas y un acoso sin tregua, y consiguió impedir que los guerrilleros arraigasen en región alguna, salvo provisional y localmente. Su gran ventaja fue la ya señalada: la experiencia del Frente Popular y la república, que casi nadie quería repetir, y el patriotismo, dato este desdeñado siempre en la historiografía de izquierda y la anglómana. Pero recuérdese que en la república llegó a considerarse el patriotismo como retórica de cuatro reaccionarios y fue una especie de susto para el Frente Popular comprobar cómo los sentimientos patrióticos populares alimentaban al bando nacional. Los comunistas, los primeros en percatarse, se convirtieron entonces en los más patrioteros de todos. Lo he comentado en Por qué el Frente Popular perdió la guerra.
La derrota del maquis fue una nueva y gran victoria del franquismo, que evitó a España males mayores. Pero para Varela y los de su tendencia, fue más bien una derrota de la libertad, como había pasado en 1939. Se ve que los españoles, o eran tan estúpidos como ellos suponen, o ya tenían suficiente experiencia de tales libertades y libertadores.
Creado en presente y pasado
Comentarios desactivados
Varela Ortega (IX) ¿Nacionalismo contra economía?
Me gustaría que estos comentarios sobre Varela Ortega recibieran la máxima difusión, ya que aclaran muchas cosas, no sobre la historiografía de izquierdas sino sobre la no menos falsaria anglómana. Digo que me gustaría, por decir algo, ya que decirlo no cuesta nada
Nacionalismo y economía en Varela Ortega.
“No parece aventurado concluir que los tiempos de dirigismo, nacionalismo y estatismo económico fueron también tiempos de hambrunas, penuria y atraso”, resume Varela. No parece aventurado siempre que hagamos algunas trampas básicas como ignorar los datos que desmienten el alcance del hambre (no hubo hambrunas), la penuria y el atraso, que solo fueron graves en los primeros dos o tres años, extrapolados falsamente por Varela y compañía a toda la década de los 40 y parte de los 50. No parece aventurado si ”ignoramos” que la reconstrucción se realizó en medio de semiboicots y chantajes de los anglosajones y luego bajo un criminal aislamiento exterior que sí pretendía crear hambrunas; si “ignoramos” que las penurias y el racionamiento fueron, en todo caso, comunes a la mayor parte de Europa, con la diferencia de que España se salvó de bombardeos y atrocidades como las que sufrieron los demás.
Aparte de esas trampas, que desacreditan a cualquier historiografía que quiera ser tomada en serio, está otra fundamental: la de presentar a Franco y a su régimen como sujetos pasivos, aunque afortunados, de la situación mundial, cuando, obviamente, Franco la entendió bastante mejor que los políticos ingleses, y supo explotarla. Con todas esas “ignorancias” se puede construir cualquier relato histórico, el que vienen haciendo en España marxistas y anglómanos a la par, se ve que ciertas alianzas de los años 40 perviven hoy con plena fuerza en el plano historiográfico.
Pero señalemos la causa a la que Varela atribuye sus hambrunas: la economía “nacionalista”. No queda claro en qué consiste para él el nacionalismo de modo que puede, como tantos, utilizar el concepto a conveniencia. A falta de una definición algo rigurosa, que he intentado exponer en otros textos, por nacionalismo suele entenderse un patriotismo exacerbado y agresivo, o imperialismo sobre otras naciones, etc. Si nos quedamos con esas definiciones, más bien impresiones vulgares, resulta que las potencias anglosajonas vienen siendo las más nacionalistas del mundo. El nacionalismo español de los años 40 no fue más exacerbado de lo que imponía la defensa frente a una agresiva hostilidad exterior, procedente precisamente de los nacionalismos anglosajones y del “internacionalismo” comunista. El nacionalismo español de los años 40 no fue imperialista, o solo lo fue por muy corto tiempo y con toda probabilidad fingido para evitar la entrada en la guerra mundial, mientras que el nacionalismo imperialista anglosajón era y es de una potencia tremenda. Inglaterra poseía un gigantesco imperio, Usa se había extendido sobre territorios inmensos, y ambos defendían con uñas y dientes sus intereses económicos, con gran despliegue de fuerza e intervenciones militares. Pero para Varela no había en ello “nacionalismo”. El nacionalismo, y muy malo, era el español.
