Años de hierro (II). El milagro de la neutralidad.
La neutralidad en la SGM fue para España, sin duda, un éxito histórico comparable a la victoria sobre el Frente Popular, que de otro modo pudo haber quedado anulada. Solo por ambos éxitos Franco tiene un lugar muy destacado en la historia hispana. Al tratar la posguerra en Años de hierro he intentado exponer las grandes dificultades de aquella hazaña en los cambiantes remolinos de la contienda exterior.
Sobre la neutralidad se han dado dos explicaciones básicas: Franco quería entrar en la guerra, pero a Hitler no le interesó; o bien: no entró porque no era posible, dada la pobreza del país, el control del comercio marítimo español por los anglosajones, y por disponer de unas fuerzas armadas irrisorias, por lo mal armadas. Hay una tercera, según la cual habría sino Inglaterra, sobornando a los generales franquistas, la que habría asegurado la neutralidad. Tanto la primera como la tercera explicación son simplemente estúpidas y no merecen tratarse aquí. La interesante, aunque también trivial, es la segunda, que dan la mayoría de los historiadores profranquistas o neutrales: el país estaban tan mal que Franco no podía haber hecho otra cosa.
Como recuerdo en Años de hierro, importa mucho atender a la actitud y cálculo de Franco cuando la crisis de Munich, en septiembre de 1938, en plena guerra civil; y luego ante el reparto de Polonia entre Hitler y Stalin. Y el cambio sorprendente del panorama europeo por la rapidez con que la Wehrmacht derrotó al ejército francoinglés en 1940, que desarmaba en gran parte los anteriores cálculos de Franco y parecía inaugurar un nuevo orden del que a España no le convendría marginarse. No obstante, todo volvió a cambiar en cuestión de semanas cuando Inglaterra rechazó la paz, lo que auguraba otra vez una guerra larga. Debe tenerse en cuenta también, para entender a Franco, el hecho de que por entonces seguía en vigor el pacto germanosoviético.
Franco era muy consciente de las graves estrecheces que sufría el país, producto de la guerra civil y, más aún de los experimentos revolucionarios del Frente Popular, del control del Atlántico por Inglatera, y del pobre armamento de su ejército. Sin embargo esa situación no podía ser argumento decisivo para la neutralidad. Como le dijo Hitler, “En tiempos tan difíciles más puede salvar a los pueblos un corazón valeroso que una al parecer inteligente precaución”. Y Franco pensaba igual, pues en 1936 se había sublevado en situación prácticamente desesperada. Que no siguiera la sugerencia de Hitler se debe a dos causas: que solo afrontaría tales sacrificios si la guerra iba a ser corta, como instruyó a Serrano Suñer. Y que si la guerra en el oeste se alargaba, el beneficiario al final sería Stalin, como él había temido desde el principio. Debe tomarse en cuenta, además, el dato no expresado pero indudable de la actitud de Franco ante una hegemonía alemana con un carácter racista que no entendía, y por tanto su nula disposición a imponer a los españoles ingentes sacrificios en una guerra larga por intereses al fin y al cabo ajenos.
Otro argumento con el que Hitler tentaba a Franco era la idea de que la intervención española, en 1940-41, podía ser decisiva: “Habría ayudado a definir la historia del mundo”. Pero Franco no lo creía así: sin duda habría dado un golpe tremendo a Inglaterra, pero, como arguyó en Hendaya a un irritado Hitler, lo más probable era que Usa terminase entrando en la contienda, lo que complicaría mucho las cosas.
Un nuevo giro radical se produjo en verano de 1941 cuando Hitler decidió invadir la URSS. El mundo contuvo el aliento, y sin duda contentó a Franco, que veía a la URSS como el enemigo principal y envió la División Azul, arriesgándose a que Moscú le declarase la guerra. Con todo, permaneció a la expectativa, como en el año anterior. Si la Wehrmacht hubiera doblegado a la URSS antes de terminar el año, sí podría ser interesante beligerar, pues una Alemania extendida hasta los Urales sería virtualmente invencible, Usa se lo pensaría mucho antes de intervenir, e Inglaterra tendría que pedir una paz muy desfavorable: en tales circunstancias, España podría afrontar un sacrificio fuerte, pero poco duradero decidiéndose a participar en una victoria ya casi lograda.
Sin embargo, al terminar el año había ocurrido lo inesperado: la URSS había infligido a Alemania una gran derrota ante Moscú, y Usa había entrado por fin en la contienda. Hasta el analista más torpe entendía que la victoria germana se había vuelto en extremo improbable, y aunque a Franco le inquietaba especialmente una expansión soviética hacia el oeste, no podía ignorar que su contribución no alteraría el resultado, exponiéndose además al ataque directo anglosajón, aliado de pronto a la URSS.
Al examinar estas cuestiones debe tenerse en cuenta otro punto: a España, según pensaba Franco, no le interesaba la beligerancia, pero ¿cómo ignorar las demandas e intereses estratégicos de Hitler, cuando este tenía sus divisiones victoriosas al otro lado de los Pirineos? La negativa abierta era impensable, y por eso las dificultades económicas fueron otro argumento que Franco empleó a fondo para disuadir a Hitler, exigiéndole una ayuda que sabía bien que Alemania no podía prestarle.
