España en la historia humana / Antisionismo /Espejismo UE /J. Pérez (V): Al Ándalus

**El libro y su presentación son de hace quince años, aunque el video es de hace siete.  todavía me equivocaba con Aznar, no con Rajoy, y no había entendido la represión de posguerra:  Presentación del libro de Pío Moa “Falacias de la izquierda, silencios de la derecha” – YouTube

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Significación histórica de España.

La historia de España entre finales del siglo XV y mediados del XVII, se deja resumir en cuatro gestas sin precedentes: sus expediciones y exploraciones descubrieron el mundo como un todo (no solo América), por primera vez desde la aparición del ser humano;  salvó a Europa de la expansión otomana, teniendo que luchar al mismo tiempo con Francia, Inglaterra  y el calvinismo; mantuvo el catolicismo en el sur de Europa frente a la belicosa expansión protestante; y conquistó, organizó y cristianizó gran parte de América. Con todo ello inauguró una nueva época en la historia de la humanidad, la Era Europea, terminada cuatro siglos y medio después con la II Guerra Mundial. Creo que esta exposición general en Hegemonía española y comienzo de la Era Europea es novedosa, considerada en conjunto, y abre nuevos cauces a la historiografía, no solo ni mucho menos española.

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  Antisionismo

Ningún país disfruta en Europa de un odio mayor que Israel, y es algo difícil de explicar.  Si detestan a los judíos, deberían alegrarse de que tengan una tierra propia en la que concentrarse la mayoría. Y no es verdad que amen a los palestinos. Estos han sufrido  su mayor matanza por los jordanos en el célebre septiembre negro, sin dar lugar a un antijordanismo en Europa. Por lo demás, con todas las críticas que puedan hacérseles, como a cualquier grupo humano, los judíos no amenazan a Europa, cuya cultura representan en Oriente Próximo, mientras que los islámicos sí lo hacen, y muy directamente  a España; pero eso no parece importar a los enemigos de Israel o antisionistas. Es cierto que Israel se ha fundado  en el siglo XX en un pequeño territorio musulmán (algo así como la provincia de Badajoz, anteriormente cristiana), pero es ya un hecho histórico cuya erradicación supondría el exterminio de millones de sus pobladores, según prometen muchos líderes islámicos. Y esto lo saben muy bien los antisionistas. 

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(En este blog, marzo de 2012): El espejismo de la UE.

 Uno de los mayores errores de Aznar fue la exclusión de Vidal-Quadras de Cataluña, doblegándose a la presión de los separatistas “moderados” (por moderados hay que entender arteros y más a largo plazo que los “radicales”). Tengo, a don Alejo,  junto con Mayor Oreja y algunos más, por lo poco salvable del PP rajoyano, y generalmente estoy de acuerdo con sus planteamientos. Pero de pronto se nos descuelga con una extraña milonga sobre las ventajas de la UE. Arguye que la renta española se ha duplicado desde la entrada en la CEE y que los europeos o los españoles hemos dejado de matarnos unos a otros gracias a ella. Por tanto, es un “buen negocio”.  A España podíría convenirle o no seguir en la UE, es algo debatible, lo que no es admisible es esa especia de mística fanática “europeísta”.  Ningún país más europeísta que España ni más ignorante y falto de interés sobre la historia y cultura propiamente europeas Veamos:

a)      A la amenaza de los separatismos, Vidal-Quadras opone la disolución de España en la UE. La independencia y soberanía, viene a decir “no es un buen negocio”. Esto no solo significa acabar con España como nación independiente, sino también favorecer los separatismos, que se vuelven más “europeístas” que nadie ya que, como todos estaríamos subsumidos en “Europa”, podríamos estarlo perfectamente como subnaciones separadas. He aquí una manera indirecta de fomentar el separatismo.

b)      La falacia del éxito económico suena demasiado a la propuesta de vender la primogenitura por un plato de lentejas, y ya sabemos desde la Biblia cómo terminan esos cambalaches. Además es eso, una falacia. Sin estar en la CEE, España prosperó durante trece años a un ritmo más rápido que la CEE en su conjunto o que cualquier país perteneciente a ella. Lo cual demuestra que no necesitábamos entrar para prosperar por nuestra cuenta ni que ello supusiera ningún tipo de aislamiento. Suiza o Noruega no se han dejado llevar por esos señuelos y tienen mayor riqueza per cápita que la UE; e Inglaterra, mucho más sabia políticamente que nosotros, tiene buen cuidado de mantener sus distancias con el invento (aún no había ocurrido el Brexit). Pero hay más: el crecimiento español fue entonces mucho más sano, equilibrado, con muchas menos crisis y casi sin paro. Casualmente, la entrada en la UE se ha saldado con un paro masivo que incluso en tiempos de Aznar rondaba los dos millones, con altibajos y crisis mucho más frecuentes y  con una dependencia económica (además de política) mucho más acentuada. Tengo aquí la desagradable impresión de que Vidal-Quadras está tratando de embaucarnos con un cuento para niños. No sabemos cuánto habría prosperado España fuera de la UE, cierto, pero es por lo menos  muy posible que lo hiciera más rápidamente que dentro y, repito, con mucha menos dependencia.

c)      Que los europeos dejaran de matarse no se debe en absoluto a la UE, y además no tiene nada que ver con nosotros, que nos mantuvimos neutrales en sus contiendas (como Suiza o Suecia). Ese dejar de matarse se debe a Usa, es decir, al paraguas atómico useño frente a la URSS. Y cuando terminó la guerra fría, las potencias de la UE se las arreglaron para fomentar el conflicto de Yugoslavia que luego fueron incapaces de arreglar… hasta que intervino Usa nuevamente. Eso sin contar las muy crueles guerras coloniales mantenidas durante muchos años por Holanda, Francia o Inglaterra, la influencia en matanzas como las de Ruanda o, ahora, en la absurda “primavera árabe”, ayudando a derrocar a los regímenes prooccidentales. Dictaduras, cierto, pero no peores sino mejores que la alternativa.

