Recuerdos y emociones / Método contra metodología / Edades de Europa / Feijóo baja el tono

Recuerdos y emociones

Aunque los recuerdos de Albiac (En tierra de nadie, ya comentados aquí) apenas son tales, pues los envuelve en una retórica emocional muy subjetiva y a menudo infantil que los desdibuja, es significativo este párrafo, escrito de modo peculiar: “He visto. En otros tiempos. En otros. Mucho más tarde. En otro mundo. Que no existe ya. Yo, tampoco. He visto. Demasiado. He visto”. El párrafo suscita un leve sarcasmo de Amorós: “Yo tengo muy mala opinión de mí mismo, lógicamente, pero decir que no existo, a eso no he llegado”. Albiac no tiene mala opinión de sí mismo, y aunque repasa muchas atrocidades que ha visto o creído ver,  o quizá por eso mismo, se considera”insufriblemente sabio”.

Pese a todo, el párrafo citado tiene interés. Hacia los setenta años es mucho lo que ha visto todo el mundo,  otra cosa es cómo lo haya interpretado o sabido juzgar. El pesimismo vital que  Albiac exhibe (o aparenta, pues tiene un final feliz, cuando  el ABC le concede el premio Mariano de Cavia), nos acerca a las frases de Baroja sobre  el recuerdo del pasado “como una herida que va fluyendo constantemente” o  sobre  cómo “siente uno en el fondo del alma un sentimiento confuso de horror y de tristeza” al recordar a las personas “que pasaron al lado de uno con sus sueños, con sus preocupaciones, con sus extravagancias, la mayoría tontos y alocados, pero algunos, pocos, inteligentes y nobles”. Baroja también escribió sus memorias hacia los setenta años.

Pienso en estas cosas en relación con Adiós a un tiempo, también con De un tiempo y de un país (este segundo título suena muy pretencioso pero solo se refiere  al título de una canción de Raimon de los años 60, que,  queriendo expresar las esperanzas y la fe en un próximo fin del franquismo, lo hacía con una pesadez premonitoria). La verdad es que uno puede tanto horrorizarse como ilusionarse  o satisfacerse de la vida pasada. Hay muchas  memorias optimistas y en los dos casos parece existir una lección implícita o explícita, como si nos quisieran aleccionar: “esta es la verdad de la vida”. Quien ha estudiado la historia sabe que es mucho mejor exponer los recuerdos sin alardes sentimentales o moralistas,  con la mayor objetividad que la memoria permita: “Así fue. Ya no es, lo ha disuelto el tiempo. Pero lo que fue ya no puede cambiarse, y por eso adquiere una suerte de inmortalidad,  en un plano inaccesible a nuestra percepción. Plano  al que intentamos llegar, en vano o quizá no del todo, al dejar el recuerdo por escrito”.

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Método contra  metodología

**A menudo la evidencia es lo último en verse. He aquí dos en las que casi nadie repara: a) El Frente Popular fue una alianza de sovietizantes, separatistas y golpistas. Esta mera constatación ya permite entender qué fue la guerra. b) Los gobiernos PP y PSOE provocan a Rusia, con la que no tenemos ningún conflicto, y lo hacen por interés de potencias que invaden nuestro territorio en un punto clave. ¿Puede haber algo más revelador?

**Se llenan mucho la boca con lo de la “metodología” los mediocres pedantes afines a las leyes de “memoria”. Su “metodología”, siendo lo contrario del método racional, les permite concluir que el frente popular, compuesto por comunistas y comunistoides, separatistas y golpistas, era la democracia. Y la continuidad de la república, a la que habían aplastado entre todos ellos.

** Me informa Álvaro Muñoz  de dos programas de Radio Libertad: “La hora in and out“, sobre restaurantes y vinos.  Y “Premium Spain”, para “descubrir lo mejor de España en experiencias premium de lujo y alta calidad”. Esta emisora está adjunta a Intereconomía, que presume de patriota, católica y conservadora. La derecha española siempre ha sido así: fundamentalmente inculta, y por ello tan a gusto cooperando a la colonización cultural. “Radio capullos libres”, podría rebautizarse.

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Las edades de Europa.

