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Una hora con la historia: 306 – La muerte del maquis | Nueva gran guerra europea (youtube.com)
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Un asesinato de estado
** He sostenido la tesis de que la SGM marca el final de una era histórica, la Era Europea, de cuatro siglos y medio comenzada por los descubrimientos y conquistas hispanas. Desde entonces se han hecho intentos de revertir la decadencia mediante una unificación que convirtiera a Europa en superpotencia capaz de rivalizar con Usa y la URSS. Los problemas de ese designio quedan hoy de relieve con la guerra de Ucrania: se ha empujado a Rusia, que ya no es la URSS, hacia Asia, hacia China; sin que la Unión Europea haya podido superar su posición de satélite de Usa. El juego es tan peligroso que ya se está hablado por toda la UE de prepararse para una tercera gran guerra europea, que previsiblemente sería la última, no solo para Europa sino para la humanidad.
**Navalni. Sospecho vivamente que la muerte de Navalni ha sido un asesinato por “razones de estado”. Cuando me hablan de la Rusia actual como un modelo por cuanto rechaza las ideologías lgtbi y similares, respondo cuatro cosas: que para nosotros no puede ser ningún modelo; que los problemas de democracia en Rusia solo los pueden solucionar los rusos; que los gobiernos españoles no están en condiciones de dar lecciones a nadie; y que no tenemos conflictos con Rusia, salvo los que nos impone Gibraltar. Digo Gibraltar como resumen y símbolo de la verdadera posicióninternacional de España.
**El reciente discurso del rey a los jueces me parece un segundo aviso a los golpistas, después del de la Navidad pasada. En efecto, en los jueces recae, en primer grado, hundir el golpismo del gobierno y juzgar a los golpistas. ¿Defenderán esos jueces la ley y la independencia judicial? Ojalá. Si no lo hacen, pondrán en el mayor peligro a la monarquía, cuyos intereses coinciden en estos momentos con los de España. Un solo reparo: la referencia a “Europa”, siempre vacua en la jerga de los políticos. Incidentalmente, se veía a Felipe VI algo demacrado. Creo que las últimas noticias familiares lo explican.
**Me invita Luis Valiente a la presentación de La represión de la posguerra, de Miguel Platón. La presentan Federico Trillo y Pedro Corral, dos insignes peperos según los cuales la guerra fue cosa de unos cuantos locos sanguinarios de un lado y del otro que arrastraron a la gente al desastre. El contenido de la guerra, causada directamente por la destrucción de la República en el doble golpe sucesivo de octubre del 34 y febrero-abril del 36, y fundamentalmente por el doble intento de disgregar y sovietizar a España, no puede decirles nada a las gentes de un partido que se ha distinguido por fomentar los separatismos y ayudar a la falsificación por ley de la historia. De Corral ya hablé un poco en Galería de charlatanes. Podría ir a la presentación para señalar estas cosas, pero a estas altura es ya perder el tiempo.
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Los progres y la carne de cañón
**Me manda un amigo una reseña de la novela Castillos de fuego, de un tal Martínez de Pisón, valorada en varios medios como la mejor del año pasado. La reseña empieza: “1939 fue el punto de partida de un período especialmente ominoso para España”. No hace falta leer más. Para el autor y el reseñista, un tal Alberto Mauri, solo puede ser ominoso que millones de españoles no sirvieran de carne de cañón en la II Guerra Mundial, que los españoles de entonces apoyasen muy mayoritariamente a Franco contra el maquis y los intentos de hambrear a España mediante el aislamiento internacional, y que fueran capaces de reconstruir el país con sus propias fuerzas sin depender del Plan Marshall… ¡Qué bueno habría sido para estos antifranquistas de pega que los españoles hubieran sido masivamente bombardeados y masacrados, como en el resto de Europa, y que se hubieran rebelado contra quienes los libraban de tales delicias “progresistas”!
Dice el tal Mauri que “La rendición de la República desató una represalia que buscaba la destrucción de los vencidos que sobrevivieron a la Guerra Civil”. A la guerra civil sobrevivió la inmensa mayoría de la población, que no fue destruida en absoluto, y los quince mil fusilados no lo fueron por ser republicanos, que no lo eran, sino por “cosillas” que describe Miguel Platón en su reciente libro. Menciona también el cuentista “la eliminación de las pocas transformaciones que, hasta ese momento, España había experimentado en lo social y lo cultural”. Azaña y los Padres Espirituales de la República describen muy bien esas “transformaciones”. Pisón y Mauri harían bien en leerlos con atención, aunque ya sé que es pedir peras al olmo. En Galería de charlatanes expuse la indignación que me causó la evidencia documental y archivística del envenenamiento de la conciencia de la gente a base del embuste profesionalizado, de que hablaba Julián Marías.
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Ferrandis sobre la ONU: Organización de Naciones Unidas: antecedentes, origen, actividades tradicionales | José Ramón Ferrandis (joseramonferrandis.es)
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El PSOE culturiza a España
¿Cómo valorar la plétora de autores que han ido surgiendo desde la transición? Aquí entra un doble criterio, el político o ideológico y el puramente intelectual o literario. Basta ver la nómina de los escritores de los años 40 para comprobar, como señala Julián Marías, una pluralidad de fondo y no subvencionada, que dio lugar a la famosa polémica sobre Ortega y Unamuno, arrastrada hasta el Vaticano II, o a obras claramente antirrégimen (La Colmena, la “poesía social”…), a despecho de una censura que no frustró ninguna obra maestra. En cambio, una visión por encima de las nuevas generaciones del posfranquismo da impresión de mayor homogeneidad en plan antifranquista y progresista, cercana al PSOE, como también en el mundillo de los artistas, actores y demás. En unos primeros años el marxismo, la URSS o la Cuba castrista despertaban, incluso en la derecha, un respeto un tanto hueco, al modo del sempiterno europeísmo. Pronto la moda pasó a expresar unción por “la utopía” en plan anarcoide, y al descrédito del “poder”, sin más; y luego otras modas intelectuales sin que produjeran ninguna obra seria.
