¿Y ahora…?
Esta amnistía ha sido la glorificación del golpismo contra la Constitución y la unidad de España. No es propiamente una amnistía, vista como perdón y olvido, porque los afectados han dicho que piensan volver a la carga en cuanto puedan, y siguen desafiando la ley y al país entero sin el menor disimulo ni eufemismo.
Y es cierto que el Doctor Saunas ha cedido a las exigencias de los golpistas, pero no solo porque necesita sus votos, según se dice tontamente, sino ante todo porque está de acuerdo con ellos. Él es el primer golpista, porque no reconoce la unidad nacional de España, y entiende que para romperla es preciso destruir la Constitución y la democracia. El programa de ambos es invertir los últimos cinco siglos de historia de España para convertir la nación en una confederación de supuestas naciones con derecho a secesión. Secesión forzosa porque su concepto de España, el de los separatistas y el del PSOE, es tan negativo como absurdamente positivo el concepto que tienen de sí mismos. No puede importarles que un país de historia tan funesta como la que achacan a España desaparezca de la historia, convertida en un conglomerado de pequeños estados, hostiles entre sí y manejables por potencias externas. Esto es algo evidente en las doctrinas y los hechos tanto del PSOE como de los separatistas, fue una de las dos causas principales de la guerra civil, y hoy está generando una situación parecida.
Como la derecha carece de pensamiento político y de conocimiento de la historia, es incapaz de entender lo que pasa más allá de las tonterías de que “Sánchez solo quiere conservar el poder a toda costa”. Por otra parte, bajo declaraciones pomposas y vacuas para engañar a sus votantes, también al PP le conviene la amnistía. Fue VOX y no el PP, quien denunció el carácter delictivo del golpe de 2017 ante los tribunales. Sin eso, el PP habría seguido su política de siempre: los chanchullos, bautizados “diálogos” con separatistas y socialistas para repartirse cargos, poder y dinero, a cosa de cualquier principio o interés nacional. Es lo que el PP entiende por democracia.
Sin embargo, el atrevimiento de la amnistía ofrecía también la solución más sencilla para superar el problema: le habría bastado al rey decir al Doctor: “No firmo esa ley, aunque salga del Parlamento, porque su contenido es anticonstitucional, antimonárquico y sobre todo contrario a la unidad de España. Ahora verán ustedes lo que hacen”. Esto crearía un conflicto institucional en que, o bien ganaban los golpistas o eran frenados en seco. El rey, puesto de acuerdo con jueces, fiscales, militares y representantes de las instituciones, ganaría la partida con casi plena seguridad, y el PSOE entraría en una crisis aguda.
Pero el rey se ha plegado sumisamente al Doctor alegando la formalidad constitucional de firmar lo que viene del Parlamento, en contra de la misma Constitución y la unidad nacional. Ha sido un golpe al estilo nazi, utilizando las formas legales contra la democracia, y con ello dejan a España sin ley. No sé si Felipe VI pensó que así salvaba al menos la monarquía. Espero que su estupidez no haya llegado a tanto. En todo caso, su responsabilidad histórica es abrumadora. No hay ningún problema excesivamente grave en que España funcione como república…, salvo que los republicanos actuales no son mejores que aquellos de los años 30, que Azaña describió mejor que nadie. Y el drama es que el propio monarca se ha unido a ellos. En España se produjeron dos situaciones parecidas cuando la invasión napoleónica y cuando el Frente Popular destruyó la república. ¿Qué pasará ahora?
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El libro que provocó las leyes de “memoria”
Ayer mencioné los cuatro libros que más había firmado en la Feria del Libro de Madrid. Pero también firmé ejemplares de Los mitos de la guerra civil, y es preciso recordar algo sobre él. Se publicó hace 21 años, el siguiente a la condena de Franco por el PP, con Aznar. Dada aquella rendición incondicional de la derecha, la batalla cultural, fundamento de la política, estaba ganada plenamente por la izquierda y sus aliados separatistas. Y no tenían que hacer nada más que ampliar sin fin sus historias farsantes, sin obstáculo alguno. Sin embargo, Los mitos… tuvo una difusión y un impacto enormes e inesperados. Se alzó un clamoreo exigiendo la censura, empezando, desde El País, por el democristiano Javier Tusell, inmediatamente coreado por la izquierda y hasta los sindicatos, siempre “demócratas”.
El éxito del libro radica, por una parte, en que está organizado del modo más didáctico, abordando sistemáticamente las leyendas creadas por la propaganda, sean la matanza de Badajoz, Guernica, el “salvamento del museo del Prado”, el asunto del yate Vita… hasta casi treinta temas en total que, según creo, arrojan sobre la guerra más claridad que muchos otros enfoques. Pero aún más importante fue el hecho de haber tomado por sorpresa la “(anti)cultura de la cancelación”, que busca hundir en el silencio las obras discrepantes y en la muerte civil a sus autores. Así, una entrevista que me hizo el periodista Carlos Dávila en TVE-2 dio a conocer el libro a cientos de miles de personas. La SER, El País y los medios más fuertes bramaron de furia, hasta percatarse de que con ello estaban dando mayor publicidad al libro. En adelante adoptaron la táctica más eficaz del silencio. Ya hace muchos años que mis trabajos y yo mismo “no existimos” en los grandes medios, y yo diría que sobre todo en los de derecha, cosa menos extraña de lo que pueda parecer a los ingenuos.
La consecuencia fue que el PSOE y sus aliados pasaron un tiempo discutiendo cómo aplicar la censura, hasta que dieron en imponer una ley de memoria “histórica”, aprobada en 2007 por un Parlamento que exhibía así su carácter “democrático”; ley reforzada más tarde por otra “democrática”, que penden como una espada de Damocles sobre quienes investigamos y defendemos la verdad sobre el pasado, tan esencial para definir las políticas actuales. Que las versiones oficiales son falsas lo he expuesto en un libro reciente, Galería de charlatanes. Pero de manera mucho más definitiva han demostrado su falsedad ellos mismos: esas leyes, propias de regímenes de estilo soviético, revelan su incapacidad para sostener un debate intelectual y libre. Revelan su conciencia de que perderían tal debate, su conciencia de la falsedad de sus historias o historietas, que sin embargo necesitan mantener a toda costa para mantener a su vez sus políticas liberticidas.
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Franquismo, los años dorados, y al mismo tiempo socavados por el Vaticano II: 322 – Franquismo, años dorados | Vindicación del franquismo y neutralidad exterior de España – YouTube
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