Deuncias decisivas / O. Jayam (j) La entrada en la existencia / Novela cancelada y valorada

340 – El talento militar de Franco | ¿Decadencia de Occidente? – YouTube

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 Unas denuncias decisivas

**Las denuncias de Aldama son el hecho político más relevante en España desde que el PP se sumó al discurso del PSOE en 2002. Porque pueden ser decisivas para derribar al gobierno que ha destruido al régimen del 78 e intenta una vía “bolivariana”. Es necesario, para evitar males mayores. La condición para lograrlo es doble: algunos jueces honrados y resueltos a imponer la ley, y la política de VOX..

**El PSOE no habría podido cometer sus fechorías, empezando por “la muerte de Montesquieu” con Felipe González, si no hubiera contado con la complicidad del PP: “El PSOE en la historia de España”.

**El descaro y tosquedad con que miente el gobierno y disimula el PP prueban que consideran idiotas a los españoles. Y una parte muy considerable de estos está idiotizada por décadas de falsedad histórico-política. No me extrañaría que en Valencia siguieran cosechando muchos votos.

**El espíritu servil hacia lo representado en Gibraltar se ha ido instalando con tal fuerza en la mente colectiva desde la apertura de la verja del peñón, que millones de españoletes ven con naturalidad la colonización cultural y política de España. Los mismos que votan al PPSOE.

**España y su cultura sufren un triple asedio: de los separatistas para disgregarla; de la UE para disolverla en un magma lgtbi etc.; y de Marruecos para invadirla. Es la herencia que deja el PPSOE. A todo eso hay que responder.

**Hay que ver lo indignado que está el españolete medio por la invasión de Ucrania y lo poco que le preocupa la invasión de Gibraltar por la OTAN, la presencia de bases useñas y las amenazas de Marruecos, protegido por la OTAN

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Omar Jayam (j) La entrada en la existencia.

Comparado con la turbación y espanto que provoca la muerte, el nacimiento suele ser motivo de alegría y esperanza para el entorno del recién nacido, a quien se desea por lo general una vida larga, próspera y feliz, y se le cuida con esmero mientras no puede cuidarse por sí mismo. Se nace en esa compañía familiar, pero se muere solo, como señalaba Pascal. El propio nacido, en cuanto comienza a ser consciente de su llegada a la vida, que suele celebrar cada año, expresa un intenso apego a ella, que le permite soportar o superar mejor o peor las frustraciones y dolores que la acompañarán en un grado u otro, aunque pueden llegar a ser excesivos para su fuerza psíquica. Si de la impresión de la muerte se intenta huir apartándola del pensamiento o calmándola con variadas racionalizaciones e imaginaciones, el nacimiento es en cambio celebrado con gozo, salvo casos extremos desdichados. De manera clara u oscura, el nacimiento se entiende también como motivo de gratitud a la fuerza misteriosa (Dios en nuestra cultura) que se presenta como bondadosa y favorable, o como un consuelo o victoria sobre la muerte.

Y sin embargo se trata de la misma fuerza que decreta el final de la existencia. Jayam lo escribe con la frase: “vine al mundo sin mi consentimiento”. Es decir, sin la menor intervención de mi voluntad o entendimiento, sin la menor libertad por mi parte. Además, tampoco el nacido es consultado sobre las condiciones en que llega al mundo, asimismo ajenas por completo a sus capacidades: sale a la existencia en una época de la que no podrá escapar, en un lugar que le condicionará fuertemente, y con un sexo del que dependerán en gran medida sus actitudes vitales. Como tampoco ha podido elegir a sus padres y familia, ni a su posición social, ni las convenciones y normas sociales que pesarán sobre él; menos aún decide el tiempo que permanecerá en vida. Tampoco tienen que ver con sus deseos o acuerdo sus condiciones físicas como su fuerzas, salud o belleza naturales, que solo podrá cambiar parcialmente; ni las condiciones intelectuales y psíquicas que también mejorará con esfuerzo y de forma limitada, aunque esas mismas facultades podrá en cambio arruinarlas con mucho menor esfuerzo y hasta con cierto placer.

De modo inmediato, la llegada a la vida viene del deseo de los padres de reproducirse, también de un acto sexual sin ese objetivo, pero en todo caso los padres no podrán elegir tampoco las capacidades del hijo, y mucho menos su trayectoria vital, aunque deseen lo mejor para ella. Y el nacido, una vez va cobrando consciencia de sí mismo, se siente como algo necesario y en cierto modo “sólido”, pero si la muerte nos introduce la impresión de irrelevancia de nuestra existencia, lo mismo ocurre cuando consideramos las casualidades irreductible del nacimiento. No solo el encuentro de los padres concretos para formar una pareja o matrimonio es imposible de prever ni parece responder a ninguna necesidad, sino que el acto mismo en que el nuevo ser es concebido escapa al control de los padres: en tales hechos el azar es determinante, valga de nuevo la paradoja. Mucho más azaroso aún el que un espermatozoide concreto en una especia de lluvia de millones de ellos encuentre el óvulo y lo fecunde, y sin embargo esa enorme casualidad o improbabilidad se volverá determinante de unos rasgos físicos y psíquicos fundamentales que describirán a la persona resultante y sus aptitudes para la vida, y de diversos modos condicionarán la propia trayectoria de esta.