Tampoco el nacionalismo español pretendía dictar a otros su política interior. Sin embargo los “no nacionalismos” anglosajones y soviéticos, en segunda línea franceses, pretendían, al final de la guerra mundial e incluso durante esta, dictar a España sus conveniencias políticas, que todos llamaban “democracia”. Un poco al modo como recientemente han implantado por la fuerza la “democracia” en Afganistán, Irak, Siria, Libia y por poco en Egipto, u hostigan a Rusia, también para “democratizarla” rodeándola de bases militares y ampliando la OTAN, cuando el objetivo de esta, la contención del expansionismo soviético, ha desaparecido.
Al parecer, enarbolar la bandera de la democracia permite al nacionalismo de algunos países intervenir en los asuntos internos de otros y tratar de someterlos a sus intereses, por supuesto democráticos. Esto nos lleva a una cuestión fundamental, ya tratada en otras ocasiones, es decir, la relación entre franquismo y democracia, en la que los autodenominados demócratas españoles al estilo de Varela (o de Gaziel) nunca desempeñaron ningún papel constructivo. Ya lo comentaremos.
¿Y qué significó el “estatismo económico”? Casualmente la guerra mundial supuso un cambio en profundidad de la economía liberal, que algunos como Churchill entendieron como una aproximación a la economía nazi. Se trató de la expansión sin precedentes del estado y de su control sobre la población, hasta ocupar en torno al 50% del PIB. No vamos a discutir ahora si fue algo positivo, creo que en conjunto sí, en todo caso fue lo que ocurrió. Y precisamente ese fenómeno se dio mucho más atenuado en la “estatista” España, que mantuvo un estado pequeño y demostradamente eficiente. En ese sentido más liberal que los demás, cuya tendencia socialdemócrata no ha parado de acentuarse.
A menos que queramos acabar con las naciones o someterlas todas a una, el nacionalismo es una realidad inevitable que, como todas puede tener derivas o vertientes muy diversas y contradictorias. Todos los países son nacionalistas económicos, es decir, buscan utilizar la economía en beneficio de la nación, acierten o no. El nacionalismo español acertó, el useño también, el inglés resulta más dudoso, pues salió de la guerra bastante arruinado y sometido a la tutela de Usa, viendo como la derrotada Alemania sacaba mucho más fruto al Plan Marshall, pese a que Londres recibiera la parte del león de él… En fin, son otras cuestiones.
Por supuesto, Varela es un cumplido nacionalista, no español sino anglosajón y más particularmente inglés. En sus análisis no existe la menor preocupación por Gibraltar ni por un aislamiento delictivo contra un país que no había intervenido en la guerra y por ese mero motivo había favorecido enormemente a los vencedores; aislamiento que pretendía tratar a España como un país vencido y sembrar en él un hambre masiva. Y a partir de ese nacionalismo enfoca la historia reciente de su propio país.
***********************************
**Francisco Núñez Roldán acaba de publiccar El terror rojo. Ideología y barbarie en la segunda república y la guerra civil española. Todo lo que se escriba y recuerde sobre estos episodios resulta muy importante, no solo por su valor aclaratorio, sino porque los farsantes de la “memoria” se identifican con aquellos criminales y sus jefes, a quienes visten de “demócratas que no pensaban como Franco”, y similares.
**El 18 de septiembre a las 19,30 se presentará en el hotel Ilunion PíoXII de Madrid, el libro “Desmontando la agenda 2030, . Hablarán sus autores F. González abad y José Ramón ferrandis, así como Fernando Paz y rocío de Meer.
**22 a 26 de noviembre, en Medina del Campo: 2ºCongreso Internacional para la reunificación de la Hispanidad
Creado en presente y pasado
Comentarios desactivados
Varela Ortega (VIII): Un Franco insignificante y la traición de Churchill
Qué desgracia: siendo Franco tan insignificante, siempre le protegió la suerte. Y Churchill.
