Según terminaba la SGM, el mundo parecía volcarse contra Franco, cuyo destino estaría decidido. Sin embargo la España de Franco resistió: 301 – El mundo contra Franco | El discurso del Rey (youtube.com)
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Ideologías y angustia esencial
Me pregunta un conocido si mi concepto de ideología, con el que analizo la evolución de Europa y la SGM, tiene relación con el que usa Fernández de la Mora en El crepúsculo de las ideologías.
Ante todo, empleo a disgusto esa palabra, tal como metodología o tecnología, con las que se quiere significar método o técnica y no tratado o estudio de los métodos o las técnicas. La ideología pudo significar originariamente “tratado de las ideas”, pero se refiere inadecuadamente a las ideas mismas, o propiamente a construcciones de ideas o ideoconstructos. En Marx, la ideología es una construcción ideal falsa, cuya función sería justificar la dominación explotadora de una clase sobre otras, siendo la religión la ideología por naturaleza. Al parecer, dicha dominación no exige solo la disposición y el uso de la fuerza (el estado, en las sociedades civilizadas), sino además una especie de ficticia legitimación ideal, metafísica, no se entiende bien por qué.
Fernández de la Mora llama ideologías a “filosofías políticas simplificadas y vulgarizadas”, por así decir, filosofías degradadas, cargadas de sentimentalidad o patetismo y que utilizan la razón de forma espuria. Esta definición valdría si a esas ideologías se les pudiera oponer una filosofía “no vulgar”, “auténticamente apoyada en la razón”. Pero basta echar una ojeada a la historia de las filosofías para comprobar que no existe tal cosa, por más que Fernández de la Mora dé a Aristóteles la primacía. La alternativa que propone Fernández de la Mora lleva en la práctica a una racionalidad técnico-desarrollista supuestamente científica, rigurosamente ajena al sentimiento, por lo tanto al arte, el cual se reduciría a un adorno o entretenimiento. Y aunque se declara católico, lo hace un tanto al estilo protestante, como relación exclusivamente personal con Dios.
Mi concepto de las ideologías o ideoconstructos es el de unas concepciones del mundo y del hombre que prescinden del elemento metafísico presente en las religiones para apoyarse exclusivamente en la razón. Vienen a ser una aplicación extrema de la “navaja de Occam”. De acuerdo con la presunción de Fernández de la Mora, esa aplicación daría lugar a una ética y racionalidad general universalista a la que el hombre no podría escapar. Sin embargo ha ocurrido históricamente algo muy distinto: la razón se ha desdoblado en ideologías o ideoconstructos opuestos entre sí.
Prescindiendo de la causa de tal fenómeno, comprobamos que nace históricamente de la ardua tensión entre razón y fe en el cristianismo, perceptible en tres bandazos: predominio moderado de la razón en el humanismo- reacción antirracionalista en el protestantismo–nueva reacción antifideísta o ultrarracionalista en la Ilustración. La Ilustración ha generado a su vez las “ideologías” cuya lucha pone fin a la Era Europea en la II Guerra Mundial, que he explicado como tal conflicto y no solo como conflicto entre potencias.
Las ideologías, en este sentido, como las filosofías o las religiones, proceden del imperativo psíquico humano de calmar una angustia esencial perceptible al menos en tres aspectos: la fuerza de la vida o más ampliamente de la existencia, inconmensurable para el hombre y que incluye la muerte, no solo personal sino, previsiblemente, de la especie y más allá del cosmos; el sentido de la vida, que escapa, en lo esencial, a nuestras capacidades; y multiplicidad pesadillescamente incoherente o caótica de las manifestaciones de la vida y del mundo, que la psique se ve forzada ordenar y jerarquizar, en un trabajo sin fin. Las ideologías calman mejor o peor esa angustia, de ahí la adhesión y a menudo el fanatismo que suscitan. Pero precisamente porque la razón solo es capaz de establecer órdenes parciales en ese cúmulo, se producen las ideologías y los choques entre ellas.
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M. Platón, Seidman y dos objeciones
El libro de Miguel Platón La represión de la posguerra deja claras ante todo dos cosas: la sistemática falsificación de la izquierda sobre dicha represión, tanto sobre el número de casos, exagerado grotescamente, como sobre la legitimidad de los procedimientos, que según las versiones izquierdista habría afectado a simples “republicanos” condenados “por sus ideas” (democráticas, por supuesto). Una falsificación tan exagerada y sistemática en este punto condensa la falsedad general de la versión izquierdista sobre el Frente Popular, la guerra y el franquismo. No extrañará, lógicamente, que intenten blindarla contra el debate libre, intelectual y democrático, mediante leyes abiertamente totalitarias.
