Seidman no da en el clavo / Masonería (y X): alguna conclusión.

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Apenas leo ya libros sobre la Guerra Civil, contentándome con las reseñas.  Pues creo que sus cuestiones clave están clarificadas desde hace tiempo: causas y modos del naufragio republicano y  origen de la guerra civil; el papel de las principales corrientes políticas en el proceso  prebélico y bélico, así como de la intervención extranjera; el carácter de los dos bandos y de los retos que hubieron de afrontar (recomponer un ejército y un estado, organizar la economía, aparte de la conducción típicamente militar) y de la represión efectuada; el desarrollo mismo de la contienda; el carácter del régimen ganador. Siempre quedan flecos y detalles, pero en lo esencial no hay grandes dudas para cualquier persona  que haya leído algunos libros esenciales con unos y otros enfoques. Cosa distinta es que la inercia de versiones izquierdistas mantenga una multitud de mitos, a menudo ridículos y contradictorios, en los que sin duda entran también intereses profesionales concretos. Creo haber contribuido de forma notoria al esclarecimiento de estas cuestiones.

Ahora, un amigo me ha pasado el libro de Michael Seidman, La victoria nacional, y según la he hojeado he podido asombrarme de la tenacidad con que muchos autores se aferran a sus prejuicios. El autor tiene a bien no citarme ni de pasada. Esto lo hacen muchos que sacan partido de mis estudios para detallar o ampliar tales o cuales aspectos, generalmente con contradicciones y deficiencias de análisis (por ejemplo, Álvarez Tardío o Fernando del Rey y sus editados, según lamentaba Rob Stradling en una reseña). Este no es el caso de Seidman, que indudablemente no se ha molestado en leer mis libros. Y creo que ha hecho mal, porque se habría ahorrado un cúmulo de errores, varios de los cuales iré mencionando. Hay cierta tendencia en alguna historiografía anglosajona a autoalimentarse despreciando la española con arrogancia injustificada.  Así, he leído a Hugh Thomas afirmar que fue el primero en reducir a estimaciones razonables la cifra mítica de un millón de muertos (que todavía he oído repetir a una profesora universitaria de historia): el sociólogo Villar Salinas ya estableció en 1942 unas cantidades más aproximadas que las de Thomas. Y no fue un estudio perdido, porque fue premiado en concurso por la Academia de Ciencias Morales y Politicas. Por cierto que  Villar fue citado a menudo después por autores,  españoles y extranjeros, que no lo habían leído, como demostró Ramón Salas Larrazábal en su libro Pérdidas de la guerra. Este libro ha sido superado en aspectos concretos pero no en el enfoque y valor general.  He reproducido en el blog algunas críticas mías a R. Carr, a A. Beevor y otros, y reproduciré más en un libro de próxima aparición, Ensayos polémicos.

La obra de Seidman trata la economía de la guerra desde el punto de vista que él llama social.  No descubre nada nuevo al sostener que la economía de los nacionales fue mucho más sana y eficiente que la de sus contrarios, y que la gente común estaba mucho mejor alimentada, aunque detalla muchos datos antes poco atendidos  o dispersos en diversas obras. Sin embargo ya cae en serios errores de enfoque en su introducción. Por ejemplo, ,   cuando afirma que “las calorías tienen tanto sentido como la cultura”. ¿Quiere decir que para elaborar su libro fue tan importante lo que comía como lo que escribía? ¿O que cualquiera que comiera bien podría elaborarlo igualmente? Las calorías, en general, dependen de la cultura mucho más que a la inversa, y fue la cultura (concepción general y capacidad organizativa) lo que permitió a los nacionales alimentar mucho mejor a su zona. El desenfoque se acentúa cuando, por subrayar su punto de vista,  desestimar un tanto los aspectos políticos de la guerra y  aborda los militares en términos del abastecimiento. En una guerra la conducción militar es lo esencial, y a ella se subordinan los demás aspectos, por supuesto el abastecimiento y tantos más. Aunque sea cierto que un ejército mal provisto tiene dificultad –pero no imposibilidad– de alcanzar victorias. Los nacionales, en pésimas condiciones (lo que suele llamarse actos heroicos) llegaron a frustrar ofensivas de sus contrarios. Es decir, en el análisis de una guerra no tienen el mismo sentido o valor  la economía ni el abastecimiento que la organización del ejército y la conducción de los líderes. Ni se pueden poner en el mismo plano las proteínas que las fuerzas morales, ideológicas y políticas en juego. En la victoria nacional influyó su habilidad para alimentar mejor a la población, pero no fue eso lo esencial ni cabe ponerlo en  el mismo plano.  La población en el Frente Popular –se sabe desde hace mucho– estuvo harto peor alimentada, pero su ejército dispuso siempre de alimentos suficientes. Y no son pocas las guerras perdidas por los más ricos y mejor abastecidos.

