Imágenes 9
En el patio de la prisión naval se solazan a un sol tibio de enero los presos. comunes la mayoría, uno político, algunos desertores de la marina y simples arrestados. El político está a la espera de los cinco años de vacaciones que el comandante instructor le ha prometido amablemente y que no logrará cumplir. Por tres lados hay paredes con ventanucos enrejados, y por el cuarto un alto muro que forma pasillo con otro más exterior, en cuyas garitas vigilan aburridos los centinelas, cetme en mano. Algunos reclusos hacen ejercicio, otros charlan o juegan al frontón o a cualquier otra cosa. De una radiocasete sale música, que escuchan algunos: Il ragazzo de la via Gluck. Termina, breve comentario del locutor y una voz fuerte y musical entona “Al partir, un beso y una flor…”. Luego otra canción, pacifista, habla de La orilla blanca, la orilla negra. El del radiocasete cambia y pone una cinta con música rusa: Cochero, no apresures los caballos, Búblichki, que encanta al político. Luego cambia a canciones francesas de Brassens, Les amoureux des bancs publics, que no gustan a nadie. El político afirma que le gustan y los otro no le creen: “Venga, colega, te estás quedando con nosotros”. Es media tarde de enero fresca y soleada y aun tardará en oscurecer. El político habla con otro sobre la posibilidad de huir escalando los dos muros. Al parecer alguien lo consiguió una vez, pero ninguno cree factible repetir la supuesta proeza (de Adiós a un tiempo)
**************************************
Baroja y Cela ante la guerra
Aunque ni Cela ni Baroja mostraron gran interés por la política de su tiempo la guerra civil les obligó a tomas posición. Baroja detestaba la república pero, siempre anticlerical y anti carlista, salió para Francia tras un incidente con unos requetés que quizá pudo salirle caro, para aislarse en París sintiéndose “solo, viejo y sin dinero” y amenazado por otros exiliados fanáticos de la que llamaban “la España leal”. En 1940 se reinstaló en la España de Franco, donde, pese a cierto escepticismo hacia el régimen y hacia el ser humano en general, pudo seguir escribiendo sin “cancelaciones”, en especial sus extraordinarias memorias, en las que también ajusta cuentas con la mayoría de los escritores de su época, Galdós, Blasco Ibáñez o Unamuno, por ejemplo. Sin duda, y aun con poco fervor, Baroja prefirió el franquismo, como lo prefirieron tantos otros intelectuales, desde Menéndez Pidal hasta los tres “padres espirituales de la república”, que terminaron maldiciendo el experimento republicano y frentepopulista, su “estupidez y canallería” según lo definió Gregorio Marañón.
Cela en cambio, joven de 20 años al comenzar la guerra se las arregló para escapar de Madrid, pasar a Francia y de allí volver para alistarse en el bando nacional, en el que fue herido. Hay pocas dudas de su entusiasmo por la causa, aunque su obsesión principal fuera por él mismo por su carrera literaria incipiente y por el sexo venal. Se hizo falangista y escribió algunos ditirambos al régimen en el plan convencionalmente épico del momento, aunque tan pronto como en 1942 encontró su propio estilo con La familia de Pascual Duarte, muy alejada, aunque no contraria, de los tópicos literarios en curso. Lo significativo en Cela fue su evolución, que cabe sospechar influida por el curso de la guerra europea. Hacia el final esta, casi todos los enterados del mundo daban al franquismo por liquidado (en Sonaron gritos, hago que un personaje muy parecido a Cela, antes germanófilo, se vuelva muy razonablemente aliadófilo) y Cela va a escribir su segunda gran novela, La colmena un retrato sarcástico y depresivo de época, literariamente bueno, no tanto históricamente. La novela se publicó en 1948, sufrió censura pero circuló igualmente y aumentó la fama de su autor, el cual da la impresión de estar lavando su pasado (hasta se había ofrecido a la policía como delator de rojos) y mirando por su futuro en otro posible régimen.
En sus memorias, ya premio Nobel, declara su plena satisfacción consigo mismo y su pasado, salvo que, en todo caso, debieran disculparse los demás españoles “por haberme metido en todos los berenjenales en que me metieron a palos y sin comerlo ni beberlo, por ejemplo en la guerra civil…”. Aunque no sufrió solo él: “A los mozos del 37″, asegura, “se nos cortaron las alas (…) se nos pusieron maneas en los tobillos (…) o se nos mandó para el otro mundo con una gran sencillez y sin comerlo ni beberlo”. ¿Y todo eso por qué y por quiénes? Porque “en cada uno de ambos bandos de la guerra civil española medio centenar de locos puso en danza a millones de aventureros y entre todos acojonaron y metieron en cintura a veintiocho millones de hombre y mujeres”.
No se sabe qué resplandece más en estas frases, si la insinceridad autocompasiva (la pobre víctima era ya premio Nobel), la torpeza en el falseamiento de los hechos o la deliberada estupidez de la interpretación histórica. Lo realmente ilustrativo de la realidad política actual es que esa versión es la adoptada finalmente por la “historiografía” del PP.
https://www.amazon.es/Sonaron-gritos-golpes-puerta-Historica-ebook/dp/B007UQCJNI
***************************************
Doble invasión
**En mi opinión, VOX debería proceder con gran cautela en relación con Trump.
**España sufre una doble invasión que amenaza gravemente a su identidad cultural e histórica: una inmigración masiva e inasimilable, y una colonización o gibraltarización cultural. De la primera se empieza a tomar consciencia, por las denuncias de VOX. La segunda, no menos grave, pasa por ahora inadvertida
**Franco libró a España de la sovietización y el separatismo, de la guerra mundial, venció al maquis que pretendía más guerra civil, venció a un aislamiento criminal y dejó un país reconciliado, independiente y próspero. ¿Le odian a pesar de todo eso? No, le odian precisamente por eso.
**Nada más lógico que el PP quite el nombre de su fundador, Fraga, de la calle principal de un pueblo. Porque el PP es antifranquista, como el PSOE, Bildu, Esquerra o PNV, y acaba de enterarse de que Fraga fue un ministro franquista, de Falange, además.
**”¡Pero qué cojones! –dijo Pujoliño Feixons– ¿Que Fraga fue un ministro de Franco? ¿Cómo no me habían informado antes? ¡Qué vergüenza! Pues está claro lo que hay que hacer: ¡aplíquesele la memoria democrática, coño, y dejémonos de historias!”
**Me imagino el pequeño aquelarre de Pérez Reverte con su banda de politicastros “solución o problema”. Tiene que haber sido digno de Antonio Ozores.
******************************