Varela Ortega no tiene más remedio que constatar que Franco fue, efectivamente, uno de los militares y políticos más victoriosos del siglo XX en Europa o América, quizá el más notable teniendo en cuenta las dificultades, los enemigos, las hostilidades que por un tiempo parecieron casi universales, que hubo de superar. ¿Cómo explicarlo, si al mismo tiempo resulta ser, según los anglómanos, un ser mediocre, bruto, sanguinario y hasta cursi? Obviamente, esta interpretación destruye cualquier explicación racional, y si algo demuestra es la mediocridad intelectual y espíritu cutre de tales análisis. El único mérito que adjudican al Caudillo, una inteligencia primaria, propiamente astucia mezquina, aldeana o gallega, solo útil para asegurar su poder a toda costa, no le habría hecho llegar muy lejos.
Es precisa otra explicación, y la encuentran: ¡la suerte! Franco habría sido un personaje esencialmente pasivo y opaco, a quien, misteriosamente, la suerte le sonreía una y otra vez sin que él realizara acción alguna digna de recordarse (aparte de sus torpezas y crímenes, se sobrentiende). En la guerra civil, tuvo la fortuna de que sus enemigos al parecer no valían nada y él pudo haber acortado la lucha todo lo que quiso, pero la prolongó por gusto de hacer sufrir al país. Luego quiso meter a España en la guerra mundial, pero de un modo u otro el propio Hitler se lo impidió. Su momento más crítico fue al terminar dicha contienda, cuando los vencedores habrían podido barrerle con un soplo… ¡Ah, pero entonces vuelve a intervenir la baraka!: los vencedores empiezan pronto a enemistarse entre sí y gracias a eso Franco sobrevive. Naturalmente, sobrevive condenando al pueblo a una miseria espantosa debido a sus ideas económicas infantiles. No obstante, la guerra fría vuelve a sacarle del apuro: cede unas bases militares a Usa, que no solo le concede algunos préstamos sino que, más importante aún, va empujando al régimen a liberalizar la economía, de modo que Usa vuelve a salvar a Franco, pero de manera muy positiva, “civilizando” por así decir, su régimen, modernizándolo económicamente (una versión parecida la sostiene el franquismo servil de, por ejemplo, Luis Suárez). Y así, Franco puede morir en la cama pero con su régimen en trance de pasar a la democracia. Y colorín colorado.
Esta es en suma la versión de Varela y de tantos otros historiadores de ese nivel, muy útiles para los políticos de tres al cuarto que venimos sufriendo tantos años, y que han precisado de una ley totalitaria para intentar garantizar la “veracidad” del cuento. Ya volveré sobre la iniciativa y el protagonismo, realmente intenso, de Franco en los sucesos que le dieron tanta “suerte” pese a ser tan anodino y vulgar.
Pero cambiando a medias de tema, y en relación con Churchill, he leído en Revista de libros un interesante artículo de Luis M. Linde, “La traición de Churchill, España, Cataluña”. Se trata de una amplia reseña de Meditacions en el desert. 1946-1953, de Gaziel (el periodista Agustín Calvet, director de La Vanguardia durante unos años). Las citas extraídas por Linde muestran la semidemencia del catalanismo, incluso moderado como era el de Calvet, que no llegaba al separatismo, aunque en parte lo suponía, y que merecerá comentario aparte. El caso es que Calvet, que, como Cambó, había apoyado a Franco durante la guerra, le cobraría luego un odio apasionado, así como a España misma, en la que ve una anomalía de Europa frente a una Cataluña definida como parte de la tradición europea según él la entiende. Pero ahora viene al caso por sus comentarios sobre Churchill y Usa a quienes ve como autores de una “gran traición”… ¿A quienes? A los “demócratas españoles” y en especial, claro, a los catalanes, que en la práctica serían los únicos auténticos. Ya hablaremos de esos “demócratas”, a quienes me he referido también en Por qué el Frente Popular…
Se supone que la traición habría consistido en no invadir España al terminar la guerra mundial e imponer una democracia liberal bajo las orugas de los tanques y de los aviones useños e ingleses. La complacencia con el franquismo habría comenzado ya con el discurso de Churchill en el Parlamento inglés, el 24 de mayo de 1944, poco antes del desembarco en Normandía. En él, Churchill expresó su gratitud por la neutralidad de España, defendió a Franco contra ”quienes creen inteligente, incluso gracioso, insultar y ofender al gobierno español”, y se refirió a España como necesaria para conservar la paz y el equilibrio en el Mediterráneo al acabar la guerra (transcribo abajo los párrafos dedicados al asunto en Años de hierro) . Linde considera que el discurso adelantaba lo que sería la política de los Aliados hacia el régimen de Franco después de la guerra, pero en mi opinión no fue así. Roosevelt se mostró complaciente y respetuoso con Franco en vísperas de la Operación Torch por razones obvias, para cambiar poco después a una actitud ofensiva y chantajista; y lo mismo ocurriría con Inglaterra después del discurso de Churchill, a pesar de lo mucho que debían a la neutralidad de España. Todo dependía de las conveniencias en las cambiantes situaciones de la guerra.