C. Cellarius,  historiador alemán del siglo XVII, inventó la división de la historia en tres edades: antigua, media y moderna. Fue preciso luego dividir la larga edad media en dos, alta y baja, y como moderna significa contemporánea,  añadirle otra moderna, a la que  es habrá de seguir otra más moderna o contemporánea todavía. La división de Celarius  parece útil desde la concepción implícita de que todo lo que ha ocurrido en el pasado  fue una preparación del presente, al que se supone de algún modo superior o pleno. En realidad todas las edades que queramos discernir son a un tiempo antiguas y  medias  con respecto a otras, y contemporáneas con respecto a sí mismas. La división de Celarius se ha aplicado incluso a la historia universal, no solo a la europea en la que cobra algún sentido, y así muchos nos informan de que en tal o cual país viven aún en la edad media.

La cuestión se presta a muchas disquisiciones, pero trataré brevemente el asunto en relación con mi ensayo Europa, una introducción a su historia.  En otro anterior, Nueva historia de España ya había abordado el problema, distinguiendo cinco edades o épocas:  Formación, Supervivencia, Asentamiento, Expansión y  Apogeo. La primera, equiparable a la “Antigua”, está marcada por la confluencia, en Roma, de tres grandes corrientes culturales: la filosofía griega, la ley romana y el cristianismo. O, dicho de otro modo, de Roma y Jerusalén, canalizadas por Roma. Confluencia conflictiva y difícilmente armónica, pero que por ello mismo puede decirse que impulsa la dinámica del espíritu europeo hasta nuestros días, su especial inquietud y esfuerzo, y permite identificar su civilización entre otras, con perdón de Spengler.

Creo que la corriente principal de la historiografía europea,  desde el siglo XIX, ha querido encontrar en la economía o la técnica el elemento dinámico subyacente  que explicaría la evolución histórica por debajo o por encima del caos de los mil variados sucesos, conflictos y personajes, los cuales quedarían así reducidos a epifenómenos o “histoire évènementielle” poco menos que irrelevante. Esta tendencia se entiende porque la economía puede ser más o menos cuantificada, lo que le da un aire científico, en mi opinión engañoso. La concepción economicista es común, con diferencias de enfoque, a las ideologías liberal y marxista, las más influyentes hasta hoy. Baste decir ahora que mi enfoque queda reflejado en lo dicho sobre los tres  grandes elementos forjadores de la civilización europea, ciertamente muy difíciles de medir o cuantificar.

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ADIOS A UN TIEMPO

Feijóo baja el tono.

 Las elecciones que en 2019 le permitieron gobernar, dieron al PSOE 6,8 millones de votos, 5 millones al PP, 3,6 a VOX, 3 a Podemos y 1,7 a Ciudadanos ya en franco retroceso. Las negociaciones con los comunistas y los disgregadores permitieron a Sánchez investirse como jefe de gobierno, pero en las elecciones de 2023 su posición empeoró: el PP repuntó hasta los 8,1 millones, superando la subida del PSOE a 7,8; Podemos, en una coalición poco sólida, aún retuvo 3 millones; y Vox bajó a 3,1, perdiendo algo más de medio millón. Ciudadanos, en desguace, ni siquiera se presentó. Parecía, pues, en vías de reconstituirse el viejo bipartidismo, si con algunos cambios. Sin embargo no sería así del todo: lo más significativo de la campaña electoral de 2023 fue la entregada fiereza con que todos los partidos y los medios adictos a ellos, es decir, casi todos también, cargaron contra VOX, con propósito de hundirlo. El ataque, sobre todo por parte del PP y de sus medios de masas, exhibió la decencia, veracidad e ingenio que cabía esperar de sus autores, ausencia compensada con la machaconería puesta en el empeño. Pero pese a la abundancia de recursos puestos al servicio de su afán, solo lo alcanzaron parcialmente, pues VOX mantuvo algo más de tres millones de votantes, permaneciendo como una piedra de escándalo para los diálogos y marrullerías del conjunto.