Así pues, tanto la venida al mundo como la partida de él dependen de manera radical de algo así como una fuerza misteriosa ajena por completo a las capacidades con las que, en cambio, podemos distinguir más o menos el sentido, lo sensato o insensato de las mil actos y sucesos de nuestra existencia. Jayam dice en su segundo verso: “la vida no ha cesado de asombrarme”: ¿podríamos encontrar, entonces, el sentido general de nuestra vida en la multitud de experiencias que la componen, y en las que nuestro yo, con su voluntad, razón y sentimientos desempeñan un papel indudable?

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Novela cancelada y valorada

* “Una grandísima novela, hábilmente escrita, con personajes con los que uno se encariña hasta el extremo de que experimenta cierta sensación inconfundible de leve nostalgia cuando concluye la lectura, y de algún modo tiene que despedirse de ellos”.

*”Aquí la historia comparece en su forma más elevada de meditación sobre el sentido de una época, si bien el autor ha antepuesto el interés narrativo a cualquier pedantería. Aunque toda la novela se lee con verdadero goce, en mi opinión lo mejor de ella es la parte dedicada a Rusia”.

*”Lo que hace de una peripecia cualquiera una aventura, es que los personajes reflexionen al hilo de lo que les pasa. En algunas obras, esto resta verosimilitud a la acción, pero Moa ha logrado una de las cosas más difíciles: hacernos pensar y entretenernos”

*”Por último, no puedo evitar un temor, y es que la saludable incorrección política de esta novela dificulte su difusión. Aunque suene a tópico, el carácter a contracorriente de toda la obra de Moa es patente, y esto no le será perdonado”.Carlos López Díaz ensayista en: Archipiélago Duda: La magnífica novela de Pío Moa

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Momentos cruciales / De X / O, Jayam: La muerte

Momentos cruciales

Destruido el régimen del 78  por la amnistía al golpismo, el gobierno emprendió una marcha hacia un régimen a la bolivariana, tratando de anular la libertad de expresión y los restos de independencia judicial, con la complicidad del PP. La situación ha cambiado de pronto por las denuncias de corrupción que están llevando al PSOE a una posición insostenible: sus jefes pueden acabar en prisión, y por eso mismo están replicando con la radicalización de sus proyectos y demagogias. La corrupción es el menor de los delitos cometidos por el actual gobierno, pero puede hacer que este caiga, como cayó Al Capone por el delito menor de no pagar impuestos.

Nos hallamos, pues, ante un cambio de régimen, y ya no puede volverse a la Constitución del 78,  sistemáticamente vulnerada desde apenas promulgada. Y ese cambio puede resultar caótico si no presenta un proyecto alternativo al del gobierno actual. Propongo que ese proyecto debe basarse en tres principios: unidad nacional contra el golpismo y el separatismo; democracia contra la oligarquía PPSOE;  y neutralidad contra la gibraltarización de España.

Recuérdese: el régimen del 78, en lo que tenía de democrático, empezó a disolverse con el ataque de Felipe González y Guerra a la independencia judicial, pero fue Aznar quien emprendió una involución a fondo al condenar el franquismo. Después, los ataques consiguientes  a las libertades,  y las leyes totalitarias de Zapatero, Rajoy y Sánchez,  han terminado por derrumbarlo en golpes sucesivos.

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De tuíter, ahora X

**Inglaterra dice que luchará contra Rusia si invade algún país europeo. Ya está luchando contra Rusia por medio del títere Zelenski. Y en invasiones, Londres tiene larga experiencia reciente: Irak, etc. Y en España, Gibraltar.

**Al abrir la verja de Gibraltar, PSOE y PP no solo convirtieron la invasión inglesa en un emporio de negocios opacos y contrabando, sino que iniciaron un proceso de pérdida de independencia del país. Un proceso de “gibraltarización” de toda España.

**La peor fechoría del tipejo Saunas fue la profanación de la tumba del mayor estadista español en al menos dos siglos. Ahí se comprobó la miseria moral y cobardía de peperos, obispos, jueces del supremo, altos mandos militares… En ese momento, el régimen del 78 entró en barrena.

**No hay nada casual ni extraño en el hecho de que quienes más odian la memoria y el legado de Franco sean los políticos más corruptos, los historiadores más falsarios, los artistas más banales y los periodistas más rastreros.

**Sin duda fue un inmenso beneficio para España, y también para una Europa suicida, la abstención española en las dos anteriores guerras mundiales. España inició a finales del siglo XV la Era Europea, y no participó en su final. Hoy se plantea un problema similar.

