Joseph Pérez (IV) ¿Por qué se produjo la “pérdida de España”?
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El relato, demasiado breve y demasiado trivial, con que J. Pérez despacha la caída del reino hispanogodo merece no obstante atención, porque resume una multitud de tópicos tan extendidos como ilógicos o tendenciosos. Pérez hace una digresión sobre árabes y bereberes, destacando que estos últimos formaban la mayoría de los invasores y olvidando que los primeros constituían el elemento dominante, y “explica” la invasión del modo más favorable a los musulmanes. Estos “derrumbaron rápida y fácilmente la superestructura política y social de la monarquía visigoda” “Parece probable que, en muchos casos, la población primitiva no hiciera nada para ayudar a los visigodos; incluso debieron de producirse en varios casos sublevaciones contra la nobleza y los terratenientes a los que probablemente consideraban opresores, sin hablar de los judíos, quienes, víctimas del odio de los últimos monarcas visigodos, acogieron a los moros como libertadores y les facilitaron la toma de varias ciudades (…) Los nuevos dueños de la tierra exigían impuestos moderados en comparación con los (…) visigodos”. Además, recoge la suposición de que los impuestos en la época española eran muy superiores a los de la época andalusí, argumento clave para explicar “materialistamente” los hechos. Como si dijéramos que los historiadores escriben de un modo u otro según la ganancia económica que esperen obtener de sus libros (cosa cierta en más de un caso, pero que no conviene generalizar).
“Parece probable”, “probablemente”, “consideraban opresores”… Sin apoyarse en más que un deseo de que fuera así. ¿Qué le parece al señor Pérez esta descripción de la muchísimo más rápida conquista de Francia por Alemania en la II Guerra Mundial? “Los alemanes derrumbaron con extraordinaria facilidad la superestructura política y social de la III República francesa. La población francesa no hizo nada por ayudar al gobierno y al ejército en derrota, a los que miraba como opresores y explotadores, que la sometían a impuestos excesivos cuyo fruto no percibían. Los socialistas venían propugnando de años atrás el desarme de Francia y los comunistas, resentidos con las represiones e intentos de marginarlos que habían sufrido, recibieron como libertadores a los alemanes y sabotearon los esfuerzos del ejército y las autoridades de la III República. Posteriormente, los nazis encontraron en Francia un grado muy alto de colaboración, de manera que no habrían sido expulsados de no ser por el ejército useño”. Sin duda es una descripción muy tendenciosa, pero desde luego más veraz y atenida a los hechos que los “parece” y “probablemente” con que nos ilustran tantos historiadores banales sobre las causas de la caída del reino godo.
En Nueva historia de España he recordado algunos datos que omite Joseph Pérez, y que no son baladíes:
“La “pérdida de España” dio lugar en su tiempo a especulaciones moralizantes, achacándolo a pecados y maldades que habrían socavado las bases del estado. Sentada la tesis, bastaba abundar en ella, exagerando o inventando todos los pecados precisos. En nuestra época se ha querido explicar el suceso por causas económicas o “sociales”, suponiendo un reino carcomido cuando llegaron los moros; o se ha dicho que no existió invasión, sino “implantación”, ocurrencia pueril, si bien no más que tantas hoy en boga. La tesis más extendida desde Sánchez Albornoz habla de “protofeudalización”, es decir, decaimiento de la monarquía y disgregación en territorios semiindependientes bajo poder efectivo de los magnates, tendencia acentuada a partir de Wamba. A la feudalización o protofeudalización se uniría la decadencia intelectual y moral del clero, una desmoralización popular ligada a una presión fiscal excesiva, e incluso un deseo de la población de “librarse” de una dominación oprimente.
A mi juicio, estas teorías recuerdan a las especulaciones moralistas: puesto que el reino se hundió con aparente facilidad, “tenía que” estar ya maduro para el naufragio por una masiva corrosión interna. Pero desastres semejantes no escasean a lo largo de los tiempos. Países al borde de la descomposición se han rehecho en momentos críticos frente a enemigos poderosos; y otros relativamente florecientes han sucumbido de forma inesperada. Así, en nuestro tiempo, Francia y otros países cayeron ante el empuje nacionalsocialista no en cuestión de años, sino de semanas, obteniendo los vencedores amplia colaboración entre franceses, belgas, holandeses, etc.; pero nadie sugiere que esos pueblos vivieran en regímenes carcomidos, estuviesen hartos de su democracia e independencia o deseasen que los alemanes les librasen de impuestos…
El éxito musulmán no resulta impensable: pocos años antes, los pequeños ejércitos árabes brotados del desierto habían rematado al Imperio sasánida, ocho o diez veces más extenso que España, y habían arrebatado enormes extensiones a otra superpotencia, el Imperio bizantino. En solo nueve meses habían conquistado Mesopotamia, y en la decisiva batalla de Ualaya la proporción recuerda a la del Guadalete: 15.000 muslimes vencieron a 45.000 persas, sin la fortuna, para los vencedores, de una traición a la witizana. Lo mismo cabe decir de la batalla de Kadisia o Qadisiya, donde quebró el imperio sasánida, o la todavía más desproporcionada de Nijauand. Contra la tosca idea de que la superioridad material decide las guerras y cambios históricos, la derrota del más fuerte dista de ser un suceso excepcional. La caída de España, así, no debiera chocar tanto como se pretende.