Por lo que respecta a Franco, sabía muy bien lo que valían ue aquellas promesas y respetos, y lo señaló a un ingenuo y servil Don Juan cuando este creía que los tanques anglosajones iban a llevarle en triunfo a Madrid: “No hagáis caso de lo que en el extranjero puedan insinuaros; las promesas a Polonia, al rey Pedro de Yugoslavia, al de Grecia, a Víctor Manuel, a Giraud y a tantos otros se esfumaron ante las realidades”. ”Las naciones se guían por su propio interés y no por sentimentalismos, pesan las realidades y no las ficciones”. Es cierto que Churchill simpatizó en cierta medida con Franco y su régimen, pero no sería esta ni mucho menos la actitud dominante entre los anglosajones, más parecida a la de los soviéticos, incluso en historiografía.
Creado en presente y pasado
Comentarios desactivados
Varela Ortega (VII) Franco y Churchill
Varela Ortega, Franco y Churchill
Para enfocar debidamente la talla histórica de Franco debemos empezar por los hechos evidentes, que pueden resumirse así: venció siempre a todos sus enemigos militares y políticos, incluso partiendo de una situación prácticamente desesperada que habría disuadido a casi cualquier otro. Venció indirectamente a Stalin en España. A continuación evitó entrar en la guerra mundial y luego derrotó a un criminal aislamiento impuesto desde el exterior por regímenes comunistas, democráticos y dictaduras varias. En pleno aislamiento venció asimismo a una peligrosa guerrilla comunista interior. Tanto la neutralidad en la SGM como la derrota del aislamiento fueron dos batallas diplomáticas cruciales, libradas con éxito en las más arduas circunstancias; y en otra hazaña diplomática humilló en la ONU a Inglaterra a propósito de Gibraltar. Y presidió la época de mayor prosperidad y con mayor ritmo de crecimiento que haya vivido España antes o después.
Por encima de cualquier matiz, detalle o revés secundario, basta mencionar estos éxitos indudables, alcanzados en las más desfavorables y a menudo peligrosas circunstancias, para concluir que la talla de Franco como estadista y militar descuella ampliamente sobre cualquier otro español en varios siglos.
Sin embargo la pintura que de él traza Varela Ortega y los anglómanos en general, coincidentes en esto (y en otras cosas) con los lisenkianos, es la de un personaje intelectualmente irrisorio, de “carencias culturales estridentes”, “cursilería provinciana”, ”equipaje cultural rancio y raquítico”, que ”no hablaba idiomas (inglés, claro) ni apenas había viajado fuera de España”, aficionado para más inri a “pintorescas incursiones literarias”. Se destaca asimismo su mediocre estatura, su voz “atiplada” y cierta pronunciación que “delataba, ante cualquier gallego culto, sus orígenes aldeanos no superados”. Varela, como Preston y los anglómanos en general, le concede inteligencia, pero muy limitada, poco más que una astucia aldeana o “gallega”.