Acaba de salir en Revista de libros, una recensión del de Platón por el estudioso useño, M. Seidman, a quien he dedicado hace años algunos artículos de crítica, uno de los cuales incluí en mi reciente Galería de charlatanes. Me parece que Seidman sigue sin entender algunas cosas elementales, que inevitablemente perturban su comprensión del relato Así, escribe: “Los nacionalistas pervirtieron el significado de «lealtad», «rebelión» y «legalidad» al decretar a posteriori que la República era ilegítima”. Por nacionalistas se refiere a los nacionales, que justamente rechazaban el nacionalismo. Y por República se refiere al Frente Popular, que la destruyó. Así, para Seidman era legítimo un régimen compuesto por los partidos que asaltaron sangrientamente la república en octubre de 1934 y que la remataron desde febrero de 1936 mediante el fraude electoral y la imposición de un régimen de terror. Bueno, pues ya sabemos lo que es legítimo para Seidman.
Dice también Seidman: “Tal vez lo más significativo es que se ignoró la igualdad de justicia, ya que los crímenes nacionalistas, que superaban considerablemente a los republicanos, quedaron impunes”. ¿De dónde saca que los crímenes “nacionalistas” superaron a los contrarios? De ninguna fuente seria, simplemente repite la propaganda, de la que precisamente debería haber quedado advertido por el libro de Platón. Por otra parte, después de una guerra suelen ser los vencedores los que juzgan. No sabemos que después de la SGM fueran juzgados los aviadores useños o ingleses que masacraron desde el aire a cientos de miles de civiles, ni quienes los mandaban. No sé si, en nombre de la igualdad de justicia, aspirará Seidman a que se corrija esa anomalía.
Siempre he insistido en que los libros de historia, a poco que manejen una amplia información, tienen siempre errores de detalle; pero que los errores verdaderamente serios son los de enfoque, como los mencionados, pues contaminan el resto de la historia.
Dicho esto, me gustaría hacer dos objeciones, menores pero no insignificantes, al libro de Platón. Titula uno de sus apartados “Una matanza de pobres”. Esto nos retrotrae a la calumnia de Maritain, según la cual era tan malo matar a los curas por ser curas como a los pobres por ser pobres, cosa que según él practicaban los nacionales. Ya sé que el autor no pretende tal cosa, pero el epígrafe suscita la confusión y se presta a la labor de los confusionistas. Las ejecuciones no fueron “matanzas” ni murió nadie por ser pobre, sino por delitos de sangre a veces de un sadismo atroz. Muchos que no eran pobres y cometieron los mismos delitos pudieron escapar al exilio, y los que quedaron, totalmente desamparados por sus jefes fueron efectivamente pobres en su mayoría, fanatizado por otros que ni eran pobres ni analfabetos. Y esto, y no la pobreza, es el fondo del problema.
Otra objeción que me parece de cierto interés se refiere a la idea de que la guerra habría sido “Una tragedia innecesaria” debido a que el país venía prosperando desde principios de siglo, su renta per cápita duplicaba la de Portugal (que sin embargo no sufrió guerra civil), y había cierto florecimiento cultural. Esta visión economicista creo que no permite entender gran cosa. ¿En qué sentido “La historia pudo y debió haber sido otra”? Antes de que algo importante suceda, las posibilidades son muchas, pero una vez sucedido queda como un hecho necesario, que no permite vuelta atrás y tiene consecuencias futuras. Y es a partir de ahí, y no de buenos deseos ucrónicos, desde donde se debe enfocar la historia.
La realidad es que el país sufrió con el Desastre del 98 una crisis moral de largos efectos, que llevaron al hundimiento de la Restauración por unos movimientos no especialmente económicos: marxistas, anarquistas, separatistas y regeneracionistas; subversivos y no asimilables; que la dictadura de Primo de Rivera, causada por dicho hundimiento, fue precisamente la época económicamente más próspera, pese a lo cual fracasó políticamente; que los movimientos subversivos que acabaron con la Restauración acabaron también con la República, haciendo inevitable, bien la guerra misma, bien la aniquilación de las fuerzas llamadas en general de derecha. Creo que este es un análisis más ceñido a la evolución histórica real.