Álvarez Junco, o el embrollo metódico
Álvarez Junco ganó en 2002 el Premio Nacional de Ensayo , y al año siguiente el Premio Fastenrath, de la Real Academia, por su obra Mater dolorosa. Fue también director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Consejero de Estado, codirector de Instituto de de Investigación Ortega y Gasset en el área de historia contemporánea, etc. Otra lumbrera de la historiografía hispana, como revelan sus títulos.
En Galería de charlatanes le dediqué un capítulo, “El embrollo como sistema”. Y verdaderamente resulta chocante escucharle pensamientos de la profundidad del siguiente, al presentar su Mater dolorosa en Bilbao: “Sé que ustedes creerán que el concepto, la realidad, de naciones ha existido siempre, pero no es así ni mucho menos. En las sociedades antiguas, la gente se dividía de otras muchas maneras: eran cristianos o musulmanes, nobles o plebeyos y, por supuesto, hombres y mujeres”. O bien, “En las civilizaciones egipcia, china, india, persa, babilonia, en ninguna de ellas hay la más mínima referencia a España (…) ¿Por qué? Por una razón que los nacionalistas españoles no entienden ni entenderán nunca(…): que España no es el centro del mundo”. ¿Asombroso? ¿Han visto ustedes el concepto de España en Raymond Carr y sus discípulos españoles? Parece increíble, ¿verdad? Pero así es. Una inmensa mezcla de palabrería vacua y pedante con simples tonterías, que quiere pasar por científica, para más inri. Bueno, pues este es el nivel. Observen ustedes los premios que se reparten entre ellos, tan satisfechos de sí mismos.
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Servilismo como marca generacional
**O bien el doctor está tratando de tocar a rebato para ilegalizar a VOX y doblegar a un muy doblegable PP, o bien se siente seriamente amenazado por la justicia, porque siente o sabe que las acusaciones son ciertas, y se revuelve como el estafador nato que es, desde su mismo doctorado. Podría haber dicho: “Hay una campaña sobre supuestas corrupciones relacionadas con personas muy próximas a mí, en particular mi mujer, pero en realidad son falsas, por lo que estamos tranquilos y la justicia resolverá”. Podría haberlo dicho con la conciencia, además, de que tiene a la mayor parte de la justicia controlada y corrompida, aunque parece que no a toda.
**¿Cómo es que a casi nadie le preocupa la colonización cultural que padecemos? ¿Cómo es que no se manifiesta en las fuerzas armadas algún descontento por su cipayización? ¿Cómo es que suenan tambores de guerra en la UE y casi nadie aquí se plantea los intereses de España? Porque la casta política, con sus medios y su enseñanza pública, ha conseguido borrar de millones de personas la conciencia de España y de sus intereses, creando una generación cuya característica más acentuada es el servilismo.
**Parece que Usa tiende a desentenderse de la guerra de Ucrania descargándola sobre las espaldas de la UE. Su última remesa de dólares a Zalenski no parece tener otra intención que la de alargar la guerra o agonía de Ucrania: es mucho menos dinero que el gastado cada año en Afganistán.
**Putin propuso que Rusia entrase en la OTAN, siendo rechazado inmediatamente. ¿Contra quién se dirigía la propuesta rusa? Me parece evidente que contra China. Como señaló Solzhenitsin, la OTAN, es decir, usa y en segundo término Inglaterra, no se dirigían solo contra la URSS, sino también, y quizá ante todo, contra Rusia. Y han conseguido que Rusia y China compartan una alianza de hecho contra la OTAN.
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Verdad y miseria del comunismo
El comunismo ha sido la ideología de expansión más rápida, explosiva realmente, en el siglo XX, llegando a imponerse sobre un tercio de la humanidad en treinta años. Creo que solo le es comparable, sin llegar a tanto, la expansión islámica en los siglos VII-VIII. Debemos creer, entonces, que algo de verdad ha de haber en las doctrinas marxistas. El resultado de la expansión marxista ha sido en todos los casos una desarticulación de la economía causante de grandes hambrunas superadas al cabo de un tiempo por un abastecimiento precario, y la destrucción de las libertades no solo políticas sino también personales. Su totalitarismo ha sido siempre el más completo: el partido ocupaba el estado, sin dar opción a más expresiones políticas; y el estado ocupaba la sociedad, a la que llevaría a la máxima riqueza y felicidad, debido a que su concepto de la sociedad y la historia era “científica”.
El marxismo gira en torno al concepto de la explotación, que es real, pues existe no solo en todas las sociedades, sino también en las relaciones interpersonales, y eso es lo que le ha dado fuerza. El error está seguramente en hacer de ella el eje de la historia y de la propia condición humana hasta que llegue la salvación “científica” sobre la tierra de la mano del partido proletario, el mesías colectivo. Me pregunto mucho sobre estas cuestiones y su relación con la personalidad. Tomados uno a uno, un comunista no difiere gran cosa de una persona corriente de otra ideología, incluso a menudo ha sobresalido por su capacidad de entrega y sacrificio a la causa. Y sin embargo, he aquí los resultados una y otra vez.