De economía no solo lo ignoraba todo, sino que además tenía ideas fantásticas o pueriles al respecto. Y del mundo exterior algo parecido, de ahí sus ilusiones respecto a Hitler, o sus supuestos deseos de entrar en la SGM, aunque pidiendo demasiado, o sus propuestas ridículas proponiendo al final de la guerra en Europa una alianza con Inglaterra frente al expansionismo soviético. A esta última propuesta habría respondido Eden, según Tusell, otro historiador anglómano: ”Lástima que el general Franco tenga una idea de la realidad internacional tan desenfocada”. Lo cita con mofa Varela porque “ilustra las limitaciones de nuestro dictador”. En realidad ilustra las grandes limitaciones de Eden y del gobierno inglés, que imaginaban garantizar la estabilidad europea mediante el acuerdo entre Londres y Moscú, y poder barrer a Franco sin apenas dificultad. Ilustra también las graves limitaciones intelectuales de los propios Varela, Tusell, Preston, Moradiellos y tantos más.
En otro párrafo, Varela cita al más ecuánime Paul Johnson, que tiene a Franco por “una de las figuras políticas más exitosas del siglo”, pero le añade la coletilla: “exitosa en la medida de sus intereses, que eran mandar sin restricciones y durar sin limitaciones”. Al parecer, lo único que ocurrió en los cuarenta años de franquismo fue el mando omnímodo del “dictador”, que mantuvo su poder gracias a su “astucia aldeana”. En fin, no es difícil percibir que en la figura mediocre, gris y aldeana como ven a Franco estos historiadores hay más una proyección inconsciente de sí mismos que un verdadero retrato político del propio Franco.
Entre tanto, vale la pena comparar a Franco con Churchill venerado con absoluta falta de sentido crítico por la literatura anglómana, Moradiellos en particular. De que era más viajado y más culto y un poco más alto que Franco, no cabe duda; también de que estaba muy alcoholizado, etc. Pero estos aspectos son irrelevantes en cuanto a su significación histórica y política. Ciertamente la influencia mundial de Churchill fue también muy superior a la de Franco, porque Inglaterra era hasta 1939 la primera potencia mundial con un imperio gigantesco, mientras que Franco partía de una España inferiorizada por más de un siglo de profunda decadencia muy agravada por el Frente Popular. Nunca tuvo Churchill, como Franco, que afrontar una guerra partiendo de una situación de inferioridad material desastrosa, debiendo además improvisar al mismo tiempo un nuevo estado y un nuevo ejército. Pero Churchill sufrió en su carrera graves derrotas militares y políticas, y aunque vencedor en la SGM, dejó a su país prácticamente en quiebra, endeudado hasta las orejas y con racionamiento. Siendo él mismo un producto típico del imperialismo inglés, tuvo que presenciar el comienzo de la disolución del imperio, la sumisión de su país a la tutela useña, a menudo humillante, muy condicionado también por el poderío soviético; y además fue expulsado del poder en las elecciones hacia el final de la contienda. Si los medimos por el modo de conducir la guerra, resultó sin duda bastante más cruel que el español.
Si comparamos a las dos figuras por sus logros políticos y económicos, no parece difícil concluir que, salvando la diferencia de escala de uno y otro en cuanto a proyección mundial, Franco no solo tuvo que afrontar mayores y más difíciles retos, sino que también tuvo un éxito mucho mayor en todas sus empresas políticas y militares. Claro que para los anglómanos, todos los fallos, incluso crímenes, de Churchill, quedan disculpados porque era demócrata y Franco no. Por eso es necesario un comentario al respecto.
(Artículo en marzo de 2020: https://piomoa.es/?p=12847).
Cabría añadir: Suelen achacar crueldad a Franco, que realmente no lo fue. Churchill lo fue mucho más, en todo caso.
Y explicar: Es normal que ingleses y soviéticos detestaran a Franco: habían ganado la guerra juntos, pese a su antagonismo ideológico, y querían identificar a Franco con los vencidos. Una corriente historiográfica prosoviética (Viñas…) ataca a Franco como puede. Pero la liberal-anglómana (Varela Ortega…) es todavía más enconada. Y un poco ridícula.
Creado en presente y pasado
Comentarios desactivados