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Omar Jayam. La muerte

El tercer verso de los comentados, “me iré sin desearlo”, resalta cómo la muerte –igual que el nacimiento–, carece de cualquier relación con nuestro deseo, voluntad, libertad o razón, pues aniquila, junto con el cuerpo, nuestras capacidades psíquicas o anímicas y disuelve en la nada todo el historial de la vida, sus hechos y recuerdos, placeres y penas, sin que sirva de consuelo el recuerdo parcial y progresivamente disuelto o la fama entre otras personas, muchas o pocas, destinadas al mismo fin. La muerte resulta la única certeza indudable de la vida, aunque a la persona, al yo, le sea imposible saber el cómo y cuándo de ella, salvo en el último extremo. Esa certeza parece mostrar al yo como algo irrelevante, como una nube pasajera sin consistencia, sin apenas existencia real. Y sin embargo la consciencia de la muerte le permite y le impulsa a concebir su vida como un todo necesitado de sentido más allá de la sucesión incoherente de los hechos y sucesos parcialmente sensatos o insensatos que componen las existencias personales.

Nuestras capacidades psíquicas no nos permiten comprender tan radical contraste entre la vida y la muerte, entre la existencia y la inexistencia. Lo percibimos como sentimiento de un misterio desconcertante y aterrador que la psique se resiste a aceptar tal cual se presenta. No solo el aspecto macabro de la descomposición del cuerpo, sino el de la disolución de lo que nos parecía hermoso en la vida, como en el poema de Leopardi a Silvia. Sentimiento del que nace la idea/deseo de consuelo en un más allá fuera del alcance de los sentidos y de la razón, inaceptable salvo por la fe; o de un más allá social, la herencia del difunto, no tanto material, como espiritual o moral para otros, para una sociedad amplia o para “la humanidad”, como proponen las ideologías. Siendo este último consuelo solo una ampliación de la angustia personal, pues presumiblemente la sociedad y la misma humanidad desaparecerán algún día, probablemente también sin desearlo.

La muerte no solo es la única certeza indiscutible, también el único dato que iguala a todos los seres humanos, independientemente de su posición, su mérito o su calidad moral, anulando lo que hemos apreciado o despreciado en vida. Reflexión a su vez desconcertante que ha acompañado seguramente al género humano desde su aparición en la tierra. Las citas podrían llenar un libro. Por poner algunas, encontramos la desesperación en La Celestina, en el llanto de Pleberio ante el suicidio de su hija Melibea, confrontando los esfuerzos que exige la vida, y sus esperanzas, con su doloroso final: “¡Oh mundo, mundo! (…) Yo pensaba en mi más tierna edad que eras y eran tus hechos regidos por algún orden. Ahora, visto el pro y la contra de tus bienandanzas, me pareces un laberinto de errores, un desierto espantable (…) Prometes ,mucho, nada cumples. Giacomo Leopardi exclama algo parecido a la muerte de su amada Silvia: Oh, natura, natura, ¿por que no cumples luego lo que ayer prometiste? ¿Por qué engañas tanto a tus hijos? Para Leopardi, la dignidad humana consistiría en convivir con ese destino, cosa que también Jayam recomienda: Con ánimo valiente, acepta el dolor sin la esperanza de un remedio inexistente. No obstante, no dejan de ser palabras. La desesperación alcanza un grado máximo en las célebres frases de Macbeth ante la muerte de su esposa, probablemente por suicidio: el hombre es como un actor que se agita ridícula y brevemente en el escenario de la existencia, para luego perderse en el olvido;  la vida es Un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada“. Jayam concuerda, salvo por el ruido y la furia, pues su vida parece haber transcurrido con cierta placidez, ajena a la ambición y convulsiones del poder.

Compárese, no obstante con el espíritu caballeresco de las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique: la vida es dura, impone trabajos, sacrificios y peligros, y termina igual para todos, pero quien sabe “andar esa jornada sin errar” tendrá su recompensa en la fama y satisfacciones de este mundo y ante todo en la otra vida supuesta. Aun con esa fe, el tránsito es temible y doloroso, “Después de puesta la vida /tantas veces por su ley /al tablero (…) vino la Muerte a llamar /a su puerta / diciendo “Buen caballero/ dejad el mundo engañoso/ y su halago/vuestro corazón de acero/ muestre su esfuerzo famoso/ en este trago. Para afrontar el “trago” con serenidad es preciso un “corazón de acero”.

Consideremos, en fin, la Biblia, en particular el Eclesiastés: “Todos tienen la misma suerte: el justo y el injusto, el bueno y el malo, el puro y el impuro (…) Esto es lo malo de todo lo que se hace bajo el sol: que sea una misma la suerte para todos (…) Los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada y ya no reciben salario, porque su recuerdo está en el olvido. Sus amores, sus odios, sus envidias, todo ha perecido”. La igualdad destructiva se extiende más aún: “La suerte de los hombres y la suerte de las bestias es la misma; la muerte del uno es como la del otro; (…) y la superioridad del hombre sobre la bestia es nula, porque todo es vanidad. Ambos van al mismo lugar; ambos vienen del polvo y ambos vuelven al polvo ¿Quién sabe si el aliento del hombre sube arriba y el de las bestias desciende bajo tierra?“. La fe, ante tal panorama, se vuelve realmente voluntariosa.