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En los años 40, el PCE intentó derrocar a Franco mediante el maquis, luego pasó a la infiltración en la universidad y los sindicatos, en los años 50 a la Reconciliación nacional y a la Huelga Nacional Política. Todo fueron grandes fracasos. Es fácil entender por qué, pero casi todas las historias lo ignoran. 315 – El gran fracaso de los comunistas en los años 50 | Nada más necio… (youtube.com)
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Por qué se vota al PSOE
¿Por qué recoge tantos votos el PSOE? He aquí una cuestión del mayor interés. Los datos expuestos en este trabajo no tienen vuelta de hoja, por lo que mucha gente se ha preguntado: ¿cómo tantos españoles pueden estar tan corrompidos que no les importe el destino de su país y su libertad? Para entenderlo creo que debemos volver a la República: al patriotismo invocado por la derecha, la izquierda le oponía el interés del “pueblo trabajador”: “la patria de la derecha” era la de los ricos, el clero y los militares que parasitaban a obreros y campesinos y oprimían o esclavizaban a vascos, catalanes y otros. El PSOE atrajo a muchos en la república y en la transición, por el simple hecho de tilularse partido de los obreros, por más corrupción y desempleo que generase. El supuesto de representar a “los obreros”, “los pobres” o “los desfavorecidos” no dejaba de enlazar, además, con cierto ambiente tradicional cristiano. Además, hicieran lo que hicieren los representantes de “los pobres”, incluso si se enriquecían por medios dudosos, seguían siendo por definición mejores que los partidos de los ricos, cuya “patria” tampoco importaba mucho si se iba a pique.
Además, ¿qué valor podría darse al patriotismo en un país de historia tan detestable como pregonaban unos y otros, también la derecha regeneracionista? En la República se daba por hecho que tal sentimiento solo afectaba a una minoría de “cavernícolas” y “carcas”. El clima social cambió cuando, en la guerra, se constató la enorme fuerza motivadora del patriotismo en el bando nacional, por lo que el Frente Popular enarboló a su vez la bandera de una patria gloriosa invadida por moros, alemanes e italianos. No obstante, la victoria de los nacionales recuperaría en la izquierda la vieja hispanofobia: el franquismo condensaría en el siglo XX aquella historia nefasta atribuida al país.
Otro factor pesaba en la transición: el olvido, voluntario o involuntario, del historial del PSOE permitió presentarse a este partido como lo hizo, repleto de “honradez y firmeza”, defensor acérrimo de la democracia, moderno y moderado, que iba a cambiar el país corrigiendo el legado nefasto de la dictadura con las pretendidas virtudes de lo que llamaba “la República”, es decir, el Frente Popular. Y, esto es fundamental, al acabarse el franquismo, los socialistas organizados no eran más que los republicanos, seguramente menos que los anarquistas y con seguridad mucho menos que los comunistas. ¿Por qué no corrieron la suerte de todos estos? Creo que es fácil entender: sobre su partido llovieron las ayudas económicas y mediáticas del exterior y del interior del país, en buena medida por temor al PCE, visto como el peligro mayor, tanto por ser el partido más numeroso, organizado y antifranquista, como por los ejemplos de Francia, Italia y Portugal, cuyos partidos comunistas suscitaban fuertes recelos en la OTAN y en la CEE. El PSOE llegaba a la transición destinado a ejercer de puntal de la nueva democracia, arropado con una legitimidad histórica de la que carecerían los neodemócratas salidos del franquismo, siempre sospechosos por su origen. En tan gruesa confusión, pudo el PSOE desplegar sus políticas hasta arrastrar detrás de ellas a una derecha vaciada de ideología: el PP pronto aceptó herir a Montesquieu, rivalizó con el PSOE en dádivas a los separatistas, en un europeísmo de fondo hisanófobo, en todo lo que entraña la apertura de la verja de Gibraltar, en un concepto de democracia como antifranquismo, finalmente en las ideologías “de género” y lgtbi, de “memoria histórica”, etc.
Finalmente, debe desecharse la idea de un pueblo homogéneo en intereses, sentimientos y demás. El electorado tiene, por lo común y se ha obserrvado siempre, conocimientos precarios de los problemas políticos, económicos o más ampliamente sociales, por lo que debe confiar en unos partidos u oligarquías más expertos en principio. En el electorado encontramos desde una masa bastante infrormada y con cierto sentido común, otra, a menudo más amplia y proclive a las demagogias, hasta una “franja lunática”, más o menos amplia, propensa a creer en soluciones mágicas y explicaciones conspiratorias (la idea de que el pasado hispano viene determinado por una pequeña oligarquía de terratenientes, generales, obispos y banqueros tiene mucho de conspiranoica, como la que achaca todos los males a los judíos, a la masonería y otras organizaciones más o menos ocultas). Existe además un sector social indiferente todo sentimiento o interés colectivo, sean la nación o las libertades democráticas y al que solo mueven incentivos personales, generalmente económicos “”piensan con el estómago” o “con el bolsillo”, como suele creer la derecha, cuyas campañas se basan siempre o casi siempre en “lo económico”.
Tampoco hay que pensar que los votantes del PSOE, como los del PP, no cambian o apenas lo hacen. Desde la transición, los dos partidos han variado grosso modo entre un suelo de cinco millones y un techo de diez, una oscilación muy considerable, indicio de una credulidad o fanatismo menos extendidos de lo que a veces se supone. Y siempre ha habido una extensa masa de descontentos con ambos partidos, sin voz hasta hace pocos años, y que está cambiando un panorama político cada vez más degradado.