Se formaron círculos literarios y de pensamiento, los más influyentes el “progresista” o “progre”, simpatizante del PSOE, en torno al diario El País, y el conservador en torno al diario ABC. Los directores de ambos periódicos, respectivamente Cebrián y Ansón, hicieron de sus respectivos periódicos los de mayor tirada e influencia, pese a lo cual, o por eso, se detestaban. Ansón podía acusar a su rival de complicidad con la policía franquista al haberle filtrado grabaciones de encuentros de comunistas españoles en el exterior; y Cebrián contraatacaba identificando a su contrario con el “Sindicato del crimen”, por publicar información sobre las corrupciones del PSOE. A su manera reproducían la vieja querella entre falangistas y monárquicos, ya visible en los años 40.
Pese a la antipatía utua, las carreras de ambos mostraban un paralelismo sorprendente. Los dos se distinguían por un brioso y voluntarioso antifranquismo después de haber gozado de posiciones privilegiadas y haber hecho un currículo notable bajo aquel régimen. Notoria, también su robusta anglofilia. Cebrián había sido subdirector de Pueblo, diario de los sindicatos verticales, después de Informaciones, luego jefe de los servicios informativos de televisión con Arias Navarro, y Fraga había cometido el error de encargarle la dirección de El País. Nunca se molestó en explicar su vistosa evolución política, aunque debió de tener sus razones. Ansón, incondicional de Don Juan, a quien distinguía con el imaginario título de Juan III, triunfó también bajo el Caudillo en altos cargos de ABC y de Blanco y Negro, y como subdirector de la Escuela Oficial de Periodismo, cargo de confianza, pues allí trataba de formar sus periodistas la tiranía aquella. Muerto el dictador, la oposición a él de uno y otro se tornó audaz, casi temeraria. Para mayor paralelismo, los dos llegarían a académicos de la Real Academia de la Lengua, Cebrián en 1996 y Ansón en 1998.
La farsa ¿qué otra cosa, si no? del antifranquismo de los dos diarios –y de muchos más– se convirtió en una cultura sui generis. Las versiones de la historia tienen valor crucial para legitimar una situación política. Las de la izquierda habían exigido la ruptura al empezar la transición, y pese a tener que doblegarse políticamente a la reforma, persistieron en un plano ideológico más profundo, y desacreditar al franquismo resltó una necesaria labor corrosiva, clave a largo plazo. Labor obligada y justificable desde el enfoque de quienes aspiraban a disgregar España o detestaban su pasado, como el PSOE, según observaba Julián Marías. Unos y otros discernían en el franquismo, precisamente, la concreción de aquella historia infame y enferma, a la que habría apuntillado felizmente el Frente Popular de no haber perdido la guerra. Nada objetable, salvo por su demostrada necesidad de falsear los hechos.
El método consistió en identificar al franquismo con los fascismos de antaño y acusarle de haber asesinado a cientos de miles de honrados republicanos por no compartir las ideas de Franco y ansiar la libertad, la democracia y el progreso. La universidad y los medios promovieron a historiadores como Preston, Jackson, Gibson, Malefakis, Pierre Vilar…, y a sus imitadores castizos Juliá, Viñas, Moradiellos, Reig Tapia, Tusell y decenas más, parte de los cuales he reseñado en Galería de charlatanes. La inanidad intelectual alcanzada por ABC resplandece en las loas ditirámbicas de Ansón a la célebre y peculiar biografía de Franco por Preston. Otro, entre muchos, cuando la izquierda emprendió su ofensiva contra el Valle de los Caídos “informando” de su construcción por el trabajo esclavo de 20.000 presos “republicanos”, el diario monárquico no tuvo empacho en reproducir el hallazgo historiográfico. Ni Cebrián ni Ansón parecían notar que al adoptar las historias del PSOE y los separatistas minaban la legitimidad de la transición y de la monarquía.
La tarea aún tropezaba en tiempos de González con una oposición académica considerable, por la obra de historiadores como los hermanos Salas Larrazábal, Ricardo de la Cierva, José Manuel Martínez Bande, Luis Suárez y varios más. Sin embargo esa oposición se fue debilitando al imponerse agresivamente la versión rupturista en la universidad y en los medios, incluidos la mayoría de los de derecha.
Claro que, salvo en sistemas tipo realismo socialista y similares, la corrección política es secundaria en la valoración propiamente intelectual o literaria de la obra de los escritores y artistas. Pero aun siendo secundaria, no deja de ser un lastre. Se ha hecho habitual que una multitud de artistas y escritores adopte posiciones políticas aparatosas y siempre a favor de lo que llaman progresismo, identificable con el PSOE y los secesionismos. Ello resulta en parte de una política de subvenciones, así a un cine de muy baja calidad media , que recauda la mitad de lo que recibe del gobierno. En fin, ¿qué valor cultural tienen las obras de las nuevas estrellas Umbral, Rosa Montero, Millás, Savater, Viñas, Zafón, Javier Marías, Almudena Grandes, Muñoz Molina, Landero, Pombo, J. A. Marina, Félix de Azúa, J. L Abellán, Albiac, Pérez Reverte, Celia Amorós, Esther Tusquets, Pisón y tantos más? Requeriría un estudio aparte, no historiográfico. Quede como pregunta.