Las noticias del último período hispano- tervingio son demasiado escasas para sacar conclusiones definitivas, pero los indicios de la supuesta protofeudalización suenan poco convincentes, pues, para empezar, existieron durante todo el reino de Toledo: son factores disgregadores presentes en toda sociedad, que en la Galia — pero no en España– prevalecieron sobre los integradores. Las leyes de Wamba o Ervigio para forzar a los nobles a acudir con sus mesnadas ante cualquier peligro público sugieren una creciente independencia y desinterés oligárquico por empresas de carácter general. Pero siempre, no solo a partir de Wamba, dependieron los reyes de las aportaciones de los nobles, y con seguridad nunca faltaron roces y defecciones en esa colaboración. Tampoco hay constancia de que Wamba o los reyes sucesivos, incluido Rodrigo, encontrasen mayor escollo para reunir los ejércitos precisos ante conflictos internos o externos. Aquellas leyes, como las relativas a la traición, podrían servir de pretexto a los monarcas para perseguir a los potentados desafectos, a lo que replicaron la nobleza y el alto clero con el habeas corpus, innovación jurídica ejemplar e indicio de vitalidad, no de declive.
Durante todo el reino de Toledo persistió una pugna, a menudo sangrienta, entre los reyes y sectores de la oligarquía; pero esa pugna, causa mayor de inestabilidad, pudo haber sido más suave en la última época, y no parece agravada desde Wamba. Motivo permanente de conflicto era el nombramiento de los reyes: estos procuraban ser sucedidos por sus hijos, quitando así un poder esencial a los oligarcas, que preferían un sistema electivo que les permitiera condicionar al trono. En principio triunfaron los oligarcas ya en 633, pues el IV Concilio de Toledo estableció por ley la elección, pero solo tres de los once reyes posteriores, Chíntila, Wamba y Rodrigo, subieron al trono según esa ley. Ello podría indicar una victoria de hecho de los reyes, pero tampoco sucedió así: los demás subieron por golpe o por una herencia que nunca pasó de la segunda generación. No llegó a haber un vencedor claro en esta cambiante lucha, salvo el pasajero de Chindasvinto asentado en una carnicería de nobles.
Otro factor de putrefacción del sistema, el morbo gótico, es decir, la costumbre de matar a los reyes, descendió notablemente durante la etapa hispano-tervingia. De los catorce monarcas anteriores a Leovigildo, nueve murieron asesinados, dos en batalla y tres en paz. De los dieciocho a partir de Leovigildo solo dos fueron asesinados, Liuva II y Witerico, y justamente al principio y no al final del período, con sospechas sobre otros dos, Recaredo II y Witiza. Tres más fueron derrocados sin homicidio (Suíntila, Tulga y Wamba). La duración media de los reinados, otro dato relacionable con la estabilidad, no disminuye, sino que aumenta desde Wamba: nueve años, si excluimos a Rodrigo, que casi no tuvo tiempo de reinar, frente a siete y pico en el período anterior. Aumenta asimismo la frecuencia de los concilios en la última etapa: uno cada cuatro y pico años de promedio, en comparación con la media anterior de uno cada diez. Estos datos sugieren consolidación institucional, no tambaleo, pues los concilios suponían tanto un principio de poder representativo como un factor de nacionalización. Todo lo cual no apunta a una especial “protofeudalización”, sino más bien a lo contrario.
En cuanto a la corrupción de la jerarquía eclesiástica al compás de su creciente peso político, se aprecia en ella una considerable germanización (hasta un 40% de los cargos), posiblemente acompañada de descenso del nivel moral e intelectual (si bien documentos como Institutionum Disciplinae indican un panorama nobiliario muy distinto de la barbarie originaria). Los cánones de los últimos concilios también indican tirantez entre la oligarquía y los obispos. Los cánones condenaban la sodomía y otros vicios del clero, lo cual puede significar mucho o poco: tales vicios habían existido siempre en algún grado, y no sabemos si aumentaban o si solo se reparaba en ellos, o se los utilizaba por algún motivo político. Respecto al declive intelectual, Julián de Toledo murió en fecha tan avanzada como 690, y nunca sabremos si la posterior falta de figuras relevantes reflejaba decadencia o solo un bache pasajero.