Por otra parte, también comparte el Eclesiastés el escepticismo de Jayam sobre la posibilidad de entender el sentido de la vida: “Me dediqué a conocer la sabiduría y la ciencia, la locura y la necedad, y comprendí que eso también es perseguir al viento. Porque cuanta más sabiduría, más pesadumbre, y cuanta más ciencia, más dolor”. Y siendo así las cosas, ¿para qué preocuparse por la muerte, sabiéndola inevitable por voluntad de fuerzas ajenas a cuanto podamos concebir? Pero escribe Unamuno en El sentimiento trágico de la vida: “Decía Spinoza que el hombre libre en nada piensa menos que en la muerte. Pero ese hombre libre es un hombre muerto libre del resorte de la vida (…) Como Pascal, no comprendo al que asegura no dársele un ardite de este asunto (…) Es para mí, como para Pascal, “un monstruo“. Pues sin duda la consciencia de la muerte pesa inevitablemente sobre la autoconsciencia del hombre y de su existencia, como una angustia que intenta calmar de mil maneras, apelando a la libertad, a una justicia ultraterrena, a un llanto quizá liberador, desafiándola o apartándolo del pensamiento o de otros modos, ninguno de los cuales cambia el hecho ni define su sentido, y con él el de la vida.

Unamuno encuentra la sustancia de la angustia esencial en el ansia de inmortalidad de los yoes o personas, necesariamente frustrada por la muerte y la consciencia de ella. Esa ansia sería el núcleo trágico de la vida humana. Nótese la diferencia con Jayam: este admite sobriamente la brevedad o limitación de la existencia, y es a su sentido o sinsentido a lo que alude, y no una inmortalidad quizá deseable, aunque ambas cosas, sentido e inmortalidad, resulten inaccesibles. Una vida sin sentido, al menos se acaba,  y una inmortalidad sin sentido sería la peor de las soluciones. Claro que cabe especular con otra forma de inmortalidad, no precisamente consoladora: Renacerás en la hierba que todos hollan o en la flor que el sol marchita, anota Jayam.

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Franco

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Franco

1. Hace 49 años murió Franco en un hospital de la Seguridad Social, que a él se debía. Como se le debía el olvido de los odios que habían descuartizado la república, una sociedad estable con la mejor salud social de Europa, o las mayores tasas de crecimiento económico  de España antes o después.

2. Franco fue uno de los militares más destacados del mundo en su época; partiendo de una relación de fuerzas casi imposible venció a un frente popular compuesto de sovietizantes y separatistas, asegurando la continuidad histórica de España, la libró de los desastres de la SGM mediante la neutralidad, y derrotó al terrorismo  del maquis.

3. Como político, Franco fue un dictador benéfico, autoritario y no totalitario. Favorable a la democracia en 1930, la experiencia caótica de la república y luego el terror del frente popular, le convencieron de que España debía pasar unas décadas de cura de sus “demonios familiares”.

4. Franco defendió a la república contra el asalto del PSOE y los separatistas catalanes en octubre de 1934. Su régimen nunca tuvo oposición democrática, pues la que tuvo alguna importancia fue comunista y/o terrorista.

5. Otra gran victoria de Franco lo fue sobre un aislamiento criminal que buscaba provocar hambre masiva en España. Luego, ante la amenaza soviética, aceptó bases militares de Usa, como las había en casi toda Europa occidental. Caída la URSS, España debía haber vuelto a la neutralidad, garantía de independencia.

6. El régimen de Franco tuvo libertades políticas para los cuatro partidos o “familias” que lo componían, anuló o restringió las libertades a los partidos que habían ocasionado la guerra civil, y se fue liberalizando conforme los viejos odios menguaban y el país prosperaba.

7. El sobresaliente talento de Franco se muestra no solo en haber vencido a todos sus enemigos militares y políticos, sino también en haber sabido hacer trabajar productivamente a sus “amigos” y partidarios, en su mayoría dispersivos,  discordantes entre sí y mediocres.

8. El franquismo cometió errores como olvidar lo de Dios y el César e identificarse en exceso con la Iglesia, error que pagaría caro. O centrarse excesivamente contra el comunismo, lo que ha permitido al PSOE presentarse como el partido moderado y democrático que nunca fue ni es.

9. ¿Qué queda del franquismo? En primer lugar, la unidad nacional, hoy seriamente amenazada como cuando el frente popular. Queda la democracia, también en grave peligro por PSOE y separatistas. La democracia provino del franquismo, y fue posible sin caer en un nuevo caos como la república,  por la estable sociedad creada en él

10. ¿Quiénes odian a Franco? PSOE, comunistas y separatistas. Y el PP: otro 20 de noviembre, en 2002, un miserable Aznar se sumó a los anteriores condenando el franquismo, es decir, la unidad nacional, la transición democrática y la monarquía. Con ello propició una involución hasta llegar al golpismo que ha destruido al régimen del 78.

11.  PSOE, separatistas y PP han utilizado el antifranquismo como cobertura para atacar la unidad nacional y la libertad. Han impuesto un relato, cuya falsedad se demuestra en su necesidad de leyes totalitarias de “memoria” para impedir el debate libre y democrático.

12. Los rasgos más acentuados y compartidos del antifranquismo son su aversión a la idea de España, su despotismo y su corrupción no solo económica sino ante todo moral, manifiesta en su infinita capacidad para mentir,  calumniar y atacar la libertad en nobre de una supuesta democracia.