   En conclusión, el señor Vidal-Quadras debería encontrar argumentos mejores para defender a la UE. Por mi parte, y mirando desde España, no reduzco la soberanía al negocio ni veo que debamos nada especial a la UE, y sí, en gran medida, la crisis que ahora sufrimos. Lo demás son palabras biensonantes pero vacías.

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La reconquista y España

J. Pérez (V),  y los prodigios de al Ándalus

Creo que tiene razón Joseph Pérez cuando critica a numerosos historiadores y arabistas, algunos tan importantes como Menéndez Pidal o Sánchez Albornoz, “que minimizan la aportación árabe, haciendo hincapié en la debilidad numérica de los invasores, la tibieza de su fe, el mestizaje con mujeres indígenas…, y acaban concluyendo que los vencidos asimilaron culturalmente a los vencedores: las estructuras administrativas, lingüísticas, culturales e incluso económicas de la monarquía visigoda se mantuvieron casi intactas después de la conquista. La civilización de Al-Ándalus debió muy poco a los árabes y casi todo a los elementos hispanorromanos anteriores”.

Como Pérez señala esas tesis resultan “muy exageradas y carecen de verosimilitud”. Los vencidos no asimilaron a los vencedores, aunque les transmitieran algunas influencias secundarias. Quienes se asimilaron a España fueron justamente los visigodos, mientras que en Al Ándalus, recuerda Pérez, ocurrió al revés: “el elemento árabe impuso una religión, una organización política y una lengua”. Eso entre  otras cosas fundamentales: añadamos unas formas de derecho, nuevas costumbres que se extendían desde la culinaria a la familia y el matrimonio, etc.  “Es decir, una civilización completamente distinta de la anterior”. Distinta y radicalmente opuesta, pues luchaba por imponerse completamente, como en el norte de África. Esto es tan evidente que el llamativo error de Menéndez Pidal y sobre todo de Sánchez Albornoz responde claramente a cierto prurito de hacer españoles a todos los que han habitado en la Península Ibérica, dotándolos de  rasgos “temperamentales” un tanto especulativos  y difusos, considerados definitorios por encima de los rasgos culturales claramente discernibles.

Hace después J. Pérez un cántico a las maravillas culturales del mundo islámico antes del siglo XI: “En contraste con el resto de Europa, Al Ándalus se distinguía por la importancia y riqueza de sus ciudades: Toledo, Almería, Granada, Zaragoza, Málaga, Valencia, y sobre todo Córdoba, ciudad espléndida con cientos de mezquitas, baños y hoteles, tiendas…” Y por otra parte,   El árabe era la lengua de los vencedores y de la administración (…) No lo olvidemos, era también la lengua del progreso, de la ciencia, de la cultura (o sea, lo que dicen hoy del inglés) y es lógico que fuera adoptado en todo el territorio de Al Ándalus”. Hay  bastante de cierto en todo ello, pero tal como lo presenta el autor,  podría pensarse que si toda la península y Europa se hubieran islamizado, habría sido para ellas un “un buen negocio”, en palabras de Alejo Vidal-Quadras. Pero un historiador debe preguntarse por qué, pese a ocupar Al Ándalus la gran mayoría de la península, y justamente las partes más pobladas y ricas ya desde antes de la invasión musulmana, fue retrocediendo, a veces con gran rapidez, y sufriendo derrotas muy sensibles a manos de los más pobres y mucho menos numerosos españoles del norte.  Así, un historiador debe señalar también otros rasgos menos brillantes del emirato y del califato: con respecto a los estados del norte, sufría un grado mucho más alto de despotismo y de arbitrariedad del poder, una extensión mucho mayor de la esclavitud (el propio ejército llegó a componerse en gran medida de esclavos), una situación de la mujer muy inferior y una guerra civil prácticamente permanente, entre otras taras que minaban a aquel régimen.

Si exponemos las diferencias solo en un sentido, como hace el señor Pérez, no solo escribimos una historia mutilada, sino que nos impedimos la comprensión de la evolución histórica.

Dicho de otro modo: aunque el régimen cordobés se conformó como un estado independiente, nunca llegó a ser una nación como sí lo fue la España visigoda. En primer lugar, la minoría árabe nunca se asimiló a la población y cultura preexistentes, como hicieron los godos, sino que permaneció siempre como una oligarquía privilegiada, autoconsiderada racialmente superior y ajena no solo a la masa de población que permaneció cristiana, sino también a la que se convirtió al Islam y a los beréberes, siendo esta una de las causas de las continuas crisis y revueltas internas, hasta la implosión final en las taifas. Es más, la minoría dominante desconfiaba hasta tal punto de sus súbditos que siempre trató de mantenerlos atemorizados y alejados, incluso físicamente, por fuerzas traídas del exterior o esclavas. A pesar de sus éxitos asimiladores en religión, lengua, derecho, costumbres, etc., el estado omeya permaneció siempre como un cuerpo extraño, despótico y desconfiado de sus propios súbditos. Todo ello lo he tratado con mucha más extensión en Nueva historia de España (más tarde en La Reconquista y España) , a la que remito al lector interesado. Dejo para un próximo artículo la interpretación, realmente pintoresca, que hace el señor Pérez de los inicios de la Reconquista.  

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Cómo Franco salvó a España de la devastación: https://youtu.be/Id3xta_JIPU

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