Peso mucho más real tienen sucesos como las hambrunas y las pestes. El país parece haber entrado en un ciclo de sequías, que entonces significaban miseria, enfermedades y hambre masivas. Hubo, además, plagas de langosta no menos desastrosas. Según la crónica árabe Ajbar Machmúa, el hambre de 708-9, muy próxima a la invasión musulmana, redujo a la mitad la población de España, dato probablemente exagerado, pero indicativo de una tremenda catástrofe demográfica. Poco antes una peste importada de Bizancio casi había despoblado la Narbonense y afectado al resto. El horror impotente por estos males queda documentado en las homilías: “He aquí, hermanos nuestros, que nos heló de espanto la funesta noticia traída por los mensajeros de que los confines de nuestra tierra están ya infestados por la peste y se nos avecina una cruel muerte”. Las rogativas clamaban a Dios: “¡Aparta ya la calamidad de nuestros confines!; que el azote inhumano de la peste se alivie en aquellos que ya lo padecen y, gracias a tu favor, no llegue hasta nosotros”. No hay modo de comprobarlo, pero la población pudo bajar a menos de cuatro millones de habitantes bajo las desastrosas condiciones de la caída del Imperio romano, y no crecería mucho luego. Sí está claro que en vísperas de la invasión árabe no pudo haberse repuesto de unas catástrofes mucho más aniquiladoras que las guerras. Por esos hechos cabe explicar a su vez fenómenos como la huida, frecuente y quizá masiva, de siervos o esclavos del campo, o la “epidemia” de suicidios causados por la desesperación, referida en los cánones conciliares. A su vez se haría muy difícil la recogida de impuestos y el descontento por ellos, pese a alguna amnistía fiscal, con el consiguiente debilitamiento del estado.
Otro factor de debilidad estaría en los judíos. Las primeras disposiciones contra ellos trataban de impedirles una posición social de superioridad sobre cristianos, y hubo resistencia a medidas extremas deseadas por algún papa, pero las leyes persecutorias empeoraron con el tiempo. El XVII Concilio, en 694, solo diecisiete años antes del final del reino, aprobó las medidas más graves, exigidas por el rey Égica, molesto por el poco celo de los obispos en la persecución. Argüía el monarca la existencia de una conspiración judaica para derrocar la monarquía, informes de conversos sobre planes para destruir el cristianismo, y pretendidas rebeliones en curso en algunos países. Quizá se sabía que las comunidades hebreas de Oriente Próximo habían actuado como quinta columna de los sasánidas contra los bizantinos y luego de los árabes contra los sasánidas (en este último caso también habían obrado así las comunidades cristianas de Persia). Égica también acusó a los conversos de practicar clandestinamente su vieja fe. En consecuencia pedía reducir a todos a la esclavitud e impedirles practicar su religión, bajo penas severísimas. El concilio aceptó, de mala gana las propuestas-imposiciones regias. Estas persecuciones, si buscaban neutralizar una posible amenaza interna, exacerbaban al mismo tiempo la deslealtad de ese grupo social.
Los judíos componían una exigua minoría que habitaba barrios aparte de las grandes ciudades béticas y algunas del interior y de levante, por lo que choca la obsesión del poder hacia ellos y sus supuestas conjuras. Parte de esa aversión nacía de la riqueza de la oligarquía hebrea, que proporcionaba a esta un poder subterráneo y suscitaba envidias. Además se le consideraba el pueblo deicida, por la frase atribuida a la multitud en el juicio de Cristo: “¡Caiga su sangre sobre nosotros y nuestros hijos!”. La persistencia en su fe se miraba como una ofensa a la verdadera religión, prueba de una maldad porfiada y del deseo de vivir al margen de los demás, cuando los mismos godos arrianos habían dejado sus creencias para integrarse en las mayoritarias. A su vez, la autoconsideración hebrea como pueblo elegido, junto con la permanente repulsa y frecuente persecución sufridas, creaban un comportamiento cerrado, ya atacado por el moralista latino Juvenal: “Desprecian las leyes de Roma, estudian, observan y temen el Testamento judaico que Moisés les otorgó en un documento secreto. Sólo se confían a los de su misma religión, es decir, sólo ayudan a los que, como ellos, son circuncisos”.
¿En qué medida se aplicaron las leyes antisemitas? Las leyes, en general, no debieron de aplicarse muy estrictamente — salvo para mantener la unidad del estado– como se aprecia en las referentes a la elección de los monarcas. El grado de cumplimiento de las normas antijudías hubo de ser especialmente bajo, como revela su reiteración a lo largo de decenios. En los mismos tiempos de Égica, ya hacia el final del reino, ni siquiera se habían cumplido los primeros decretos del III Concilio prohibiendo a los judíos tener esclavos cristianos. Aun así, los decretos se aplicarían en alguna medida, y su mera existencia pesaba como una temible amenaza sobre sus destinatarios.