13. Para recuperar la democracia, hoy  en vías de destrucción por los golpistas, es preciso reestudiar y  vindicar desapasionadamente el legado esencial del franquismo, restablecer la verdad, hoy “cancelada” por los déspotas liberticidas. Y para recuperar la independencia es preciso poner en el debate político la neutralidad exterior,  hoy más urgente que nunca ante los vientos de guerra en Europa.

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339 – ¿Fue el franquismo totalitario? | Cancelaciones

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A. Imatz (I) ¿Decadencia de Occidente? / Unamuno y Jayam

339 – ¿Fue el franquismo totalitario? | Cancelaciones

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Arnaud Imatz (I) ¿Decadencia de Occidente?

Arnaud Imatz, uno de los ensayistas políticos más interesantes del panorama intelectual francés, acaba de publicar, con traducción española (editorial Actas), un libro importante: Resistir a lo políticamente  correcto en la historia. Hitos para un conocimiento no contaminado por la ideología globalista.  prologado por el  pensador español Dalmacio Negro. El título recuerda algo al de Alex Rosal Despierta y combate a los bárbaros que arruinan tu vida,  comentado en su momento en este blog, muy práctico y oportuno, si bien el de Imatz ofrece un vasto examen historiográfico y una especial densidad analítica, que intentaremos reseñar en varias entradas.

Encontramos, de entrada, el problema de la decadencia de los imperios y civilizaciones, ahora de la civilización occidental, ya expuesto por Spengler, aunque fue solo la decadencia de Europa, bien certificada por la II Guerra Mundial. Muchos decenios después, de los pueblos y naciones de Europa, mirados desde el exterior como todavía ricos, pero con poca fibra vital,  podemos y debemos constatar la pérdida de su poder y su lugar en el mundo. Ya no son tan radiantes como antaño, sino desacreditados, desprestigiados, insultados, humillados, cautelosos, temerosos y tímidos. Sumidos en un terrible invierno demográfico, la imagen que dan al mundo es la de unos países desarrollados, pero gerontocráticos y en peligro. El futuro dirá si aún son capaces de despertar, regenerarse o incluso renacer, o si su hundimiento es implacable e ineluctable.

Solo que el concepto más amplio de Occidente incluye también al mundo anglo, en especial a Usa, que surgió de dicha guerra como una superpotencia tanto militar y política como más ampliamente cultural. Este triunfo de una rama de Occidente pareció consolidarse con el hundimiento de la Unión Soviética, que, como recuerda Imatz, parecía augurar un mundo nuevo de progreso sin fin sobre los principios que habían cimentado la hegemonía de Usa: libre mercado, libertades políticas y los derechos humanos, democracia liberal en suma. Esta civilización culminaría la historia humana, negando su pasado y asegurando una perfectibilidad indefinida a  la sociedad humana y sus “individuos”.

Las cosas no han rodado como parecía seguro, y hoy el Occidente agrupado en la OTAN y la UE –con desprecio hacia la parte hispana, que Imatz trata ampliamente en la segunda parte de su ensayo– ha experimentado una serie de derrotas en sus aventuras políticas y militares en un mundo islámico que se ha mostrado irreductible al ejemplo-amenaza-agresión de la OTAN. China y quizá India se presentan como otras civilizaciones  en rivalidad con la occidental; y la última o penúltima operación de la OTAN-UE, en el corazón de Europa, Ucrania, amenaza descontrolarse y ampliarse a una tercera guerra mundial,  que también podría extenderse desde otros focos como Oriente próximo o la rivalidad Usa-China. Una posibilidad, la más catastrófica de la historia humana.

Señala el autor asimismo el declive de la universidad, históricamente la columna vertebral de la cultura de Occidente: “cada vez más bajo el dominio  del neorracismo, del feminismo radical, interseccionalidad, teoría del género, comunitarismo, descolonialismo, indigenismo e islamoinquierdismo. Una universidad, en Francia, como en España y en casi todos los países occidentales, volcada contra el espíritu y la historia occidental, contra su cultura, e inspirada por algo nuevo: la negación de la realidad a todo efecto, sustituida por un  sentimentalismo histérico y antirracional.

Más aún: en Usa y en la UE, las tendencias desintegradoras se radicalizan en una evolución totalitaria y una resistencia interna fundamental, porque afecta a la propia concepción del ser humano. Imatz cita estas expresivas frases de A. Toynbee: Las decadencias no son inevitables ni irreparables, pero si el proceso de desintegración ha de continuar, encuentro en ella un patrón común en la mayoría de los casos. Las masas se separan de sus dirigentes, que intentan aferrarse a su posición utilizando la fuerza como sustituto del poder de atracción perdido. Observo las huellas de la división de la sociedad en una minoría dominante, un proletariado interno y un proletariado externo formado por los bárbaros de las fronteras(…) También descubro un cisma psicológico correspondiente en las almas de los nacidos en esta desdichada época. Las tendencias psíquicas discordantes que casi siempre existen en estado latente  en la naturaleza humana, encuentran ahora rienda suelta. Las almas más grandes se desprenden de la vida; almas aún más grandes se esfuerzan por transformar la vida en algo más elevado que la simple vida que conocemos aquí y siembran las semillas de un nuevo progreso espiritual”. 

