Güell y Dalmacio / Líderes / Consistencia del yo / Aznar derrota a Franco

Alfonso Güell y Dalmacio Negro

En estos días han fallecido dos personas muy relevantes, Alfonso Güell, marqués de Comillas, a los 91 años, y Dalmacio Negro, a los 93. El primero fue uno de los promotores más destacados de la reinstauración (no simple restauración) de la monarquía en tiempos y por decisión  de Franco, luego refrendada por la Constitución;  destacado también en el mecenazgo  y el apoyo a la verdad histórica frente a su falseamiento turbiamente interesado por la izquierda, el PP y los separatismos, todos unidos ahí en un objetivo de estupidez  mal cubierta por el prestigio de la fuerza. Apoyó también en momentos difíciles el programa “Cita con la Historia”, por lo que le recuerdo con gratitud.

Dalmacio Negro ha sido uno de los pocos pensadores políticos relevantes en España en el presente siglo, después de una brillante carrera académica anterior y como traductor de clásicos ingleses y franceses. Sus estudios han tratado de desentrañar el contenido y conexiones  profundas de las corrientes político-históricas, y por ello son merecedoras de atención, se esté de acuerdo o no con ellas, como ocurría con Fernández de la Mora o con Gustavo Bueno. Sin embargo, el raquítico panorama intelectual español actual, lastrado además por las más simplonas influencias “progres”, ha hecho que su persona y trabajos hayan debido soportar cierto ostracismo, aunque el panorama se vaya abriendo poco a poco.

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344 – El antifranquismo quiere protagonizar la transición | Francia nos interesa – YouTube

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Líderes

1. La II Guerra Mundial marcó el fin de la Era Europea abierta por las exploraciones españolas cuatro  sigos antes. Fue una guerra no solo entre potencias políticas, sino entre tres grandes ideologías representadas por unos líderes que merecen atención.

2. En lo personal e ideológico, Hitler y Mussolini difirieron notablemente entre sí. No obstante fueron los creadores y máximos jefes de sendos movimientos políticos que funcionaron como partidos únicos en regímenes entendidos genéricamente como fascistas. En eso difieren radicalmente de Franco, que no fundó ningún partido, sino que encabezó y arbitró a cuatro bastante distintos.

3. Hitler y Mussolini tienen cierta semejanza con Stalin en cuanto personajes revolucionarios, salidos de las clases medias-bajas del pueblo y no de sus oligocracias; al contrario que  Churchill o Roosevelt, y hasta cierto punto Franco, típicos representantes de lo ya establecido.

4. En los regímenes fascistas, la religión cristiana, aunque respetada e instrumentada hasta cierto punto, pasaba a segundo plano, como también ocurría en las democracias. En el franquismo, en cambio se convirtió, como católica, en el núcleo identificador del régimen y aglutinador de sus partidos (“familias”). No deja de ser una llamativa paradoja histórica que finalmente la Iglesia se convirtiera en la némesis del franquismo.

5. Un rasgo peculiar de los dirigentes comunistas ha sido su intensa preocupación por temas teóricos: políticos, económicos o filosóficos. Venían a combinar  al hombre de acción y de pensamiento. Los escritos de Lenin o de Stalin llenan  numerosos tomos, en contraste con la escasa producción intelectual de Roosevelt, Franco o el mismo Churchill. Este dato tiene enorme interés  en relación con la condición humana. Al respecto, un enfoque ocasional:  (Pío Moa – Bibliotecas para nada – Libertad Digitall

La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

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El yo: consistencia e inconsistencia

Jayam dirige sus reflexiones al yo, a cada persona. Dada la extrema dependencia de las personas con respecto a la naturaleza y la sociedad, cabría pensar que el yo carecería de consistencia, como un epifenómeno irrelevante de ambas, las cuales producen yoes o personas por miríadas y las condicionan drásticamente. Yoes de efímera existencia comparada con la indefinida –aunque presumiblemente no infinita– duración de la sociedad y el paisaje. No dejaría de resultar paradójico que el yo, al reflexionar sobre su puesto en el mundo, llegara a la conclusión de su propia insignificancia

Pese a todo, el yo nunca se considera insignificante. Por el contrario, entiende su propia existencia como un dato fundamental y evidente, que no se confunde con el resto del mundo, social o natural. Más aún, se autoentiende como referente del resto del mundo, que parecería no existir sin la percepción de él por el yo. “¿Se quedarán los pájaros cantando?”… “Cuando hayamos muerto (…) el mundo se aniquilará, puesto que su realidad depende tan sólo de nuestro pensamiento”, dice Jayam. Un problema complicado.

