Qué es la democracia (I) / El animal religioso (I)

Conocer lo que fue el franquismo es esencial para mantener la democracia y la unidad de España:

Los Mitos Del Franquismo (Historia)

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Por primera vez desde que escribo en este blog me llegan ecos del mismo, en forma de una carta abierta que leí en el programa de Luis del Pino y que debe estar difundiéndose con bastante amplitud. La carta es de hace más de un año, y algunas personas deben de haber pensado hace muy poco que valía la pena recobrarla y darla a conocer por wasap y otros medios. Personalmente, me quita un poco la impresión deprimente de estar hablando para las paredes. La carta explica con suficiente claridad y síntesis lo que está pasando, por lo que insisto en que se difunda más y más ampliamente, pues si estas cosas no llegan a millones de personas apenas tienen influencia, máxime ante unos gobernantes delincuentes resueltos a imponer su tiranía y que cuentan con potentes medios de embuste como la Triple M. El audio (10 minutos) es este, en una de sus copias: https://www.youtube.com/watch?v=f7AM2_TxUDM

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Qué es la democracia.

   En La fatal arrogancia, Hayek habla del  “envenenado lenguaje” de la política y la economía, con conceptos equívocos o contradictorios que inducen a políticas falsas. Al libro me he referido en un viejo artículo “Hayek, un nuevo materialismo histórico”, que debo de haber publicado en el blog, en LD o en este.  Pero al margen de cómo plantea él  la economía como base de la evolución humana, no hay duda sobre su crítica: argüimos con unos conceptos a menudo contradictorios y utilizables a conveniencia, como verdaderas palabras mágicas.

   Uno de esos conceptos es sin duda el de democracia, “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” según Lincoln, y que constituye todo un oxímoron: o es “demos” o es “cratía”, pues el poder solo se ejerce y puede ejercerse sobre el pueblo. Y lo ejercen siempre y necesariamente unos pocos, es decir, una oligarquía, generalmente con una persona (“monarca”) a su cabeza. El pueblo, en conjunto, puede estar más o menos satisfecho con ese poder, pero también cabe considerar  esa satisfacción como un poder: cuando la insatisfacción llega a ser muy fuerte, la oligarquía del momento se tambalea o cae.

A ese respecto he expuesto en Nueva historia de España o en La guerra civil y los problemas de la democracia, que todo régimen estable es casi siempre monárquico, oligárquico y democrático, en variadas proporciones. Polibio encontraba en la Constitución romana un ejemplo de sabiduría política  al armonizar las tres características, y en esa armonía el ciento  de la fortaleza de Roma. No dejaba de tener razón… si no fuera porque unos cuantos años más tarde Roma casi perecía en medio de unas brutales guerras civiles, que la obligaron a cambiar lo que podríamos llamar “proporciones del poder” en un régimen nuevo.

Siendo así, todo régimen es a la larga inestable, y más cuando no halla otro recurso para mantrenerse, que el terror y la tiranía (esta en un sentido algo distinto de como la trataron los griegos). En rigor, el pensamiento político occidental desde San Isidoro (y ya antes el griego y el romano) busca instituir una forma de poder no tiránico, que sirva al bienestar del pueblo.

  En el cristianismo, el poder viene de Dios, San Pablo insiste en el deber de obedecer a los poderes constituidos, y esa concepción, tomada literalmente, podría apuntalar las peores autocracias. Es sabido que Iván el Terrible  la interpretó tal cual, como explicaba en, por ejemplo, alguna carta a Isabel I de Inglaterra. Los reyes ingleses también tendieron a hacerla suya, y el anglicanismo (como el protestantismo) viene a ser una consecuencia: si el poder venía a los reyes de Dios, ¿qué necesidad tenían de un intermediario como el papa?  Contra tal concepción reaccionó Francisco Suárez señalando el que poder no descendía directamente de Dios sobre el príncipe, sino a través del pueblo, de modo que, implícitamente, el pueblo estaba autorizado a desobedecer, incluso derrocar al gobernante tiránico y a cambiar el régimen entero. En Mariana ese derecho se concretaba en la justificación del tiranicidio.

El problema de la relación entre el poder y el pueblo no tiene solución clara y definitiva, y la historia nos muestra sus continuos vaivenes y  luchas, y a veces revoluciones. Problema tanto más difícil cuanto que no existe “el pueblo” como unidad u homogeneidad de intereses, sino que en su seno bullen muy diversas tendencias e intereses. Esto es fundamental tenerlo en cuenta, porque el concepto de “pueblo”, tal como se emplea habitualmente en el lenguaje político (otros lo sustituyen por “sociedad”, no menos equívoco) es precisamente uno de esos “conceptos envenenados” capaces de justificar hasta los peores despotismos, ya que siempre habrá sectores populares conformes con los déspotas por una u otra razón. Tampoco existe la monarquía, pues una persona sola no puede ejercer el poder sin una oligarquía que la apoye y oriente; y la propia oligarquía no es nunca unitaria, ni siquiera en partidos tan obsesionados por la unidad como los comunistas.

