Luis Suárez / Sociedad humana: admiración y terror / “Hegemonía española…”

Luis Suárez

 Ha muerto  Luis Suárez,uno de los historiadores españoles más destacados, tanto sobre el franquismo como en temas históricos más generales, como la llamada edad media, los Reyes Católicos o los judíos en España, con un  enfoque católico tradicional. Mejor en el dato y el detalle que en el análisis, según suele ocurrir en la historiografía española. La jauría del gremio se le echó encima por negar que Franco fuera un dictador totalitario o propiamente un dictador en su aceptación corriente. Le he citado en algunos estudios, aunque no recuerdo que él me citara nunca, quizá por solidaridad con el mismo gremio que le despreciaba. Lo digo por señalar cómo la táctica de la “cancelación”, diseñada por la izquierda, suele ser acatada por la derecha, en especial la ligada a la Iglesia. Un fenómeno interesante.

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**La OTAN no defendió ninguna democracia cuando invadió Irak y Afganistán, u organizó y financió guerras civiles en Libia, Siria o Ucrania. Ni cuando protege a Marruecos. O cuando su segunda potencia, Inglaterra, invade España en Gibraltar.

**Primero fue la traducción en Francia de Los mitos de la guerra civil, luego el de Marcelo Gullo contra la leyenda negra(Ceux qui devraient demander pardon), y ahora el de Miguel Platón sobre los juicios de posguerra en España. Francia nos interesa.

**Al condenar a Franco en 2002, el PP se sumó al discurso político-histórico del PSOE. Y, naturalmente, ha tenido que aceptar, hasta fingiendo entusiasmo, sus consecuencias antidemocráticas. El PSOE en la historia de España.

europa: introduccion a su historia-pio moa-9788490608449    La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

 

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Jayam (l) Sociedad humana: admiración y terror.

Análogamente al entorno físico, el entorno social determina en gran medida la vida de las personas. El ser humano es incapaz de vivir al margen de la sociedad: nace en sociedad, se forma en sociedad, sobrevive y se reproduce en sociedad, la cual le proporciona los medios de vida, los conocimientos y las destrezas para desenvolverse en ella, hasta en sus necesidades más obvias. Incluso un anacoreta depende de conocimientos o técnicas adquiridas o de ayuda social directa o indirecta. Y de modo similar al entorno físico, pero con más fuerza, el entorno social le condiciona directamente, le admira, le constriñe, le impone esfuerzos y le suscita intensos afectos. Y le exige aprender medios de vida y fórmulas de conducta aceptadas socialmente, para moverse y orientarse. Incluso los modos y objetos de su pensamiento corresponden a los de la época social en que le ha tocado vivir.

Sin embargo, la sociedad, no menos que el entorno físico, está para la persona plagada de amenazas, de roces, molestias y también de miedos y de terrores. A su modo lo expresó Rousseau con su célebre inspiración: “El hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado”. Aparentemente se trata de una estupidez, pues si la sociedad se compone de hombres nacidos libres, ¿cómo puede ser un instrumento de esclavitud? Aparte la evidencia restallante de que el hombre no nace libre sino extremadamente dependiente y de que solo en situación de esclavitud puede llamarse encadenado. No obstante, la primera parte de la frase de Rousseau, se ha reproducido con parecidas palabras en documentos políticos fundamentales de nuestro tiempo.

¿El hombre nace libre? Sería más justo decir que el hombre aspira a una máxima o completa libertad, pero que se ve frustrado por la sociedad en menor o mayor grado, hasta la privación casi completa de ella en la esclavitud o en la cárcel. “Tu libertad termina conde empieza la del vecino”, suele decirse, y es una observación elemental que la sociedad humana, desde los círculos más restringidos de la familia o un vecindario a las más amplias formaciones políticas, es un hervidero de intereses, sentimientos y aspiraciones diversas, a menudo discordes, hostiles o incompatibles entre sí. En estas circunstancias, mantener cierto orden para impedir la lucha de todos contra todos, genera necesariamente un poder que ha de sostenerse sobre la autoridad, la fuerza y la persuasión invocando un bien común supuesto.