El éxito de Franco es tan fácil como falso verlo a posteriori como forzoso pues en aquellos momentos España corría un albur en extremo peligroso. Y después de la batalla de Moscú, y sobre todo de la Operación Torch, el problema se complicaba tal como le había advertido Hitler: “Caudillo, nunca le perdonarán (los Aliados) su victoria”, lo cual era otra verdad. Estos dos extremos riesgos, la amenaza alemana en los Pirineos y la hostilidad aún más amenazante de los anglosajones cuando se sintieron vencedores, pudieron haber empujado al país a una conflagración de la que solo podría haber salido satelizado por Alemania o arrasado por los Aliados. Franco supo sortear tan peligrosos torbellinos y también las intrigas dentro de su régimen, en especial las monárquicas, pero en su momento resultó un empeño con muy escasas probabilidades de éxito.
Creo que, por no tener debidamente en cuenta los factores indicados, la mayor parte de las interpretaciones corrientes sobre aquellos sucesos, tan decisivos para España, resultan, o equivocadas o trivialmente pobres.
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El discurso de Putin
**En su discurso al tomar posesión, Putin ha recalcado la difícil situación del país, atacado por Occidente; la seguridad de salir adelante con la unidad popular en torno al sentimiento patriótico; la confianza en el gran número de países que de un modo u otro apoyan a Rusia; y el ofrecimiento de diálogo a Occidente.
**¿Qué pasará si Rusia derrota completamente a Ucrania, es decir, a la OTAN en Ucrania? Que la propia OTAN, la propia UE, se sumirán en una crisis muy profunda. La cual tratan de evitar intensificando una guerra que puede llegar a hacerse catastrófica.
**Aparte del peligro de guerra, para España la OTAN es Gibraltar y Marruecos. La neutralidad es hoy perentoria. ¿Por qué ningún partido, ningún político, la pone sobre la mesa? Por la degradación de las oligarquías españolas. Como cuando la invasión napoleónica se pusieron al lado del enemigo. ¿Habrá reacción popular?
**La mayor fechoría del doctor fue la profanación de la tumba de Franco, por su contenido simbólico y programático. Lo que él considera su misión histórica es destruir la herencia del franquismo. Y lo viene haciendo con la complicidad del PP, de la Iglesia y de la misma monarquía. Recordemos la herencia del franquismo: unidad nacional, continuidad histórico-cultural de España, democracia y monarquía.
**Tanto por la progresiva destrucción de la herencia del franquismo como por la creciente amenaza de guerra en Europa, nos hallamos en una situación crítica ante la que las oligarquías de partidos parecen estar ciegas, o bien tratan de cegar a los españoles.
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Personajes novelescos
Baroja se burlaba de algunos autores que creían personajes novelescos a empleados de tiendas o que creían encontrar misterios en sucesos vulgares. Valera decía que el contrabandista siempre será más novelesco que el carabinero, aunque Baroja se asombra de que, con la vida interesante y cosmopolita de Valera, sus novelas se centraran en unos ambientes andaluces provincianos, a pesar de que los idealizara de modo deliberado, pues era el primero en considerarlos lamentables. No sé si será cierto que el contrabandista sea más novelesco. Un personaje novelesco típico es el aventurero, pero las novelas de aventuras son en su mayoría vulgares. Y más allá del aventurero, al novelesco lo describe G. Lukács, marxista, como personaje épico en busca de sentido en un mundo sin dioses: la novela sería la épica de nuestro tiempo.
Pero nada parece menos épico que los personajes y sucesos de En busca del tiempo perdido, una de las novelas consideradas fundamentales del siglo XX: a mí me aburrió en lo que pude leer de ella, pese a lo cual admito su genialidad, pues la capacidad de entretener no es el criterio esencial para valorar un relato. Hay miles de novelas entretenidas de muy escaso valor. El valor del relato parte necesariamente del carácter misterioso del hombre para sí mismo, un pozo sin fondo en el que unas novelas profundizan y otras sacan solo el agua más superficial. Un hortera, en el doble sentido de la palabra, puede ser tan novelesco como un héroe épico, pero de distinta forma, no necesariamente burlesca.
Lo señalo en referencia a los personajes de “Sonaron gritos” y de “Perros verdes”. En las dos los personajes son poco comunes, aunque no demasiado, pues cualquier observador atento puede reconocerlos en la vida corriente, creo. Sin embargo, la diferencia entre los de una novela y la otra es muy grande, aunque en las dos se trata de jóvenes poco más que adolescentes. En la segunda divagan, recuerdan, discuten y se plantean qué será la vida en general y la suya en particular, reaccionan a sucesos normales con escasa carga dramática: la vida estudiantil en tiempos de la que se ha querido llamar “década prodigiosa”. Difieren de la mayoría de los jóvenes, de entonces o de ahora, en que su sentimiento y preocupación por el sentido de las cosas es más agudo de lo común, como les critica el camarero del Brasiliana (bar existente)
Los personajes de Sonaron gritos y golpes a la puerta no tienen tales preocupaciones, pues se ven arrastrados por una realidad que lo mismo puede encontrar en ellos una respuesta épica que picaresca, o las dos mezcladas, o de mera apatía. Y en que las presiones del entorno son tan fuertes que excluyen cualquier planteamiento de cuál sería la vida que desearían o el sentido de la vida en general, pues el problema les viene resuelto por la violencia de la época, que limita sus expectativas y carácter personal a un horizonte cerrado, de mera supervivencia. La sensación de verse arrastrados por fuerzas tempestuosas “pareil à la feuille morte”, domina la época, que se percibe aún más agudamente en el personaje ruso de Iliena, que me ha inspirado la actitud ante la vida de una joven española que conocí, pese al ambiente de paz y normalidad en que esta se desenvolvía.
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Con su neutralidad, España tuvo un papel muy importante en el curso de la SGM. Y después, en la guerra fría, lo tendría también, mayor que el que suele concedérsele. 317 – La guerra fría y la España de Franco | Declaración de guerra (youtube.com)