Democracia y dictadura.
El pensamiento cañí en España ha simplificado la política en oposición democracia/ dictadura. La democracia sería siempre legítima y la dictadura ilegítima. Esta simpleza queda clara, como decía, en la valoración anglómana de Churchill y Franco. Pero el fondo del asunto es muy distinto. La República romana reconocía la dictadura, asunción de plenos poderes por una persona, para afrontar peligros críticos. En tal sentido, el régimen de Franco puede considerarse una dictadura, pues el país afrontaba entonces la doble amenaza de desmembración y sovietización bajo el despotismo violento de los partidos que representaban tales opciones y que habían destruido la legalidad republicana.
La dictadura romana no debía durar más de medio año, o terminar cuando la cumpliera su función. La dictadura de Franco duró mucho más de medio año, pero ciertamente las amenazas que la habían causado persistieron hasta mediados de los años 50 con la hostilidad y aislamiento internacionales. En esos veinte años, y en circunstancias muy difíciles, el país logró mantener su unidad nacional, su soberanía e independencia del exterior, eludir la II Guerra Mundial y reconstruirse muy ampliamente y con sus propias fuerzas. ¿Podía darse por cumplida entonces la misión dictatorial de Franco?
No exactamente, y no solo por persistir la hostilidad exterior y cierta actividad subversiva de tipo comunista, aumentada hacia el final por el terrorismo separatista. Pero lo principal es que, caso atípico, la dictadura de Franco fue originando una progresiva institucionalización del régimen, sin la cual no habrían bastado los poderes de Franco para mantenerlo. Esa institucionalización se dio en un contexto europeo de crisis profunda del liberalismo y la democracia entre las dos guerras mundiales, y luego de la restauración de la democracia en Europa occidental por el ejército useño, y la división de Europa en dos zonas de influencia; a las que España escapaba, justamente por no haber participado en la SGM.
La institucionalización del régimen buscó inspirarse, confesional y políticamente, en la Iglesia católica, si bien fue básicamente liberal en economía y cultura. Y evidentemente entró en crisis en su última década, cuando tras el Vaticano II, la Iglesia renunció a la confesionalidad y emprendió una política hostil al franquismo, mientras los partidos o familias del régimen se descomponían. No quedó entonces más salida que cierta homologación con el resto de Europa occidental, con la diferencia de que España debería su democracia a su propia evolución interna y no a las acciones bélicas de Usa e indirectamente de la URSS; y con la preocupación de que esa evolución no reprodujera el maremágnum de la II República. En todo caso, la democracia provino del propio franquismo, de sus políticos y de una sociedad nueva, muy superior a la republicana. De ningún modo pudo provenir de unas fuerzas antifranquistas no solo muy débiles, sino que seguían siendo un peligro para la democracia y la nación, como se ha podido ir comprobando en un proceso hoy ya muy seriamente amenazador.
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Una hora con la Historia: relato y análisis. Todas las explicaciones que los teóricos políticos han dado del franquismo tienen alguna falla importante: https://youtu.be/dPGehMEDXsk
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En un sentido más general, publiqué en este blog o bitácora el siguiente artículo, en noviembre de 2018:
Democracia, dictadura y tiranía
Dada la práctica inexistencia de pensamiento democrático en España, los partidmás contrarios a la libertad, que siempre han sido los de izquierda y separatistas, pueden ampararse en la bandera de la democracia para imponer auténticas tiranías. Su argumento para atacar al franquismo y proscribir su memoria – y con ello las libertades más elementales, como hemos visto–, consiste en denunciar al franquismo como una dictadura, es decir, como la antítesis de la democracia, que esos partidos representarían en exclusiva. Incluso la derecha descerebrada que les hace el juego es rechazada por ellos porque, evidentemente, viene del franquismo aunque haga mil piruetas, como un bufón ante sus amos, para procurar que se olvide su origen.