El orden social exige normas, costumbres o leyes que deben ser generalmente acatadas y cumplidas por encima de los intereses particulares. Sin embargo, las personas no son iguales en intereses y sentimientos, y el acatamiento nunca se da por completo, de lo que da prueba la abundancia de delitos y conflictos de intereses, y los grandes aparatos judiciales y policiales destinados a reprimirlos o encauzarlos en lo posible. Para quienes con mayor o menor razón son juzgados como delincuentes, la sociedad pasa de ser el entorno garante de la vida y el derecho a convertirse en un entorno hostil, perseguidor o terrorífico, que va a privar de libertad, causar daños muy diversos o incluso privar de la vida a los acusados.

Así, ninguna norma de ese tipo resulta universalmente aceptada, pues siempre beneficiará o perjudicará en mayor o menor grado a unos o a otros, y aunque invoque la justicia, no a todos satisfará. Debido a su carácter generalizador sobre intereses muy diversos, el poder siempre tendrá un componente de opresión, más o menos acentuado. Y en su afán de garantizar la seguridad, el orden y su autoridad contra cualquier disturbio o alteración, el poder tiende a expandirse hasta vigilar y controlar a las personas en todos los ámbitos de su vida, convirtiendo a países enteros en una especie de vastas prisiones, fenómeno bien presente en los regímenes comunistas o en los que se van imponiendo hoy en Occidente con ayuda de unas técnicas de observación e información que se adentran en la mayor intimidad de las personas.

Y si la natural conflictividad social al nivel más bajo ocasiona mil discordias, llegando al homicidio y al asesinato, al nivel superior de las vastas sociedades políticas puede generar la guerra, civil o internacional, con matanzas masivas que no se juzgan en principio delictivas, para imponer un poder nuevo, sea de un país sobre otro o, dentro de cada uno, de un partido o grupo social, o de un poder de nueva concepción. La historia da testimonio de la abundancia de revueltas, guerras civiles y guerras entre estados. La sociedad se transforma así en un ente terrorífico que exige los mayores sacrificios sin respetar intereses ni vidas.

El poder, por mucho que sus normas invoquen la justicia, es ejercido siempre por unos pocos sobre la gran mayoría, en la que siempre habrá grupos que se crean con derecho a ser ellos quienes manden y reten a los que efectivamente lo ejerzan. Y más allá de estas alegaciones de derecho o legitimidad, permanece el problema de por qué unos hombres han de seguir las normas dictadas por otros hombres que en principio no son mejores y tienen mejor destino que los demás. De ahí que tradicionalmente el poder se ampare en decisiones sobrehumanas, divinas. Hoy las divinidades justificadoras tradicionales han sido sustituidas por otras como el progreso, o la misma libertad.

A pesar de estas características sociales, que nos remiten nuevamente al problema del sentido, no parece concebible una sociedad humana sin un orden asegurado por algún poder, hasta en el plano de asociaciones culturales o deportivas. Y la pretensión de liberarse del poder, como querían Rousseau o los anarquistas, conduce al totalitarismo o a la proliferación de numerosos poderes arbitrarios, situación que responde mejor al concepto de anarquía que lo que su etimología indica.

Así pues, el asombro de Jayam ante la vida en sus facetas admirables y atemorizantes, se percibe claramente en el doble ámbito, natural y social, en que se desarrolla. El entorno natural es el productor de la vida, pero la relación entre el entorno productor y sus productos personales no es fácil ni armoniosa. El entorno natural impone a sus productos duros esfuerzos para sostenerse e vida, y con sus inmensas fuerzas puede aniquilarlos, y de hecho termina haciéndolo sin mayor esfuerzo, (“del polvo al polvo”) etc. Y, como  también constata implícitamente Jayam, el entorno social desata fuerzas diferentes de los deseos personales y que pueden tener los mismos efectos que el entorno natural.

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**La hegemonía española, pese a no ser España el país más poblado o más rico de Europa, se basó en su organización y estabilidad internas: “A él se lo debemos todo”, dijo Felipe II refiriéndose a Fernando el Católico: Hegemonía española y comienzo de la Era Europea.

**La épica de la hegemonía española en cuatro puntos: descubrimiento del mundo al cruzar el Atlántico y el Pacífico; conquista de un continente y otras tierras; defensa de Europa contra el Imperio otomano; defensa militar y espiritual del catolicismo frente al protestantismo.

**La literatura española de finales del s. XV a mediados del XVII posee una fuerza, originalidad y profundidad que no ha vuelto a aparecer en la literatura española, que hoy ha alcanzado tan alto grado de trivialidad.

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La legitimidad de Franco y su régimen:  343 – Legitimidad de Franco | La gran ocasión – YouTube

 

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