El fracaso como criterio vital
Ante el estrepitoso derrumbe de su causa, el gran jefe de los espías de la Alemania comunista, Markus Wolf, se planteaba si su vida habría sido en vano, si habría tenido algún sentido. Ya demasiado viejo para emprender otra carrera, su personalidad no era la de los que sobrenadan sin perder el primero o segundo plano a los regímenes o causas más opuestas (Fouché o Talleyrand viene a ser modelos clásicos). Wolf se había entregado a la causa comunista, y ante su desmoronamiento se desconcertaba. Parece que quienes tenían razón eran los enemigos, como demostraría su triunfo. Aquí se mezclan los tres niveles, el personal, el social y el metafísico o espiritual. En el plano social, no cabe duda del fracaso, pero ¿incluía ese fracaso por completo a su vida personal? Wolf recurría al espiritual para salir de la sensación de derrumbe: su causa se basaba en principios morales que él nunca había traicionado (ver Delirio LGTBI en la UE/ ¿Democracia sin demócratas? / Markus Wolf y el sentido de la vida | Más España y más democracia (piomoa.es). Habría algún valor por encima de todo que daría sentido a su vida, mientras que quizá se lo habría quitado a consumados cínicos ttriunfadores tipo Talleyrand. Quizá. En todo caso, aquellos valores permanecían ligados a un régimen bien definido por el Muro de Berlín, lo cual trae otras dificultades.
Como he estado releyendo las memorias de Wolf, he debido preguntarme, salvando las distancias, por mi experiencia de trece años narrada en De un tiempo y de un país. Indudablemente aquello fue también un fracaso, aunque es fácil defenderse con un par de preguntas a los “triunfadores” del antifranquismo, que han llegado a incluir al PP. ¿No era lícito arriesgar incluso la vida para golpear a un régimen tiránico hasta el genocidio, según suele presentársele? ¿Cómo es entonces que ustedes, antifranquistas, medraron tranquilamente en aquel tiempo, incluso en las filas de los “genocidas”? ¿Cómo se atreven a criticar a los que sí combatimos, aun con los errores que fueran? Este discurso, sin embargo, no lleva muy lejos. La farsa moralista ha llegado a extenderse tanto en la sociedad española que provoca un laberinto de argucias de un lado y de otro.
Pero, indudablemente fracasamos a pesar de nuestra entrega, que he querido reflejar en De un tiempo y de un país. Y puestos a eso, puede decirse que mi vida fue una cadena de fracasos también en otras empresas hasta que, por una casualidad de la vida, las cosas empezaron a mejorar cuando tenía ya cincuenta años, una edad en la que normalmente todo lo que uno tenía que hacer ya lo ha hecho y solo le queda seguir en ello hasta la jubilación. Tampoco encuentro un modo de encontrar sentido a esto, salvo que el éxito o el fracaso no pueden ser el criterio del valor de una vida. ¿Qué criterio, entonces? Eso…
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“Begoña somos todos” (los socialistas).
**Putin pidió la entrada en la OTAN. ¿Contra quién? Contra China. Y la OTAN-UE la ha empujado hacia China. Genios de la “geopolítica”.
**El problema de Rusia es que su inmenso país alberga enormes recursos naturales, que despiertan la avidez de la OTAN y la UE. Y probablemente de China.
**Leo que se ha montado una cosa que se llama “South summit”. Es, como tantas cosas con nombre inglés, un invento español, quiero decir españolete, de capullos españoletes. Su desprecio por el propio idioma y cultura se ha vuelto inconsciente. Un caso entre miles.
**Dicen algunos que la chorizosfera siempre miente. No es cierto: cuando se acusan de chorizos unos a otros dicen la verdad.
**Consigna del PSOE a cada votante suyo: “Si imputan a Begoña me imputan a mí”. Se ve que la corrupción está muy extendida a todos los niveles del PSOE, mandamases y simples votantes. Pero investigar a todos colapsaría el sistema judicial
**Dicen algunos que el rey no puede hacer legalmente nada contra el golpismo. Si fuera así, su monarquía sería inútil. Sin embargo frenó el golpismo del butifarréndum. Ahora está ante un golpismo mucho peor, y parece vacilar.
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Ambientes de los 60
También Cuatro perros verdes guarda cierta relación con De un tiempo y de un país. La novela describe diversos ambientes que encontré al llegar a Madrid con 19 años para estudiar periodismo. Por entonces yo no era comunista, aunque simpatizaba más o menos con la idea después de algunas experiencias de trabajo en fábrica en Inglaterra y cosas por el estilo, de las que hablo en Adiós a un tiempo. Pero en la novela el comunismo solo aparece en la intervención de un liderillo estudiantil ajeno a los “cuatro perros verdes”. Podría haber centrado el relato en ese aspecto, pues no dejaba de tener su importancia en aquella fecha, pero he preferido dejar solo en segundo plano el aspecto social de la época para centrarme en las experiencias y reacciones personales de los protagonistas. Creo que la literatura con mucha carga “social” se vuelve pesada y con un tinte burocrático que desfigura precisamente lo inquietante y desconcertante de la experiencia vital. Creo que no hay buena novela de tesis –política o ideológica–. Las inquietudes políticas o existenciales aparecen en la novela como un fondo algo desvaído, que era lo que entonces me ocurría.
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El fenómeno Pérez Reverte
Escribo en tuíter: “Me preguntan por Pérez Reverte: como historiador, cero; como político, bocazas; como novelista, no sé”. Y él ha replicado llamándome sectario y terrorista mediocre. Respuesta bastante boba, pero lo interesante es que ha recibido miles de “me gusta” y ha sido reproducida con encomio en diversos medios, incluidos periódicos deportivos. Y es que Pérez es un fenómeno social, lo digo en serio: refleja la mentalidad de un sector considerable de la gente, aficionada a lo que un crítico literario ha llamado “estilo cipotudo”, bravucón y tremendista, con juicios tajantes de barra de bar: “Aquí todos hemos sido igual de hijos de puta” Vaya, hombre, se supone qu él no, claro. “España es un país inculto, gozosamente inculto, deliberadamente inculto, pero hace ya mucho tiempo que alardea de ser inculto”. Podría estar refiriéndose a los lectores de sus novelas, cuya banalidad hace un héroe de un asesino a sueldo; o él mismo suelta tiradas ramplonas contra la Iglesia (después del genocidio, único técnicamente definible así, de la guerra civil), o entona un canto a la guillotina. Parece tener vocación de guillotinador esperemos que nunca llegue a cumplirla. Y al final, tiene bastante razón: hay un ambiente social en España muy propicio a ese género de cosas. Pérez Reverte y la memoria histórica / A. Haig y la guerra de Vietnam – Presente y pasado – Libertad Digital