De este modo, el problema de la democracia debe plantearse en otros términos que los habituales:  como las formas de consentimiento del “pueblo”, es decir, de alguna fracción suficiente del mismo.

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El legado de Franco: https://www.youtube.com/watch?v=72LX7cU2588

Nueva historia de España: de la II guerra púnica al siglo XXI (Bolsillo (la Esfera))La guerra civil y los problemas de la democracia en España (Nuevo Ensayo)

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El animal religioso

Puesto que las religiones son muy variadas y cada una ha evolucionado de un modo u otro, pero al mismo tiempo todas las culturas tienen alguna forma de religión, que estiman de la mayor importancia, y giran posiblemente en torno a ella como su núcleo, debemos plantearnos la razón de que ello sea así.   Como introducción hipotética al asunto puede servir la de Paul  Diel:

“Todas las religiones tienen como base común las fábulas premíticas o míticas  (…) El contenido religioso de estas fábulas o mitos muestra una sorprendente semejanza. Hablan invariablemente de divinidades, de monstruos, del combate del hombre-héroe contra los monstruos y de la ayuda de las divinidades a los hombres (…) Sabemos con perfecta certidumbre que las divinidades de los antepasados jamás existieron y que, por tanto, fueron creaciones del espíritu imaginativo de los primitivos.  Pero las divinidades de todos los pueblos, aunque no sean idénticas en su representación o imagen visual, asumen todas la misma función protectora y de guía moral.

   (…) En su más amplio y profundo significado, las imágenes premíticas y míticas conciernen a lo efímero  de la vida temporal y a la angustia ante la muerte intemporal y eterna. Las imágenes con significado ético se refieren a la vida temporal y la conducta a seguir en ella.

 (…) Lo propio  de la imaginación fantasiosa es despertar nuestro interés, emocionarnos con ayuda de fábulas, sugiriendo bajo la superficie de los acontecimientos e imágenes un significado secreto que concierne a la vida humana  (…) Sin tratar de convencer de manera lógica, la fábula, religiosa o profana,  actúa sobre nuestra emotividad profunda y aun sobre nuestras culpabilidades reprimidas. Inventar  alegorías fabulosas es la función catártica de todas las producciones artísticas.

 (…) En el alma primitiva, las fantasías premíticas o míticas no despìertan creencia ni duda, sino un éxtasis emotivo que le permite captar sin explicación el significado subyacente. Ahora bien, es característico de las religiones y de sus teologías explicativas imponer la creencia en la existencia real de estas figuras fabulosas que son las divinidades.   Buscan transformar las fantasías imaginativas inspiradas por la religiosidad (la emoción ante el misterio de la vida) en religión popular, basada en una creencia común que impone reglas de conducta, ceremonias, tabúes.  Nacidas de las fantasías míticas, las religiones se convierten en  instituciones sociales. Este fundamento convencional tiene por objeto  reforzar el lazo comunitario (pero) su convencionalismo disminuye la fuerza sugestiva de la verdad subyacente.   Deseando imponer la creencia en la realidad de las imágenes, las religiones provocan el escepticismo, destructor de las convicciones religiosas”

   Es decir, Diel distingue entre la religiosidad, causada por la emoción ante el misterio, productora de las imágenes míticas, y las religiones concretas, que al mismo tiempo que refuerzan la cohesión social convirtiendo esas imágenes en creencias, provocan  en un ciclo el escepticismo hacia ellas y finalmente su sustitución por nuevas imágenes.  

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5 Respuestas a Qué es la democracia (I) / El animal religioso (I)

  1. NIKITO dice:

    Yo creo que me conoceran, por entre otras cosas respetar como se debe el propietario del Blog, pero tengo la ligera idea que el propietario no se respeta así mismo….y ni le da importancia a los comentarios que propone y consecuentemente actúa con el mismo patron con los que intervenimos en él….., me refiero a la sucesión demencial de hilos que hacen que cualquier reflección, la convierte el dueño en una auténtica tomadura de pelo…..  

  2. NIKITO dice:

    muy interesante esto….https://www.elmundo.es/andalucia/malaga/2019/10/30/5db98ef921efa086228b4663.html?autoplay=true y una vez más la Guardia Civil en el puesto de mando….¡como debe ser!

  3. Pío Moa dice:

    Nuevo hilo