En fin, todos los daños mencionados, y más que pudieran aducirse, solo explicarían la caída del reino si hubieran impedido la concentración de un ejército suficiente para afrontar a Tárik, lo cual no ocurrió. Las crónicas y los historiadores están conformes en la superioridad material del ejército hispano-godo sobre el moro, y la causa determinante del desastre no fue una especial corrupción del poder o la traición hebrea, sino la de un sector de la nobleza. Aunque la ley prohibía la alianza con poderes foráneos para alcanzar el poder, este tipo de traición se dio con cierta frecuencia: un grupo visigodo buscó en 552 la ayuda de los bizantinos, los cuales aprovecharon para adueñarse de una considerable porción de la península; y la utilización de francos y de rebeldes vascones en las pugnas internas había sucedido varias veces. Por otra parte, las consecuencias decisivas de Guadalete, con la pérdida del grueso del ejército y la dificultad posterior de organizar la resistencia, apoya la idea de un estado bastante centralizado, como indica el historiador García Moreno, y no tan “protofeudalizado” como suele afirmarse.
No tienen más sentido las comparaciones con la invasión romana, cuando poblaciones independientes entre sí — e incapaces de unir sus fuerzas–, armadas y acostumbradas a la guerra, ofrecieron una resistencia a menudo heroica. La larga pax romana habían desarmado y desacostumbrado a la gente de las prácticas guerreras, como se había mostrado cuando las invasiones germánicas. Añádase la influencia del clero, pacifista y conformista con el poder, obstáculo a un espíritu de lucha en la primera etapa de desconcierto. Isidoro había definido una doctrina contradictoria, pues si por una parte rechazaba al tirano (“Serás rey si obras con justicia, en otro caso no lo serás”), por otra definía el poder como enviado por Dios y desaconsejaba la resistencia incluso a la tiranía. Y el poder se estaba trasladando a los musulmanes.
Hablar de una preferencia de la población por los invasores, como hacen algunos, no resulta más adecuado que hablar de una “preferencia” de los franceses por el dominio alemán. La magnificencia que alcanzarían más tarde el emirato y el califato de Córdoba ha creado el espejismo de que los musulmanes llegaban con una civilización superior, cuando se trataba de guerreros del desierto y de las montañas del Atlas, tan bárbaros o más que los suevos, vándalos y alanos de unos siglos antes. La exigüidad de su número, y las disputas entre ellos, les forzaron a cierta tolerancia religiosa y política inicial, pero el poder musulmán había significado en muchos lugares una hecatombe para la civilización. Pasaría algún tiempo hasta que el poder árabe adaptase logros y formas culturales de los pueblos vencidos más civilizados, fueran el persa, el bizantino o el español. Pues España –con Italia– era posiblemente el país más civilizado de Europa occidental, con tradición ya muy larga y profunda. La invasión solo pudo haber sido vista como una nueva plaga por una población que llevaba tiempo soportando muchas”.
En consecuencia, la caída de España se explica mejor por el debilitamiento del reino causada por las sequías y pestes de la época, al que se añadió el debilitamiento de la monarquía debido al problema sucesorio. La invasión llegó en el momento más propicio para los invasores y estos supieron verlo. El que un ejército inferior en número venza a otro superior no es caso raro en la historia, y los musulmanes, precisamente, lo habían logrado en muchas ocasiones. En el de España, ello vino favorecido al máximo por la traición de un sector del ejército hispano.
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http://www.libertaddigital.com/opinion/pablo-planas/fracaso-del-155-y-pucherazo-83979/ Pablo planas tan comedido y ajustado siempre aquí desbarra…..parte del criterio de que ganen y gobiernen los costitucionalistas..¡hombre tan tontos no seran…!!!
Cataluña ha alcanzado el tercermundismo. El detalle de una alta participación es la antesala de que todo irá a peor:
En vivo | Largas colas en los colegios electorales para votar
Es una injusticia que esté en la cárcel Junqueras y en libertad su principal cómplice y financiador, el “estadista” del “Marca”.
Hoy queda inaugurado el tercermundismo en la región:
Directo| Desafío de la CUP: ‘Hay que desobedecer y construir la República’
Romeva: ‘Se elige entre dignidad y represión’| Puigdemont: ‘Se demostrará de nuevo la fuerza de un pueblo irreductible’ | Iceta: ‘Hay que pensar en el futuro y en lo que […]
*Al revés que España, Inglaterra es un país digno, consciente de su historia y cultura, que no acepta someterse a los dictados de los déspotas de Bruselas y Estrasburgo.
*¿No decían que Trump hundiría la economía useña en un par de meses, y lo mismo la salida de Inglaterra de la UE?
*Todavía falta por ver que las feministas reivindiquen igualdad en la construcción, las minas, los barcos etc. Quieren igualdad o a ser posible superioridad en los empleos más cómodos y en los cargos de dirección… creados por hombres, no por ellas
*Julia Otero es una de tantas tiorras, que diría Unamuno, descerebradas cargadas de odio a España, demagogas baratas que hunden la democracia en la podredumbre
*Si España fuera un país democrático, que dejó de serlo con ZP, no se habría llegado a la situación actual. Y es injusto que esté en prisión Junqueras y no su mayor cómplice y financiador, el “estadista” de la Moncloa
*La UE (que no Europa) es multiculturalismo, invasión islámica, acoso a Rusia, ideología LGTBI, promoción de guerras civiles y caos en países árabes… ¡Un prodigio!
