MANIFIESTO contra las leyes de memoria antidemocrática
Las dos leyes de “memoria” impuestas por el PSOE y los separatistas y seguidas por el PP tienen un doble rasgo: atentan contra las libertades de investigación, expresión, opinión y cátedra, siendo por tanto antidemocráticas y anticonstitucionales; y persiguen falsear el pasado reciente español, muy especialmente la responsabilidad del Frente Popular –con el que se identifican sus autores–, en la destrucción de la república y el desencadenamiento de la guerra civil. Los dos rasgos se entrelazan, pues, obviamente, si precisan imponer su versión mediante una ley antidemocrática es porque su versión de la historia no podría sostenerse en un debate intelectual libre; debate ineludible que tanto importa a la sociedad por su repercusión política actual.
Debe recordarse, contra olvidos deliberados, que el Frente Popular fue una alianza de partidos sovietizantes (PSOE y PCE) y separatistas, más golpistas republicanos de izquierda, que en octubre de 1934 se alzaron en armas contra la república y meses después, en febrero de 1936, falsificaron las elecciones, acabando de destruir la legalidad republicana e instaurando un terror que amenazaba gravemente la unidad nacional y disolver lo que de democrático tuvo la República. El socialista moderado Besteiro reconoció que la rebelión del 18 de julio fue forzada por tales amenazas.
Contra el acuerdo del gobierno de Aragón de derogar una ley llamada por sarcasmo “democrática”, un grupo de profesores de la universidad de Zaragoza la ha defendido como “instrumento necesario y eficaz para construir un futuro de convivencia y una sociedad apoyada en valores éticos compartidos”: los “valores” totalitarios de los separatismos y ultraizquierdismo del gobierno socialista, evidentemente. Ese manifiesto solo revela el tremendo deterioro moral e intelectual que sufre una universidad incapaz de rechazar una ley inicua que ataca los principios más básicos de la libertad e investigación científica.
Como demócratas, reconocemos a esos profesores de esa universidad, y tantas otras, el derecho a exponer sus versiones, pero no el que nunca pueden tener, a imponerlas a nadie, y menos aún a aplastar cualquier disidencia con sus “valores” liberticidas. Esas leyes vulneran de tal modo los derechos más elementales, no solo de la universidad sino de toda la sociedad española, que deben ser expuestas, denunciadas y abolidas cuanto antes. Porque además de atacar la libertad, envenenan la convivencia e invierten los valores éticos, convirtiendo al actual régimen del país en una democracia fallida. Tienen, por tanto, unas consecuencias políticas actuales extremadamente dañinas. Decía Santayana que un pueblo que olvida su historia (en este caso la falsea) se condena a repetirla. Y a repetir lo peor de ella, como ya estamos viendo. Algo que debe impedirse obligatoriamente.
Propongo la difusión de este manifiesto, con vistas a la recogida de firmas en su apoyo entre los profesores y personas conscientes del peligro que entrañan dichas leyes. Estamos llegando a un punto crucial y esto no puede seguir así.
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LA SIRENITA
Cuando tenía diecisiete y dieciocho años anduve vagabundeando por Europa, y la Sirenita de Copenhague me ayudó. Lo recojo en Adiós a un tiempo, recién publicado : Pío Moa – La Sirenita – Libertad Digital
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Liberalismo autocrítico
Cuando me han preguntado por mi ideología, suelo responder “liberal-conservadora”, por decir algo inteligible para muchos. Mejor sería decir liberal autocrítica, porque el liberalismo viene evolucionando en un sentido sumamente preocupante.
Cuando se habla de liberalismo en España debe entenderse que predomina un liberalismo beato, sin capacidad autocrítica ni fuerza intelectual (liberalismo cañí, se le ha llamado, por emplear la misma expresión utilizada por los liberales contra el tosco marxismo español). Un liberalismo incondicional de Inglaterra (que invade nuestro país en un punto estratégico), o de Usa (cuyos intereses nacionales nunca han coincidido con los nuestros), empeñado en desplazar progresivamente al español en beneficio del inglés y que ha transformado el ejército español en una tropa cipaya, y a España en un país culturalmente colonizado y políticamente satelizado; empeñado también en apoyar procesos separatistas, amparándolos con palabras “bonitas”: (multiculturalismo, pluralismo, tolerancia, etc) en las que coincide sospechosamente el llamado “marxismo cultural”. Pues llevan decenios coincidiendo en todo lo esencial los gobiernos, sean más o menos liberales como el PP, o “culturomarxistas” como el PSOE. Con ideas liberalcañís o cultural-marxistas se evoluciona a un nuevo totalitarismo que pretende controlar hasta nuestros sentimientos.
Nada de esto dice nada a los liberbeatos. Es más, los consideran hechos positivos. Otro rasgo típico en ellos se aprecia en la cuestión de los inmigrantes, centrando todo el problema en la economía y haciendo de ello un mito sentimental. Necesitaríamos a los inmigrantes para sostener la economía, porque nuestra población envejece (y sufre altos índices de aborto –esto se calla–, producto también de ese liberalismo) Pero se trata de inmigrantes con otras culturas y que ,cuando llegan en masa, tienden a no integrarse en la cultura española o europea, a la que muchos de ellos detestan o desprecian como caduca o degenerada (cosa a veces comprensible). Y desde un liberalismo simple no puede exigírseles que abandonen sus culturas propias, nos gusten o no, o que reduzcan su empleo del español a lo indispensable y formen núcleos cada vez más amplios en su propia lengua y cultura. Para este concepto “abierto” del liberalismo, no debe haber fronteras, las identidades nacionales, es decir, culturales, serían expresiones de un “tribalismo” retrógrado y negativo, que deben ir disolviéndose en beneficio de un concepto abstracto de “humanidad”, cuyo componente esencial sería el económico.
Es obvio que esta evolución debe ser repensada en profundidad sin renunciar a la igualdad ante la ley y las libertades políticas. En La II Guerra Mundial y el fin de la era europea, planteo la raíz de aquel conflicto. El liberalismo fue la ideología primaria de la Ilustración, cuyos problemas no dejaron de generar ideologías contrarias. Que alcanzaron su formulación más precisa con motivo de la PMG, un choque entre estados liberal-parlamentarios que precipitó la crisis determinante de la SGM, con efectos hasta hoy.
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