Ferraz y el amor a la patria: Una carta del catedrático Leopoldo Gonzalo y Gonzalez a Francàs – El Toro TV
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VOX cojea.
1. Las movilizaciones en la calle no llegarán a nada (recuérdense las de Venezuela) si no las acompaña la movilización de los demócratas que haya o queden en todas las instituciones (jueces, profesores, periodistas, militares, etc.), tan envilecidas por PP y PSOE.
2. Tampoco llegarán a nada si VOX no trata de encabezarlas. Pues si el PP sacara la ventaja de ellas, nada se habría arreglado. El PP sigue al PSOE y los separatistas en toda política clave: leyes de memoria, leyes de género, enseñanza, antifranquismo, feminismo, ruptura de la autonomía judicial, disolución de España en la UE, avances hacia la transformación de España en confederación de “naciones”, agenda 2030… PP y PSOE forman un solo partido con meras diferencias de matiz y de reparto de cargos.
3. El PP ya está diciendo que “hay que hablar menos de la amnistía y más de las hipotecas y similares. Toda su política desde que se plantearon las pasadas elecciones ha buscado disimular los problemas esenciales del país, hundir a VOX y volver a la complicidad con socialistas separatistas. Lo ha hecho sin disimulo, pero tiene aún una masa de votantes perfectamente idiota, encantada de creer lo que no hay.
4. A medio plazo, la unidad nacional y la democracia solo se mantendrán si el nefasto PPSOE entra en crisis y se hunde. Ello exigiría una revisión de las políticas dominantes desde la condena del franquismo por el PP. Exigiría abordar dos grandes temas: la legitimidad histórica del franquismo y la neutralidad como única política exterior capaz de garantizar la independencia de España. Mientras VOX no las plantee resueltamente, su política seguirá coja.
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Koestler y Baroja (II), judaísmo
Baroja y Koestler comparten, aunque con distintas edades, hechos fundamentales dela primera mitad del siglo XX, las nuevas ideas científicas, el psicoanálisis, las dos guerras mundiales, la Revolución rusa, la gran depresión de los años 30, la guerra de España, la guerra fría, etc. Los dos comparten, además, un fuerte interés por los fenómenos que marcaron aquella época. Sin embargo al respecto fue casi la opuesta. Koestler se involucró muy fuertemente, incluso angustiosamente en aquellos movimientos, y su interés por la ciencia y el o los pensamientos en boga fue muy activo. Baroja, en cambio, evitaba a toda costa comprometerse, mirándolo todo desde un escepticismo a veces agudo, a veces simplista, un tanto fácil y algo lugareño.
Koestler, como judío, se interesó por el sionismo En resumen, me explicó Átila, los judíos habían sido perseguidos durante veinte siglos y no había motivos para suponer que no serían perseguidos durante el vigésimo primero. Discutir con antisemitas era absolutamente inútil, porque los judíos constituían en realidad una raza anormal. Eran una nación sin tierra, lo que es lo mismo que ser un hombre sin sombra; y socialmente ocupaban posiciones demasiado elevadas, con una cantidad desproporcionada de abogados, comerciantes, intelectuales, y sin granjeros ni campesinos; eran como una pirámide apoyada sobre el vértice. La única cura sería volver a la tierra. Si los judíos querían ser como los demás, tenían que poseer un país como los demás y una estructura social como los demás . Eso era todo, y no había otra solución.
Koestler hizo más que interesarse: siguiendo la mística por la tierra de muchos de aquellos abogados, comerciantes e intelectuales, fue a Palestina a probar el duro trabajo de la tierra, que relata con verdadera fuerza, así como los conflictos con los árabes. Y también su desilusión con el movimiento, corroído por mil rencillas, y la “tristeza de Jerusalén“.
Este caso particular puede servir de ejemplo. En Baroja son visibles, aunque no frecuentes, muestras de un antisemitismo o, mejor, un antijudaísmo extendido, pero tópico y poco acentuado, porque la presencia hebrea en España era insignificante. Aparte del panfleto Comunistas, judíos y demás ralea, recopilación de artículos y frases sueltas, su actitud hacia los judíos puede describirse como un desprecio distanciado. Él creía, o lo indica ocasionalmente, que en España persistía una influencia racial judía soterrada, a su juicio perjudicial para la salud y energías del país (ideas mucho más visibles, por ejemplo, en el separatismo catalán). Por entonces se admiraban los logros intelectuales e industriales de países como Inglaterra o Alemania, considerado “arios”, y obviando que parte de aquellos logros, en la ciencia por ejemplo, eran aportados por judíos. Gran número de intelectuales en toda Europa se interesaba por las razas humanas y sus características psíquicas e inconscientes, y los judíos eran vistos, y no solo por los nazis, como una influencia deletérea moralmente. Supuesto intensificado por la alta proporción de judíos en la dirección del Partido Bolchevique, identificándose así judaísmo con comunismo, como en el título del panfleto.