Seidman llama a su enfoque “historia social”, “un examen de la experiencia propia  de los hombres y las mujeres corrientes en cada lado de los conflictos”. No me parece muy acertado. Esas experiencias son demasiado variadas, y es peligroso, o más bien ilícito, atender a algunos testimonios o datos dándoles un valor de muestra, generalmente según la ideología del historiador. La historia social solo puede hacerse a partir de estadísticas como las de mortalidad, suicidios, deserciones, población penal, hambre, ejecuciones, etc. Y eso, en líneas generales y a veces muy detalladas, está ya hecho, aunque Seidman le haga algunas contribuciones estimables.

Tampoco parece muy matizada la comparación que hace con otras guerras civiles, en particular la rusa y la china las cuales confirman, a su juicio, “ la pauta o las causas generales del siglo XX de que las revoluciones sociales o proletarias  surgen en naciones subdesarrolladas o atrasadas”. Pero todos los países de Europa del este, los de Asia (no digamos La India), o Latinoamérica,   compartían  ese rasgo de atraso o subdesarrollo, y en ellas no hubo guerras civiles ni revoluciones parecidas a esas tres, aunque sí mucha agitación comunista y a veces fascista. Las guerras española, rusa y china  se parecerían en esto: surgieron en  “países agrícolas carentes de una burguesía dinámica, implicaron a potencias extranjeras y duraron aproximadamente tres años”. No estoy muy seguro de que la comparación no requiera matices importantes. Rusia, y sobre todo China, eran mucho más agrarios que España,  y la Rusia anterior a la I Guerra Mundial era, con todo, quizá  el país con mayor ritmo de crecimiento industrial del mundo. En España, el crecimiento económico fue muy fuerte justamente hasta la llegada de la república, en que prácticamente se hundió. Incluso limitar la guerra civil china a la posterior a la SGM es falso: la guerra civil se arrastraba desde los años 20. Aun sin contar las enormes diferencias del trasfondo histórico y cultural entre las tres, las diferencias son mayores que las semejanzas.  

Acierta Seidman, en cambio, cuando afirma que “El caso de España es excepcional si consideramos las revoluciones más significativas y las guerras civiles de varios años de duración. Es el único en que los contrarrevolucionarios derrotaron a los revolucionarios”. Es un dato obvio que aquí ganaron los nacionales, pero no solo ni principalmente por su abastecimiento. Y no es del todo excepcional: en Grecia ocurrió lo mismo, y también en Finlandia, aunque en esta última la guerra fue breve.

Especula algo gratuitamente el autor al afirmar que la “contrarrevolución” de los nacionales “tuvo su fundamento en el campo, no en la ciudad”, o que “la España nacional no fue tanto un régimen bonapartista como un producto de la reacción rural”. Esto suena algo asombroso:  me parece que los dirigentes y la inmensa mayoría de los mandos políticos y militares nacionales procedían de la clase media urbana. Ello aparte de la importancia dada desde el primer momento por el régimen a la industrialización del país.

También suena extraño leer que  “Las fuerzas de Franco no ganaron porque manipulasen los símbolos nacionales mejor que sus enemigos”. Decir que los manipulaban, cuando las izquierdas los pisoteaban con auténtica furia, es una forma curiosa de hablar. Y desde luego, no ganaron por eso solamente,  pero sí en gran medida, porque los sentimientos nacionales fraguaron en una disciplina, empeño y capacidad de resistencia en las condiciones más difíciles, que sus contrarios nunca tuvieron.  Y al decir que los nacionales “se negaron de manera inflexible a separar la identidad nacional de la religiosa”, podría haber señalado que la persecución –realmente genocida—del Frente Popular a la religión y a la cultura cristiana en general, lo hizo inevitable. De otro modo el aserto queda vacío.