Por esa consistencia del yo, indudable para sí mismo, apela a él Jayam, mientras advierte de su carácter ilusorio, por la esencial ajenidad de su existencia, ya que el yo no se debe a sí mismo. Y no obstante, con relación al mundo natural o social, el yo se siente o autopercibe como un ente autónomo, cuya principal cuidado sería mantenerse en vida todo el tiempo posible, aspirando incluso a la inmortalidad. Un ente distinguible socialmente por un nombre que le acompañará hasta después de la muerte, al menos por un tiempo, en el recuerdo de otros y en una lápida.

Que esa consistencia del yo no es mera ilusión se manifiesta en su relación tensa, que puede llegar a antagónica, con respecto a la sociedad e incluso a la naturaleza. No es, por tanto, un mero producto de ambas y determinado por ellas.

El hombre se defiende de la naturaleza y la transforma en alguna medida al servicio de sí mismo, y lo hace en sociedad, en grupo. La humanidad se presenta a sí misma como una masa mal diferenciada, pero en todas las actividades humanas, desde la artesanía a la política, siempre algunos yoes destacan y cumplen un papel orientador, frente a la masa. Y aún, cada miembro de esa masa tiene sus propias cualidades y su propia vida y destino.

Percibimos entonces la importancia del yo en quienes destacan en una u otra de las ocupaciones humanas, y que llegan a transformar la misma sociedad: los fundadores de religiones, de filosofías o de ideologías, los grandes líderes políticos, los descubridores, científicos o técnicos que abren nuevas vías de acción sobre el mundo, los artistas, etc… El yo resplandece en ellos en toda su relevancia, tanto dentro de la sociedad como frente a ella.

Los yoes que proponen una orientación a la vida humana, los pensadores religiosos o filosóficos, suscitan la mayor reverencia en la sociedad e influyen de modo especial en ella. Y sin embargo es ahí donde Jayam encuentra la mayor inconsistencia: esas personas “pronuncian algunas frases confusas”. O bien: “Un religioso dijo a una ramera:/ Estás ebria y caes en todas las trampas” / Y ella replicó: “Señor, soy como dices; / ¿pero tú eres lo que aparentas?”.

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Aznar derrota a Franco.

1. Mussolini y Hitler fueron derrotados y dejaron a sus países en ruinas. En cambio Franco derrotó a todos sus enemigos internos y externos, y al morir dejó un país reconciliado y próspero, irreconocible desde la desastrosa república y los daños de la guerra civil. 

2. Comparado Franco con Churchill o Roosevelt, estos obraban en países prósperos y estables, con democracias asentadas, mientras que Franco heredó un país empobrecido y envenenado por odios sociales, resultado de  una democracia caótica seguida del terror del frente popular. Y hubo de bregar, después, con la peligrosa hostilidad de soviéticos y  anglosajones, coincidentes  en francofobia durante largo tiempo. 

3. Cabe decir que, con Franco,  España, se reconstruyó no solo sin ayuda –caso único en Europa– , sino  contra una hostilidad exterior que intentó crear una hambruna en el país. Este éxito crucial no ha sido apreciado por la historiografía, de izquierda o de derecha.

4. La historiografía de izquierda es esencialmente falsaria, porque sus concepciones básicas lo son. La historiografía de derecha suele prestar atención al detalle, que suele exponer de modo concienzudo. Falla en cambio en el análisis y la conclusión general: los árboles le impiden ver el bosque. 

5. Mi reciente libro sobre el PSOE creo que es la primera historia general de ese partido hasta la actualidad, sintetizando además la historia de España a través de los seis regímenes que se han sucedido en el último siglo y medio. Y ahondando en las concepciones de base de ese partido que han orientado, a menudo oscuramente, su trayectoria 

6. Un capítulo muy importante en “El PSOE en la historia de España” es el titulado: “Aznar derrota a Franco”. Uno de esos episodios  cuyo alcance pasa inadvertido para los historiadores de derecha. De aquel episodio ha derivado la historia posterior, su evolución antidemocrática hasta el golpismo actual.

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