No se trata aquí de las habituales verborreas ideológicas sobre semitismo y antisemitismo, sino solo, con este ejemplo, de observar la diferente actitud en los dos importantes novelistas. Distanciada y pasiva en Baroja, y muy comprometida en Koestler. Que por su parte no ahorra opiniones despectivas hacia la parte ídish del judaísmo, empezando por su lengua alemana corrompida.
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Píldoras. La UE en golpe de estado
** La Unión Europea está llevando a cabo un verdadero golpe de Estado ante nuestros ojos: RESUMEN NACIONAL (hautetfort.com)
**La UE nació como proyecto democristiano que evolucionó a socialdemócrata y finalmente a una especie de totalitarismo LGTBI
**Hamás ha felicitado al Doctor de España. Nada más natural. Como la ETA.
**Nadie llama a Sánchez doctor ni le recuerda el negocio de la prostitución homosexual. Aunque parezca lo contrario, los políticos y periodistas españoles son muy respetuosos.
**”Con tu Adiós a un tiempo has conseguido reavivar lo vivido desde mis 16 años, cuando llegué a Madrid. Has rescatado de mi memoria personas queridas y momentos perdidos en ese saco. Al fin y al cabo, comprender mucho mejor dónde estoy y como he ido llegando (…) Lourdes
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Primo de Rivera, en perspectiva
En síntesis, puede definirse la dictadura de Primo de Rivera como un régimen nacido como remedio de urgencia a la ruina del régimen constitucional de 1876; y que evolucionó desde un Directorio militar a un gobierno civil e intentó continuar hacia una democracia de dos grandes partidos, la cual no pudo tomar forma en su corto período. En sus seis años de existencia aseguró la paz civil contra quienes la alteraban violentamente por principio doctrinal o aspiraban a disgregar la nación, y superó la pesadilla de la guerra de Marruecos. Además presidió la etapa de mayor prosperidad de España desde la invasión francesa. Comparados esos años con los seis anteriores y los seis posteriores, los éxitos de la dictadura resultan casi increíbles. Fueron años también de exuberancia literaria, incluso con una generación, la del 27, que podría llamarse “de la dictadura”. Todo ello con una represión casi insignificante. Asombra la indiferencia de la mayoría de los historiadores e intelectuales hacia aquel período, para ensañarse con aspectos menores.
Parte menor, pero no desdeñable, de estos logros se debió al Partido socialista, cuya colaboración fue excelente para los trabajadores y para la sociedad en general. Sin embargo, la tradición marxista de este partido ha convertido aquella etapa en una mancha vergonzosa que sus políticos quieren hacer olvidar y sus historiadores disimular o falsear, destacando por contra la postura anticolaboradora de Prieto, que aun fallida impidió democratizar al régimen y volvió a la política revolucionaria de acuerdos subversivos con republicanos y separatistas catalanes. Así se presenta en las historias de Santos Juliá, Preston y muchos más. Llega incluso a exponerse la historia exactamente al revés de la realidad, en obras como Este viejo y nuevo partido, de Felipe González y Alfonso Guerra, destinada a instruir a los afiliados y simpatizantes: “Tras muchas vicisitudes, el Partido Socialista, que venía preparando por todas las vías a su alcance la caída de la dictadura primorriverista, se alzó en 1931 con un triunfo espectacular, de nuevo en conjunción con los republicanos, convirtiéndose en la primera fuerza política de España”. El nivel de falsedad, circulada con impunidad por desconocimiento casi general de los hechos, resulta estupefaciente. Sin duda el PSOE se alzó como la primera fuerza política, pero se debió precisamente a su colaboración con la dictadura. A la que, según estos “revisionistas” habría intentado derrocar el PSOE, se ve que por “vías” de poco alcance.
Como hemos visto, el régimen constitucional –una democracia, aun si imperfecta–, estaba llevando al país a la ruina y la guerra civil, pues no tenía los medios ni los políticos capaces de contrarrestar la subversión de partidos cuyas credenciales democráticas eran nulas. La dictadura anuló el régimen constitucional, pero no propiamente la Restauración en cuanto vuelta de la dinastía borbónica, que continuó. La suspensión de libertades políticas fue más bien formal: políticos, grupos políticos, escritores, etc., se expresaban sin trabas o no más que anteriormente. Incluso los anarquistas, la organización considerada más criminal por la dictadura, siguió con su propaganda, como La revista Blanca o La novela Ideal donde escribía, entre otras, la ardorosa Federica Montseny, que llegaría a ser la primera mujer ministra en España y tal vez en Europa. Los comunistas, igualmente proscritos, publicaban libros y folletos, y otros enemigos del régimen se expresaban a menudo con franca insolencia, escasamente reprimidos. No hubo asesinatos ni castigos brutales, ni siquiera cárcel, sustituida por multas, al descubrirse alguna conspiración golpista que podrían haber destruido al régimen, y que en otros regímenes habrían originado represalias sangrientas. Y también es un índice de libertad la tranquilidad y seguridad de la gente normal para trabajar y llevar su vida corriente, sin apenas interferencia del poder o de los revolucionarios.