Supongo que manuelp tendrá algo que decir a todo esto:
Por los primeros años del siglo XIV tuvo lugar la expedición de los almogávares, un cuerpo militar inhabitual, constituido por catalanes pirenaicos en su mayoría, también aragoneses y navarros: infantería ligera, con armas toscas y sin protección de casco o cota de malla, que viajaban con sus mujeres e hijos. Eran expertos en guerrillas y tan acometivos, al grito de ¡Aragó! o ¡Desperta ferro! que desbarataban a tropas más pesadas y numerosas. Se habían hecho notar en Mallorca, Valencia y luego en Sicilia, a favor del aragonés Federico II contra los franceses. Tras la paz de Caltabellotta, en 1302, Federico no podía pagarles y sintió alivio cuando el emperador Andrónico II de Bizancio pidió ayuda contra los turcos, que amenazaban a la misma Constantinopla. Federico había puesto a los almogávares bajo el mando de Roger de Flor, un suritaliano de origen alemán, templario expulsado de la orden y luego pirata, que se había ofrecido a Aragón. En 1303, Roger y su Compañía catalana, de 2.500 almogávares (más 4.000 familiares) llegaron a Constantinopla.
La poderosa colonia genovesa en la ciudad no quería a competidores de Barcelona, se enfrentó a los recién llegados y estos la aplastaron. Luego, la Compañíaderrotó a los turcos y a los alanos, que también invadían Anatolia; pero Roger fue acusado de querer tallarse un reino propio, los bizantinos pagaban mal, y los almogávares saqueaban a la población. En abril de 1305 el heredero imperial, Miguel IX, invitó a Roger y a sus oficiales a un banquete, y allí los hizo asesinar por mercenarios alanos. Según sus cálculos, la Compañía, una vez descabezada, debió haberse desmoronado, pero se reorganizó con rapidez en asambleas y aplicó la venganza catalana: arrasó la comarca de Constantinopla, venció a las tropas del emperador y masacró a los alanos. Siendo Atenas un ducado franco–una derivación de las cruzadas—, el duque pidió ayuda a los almogávares contra los bizantinos; pero, cumplido el encargo, rehusó pagarles, por lo que sus acreedores lo aniquilaron junto con sus caballeros, en 1311. Al negarse a devolver el ducado a los franceses,la Compañía recibió la excomunión del papa y un ejército francés, al que también derrotó, en 1331. Luego ocupó Neopatria, en Tesalia, y puso ambos ducados bajo soberanía de Aragón hasta 1390, cuando se impuso allí Venecia. La crónica de las gestas y desmanes de estos guerreros fue escrita por Ramón Muntaner, hombre fantasioso cuando habla de hechos que no conoció, pero fiable en el caso de la expedición catalana, que presenció.
Esta extraordinaria aventura de los almogávares entra en el agudo proceso de decadencia del Imperio bizantino. En 1354, los turcos cruzaron a Galípoli, en la costa europea del estrecho de los Dardanelos, que une por el oeste el Mediterráneo con el mar de Mármara; en la parte oriental de ese pequeño mar se asienta Constantinopla sobre el estrecho del Bósforo, que lo comunica con el mar Negro. Siete años más tarde caía en poder otomano Adrianópolis, ya hacia el interior, donde mil años antes los visigodos habían aplastado a un ejército romano y emprendido la marcha por el sur del continente que terminaría en Hispania. Así, la capital bizantina se iba viendo cercada por sus enemigos turcos, a quienes debían pagar tributo e incluso suministrarles tropas. Bajo el mando de Murad I acabaron de tomar Tracia, la región de Constantinopla, dejando a esta aislada, salvo por mar. Además, Murad conquistó gran parte de la actual Bulgaria, Macedonia y Serbia. De este modo, en 1389 el orgulloso Imperio romano de Oriente, que en tiempos de Justiniano había aspirado a recomponer y reunificar el de Occidente, se veía reducido a poco más que un enclave, vasallo de los otomanos, más pequeñas posesiones dispersas por Grecia. Murad fue el primer otomano que se proclamó sultán, máxima autoridad política y religiosa. Venció también a los serbios en la batalla de Kósovo , en 1389, y allí mismo murió apuñalado por un serbio que logró llegar hasta él. Uno de sus hijos, Bayaceto I, se proclamó sucesor después de hacer asesinar a su hermano Yakub. La batalla de Kóosovo dejó a merced de los turcos todos los Balcanes al sur del Danubio, amenazando al reino de Hungría y las posesiones venecianas en el Adriático y Grecia.
Alberto, deje de poner en mi boca las estupideces que a usted se le ocurren.