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Azaña y el PSOE

**El liberalismo presidió o acompañó al mayor auge histórico de Inglaterra entre 1815 y 1945. En España fue al revés: acompañó al período más decadente y deprimido de su historia, entre 1815 y 1936. Fenómeno digno de estudio. En El PSOE en la historia de España

**PSOE y CNT eran comunistas: ¿por qué rivalizaban entonces tan violentamente? Una explicación es que ambos querían monopolizar la representación obrera. Más de fondo era la diferencia entre un comunismo social, marxista, y otro personal, anarquista. Conceptos finalmente antagónicos. En El PSOE en la historia de España.

**La historia del PSOE en los años 30 no se concibe sin Azaña. En este había algo de genial en su caracterización de las izquierdas: “Gente impresionable, ligera, sentimental y de poca chaveta”; “Política tabernaria, de amigachos, incompetente, de codicia y botín sin ninguna idea alta”. Etc.  Rasgos extendidos hoy a la gran mayoría de políticos. En El PSOE en la historia de España.

**Del concilio Vaticano II salió el “diálogo con los marxistas”. Significativamente casi ningún marxista se convirtió al catolicismo, pero muchos católicos se convirtieron al marxismo. Fenómeno digno de reflexión. En El PSOE en la historia de España

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O. Jayam (h): Unamuno y Jayam

Aunque tanto nuestra llegada como nuestra partida de la vida dependen de fuerzas ajenas a nuestra voluntad, razón, sentimientos y consciencia, encontramos sin embargo una diferencia crucial entre los dos sucesos: el nacimiento suscita  por lo general gran alegría y esperanza en los padres y familias, y en el propio nacido en cuanto comienza a ser consciente de su llegada a la vida, que suele celebrar cada año. En cambio el efecto de la muerte en la psique es una mezcla tristeza y terror, porque reduce a la nada, o así lo parece, cualquier sentido de la existencia, angustia de la que se intenta huir apartándola del pensamiento, o que se quiere calmar con variadas racionalizaciones e imaginaciones.

La alegría por el nacimiento se entiende por el propio impulso  o instinto hacia la conservación de la vida, instinto poseedor de tal intensidad  que, salvo casos extremos, permite sobrellevar incluso las mayores frustraciones y sufrimientos en los que no suele ser escasa la existencia. Al margen de que la llegada al mundo pueda darse ya de entrada en condiciones desdichadas, por lo común es también, de manera clara u oscura, motivo de gratitud hacia la fuerza misteriosa que la produce (Dios, en nuestra cultura), que aparece como bondadosa y favorable; hasta como un consuelo o victoria sobre la muerte.  Sin embargo ese sentimiento gratificante se trueca en horror ante la perspectiva del final inevitable y en desconcierto ante la “fuerza” que la impone. La muerte se vuelve más inquietante y terrible cuando es efecto de la violencia de unos humanos sobre otros: es a menudo el criterio para juzgar el máximo mal, tanto en el plano personal como en el social o político cuando las matanzas se vuelven indiscriminadas y masivas como en las guerras o en el uso del terror.

Este contraste brutal lo entiende Unamuno como una tragedia implícita en la vida  de cada persona, que desearía ante todo que no tuviera fin. La salida de imaginar algo inmortal en el hombre, el alma, aparta la cuestión del reino de la razón y la introduce subrepticiamente en el reino de la fe, que vuelve imposible argumentar. El anhelo de inmortalidad sería el eje trágico sobre el que gira la vida humana. Jayam, en cambio, admite sobriamente la brevedad o limitación de la vida, y no es el deseo de inmortalidad, sino el deseo de entender su sentido lo que le inquieta. Un sentido tan deseado como inaccesible. La inmortalidad no le preocupa, una vida inacabable y sin sentido podría ser la peor de las pesadillas.

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Jayam (g): Destino humano / Tesis sobre el PSOE / “Invencibe” española y “Vencible inglesa”.

338 – Franquismo y catolicismo | Trump – YouTube

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O. Jayam, g) El destino humano

En su exposición de la realidad humana ante la consciencia de la muerte, Omar Jayam sintetiza una larga tradición de pensamiento que debe haber acompañado al género humano desde su aparición en la tierra. Por citar algo, está bien presente en la Biblia, de modo particular en el Eclesiastés con reflexiones como “Todos tienen la misma suerte: el justo y el injusto, el bueno y el malo, el puro y el impuro (…) Esto es lo malo de todo lo que se hace bajo el sol: que sea una misma la suerte para todos (…) Los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada y ya no reciben salario, porque su recuerdo está en el olvido. Sus amores, sus odios, sus envidias, todo ha perecido”. Más aún: “La suerte de los hombres  y la suerte de las bestias es la misma; la muerte del uno es como la del otro; (…) y la superioridad del hombre sobre la bestia es nula, porque todo es vanidad. Ambos van al mismo lugar; ambos vienen del polvo y ambos vuelven al polvo ¿Quién sabe si el aliento del hombre sube arriba  y el de las bestias desciende bajo tierra?”

