En Una hora con la historia: 331 – ETA, Carrero y la transición | España sin ley – YouTube
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O. Jayam (XIX) Ley social y ley moral
Si bien nuestro origen y nuestro final escapan a nuestra voluntad y entendimiento, como expone Jayam, algo cuentan ambas capacidades en el período intermedio de la agitada existencia humana. ¿Cuánto cuentan? Es imposible decirlo, y varía mucho de unas personas a otras, pero indudablemente la voluntad y la comprensión tienen un peso en el período de vida. En todo caso, tratamos de entender con más o menos éxito cómo debemos conducirnos ante las exigencias concretas y las incidencias diarias de ese período, y ponemos voluntad en sacar de ellas lo que estimamos mejor, con o sin acierto, y aunque sepamos que al final “todo se lo llevará la trampa”, como decía Pío Baroja.
Más raro, salvo momentos especiales, es que tratemos de entender el conjunto de esas incidencias y exigencias, el conjunto de nuestra pasajera existencia; y no obstante es esa preocupación la que funda las concepciones del hombre y de la vida (religiones, filosofías, ideologías), que comparten, a menudo poco conscientemente, los que se despreocupan de ello en la vida práctica. Parece que compartir las ideas más generales de las religiones y demás, proporciona a las personas suficiente calma para abordar sin demasiada preocupación o angustia los retos y dificultades cotidianas.
En gran medida, las normas de conducta corrientes nos vienen impuestas socialmente, desde la familia y de modo más coercitivo desde el poder político: las leyes, que constantemente nos dicen lo que no podemos y a menudo lo que debemos hacer (hoy tratan de imponernos hasta lo que debemos sentir). Pero más allá de la ley social o política existe otra orientación de la conducta humana, la moral, con la que las ideologías tienden a confundir la ley social. Moral y ley no son lo mismo, aunque se relacionan: permanece siempre entre ellas una tensión que puede llegar al antagonismo. La tensión extrema entre “las leyes de los hombres y las leyes de los dioses” fue genialmente expuesta por Sófocles en la tragedia Antígona, quezá la de mayor profundidad nunca escrita.
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**De ser dueños de la técnica, es la técnica la que se está adueñando de la humanidad, y conduciéndola no se sabe adónde. Ocurre desde hace décadas, y hoy se acentúa. Me recuerda una frase de Lenin sobre la revolución, algo así como: “Parece que conducimos un coche, y es como si el coche nos condujese a nosotros y marchase por donde él quisiera”.
**Todo el Donbás desde Járkof, y la costa hasta Odesa, nunca fueron ucranianos, sino rusos. Podían haber quedado en Ucrania, pues Rusia no las reclamaba, de no ser por la brutal de erradicación de la lengua y cultura rusas por los del golpe del Maidán, auspiciados por la OTAN.
**Zelenski tiene todo para ser detestado en España: erradica brutalmente la cultura rusa (como intentan nuestros separatistas con la española); quiere entrar en la OTAN (la de Gibraltar y Marruecos, ¿lo pillan?); intenta extender la guerra y hacerla europea… Y aquí millones de papanatas le aclaman. En España no cabe un listo más.
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Nueva situación histórica
El libro El PSOE en la historia de España es preciso leerlo empezando por la addenda final. La triunfante amnistía al golpismo da la puntilla a la legalidad del régimen del 78, ya malherido por las leyes de memoria, de género, de odio y similares. Por ello inaugura una nueva época, incierta, que de momento se dirige hacia un régimen a la bolivariana, el cual encuentra una resistencia creciente, si bien no decisiva por ahora. El libro trata de explicar cómo se ha llegados hasta aquí en un siglo marcado por seis, prácticamente siete regímenes políticos distintos y una guerra civil.
Y esto ocurre en un clima exterior de guerra en Ucrania, que tiende a descontrolarse y convertirse en europea y mundial, incluso en nuclear, si no se para a tiempo. Situación agravada por otra guerra en Oriente Próximo.
Ante estas situaciones, que desbordan los altibajos y enfrentamientos de un funcionamiento político normal, es preciso plantearse un nuevo régimen, para cuya constitución me permito sugerir el trípode del reforzamiento a la unidad nacional, recuperación de la democracia, y neutralidad por principio ante guerras exteriores. Se trata de supervivencia nacional.
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**No deja de asombrarme que haya en España tantísimo “patriota” dispuesto a hacer de los españoles carne de cañón al servicio de… digamos Gibraltar. Siempre se les olvida Gibraltar. O Marruecos, nuestra mayor amenaza, protegida por la OTAN ¡España neutral! Nos va mucho en ello.
**Las políticas del PP y del PSOE, en el fondo idénticas bajo la pelea por cargos y dineros, han hecho de España un país culturalmente colonizado, políticamente satélizado y militarmente cipayizado. Y ahí está el fondo de la situación contra la que es imprescindible reaccionar.
**Un aspecto realmente trágico de los criminales fusilados en la posguerra es que fueron completamente abandonados por sus jefes, que solo se ocuparon de huir llevándose inmensos bienes robados al tesoro histórico-artístico español y a particulares, hasta de los montes de piedad
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España no es un cortijo. Ni una marca comercial.
Un tópico muy revelador empleado por la izquierda es atribuir a España la condición de cortijo poseído por “la derecha” (o por el “fascismo” o lo que no sea PSOE y aliados). Al considerarla un cortijo, las izquierdas sugieren que debe cambiar de dueño, pasar a ser de su propiedad. Confesión implícita como la consigna feminista “Si los cura parieran el aborto sería un sacramento”. El aborto es precisamente el gran sacramento de las/los feministas. ¿Qué harían las izquierdas (y los separatistas) adueñándose del “cortijo”?: convertir la nación en una “confederación” de supuestas naciones, que se rompería pronto por su común odio a la España real, política, cultural e histórica. Transformar la nación en un conjunto de estaditos hostiles entre ellos y manejables por potencias exteriores.
En cuanto a la derecha, es típico de ella el invento de la “marca España”: España como empresa comercial que trata de “vender imagen” y venderse en un “mundo global”, es decir, predominantemente en inglés. Porque la progresiva imposición del inglés como lengua de comunicación y cultura es uno de los rasgos fundamentales de la llamada globalización. “Marca” adoptada con perfecta inconsciencia por los miles o cientos de miles de “patriotas antiglobalistas” que en las redes se presentan en inglés o con frases en esa lengua, desplazando al español.
España es una nación, es decir, una comunidad nacional (básicamente latina) con estado propio y una larga historia de unidad política y cultural, aun si hoy en crisis; y que, entre otras muchas cosas, inauguró una era nueva en la historia de la humanidad al cruzar el Atlántico y el Pacífico.