Sin embargo la antítesis de la democracia –en principio– no es la dictadura, sino la tiranía, entendida no en el sentido griego, sino como poder arbitrario, despótico y opresivo. La democracia es un régimen históricamente nuevo, prácticamente del siglo XX en Europa, incluso de mediados de ese siglo si tenemos en cuenta que fue rescatado o impuesto por el ejército useño. Lo cual no significa que cualquier régimen anterior en la historia haya sido tiránico o ilegítimo, ni mucho menos. Ni que una democracia no pueda degenerar en tiranía a su vez. Estos problemas los he tratado en
La guerra civil y los problemas de la democracia en España, y es imprescindible desarrollarlos más. Pero nuestra clase, casta o chusma política no lee estas cosas ni las entiende. Pasa como con “Europa”, que para ella es una palabra mágica con la que piensan resolver todos los problemas
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El pensamiento europeo, desde Isidoro de Sevilla al menos, es un intento de combatir el poder tiránico. Una y otra vez a lo largo de la historia se presenta esta cuestión. En España dio lugar a planteamientos como el tiranicidio, y las elaboraciones teóricas que dieron lugar al liberalismo y a la democracia en Usa tienen en esa tradición española una de sus fuentes. Se trata de un problema permanente con dos caras: frenar la tendencia del poder a hacerse omnímodo; y frenar la tendencia social a la disgregación y la llamada anarquía. Igual que la democracia, la anarquía no responde a su etimología (ausencia de poder), y nunca fue ni puede ser otra cosa que la proliferación de poderes despóticos. Tal como la democracia no es ni puede ser “poder del pueblo”, pues el poder se ejerce siempre sobre el pueblo, con unas u otras formas. La democracia viene a ser el sistema ideado más recientemente, y que ha dado buenos resultados en unos países y momentos, y no tan buenos en otros.
Una democracia puede degenerar de diversos modos y hacer precisa una dictadura, es decir, el poder cuasiabsoluto de algún líder que vuelva a imponer el orden. La experiencia histórica en España lo demuestra: la II República, democrática en principio, degeneró pronto en anarquía (en el sentido arriba señalado) y mayor miseria, hasta derivar a un frente popular de totalitarios, disgregadores (separatistas amparados en un racismo irrisorio), y golpistas. A sus víctimas se les presentó así el dilema de someterse a tales poderes o rebelarse. Afortunadamente gran parte de la sociedad optó por la rebelión y la dictadura, ya que una democracia no puede funcionar en aquellas condiciones. Pero una dictadura no tiene por qué ser tiránica (también puede serlo), y el franquismo no lo fue nunca. Para entenderlo basta contrastar sus impresionantes logros históricos con la propaganda que le hacen sus enemigos, los mayores enemigos de la libertad en España.
¿Cómo puede degenerar una democracia en tiranía? Insisto una y otra vez: Tocqueville lo previó y describió genialmente, y ese texto debería ser conocido y meditado de todos los políticos, intelectuales y periodistas. Porque estamos entrando de lleno en esa situación, no solo en España, sino en casi toda la Unión europea.
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**Una doble cuestión a Felipe VI: ¿Por qué llama “querido hermano” a Mohamed VI, un tirano que además amenaza a España? ¿Y por qué manda a sus hijas a educarse en Inglaterra (Gales), país que invade nuestro territorio en Gibraltar? ¿Es que quiere destruir la monarquía que trajo Franco?
**El rey no puede proponer la investidura del doctoral niñato matón auxiliado por grupos contrarios a España y a la Constitución. Si lo hace, estará condenando la Constitución y la unidad de España. Cuando el butifarréndum el rey se arriesgó y ganó popularidad, pese al sabotaje que de hecho le hizo el PP. Ahora tendrá que arriesgarse. La corona corre el mayor peligro desde su reinstauración. Si el rey no está a la altura de las circunstancias, colaborará a un peligro mayor, contra la democracia y contra España misma