Si al PSOE no le agrada recordar aquellos tiempos, tampoco a la derecha, argumentando que se trató de una dictadura. Esta historia plantea un problema más general: cómo es que una dictadura fue tan fructífera y la democracia (la anterior y, como veremos, la posterior) tan caótica y ruinosa. Es, particularmente en España, un problema serio.
Dentro de la habitual simplificación del pensamiento científico, que llega a la simpleza, el concepto “dictadura” se opone al concepto “democracia”. La dictadura significaría tiranía y miseria, y la democracia libertad y progreso. De modo que quien invoque la democracia, entienda por ello lo que quiera, tiene ya ganados muchos puntos entre una opinión pública casi nunca bien enterada. De este modo, el concepto se ha convertido en una palabra mágica, con significados variopintos según quien la emplee. Stalin de jactaba de que su Constitución soviética era la más democrática del mundo y de la historia; los nazis, que alcanzaron el poder por vías legales y electorales, hablaban de democracia racial; el liberalismo no era en principio democrático, aunque evolucionara en esa dirección; había una “democracia orgánica”, otra “popular”, y como veremos el concepto republicano de Azaña no era democrático aunque empleara la palabra; ninguno de los partidos separatistas entendía la democracia de otro modo que como una bandera de conveniencia para socavar la nación, etc.
Como es sabido, democracia significa etimológicamente poder del pueblo, o, como lo expresó Lincoln, “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.Así tiende a interpretarse irreflexivamente, pero la realidad es muy otra. El poder se ejerce siempre sobre el pueblo, que por lo demás es un ente muy heterogéneo en intereses, ideas y sentimientos, pero en nombre del cual suelen hablar con desenvoltura los políticos, en especial los de izquierda. Y lo ejerce necesariamente un pequeño grupo u oligarquía (dicho en sentido neutro y no en el clásico de degradación de la aristocracia). Desde este enfoque, la democracia es un régimen de selección y alternancia de oligarquías gobernantes (partidos) por medio del sufragio universal periódico. Lo que implica, para ser viable, autonomía judicial y libertades políticas.
El procedimiento es muy reciente en la historia, aunque cuente con el precedente de la Atenas clásica, y deriva de un largo proceso de práctica y pensamiento occidental contra el siempre actual abuso de poder o tiranía. Sin embargo puede también derivar a un tipo de tiranía peor que las anteriores, que el pensador liberal Tocqueville llamó “despotismo democrático”. Esa degradación de la democracia se arroparía en formas externas de libertad un contenido totalitario: “un poder inmenso y tutelar” que busca el goce y la felicidad de los hombres imponiéndoles su criterio, “pareciéndose al poder paterno si, como él, tuviese por objeto preparar a los hombres para edad viril, pero, al contrario, intenta fijarlos irrevocablemente en la infancia”. Ese poder puede llegar a ser visto como beneficioso por la mayoría, pero “acabaría por privar a las personas de los principales atributos de la humanidad”. Es fácil observar actualmente fuertes indicios de esa deriva, en unas oligarquías más o menos elegidas, que constantemente emiten normas de todo tipo, hasta morales, se pretenden educadores de todo el mundo, imponen la “cultura de la cancelación” haciendo uso de su poder, e intentan decidir no ya lo que las personas deben pensar, sino hasta sus sentimientos, con leyes “de odio” y similares, algo nunca visto, pero que se viene imponiendo en nombre de la democracia.
De todas formas no es esta deriva totalitaria de la democracia la que terminó destruyendo la Restauración, sino otra contraria: la pérdida de sentido de comunidad e historia. Las libertades y los partidos pueden tender a la lucha de todos contra todos si no existen unos valores compartidos, y es evidente que los partidos que todo el tiempo estuvieron atacando a la Restauración, explotando las ventajas que esta les otorgaba, tenían unos objetivos, valores y sentimientos, expresados con violencia larvada o abierta, incompatibles con la idea de democracia como sistema de selección y alternancia pacífica entre diversas oligarquías. Por eso la dictadura proscribió a esos partidos. La moderación del PSOE fue algo completamente inesperado, habida cuenta de su trayectoria anterior. Esta obviedad casi nunca es apreciada, tratando de explicar el fracaso de la Restauración exclusivamente por sus fallos internos, lo que solo es una parte de la cuestión.
La dictadura, por su parte, se concibió en un principio según la institución romana de hacer frente a una situación crítica para arreglarla en un tiempo corto. Pero enseguida vieron Primo y los suyos que volver a la situación anterior era suicida, por lo que se imponía una evolución, fuera según en modelo corporativo o fascista que cundía en otros países, o el más democrático con los socialistas. Fracasó en esto último, no por culpa de Primo de Rivera, debe insistirse. Y se abrió entonces, en los políticos anteriores y en el propio monarca, la ilusión de volver al viejo sistema aprovechando el excelente legado de la dictadura y renegando de él al mismo tiempo.
El PSOE volvió a su línea revolucionaria, y los primorriveristas no lograron sacar de la experiencia lecciones que fueran más allá del orden social. Aunque hubo algunos intentos de los escritores Pemán y Pemartín.
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