Esta sucesión de desastres cristianos motivó al papa Bonifacio X a proclamar la cruzada, en la que participaron tropas húngaras, alemanas, francesas y otras, incluyendo algunos españoles, polacos e ingleses. El encuentro con los turcos se produjo en 1396 alrededor de Nicópolis, al noroeste de la Grecia actual, , y los tucos aniquilaron a los cristianos. La ciudad había sido fundada por el emperador romano Augusto para conmemorar su victoria naval de Accio sobre Marco Antonio, ocurrida en la inmediaciones. Su nombre significa “Ciudad de la victoria”. Que no correspondió a los herederos de Roma. Bayaceto finaría siete años después, tras ser vencido y apresado por los mongoles de Tamerlán en la batalla de Ánkara. Esta derrota salvó providencialmente a Constantinopla. A la que Bayaceto ya había sitiado durante varios años.
don Pio
La campaña de los almogavares al mando de Roger de Flor fue contta los turcos pues los alanos eran mercenarios al servicio de Bizancio como ellos. Otra cosa es que posteriormente lucharan contra ellos como complices del asesinato de Roger.
Por demas en sus combates tanto contra la caballeris ligera turca como contra la caballeria pesada franca del ducado de Atenas contaban con la cobertura de los caballeros aragoneses compañeros de armas que proporcionaban el respaldo contra el envolvimiento a distancia de la infanteria desprotegida que eran.
Calladito estaría mejor:
https://okdiario.com/espana/cataluna/2017/12/21/elecciones-cataluna-xavier-garcia-albiol-vota-1623746
Otro factor de debilidad estaría en los judíos. Las primeras disposiciones contra ellos trataban de impedirles una posición social de superioridad sobre cristianos, y hubo resistencia a medidas extremas deseadas por algún papa, pero las leyes persecutorias empeoraron con el tiempo.
Efectivamente,
Según García Moreno en su estudio sobre los judíos en la España visigoda, tres fueron los factores de la relación entre el Reino visigodo y los judíos:
El primero es el religioso. El Reino Visigodo era católico y los judíos negaban a Jesús y encima era el pueblo que lo persiguió.
La segunda, la formación de una comunidad al margen del resto. Endogámica, compuesta por sus propias instituciones. Vamos, un Estado dentro del Estado, con sus propias leyes y poderes, lo que no agradaba nada.
La tercera, el intento de los Reyes godos por influir y romper esa relación institucional entre los jerarcas judíos y el resto de la comunidad judía que se oponían a las leyes visigodas y a una sociedad homogénea o controlada por el Estado. El intento de romper de forma un tanto torpe, con leyes restrictivas y persecutorias (no de todos lo reyes), esa relación a favor del Estado visigodo, produjo el choque. García Moreno concluye que atraer a la jerarquía judía a favor del Estado visigodo debió darse de forma gradual, pactada y atrayéndola en vez de intentar romperla de forma brusca.
Hegemon
Como dice Jose Orlandis en su “Historia del reino visigodo español” ninguno de los factores aislados que se aducen hubiese sido capaz de acabar con el reino visigodo y menos que ninguno la hostilidad de los judíos. Como el Imperio Romano cayó por el empuje del enemigo exterior.
Pero todo esto, que fue ciertamente historia, no es toda la historia, y ni aun siquiera el factor más importante de ella. Tantos gérmenes de disgregación social y política como acaban de enunciarse —y otros más que podrían todavía aducirse— no hubieran sido capaces de provocar por sí solos la destrucción del reino visigodo-español. La España visigótica no murió de resultas de sus propios males: se «perdió» por obra, sobre todo, de un agente extraño, ajeno a su dinamismo inmanente y que torció con violencia el curso «normal» de los acontecimientos. Se derrumbó por el súbito impacto producido por el Islam en expansión. El factor decisivo de la «pérdida de España» fue el impetuoso asalto de aquella extraordinaria fuerza religiosa y guerrera, que transformó el mapa de la cuenca del Mediterráneo y que hoy todavía, al cabo de los siglos, sigue constituyendo uno de los fenómenos más singulares de la historia universal.
Manuelp:
Leí esa obra de Orlandis y estoy de acuerdo. Sólo señalo cuales eran las causas del problema judío en el Reino y no como causa fundamental, como pretenden algunos, de la caída del Reino por traición u otras invenciones.
Sólo es especular pero no sabemos cual hubiera sido el resultado de Guadalete en caso de victoria de Rodrigo. No es de extrañar que los islamistas lo intentaran de nuevo por la fuerza expansiva que menciona Orlandis. Pero también puede ser verdad que en el caso de una victoria de Rodrigo, esta habría servido para afianzar el Reino y afrontar las siguientes acometidas islámicas con mayor fuerza. Pero, como digo, es especular. La cosa fue como fue.
https://gaceta.es/europa/suspenden-una-fiesta-navidad-alemania-las-quejas-alumno-musulman-20171221-1310/ Se ve que politicos tontos los hay en todos sitios….