También comparte el Eclesiastés el escepticismo de Jayam sobre la posibilidad de entender el sentido de la vida: “Me dediqué a conocer la sabiduría y la ciencia, la locura y la necedad, y comprendí que eso también es perseguir al viento. Porque cuanta más sabiduría, más pesadumbre, y cuanta más ciencia, más dolor”. Ese escepticismo, que no excluye una fe un tanto voluntariosa, lo encontramos trocado en mera desesperación en las célebres frases de Macbeth: el hombre se agita ridículamente por breve tiempo como un actor en el escenario de la existencia, para luego perderse en el olvido. La vida es, en fin, “Un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada”. Jayam concuerda, salvo por el ruido y la furia, pues la ambición de poder no le alcanza.

¿Para qué preocuparse por la muerte, sabiéndola inevitable por decisión de fuerzas ajenas a todo lo que podemos concebir? Escribe Unamuno en El sentimiento trágico de la vida: “Decía Spinoza que el hombre libre en nada piensa menos que en la muerte. Pero ese hombre libre es un hombre muerto libre del resorte de la vida (…) Como Pascal, no comprendo al que asegura no dársele un ardite  de este asunto (…) Es para mí, como para Pascal, “un monstruo”. Pues  sin duda la consciencia de la muerte pesa sobre la existencia humana como un misterio radical, se intente calmar su angustia apelando a la libertad, a una justicia ultraterrena, apartándolo del pensamiento  o de otros modos.

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Algunas tesis sobre el PSOE

I.  El PSOE es el partido más antiguo y en conjunto más influyente en los últimos 107 años. También el más desconocido por unos y otros. Hay que partir de esta realidad histórica para abordar su estudio sin prejuicios. En “El PSOE en la historia de España”.

II. la influencia histórica del PSOE parte de su superioridad intelectual sobre la derecha. No es que el PSOE fuera brillante (no tiene un solo pensador de talla),sino que la derecha ha sido incluso inferior. “El PSOE en la historia de España

III. El PSOE destruyó los regímenes de libertades (Restauración, república, ahora democracia) y colaboró activa o pasivamente con Primo de Rivera y Franco. Ha logrado pasar por republicano y demócrata más que por habilidad propia, por inepcia intelectual de la derecha

IV: la superioridad intelectual del PSOE sobre la derecha se manifiesta en su interés, aun si falsario, por la cultura, la historia o la universidad. La derecha le cede de buen grado esos terrenos porque solo le interesa y respeta el dinero.

V. A la superioridad intelectual del PSOE le han ayudado mucho pensadores en principio de derecha como los “regeneracionistas”, en particular Ortega y Gassset, Azaña o Costa, según expongo en El PSOE en la historiade España

VI. En “El PSOE en la historia de España” hago una comparación entre el liberalismo español y el inglés. El inglés presidió la hegemonía de su país; el español la mayor decadencia de España. Sería interesante profundizar ahí. En ese ambiente nació el PSOE

VII. Se preguntan muchos por qué el cine y la novela sobre la guerra civil y el franquismo están hechos (y falsificados) por socialistas y otros izquierdistas. Pues porque en la derecha, o  no hay talento o no  les importa la cultura.

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La “Invencible” española y la “Vencible” inglesa

Casi todo el mundo, y también en España, ha recogido la propaganda inglesa, que  hizo del fracaso de la Armada, que los ingleses llamaron “Invencible” por irrisión, un gran mito internacional  como signo o anuncio de una superioridad naval que en rigor tendría que esperar un par de siglos. Resumiendo, la Armada disponía de unos 150 navíos, veinte de ellos poderosos galeones, con  unos 30.000 hombres, entre soldados y marineros. Inglaterra hizo un enorme esfuerzo reuniendo casi 200 barcos, aunque con menos tonelaje, y unos 20.000 hombres. No llegó a librarse ninguna batalla importante, sino varias escaramuzas en las que la Armada solo perdió dos barcos en combate, más alguna captura de interés para sus enemigos; la parte inglesa aparentemente no perdió ninguno, aunque  es difícil de comprobar, lo mismo que sus bajas, ya que el gobierno de la reina Isabel prohibió hablar de ello. La Gran Armada debía embarcar en las costas de Flandes la principal fuerza de invasión de Inglaterra, pero a las desconexiones entre ambas fuerzas y  las escaramuzas con los ingleses, ayudados en tierra por los holandeses, se sumaron decisivamente los vientos tormentosos, para frustrar el embarque y empujar a la Armada hacia el norte.

Inglaterra quedó a salvo a poco precio, gracias al que el mundo protestante llamó “el viento de Dios” (otro desastre mucho mayor de la marina española en Argel en 1541 y por razones parecidas, fue llamado por los musulmanes “el viento de Carlos”, por el padre de Felipe II) Pero lo que para la Armada española fue un fracaso y no una derrota, se convirtió en catástrofe cuando trató de volver a España rodeando las islas británicas, debido a unas tempestades poco usuales. En ellas España perdió 35 navíos, y cerca de 20.000 hombres, aunque los galeones, su principal fuerza, se salvaron con daños. Los ingleses también sufrieron sus mayores pérdidas después de los pequeños combates: entre 10.000 y 18.000 según estimaciones, por enfermedades  desatendidas, por  heridas y por hambre al verse abandonados por el gobierno de Isabel I, mientras que el de Felipe II procuró cuidar  y curar a los supervivientes (España disponía de una sanidad militar casi inexistente en otros ejércitos). Había dirigido la Armada el duque de Medina Sidonia, hombre muy religioso pero poco apto para empresas bélicas, como habría de probar en otros lances.