Peor aún cuando afirma: “Sus enemigos (del régimen nacional) siguieron siendo los de la Iglesia: izquierdistas, masones, judíos y protestantes”. El desenfoque resulta algo grosero: los protestantes no contaron en la práctica, porque había muy pocos y algunos sufrieron persecución también por las izquierdas; los judíos eran enemigos solo en el plano retórico: muchos judíos de Marruecos ayudaron a Franco… aunque casi todos los judíos extranjeros apoyaron a los revolucionarios, y bastantes de ellos engrosaron las Brigadas Internacionales. La enemiga a los masones fue más sistemática: también ellos, en su mayoría apoyaron a la revolución dentro y fuera de España, por lo que no es de extrañar que el franquismo les mostrase poca gratitud. El caso de los izquierdistas fue mucho más serio, incomparablemente más, y ponerlo en el mismo plano que el de los restantes no habla muy bien del criterio de quien lo hace. Y debiera señalar también que, entre los izquierdistas, los enemigos principales fueron los marxistas, en su vertiente socialista y, sobre todo, comunista. Con los republicanos la represión fue mucho menor.

También explica Seidman que el régimen ordenó a la prensa “actuar en defensa de los intereses de la nación y convertirse en un instrumento de la Nueva España”. No sé si en la Inglaterra o la Usa en guerra se ordenaron cosas parecidas, pero dudo mucho que se hubieran permitido informaciones y comentarios contrarios a los intereses de esos países en aquellas circunstancias.  En fin, la crítica que hace a Rafael Abella como cronista de la cotidianeidad parece acertada a medias, puesto que Abella es más bien un cronista anecdótico, cuyos datos, al carecer de valor estadístico, tienen un interés muy relativo; y lo mismo, me temo, cabrá decir de los de Seidman, que trataré en otro artículo.

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Masonería (X)

A todo lo anterior pueden hacerse varias observaciones:

a)      La masonería, claramente, dista mucho de ser una inocua  sociedad filantrópica. Su intromisión en la política es constatable por la abundancia de hijos de la luz en numerosos acontecimientos y puestos decisorios. Más difícil resulta especificar el modo concreto como se ha producido su intervención, debido al secretismo de la orden.

b)       También encontramos masones en partidos y posiciones dispares y hasta opuestos, sin faltar algunos choques sangrientos entre ellos. Masones como Lerroux evolucionaron de un extremismo proterrorista a una acción moderada y patriótica. Por ello no es fácil creer en una acción ordenada desde un órgano central masónico y cumplida disciplinadamente por sus miembros. Sin embargo, pese a discrepancias y enfrentamientos, cabe discernir en la Fraternidad  una orientación general, siendo uno de sus rasgos el anticristianismo. Esa orientación puede ejercerse a través de consignas o por tendencias generadas de modo natural a partir de  sus principios religiosos o seudorreligiosos,

c)      No es probable que la Masonería esté en la matriz de  los numerosos fenómenos revolucionarios o anticristianos de nuestro tiempo, pero sin duda  constituye uno de los factores que los impulsan.

d)     Los rasgos anticatólicos y antidemocráticos (desde la propia concepción de sociedad secreta) se han manifestado de forma especialmente aguda en la historia de España e Hispanoamérica.

e)      Así como la masonería en Inglaterra y Usa, quizá en Francia, no parece haber obstaculizado el progreso y desarrollo de sus países, y de algún modo quizá haya  contribuido a ellos, en España e Hispanoamérica ha tenido efectos claramente contrarios,  ocasionando todo género de convulsiones y crímenes.

¿A qué obedece el  nefasto efecto de la Masonería en España e Hispanoamérica?  Creo que entra ahí el papel de defensora del catolicismo desempeñado por España durante dos siglos frente al islamismo y el protestantismo. Para combatir y denigrar a España se utilizó a fondo la Leyenda Negra, tanto más efectiva por la decadencia sufrida por el país desde mediados del siglo XVII y luego por el semihundimiento del XIX (debido en parte no desdeñable a la misma acción masónica). En las grandes campañas europeas como las arriba comentadas en defensa del terrorismo anarquista, de Ferrer Guardia, de Macià, en torno a la supuesta represión de Asturias, etc., el argumento típico era siempre el de “la España inquisitorial, oscurantista, asesina, etc.”. No hay datos sobre el papel masónico en otras campañas de enorme repercusión en la época de Franco, como las orquestadas por la ejecución del chekista Julián Grimau o en defensa de la ETA en 1970 y 1975,  pero es razonable suponer que la orden no fue ajena a ellas.