Yo creo que las ganas de “compleijizar” las cosas solo terminan embrollándolas. La traición vitizana fue suficiente para perder el reino. No lo habría sido si el reino no estuviera considerablemente centralizado, es decir, si, como en la conquista romana, hubiera muchos poderes dispersos. Lo mismo ocurrió en Francia con los alemanes. un estado tan fuertemente centralizado cae en muy poco tiempo si es derrotado en alguna batalla decisiva. El reino godo era el más centralizado de los reinos posteriores a la caída de Roma. El estado francés se derrumbó con la misma facilidad, en mucho menos tiempo (los musulmanes tardaron cinco años en completar la conquista que de hecho nunca fue completa del todo). Lo mismo le habría ocurrido a Rusia frente a Alemania en la SGM, de no haber sido por el enorme espacio, que permitía rehacerse a los soviéticos. Y por el liderazgo implacable y despiadado de Stalin. Bajo ningún otro líder habría sido posible aceptar los enormes sacrificios de la lucha contra Alemania. Este importante detalle siempre se olvida. Churchill era, por lo menos en la retórica, algo parecido.
don Pio
Ni terreno ni liderazgo hubiesen bastado a la URSS ni a Gran Bretaña para derrotar a Alemania Luis de la Sierra en “La guerra naval en el Atlantico” resume bien el punto fundamental de su victoria.
a) EL DOMINIO DEL MAR permitió a los aliados evitar el colapso del Ejército soviético en 1942 e inyectarle después fuerzas cada vez en aumento y que terminarían por hacer posible el ciclón de su última ofensiva hasta Berlín.
b) EL DOMINIO DEL MAR hizo posible cambiar, por vez primera para los aliados, la adversa marea de la guerra, permitiéndoles desembarcar en el norte de Africa, después en Sicilia, abrir un segundo frente en la península italiana y poner sus tropas en las playas de Provenza en agosto de 1944.
c) La pérdida de la «Batalla del Atlántico» por los submarinos alemanes, a mediados de 1943, permitió a los aliados convertir el Reino Unido en el formidable arsenal de armas norteamericanas que, a su vez, hizo posible el gigantesco y decisivo desembarco de Normandía en junio de 1944.
d) Dicho DOMINIO DEL MAR permitió también a los aliados desencadenar desde Inglaterra la terrible y deletérea pero eficaz ofensiva aérea de los años 1943, 1944 y 1945, que redujo a escombros los centros industriales alemanes en toda Europa y desorganizó totalmente su sistema de transportes, aparte de aniquilar a la Luftwaffe. Pero los cientos de miles de toneladas de gasolina necesarios para poder montar aquella formidable ofensiva aérea habían tenido que ser llevados antes hasta Gran Bretaña desde el golfo Pérsico, el Caribe y Estados Unidos. Lo que hubiera sido imposible sin contar a priori con el DOMINIO DEL MAR.
Es decir, el DOMINIO DEL MAR no fue suficiente para ganar la guerra, pero si IMPRESCINDIBLE.
Ya lo hemos discutido muchas veces. Los soviéticos frenaron y llevaron al borde del colapso a los alemanes ya en 1941, sin ninguna ayuda efectiva de los anglosajones. Y los derrotaron catastróficamente en Stalingrado con una ayuda todavía muy escasa. Fue posteriormente, después de Kursk, cuando su ayuda fue efectiva. Y entre tanto fueron los anglosajones los que recibieraon la ayuda principal t con gran diferencia, ya que no tuvieron que enfrentarse nunca al grueso de la máquina militar alemana, empeñada en Rusia.
Los anglosajones saben hacer muy bien su propaganda, y los cantamañanas españoletes como ese Luis de la Sierra se la tragan toda entera e incluso la amplifican. Lo realmente importante para los anglosajones fue el dominio del aire. Por eso bombardearon Dresde, fundamentalmente para impresionar a los soviéticos, cuyo avance era ya imparable.
Alemania perdió la guerra en Rusia y por los rusos, cierto que los rusos solos no habrían podido vencer: antes de Kursk habrían podido llegar a un resultado de tablas, que es lo que temían los anglosajones. Si el esfuerzo alemán en Rusia se hubiera dedicado de lleno al oeste, es más que dudoso que los anglosajones hubieran logrado gran cosa.
Durante toda la guerra, anglosajones y soviéticos estuvieron temiendo cada uno del otro que terminaran llegando al acuerdo y la paz con los alemanes. Después de todo, anglos y soviéticos se odiaban y cada uno trataba de sacar las mayores ventajas del conflicto esperanto el agotamiento del aliado. Y a pesar de ello la colaboración mutua fue extraordinariamente eficaz, sobre todo a partir de Stalingrado. En cambio la colaboración entre el Eje Berlín-Roma-Tokio fue un completo desastre. No solo no hubo el menor apoyo mutuo entre Tokio y Berlín., es que Roma supuso un terrible desgaste para Berlín. Un día habrá que hacer un monumento a Mussolini por su papel en la derrota de su amigo Hitler. La historia está llena de estas cosas.
Asi que Luis de la Sierra fue un cantamañanas, jejeje
https://es.wikipedia.org/wiki/Luis_de_la_Sierra
Y por mas que se empeñe usted don Pio, tiene toda la razón cuando dice que sin la ayuda aliada el ejercito ruso hubiese colapsado en 1942 y las divisiones soviéticas en Stalingrado no hubiesen tenido que comer ni que calzar y lo poco que hubiesen tenido no hubiese podido ser transportado sin los camiones studebaker americanos y jamás hubiesen podido rendir al ejercito de Paulus.
