“Sonaron gritos…”

Sonaron gritos y golpes a la puerta

(De tertulia)

–Según Luis del Pino, tu mejor libro, con mucho, es la novela Sonaron gritos… Le habrá halagado

–No. Y no se puede comparar la novela y la historia.

Habrá querido decir que como novela, esa es superior a sus otros libros como historia.

–No creo. La calidad de un libro de historia puede “medirse” bastante bien. La de una novela es imposible. Recuerdo que, influido por Luis del Pino, Fray Josepho dijo que la leería, pero no comentó nada. Eso es señal de que no le ha gustado. Un caso entre muchos.

– Pero no negarás que existe algo así como un criterio básico que permite sostener, por ejemplo, que Cervantes, o Balzac o Tolstoi son gigantes literarios. De otro modo la literatura no podría valorarse, todo dependería del gusto del lector. Hay gente que prefiere El Coyote al Quijote, y la gran mayoría de las personas es incapaz de leer esa literatura que pasa por ser la mejor.

–Eso es cierto, igual que muy poca gente se plantea problemas filosóficos. “Cuatro gatos en un rincón”, decía Julián Marías comentando la asombrosa cantidad de filósofos y filósofas que han surgido en España en las últimas décadas. En todo hay niveles. Mi impresión es que la literatura española actual no pasa de una masa de banalidades. Por eso no la leo, salvo alguna cala que me confirma en mi opinión. Cela hablaba con desprecio de los “ciento cincuenta escritores” socialistas o progres,  y a su vez Cela era despreciado por ellos.

Es decir, resulta imposible establecer un criterio, según tú. Salvo el de las ventas: sería mejor el que vendiera más.

–Buen chiste. Claro que desde un punto de vista digamos liberal, podría sostenerse. Quien vende más es porque satisface mejor la necesidad de ficción, digámoslo así, del mercado.  Yo no pienso así, claro. Ya sabes que soy un liberal crítico.

–¿Entonces hay un criterio de valor de la literatura?

–No sabría decirlo. Pero existe una necesidad social de ficción. La gente sabe que es ficción y sin embargo se emociona, o siente terror, u odio. En fin, se sabe que son ficciones y sin embargo provocan toda clase de sentimientos, con una intensidad que no causan los libros de historia. Es más, un libro de historia que intenta provocar esos sentimientos nos parece malo, manipulador. La historiografía apela a la razón y a una especie de comprensión calmada del ser humano, lo consiga o no, que nunca lo consigue del todo. Quiero decir que la historiografía busca la verdad, pero ya se ha dicho que la verdad es una amante bastante sádica: te obliga a cortejarla pero nunca se entrega del todo.

– Por lo tanto, en la historia encontramos problemas parecidos para definir un criterio.

– Ahí tenemos que conformarnos con aproximaciones a la verdad. Yo creo que mis libros de historia aguantan cualquier confrontación, quitando errores de detalle y demás, inevitables. Y la aguantan hasta el punto de que prácticamente  todos los historiadores que puedan discrepar, por motivos ideológicos, simplemente rehúyen el debate, con argumentos tan pueriles que ya con eso queda decidido el pleito. Una de las cosas más curiosas de la historiografía es cómo un enfoque general perfectamente errado, puede generar enormes producciones de libros. Es el caso del marxismo, pero no el único ni mucho menos. En la ficción la cosa cambia.

– ¿Por qué la gente, en general, prefiere la ficción? Eso merece pensarse. Hasta podría decirse que esa preferencia se da sobre todo en las mujeres, que son las mayores consumidoras de novela. Y sobre todo en la literatura de amor, que es casi un género femenino.

–Hay mil cuestiones en torno a ese asunto. Yo me pregunto, ¿por qué Sonaron gritos no gusta a mucha gente? Una lectora me comentó que le parecía demasiado masculina o algo así, pero aquí hemos tenido a Zaragozana y a algunas otras (pocas, cierto), entusiastas de ella. Creo que la novela tiene muchas facetas, pero si quisiéramos la simplificaríamos  como novela de guerra, de tres guerras. La guerra civil ha generado una novelística a mi juicio escasa para lo que significó, aunque con buenas obras como las de Gironella (mejor la de preguerra Los cipreses creen en Dios), o de Ignacio Agustí… Hay mucha literatura relacionada con la guerra pero propiamente de guerra no mucha, y a menudo estropeada por la ideología. La de Cela San Camilo 1936, creo que se titula, es directamente un pestiño. La de Emilio Romero La paz empieza nunca me parece algo trivial… Pero volvemos a lo de siempre, los gustos y el criterio. En una novela de guerra es difícil evitar los tremendismos facilones o una épica pueril y simplona.  Pero no es por esos fallos, que yo creo que no se dan  en mi novela, por lo que ha tenido poco éxito. Es más bien por el clima social ideologizado en algunos sectores pero poco épico, o infantilizado con mil tópicos, por las políticas de cancelación… En fin, no sé realmente.

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Claro que no todas las opiniones han sido negativas

“ Gritos y golpes no es una historia de buenos y de malos. Buenos y malos hay en ambos bandos, sobre todo si se tiene en cuenta la complejidad de los personajes y lo paradójico de las situaciones. (…) Este otro personaje es, más que el narrador, el gran motor del relato y, como casi todos los que desfilan por sus páginas, presenta profundos claroscuros, unos claroscuros dignos de personajes de novela rusa. Es imposible interrumpir la lectura de esos tres grandes episodios del relato, no ya por la inventiva de la intriga, que es trepidante siempre, sino por esa complejidad de los personajes que a veces raya en lo paradójico. Cada peripecia cobra además una profundidad insondable en cuanto aparece una mujer, unas veces como agente y otras como víctima del destino” (Aquilino duque: “Una novela dantesca”)

“Hay que decir que se trata de una grandísima novela, hábilmente escrita, con personajes con los que uno se encariña hasta el extremo de que experimenta cierta sensación inconfundible de leve nostalgia cuando concluye la lectura, y de algún modo tiene que despedirse de ellos. Creo que esto es lo mejor que se puede decir de una obra de este género, y lo cierto es que desde la niñez, con pocas me ha ocurrido algo semejante. Muchas grandes novelas, en teoría literariamente superiores a esta que reseño, las he concluido con considerable esfuerzo, otras las he abandonado. Pero los personajes de Moa están vivos, uno quiere saber qué les ocurrirá (o qué les ha ocurrido, en los casos en los que se pierde su pista, al menos momentáneamente) incluso en el caso del narrador y protagonista, Alberto Roig, que por razones obvias sabemos que tiene que salir con vida de todas sus aventuras” (Carlos López Díaz, http://archipielagoduda.blogspot.com/2013/07/la-magnifica-novela-de-pio-moa.html)

  “En relación a la evolución de los personajes también se puede decir mucho. Vemos los contrastes entre el Alberto joven y el viejo. El brío de la juventud y la necesidad de aventura y riesgo contrastan con la realidad de un profesor jubilado de ochenta años que ha perdido a la mujer de su vida y al que ya poco le queda, sintiendo la desazón que provoca el paso del tiempo en el ocaso de sus días”. (Luis Segura, https://lacuevadeloslibros.blogspot.com/2012/05/sonaron-gritos-y-golpes-la-puerta-de.html)

I

 

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