Encontramos de preferencia a masones en las corrientes y partidos izquierdistas (republicanos, anarquistas, socialistas, separatistas), cuyo común denominador ha sido la negación o denigración de las tradiciones, la historia y la cultura de España. No se ha querido trabajar evolutivamente sobre esas tradiciones, sino abolirlas o arrasarlas. No por azar la Guerra Civil presenció un plan de genocidio,  realizado en amplia medida,  de la cultura católica y sus representantes. Muchos miles de personas fueron asesinadas  simplemente por ser clérigos o católicos practicantes, e incendiados o destruidos de otras formas miles de  edificios religiosos (templos, monasterios, bibliotecas, centros de enseñanza y hasta las cruces de los cementerios). Se trataba de aniquilar toda una cultura y un pasado, y sustituirlos por consignas generales, a veces sugestivas pero exaltadas, abstractas y vacías. Más vacías aún en manos de personajes de tan escasa talla intelectual y moral como los retratados por Azaña, Marañón y tantos más.

No se puede atribuir a la Masonería toda la responsabilidad por las convulsiones de los siglos XIX y XX en España  e Hispanoamérica, pero creo que sí una parte considerable de ella.

 

 

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12 Respuestas a Seidman no da en el clavo / Masonería (y X): alguna conclusión.

  1. manuelp dice:

    malpharus (del hilo anterior)

    Comprendo tu reacción, pero te pido que hagas un esfuerzo análogo al que hicieron -según el relato de un militar frentepopulista- los guardiamarinas del buque nacionalista que los apresó en el mar cuando se fugaban de Gijón y que en un primer momento al subir al buque les agredieron fisicamente con el ardor de su juventud hasta que el comandante del navío les ordenó que cesaran su agresión.

    Es necesario hacer lo que decía la “Oración por los muertos de la Falange”

    A la victoria que no sea clara, caballeresca y generosa, preferimos la derrota. Porque es necesario que mientras cada golpe del enemigo sea horrendo y cobarde, cada acción nuestra sea la afirmación de un valor y de una moral superior.
    http://facultaddefalange10.blogspot.com.es/

  2. malpharus dice:

    Tienes razón Manuel, pero estamos bastante “quemados” por aquí… Nos pasa como algunas alergias. Cuanto más y más tiempo estamos en contacto con el alergeno, más sensibles nos volvemos…

  3. malpharus dice:

    Dígame si no es para estar quemado… y cada día una, o dos. 

    Montan un Cataluña-España de críquet con menores paquistaníes y lo llaman partido internacional

    http://www.lavozlibre.com/noticias/ampliar/664400/montan-un-cataluna-espana-de-criquet-con-menores-paquistanies-y-lo-llaman-partido-internacional

     

  4. manuelp dice:

    malpharus

    Totalmente de acuerdo, pero la indignación debería dirigirse mayoritariamente a los que no cumplen con su deber de defender la nación ahora concretamente al gobierno del PP.

  5. manuelp dice:

    Sr. Moa, este Michael Seidman debe ser un historiador de la misma o parecida escuela del celebérrimo- entre la historiografía progre- Fernand Braudel (pope de la escuela de Annales) que en su “El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II” – libro que marca época para ese tipo de historiografía-, se descuelga con cosas como que en esa época “Andalucía, país que ha sido siempre mitad musulmán y apenas mitad cristiano”.

  6. LeonAnto dice:

    Mejor unidos:

     http://asunbalonga.blogspot.com.es/2012/11/con-un-par.html?showComment=1352212144308#c8013380031647329978

  7. Catlo dice:

    Ya estamos en la vanguardia de la decadencia. El inconstitucional ha hecho ya su aportación inestimable.

  8. CCURIOSO dice:

    No es mas que otro anglosajon diciendo lo mismos manidos topicos.

    Por ejemplo al ver estas imagenes podemos afirmar que los norteamericanos son bastante gilipollas.

    Una nueva moda en EEUU,ya veremos lo que tardan los progres tarados de aqui   en adoptarla.

    http://www.youtube.com/watch?v=cQVLRkJ2Hzo

       http://www.youtube.com/watch?NR=1&v=0eK-WvVNdHA

    http://www.youtube.com/watch?NR=1&v=3hH22nWNGh8

    http://www.youtube.com/watch?v=RBDXagLgvbA
        
        
       

      

        

  9. CCURIOSO dice:

    http://www.youtube.com/watch?v=_4BFxk_WD8M

    Despues de ver esto ya que les gustan tanto los topicos y generalizaciones ,se puede pensar que el coficiente de inteligencia del norteamericano medio es algo mas bajo que el del chimpace.  

  10. CCURIOSO dice:

    Ya han descubierto para que les sirve el trasero.Como decia el coeficiente de los norteamericanos , siguiendo el topico no debe de ser muy elevado.De todas maneras en el caso norteamericano el topico algo de razon tiene.