La reconquista había sido un asunto privativo que absorbía las energías de los estados hispanos, con escasa proyección exterior y sí, en cambio con influencia, por temporadas muy fuerte, de Francia. Pero en el siglo XIV la influencia de Castilla iba a volverse muy fuerte al norte de los Pirineos y del golfo de Vizcaya, sobre todo en los aspectos naval y comercial. Si la lucha contra Granada decayó, por las razones dichas, en cambio, y de modo semejante a Aragón pero más acentuadamente, Castilla iba a constituirse en un poder marítimo de primer orden en Europa, de hecho en la primera potencia del Atlántico. Este es un dato al que no se ha solido dar la relevancia adecuada, y sin embargo ayuda a explicar el extraordinario historial marítimo español desde finales del siglo siguiente. El origen de la marina castellana puede fecharse en la época del arzobispo Gelmírez con sus galeras, adquiriendo su madurez en el sitio de Sevilla por Fernando III y en la lucha por el control del estrecho contra los benimerines.
Por otra parte, la flota de Castilla se impuso también sobre la de Portugal y la de Aragón en los casos en que, por rivalidades o alianzas contrarias, chocaron unas y otras
Cierto que los ingleses y los franceses, belgas, holandeses, etc, en 1940 disponían de abundantes camiones, botas y comida, pero, ya ve ud, perdieron la guerra en un plis plás. Claro que no eran camiones ni raciones ni botas useñas. y esto lo explica todo. Luis de la Sierra, como analista militar, sigue la propaganda anglouseña, incluso ampliándola, cosa por lo demás muy típica entre los “expertos” españoles.
Si leyera usted los libros del que fue capitán de fragata de la Armada Luis de la sierra vería como de propagandista anglouseño no tiene nada, es mas bien “facha” y proaleman.
Era o fue…
http://www.elmundo.es/andalucia/2017/12/21/5a3bcafae5fdeae9108b45aa.html Hay que reconocerle a La Legión que a veces sus letras “tienen su gracia”
Más que complejizar es contextualizar con los hechos acaecidos en las naciones limítrofes. Creo yo.
Juan I de Castilla, sucesor de Enrique, restableció el poder real, sin intermediarios, sobre los señoríos de Molina y Vizcaya. El señorío de Asturias pasó a principado y atribuido, al igual que Vizcaya y Molina, al heredero de la corona, qudando desde entonces el título de príncipe de Asturias asociado al heredero de la corona antes de reinar. En 1390 falleció Juan I, de una caída de caballo durante un torneo, y le sucedió su hijo Enrique III el Doliente.
Quizá por entonces comenzó a aplicarse a los vizcaínos la hidalguía universal, convirtiendo aparentemente a todos sus habitantes en nobles del nivel más bajo. La hidalguía deriva de los infanzones, nuevo nombre para los mismos, nivel al que podía acceder todo aquel que pudiera sostener un caballo y luchar con él en la guerra (la caballería villana), título que se había extendido mucho antes de que se le pudieran trabas, haciéndolo hereditario. Los infanzones o caballeros, luego hidalgos, tenían ciertos privilegios, y los tópicos literarios los suelen pintar como pobres arrogantes. Sin embargo, conforme avanzaba la reconquista desde el Duero, se convirtieron en el alma política de las ciudades, por así decirlo. Eran ellos quienes dirigían los municipios y se sentaban en las Cortes. En un principio, los linajes nobles de Vizcaya se consideraban los vizcaínos propios siendo el pueblo común simples moradores, con pocos derechos como en el resto. Al parecer la generalización de la hidalguía se basó en la idea de que sus pobladores eran los únicos que no tenían la menor mezcla de judío o de moro. Y, por supuesto, no tenía muchos efectos prácticos en una población muy ruralizada, que siguió sometida a los señores y a sus constantes peleas banderizas.
Aparte de arabes y bereberes claro esta.
Dios que rapidez con el censor…
No siempre se adoptan por servilismo sino por cierta incapacidad analítica los enfoques de la historiografía anglosajona, a menudo propagandística pero casi siempre bien argumentada y nada tosca
D. Alexander, ud disparata demasiado y los debates absurdos cansan realmente, como el de si la influencia alemana es la culpable de nuestros males. Todo tiene un límite. Los judíos estuvieron muy oprimidos en Al Andalus, incluso más que los mozárabes, y sufrieron masacres ocasionales. Y es solo uno de sus desbarres.
Ojala los judios no se hubieran ido nunca de España. Son un pueblo trabajador, muy trabajador.
¿Cuando he dicho yo que la influencia alemana es la culpable de nuestros males?. ¿De qué males?.
Espero que el articulo de Ribentrop le haya gustado. Todo no van a ser desbarres…
Nuevo hilo