Un lance bien indicativo de los límites de las pugnas entre el PSOE y el PP quedó de relieve ante corrupciones que presuntamente alcanzaban a la esposa del doctor, un teme electoral muy  tentador.  En una primera tentación, el PP, se cebó en ella el 18 de marzo de 2024, en el Senado, alegando una subvención de 500 millones de euros para reflotar una empresa aérea quebrada, en cuya negociación intervino dicha esposa. Un senador del PP habló de “corrupción en el lecho del poder”, y preguntó: “¿En condición de qué intervenía la señora Gómez en esas negociaciones? No es de recibo que Sánchez dé una subvención y la beneficiaria sea su mujer, asunto que habría hecho caer a cualquier presidente en Europa”. Le replicó la vicepresidenta primera del doctor que la Oficina de Conflictos de Intereses –dependiente del gobierno– había archivado la denuncia al respecto, y pasó al contraataque: “¿Pueden aclarar si la Xunta de Galicia dio una ayuda de más de 100.000 euros a una empresa en la que trabajaba la mujer de Feijóo? ¿Por qué no lo llevan a la Oficina de Conflictos de Intereses? ¿Por qué no lo denuncian?”. El doctor, al lado de su vice, reía y hacía gestos burlones hacia la bancada del PP como diciendo: “Sigan, sigan por ahí”. El mensaje, bien claro era “Todos somos iguales y sabemos demasiado unos de otros”.

Se planteaba llamar a declarar a la mujer del doctor, pero rápidamente Feijóo bajó el tono: “No tengo ningún interés”, declaró, “A mí no me gusta llamar a la mujer del presidente “ Y, hombre estiloso, añadió: “No es mi estilo. Es el presidente del Gobierno quien tiene que dar explicaciones”; pero evitó aclarar si lo llamaría a comparecer en las Cortes. También prefirió no exagerar la presión contra la amnistía y otros affaires, cuya denuncia solo VOX mantenía de lleno. El PSOE había jugado electoralmente con una foto de Feijóo en compañía de un conocido narcotraficante gallego, pero Feijoo, en un estilo no diferente del de Sánchez, arguyó simplemente que había sido un error del pasado y que –argumento decisivo–, no le había quitado un solo voto. En los rifirrafes del Congreso, Sánchez le había acusado de “esconder su pasado”, sin especificar cual.El único partido que exigía llamar a declarar al doctor y su señora es VOX.

Feijóo había sucedido a la cabeza del PP a Pablo Casado, a su vez sucesor de Rajoy. Casado, típica lumbrera del partido, empeoró sus resultados electorales en 2019 y en poco tiempo causó una grave división interna, casi un cisma entre los suyos, al ocurrírsele intrigar contra Ayuso, una jerarca del PP en pleno auge de popularidad. La tensión interna  obligó a Casado a dimitir el 23 de febrero (!) de 2022, por lo que el PP, en plena crisis nombró jefe suyo a Feijóo, que llegaba de Galicia con el prestigio salvador de haber ganado allí cuatro mayorías absolutas. La acción de Feijóo en Galicia había sido idéntica a la de Pujol en Cataluña, utilizando la lengua regional para desplazar progresivamente a la nacional de la vida pública, la enseñanza y otras instituciones, presentando al español como idioma ajeno a Galicia, aunque fuera la lengua materna mayoritaria, como en Cataluña o en Vascongadas. Al mismo tiempo creaba un espejismo publicitario hablando de “bilingüismo cordial” y aparentando diferencias de fondo con el PSOE y los separatistas claros del BNG, cuando sus políticas eran prácticamente iguales. En Barcelona llegó a jactarse de no hablar nunca en público en español en Galicia, como si el español fuera un idioma allí extranjero, e incitó a promover el inglés como lengua de comunicación que, según él, facilitaría la supresión de supuestos antagonismos lingüísticos. A pesar de no hablar él ese idioma, por haber estudiado francés en sus años mozos. Pero su entusiasmo por el inglés es tan revelador como su desprecio por el español, aunque se vea obligado a usarlo. Fuera de Galicia, eso sí.

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DE UN TIEMPO Y DE UN PAIS (HISTORIA CONTEMPORANEA)

Pocas cosas hay más demostrativas de la inanidad y franca estupidez en que ha derivado la política española en una democracia pervertida, que la escasa atención a los vientos de guerra en Europa. Para nuestros partidos y políticos, es un tema secundario, del que no merece la pena ocuparse más que de pasada:  Conmemorar el 1 de abril | La guerra que se está preparando (youtube.com)

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