   En todo caso, Inglaterra se había salvado de la invasión, éxito histórico  que su propaganda ha magnificado extraordinariamente. Y que por eso choca con la ineptitud propagandística española sobre otra expedición, la Contrarmada inglesa, resuelta en la batalla de Lisboa. El fracaso-desastre de la Armada había tenido lugar en 1588 y al año siguiente, los ingleses hicieron un nuevo esfuerzo reuniendo una flota de entre 150 y 200 navíos y 24.000 hombres con designios ambiciosos: destruir en puertos españoles del Cantábrico los barcos en reparación, y sobre todo separar de España a Portugal, donde intrigaba una influyente “quinta columna” partidaria de Antonio de Crato, enemigo de Felipe II; a continuación,  los ingleses capturarían las islas Azores, punto clave en la navegación con América, y se harían allí con el tesoro de la flota de Indias.

   Sin embargo, la expedición empezó a torcerse cuando, por los vientos u otras razones se alejó del Cantábrico para intentar tomar La Coruña, donde esperaba capturar un cuantioso botín.  Allí sufrió un serio revés ante la resistencia militar y popular, y la flota hubo de abandonar su presa para volverse sobre  su objetivo principal: tomar Lisboa y entronizar allí al rival de Felipe II, que había prometido prácticamente la sumisión de Portugal y su imperio a Londres. Dirigían la empresa por mar el corsario Drake, que se había distinguido el año anterior en la lucha contra la Armada, y por tierra John Norreys, activo participante en luchas en Flandes e Irlanda, donde había perpetrado, junto con Drake,  la matanza de varios miles de hombres, mujeres y niños  católicos.

   Drake desembarcó algo al norte de Lisboa, mientras Drake cerraba la desembocadura del Mar de la Paja, capturando las embarcaciones comerciales que pudo. Norreys avanzó sobre la capital esperando reforzarse con los partidarios de Crato, pero la red de este  había sido desarticulada, y la marcha sobre Lisboa se convirtió en un calvario para los expedicionarios. Lograron acampar ante la ciudad, pero no solo no pudieron entrar en ella, sino que tuvieron que huir perseguidos por las tropas hispanolusas. Drake, en lugar de socorrerle, permanecía lejos, a la salida del Mar de la Paja.

Las tropas de Norreys, diezmadas, embarcaron penosamente en los barcos de Drake para volver a Inglaterra, acosados por galeras españolas que les hundieron varios barcos y mataron o apresaron a numerosos  enemigos. Mientras, la disentería, el tifus y  el hambre se cebaban en las tripulaciones. Los españoles tuvieron, entre La Coruña y Lisboa, unas 900 bajas mortales, en gran parte civiles, mientras que los ingleses perdieron entre 13.000 y 15.000 hombres, la mayoría por enfermedad y un porcentaje considerable por combates. Muchas naves inglesas se perdieron por falta de tripulantes, y otras desertaron, quedando útiles solo 20  con  2.000 hombres. Vueltos a  Inglaterra, se amotinaron al recibir una paga insignificante, varios fueron ahorcados y se les mantuvo desatendidos en cuarentena para que no propagaran enfermedades. Norreys acusó a Drake de cobardía por no haberle socorrido, y la corona prohibió hablar de la catástrofe. Los españoles siguieron su ejemplo y prácticamente olvidaron una batalla crucial en su historia.

  ¿Por qué fue tan decisiva la batalla de Lisboa? Baste pensar en lo que habría supuesto el éxito inglés: España no solo habría perdido Portugal, sino que esta, con su importante flota y su imperio, se habría convertido en un estado hostil y prácticamente vasallo de Inglaterra; y la armada inglesa, ayudada por la holandesa y la portuguesa, se habría enseñoreado del Atlántico, cortando la comunicación entre España y América. El poderío español simplemente se habría hundido, con repercusiones tremendas en Flandes, Francia y el Mediterráneo. Habría significado probablemente el colapso de España como la mayor potencia de Europa por entonces.

   ¿Fue esta batalla comparable a la de Lepanto, ocurrida dieciocho años antes? Lepanto fue, más propiamente que Lisboa, un choque naval con enorme número de bajas y destrucción de naves, y su repercusión histórica fue más amplia. De haber perdido el combate  la flota cristiana, los turcos se habrían apoderado definitivamente del Mediterráneo, donde eran hegemónicos desde hacía tiempo, e Italia y España habrían corrido un peligro inminente. De modo que  Lisboa salvó a España, pero Lepanto salvó también a Italia y más indirectamente al resto de Europa (aunque Francia colaboraba con los turcos,  e Inglaterra y los protestantes los animaban constantemente contra España).

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