Baroja-Koestler (IV) Malestar de la vida / Amistades hispanófobas / El PSOE y la Constitución

Baroja-Koestler (IV) El malestar de la vida

Cuenta Baroja esta conversación: –¿Pero es que usted cree que una obra de teatro no es una obra de arte? –¿Y a mí qué me importa el arte ( le contesté). Eso y la carabina de Ambrosio para mí es igual.  –¿Pues qué es lo que le importa a usted?  –A mí me importría que la vida fuera agradable, que se ganara con facilidad, que la gente no fuera tan bestia… –Y eso ¿cómo se consigue?  –Pues yo creo que de ninguna manera.  –Y entonces ¿qué hay que hacer?  –Nada… Resignarse.  –Eso de ninguna manera”

La conversación era con Joaquín Dicenta, que pasaba por ser mujeriego, peleón, bebedor y de ideas avanzadas, es decir, todo lo contrario de Baroja. Desde luego, Baroja no es sincero, pero su impresión de que la gente es muy bruta y la vida dura y desagradable, está presente a lo largo de sus memorias.

Koestler se describe: “A los veinticinco años ya había acumulado experiencia bastante para ser un prudente anciano. Había cantado “Dios bendiga al magiar” y había visto la derrota de mi país; había vitoreado la República Democrática de Karolyi y la había visto derrumbarse; me había identificado con la Comuna de los cien días y la había visto arrasada.  Había vivido en una colonia colectiva, y vendido limonada, y dirigido una agencia de informaciones; había sido un vagabundo y casi me había muerto de hambre. Había visto cómo mi padre era víctima de una injusticia espectacular, y a mi familia en la ruina.  Me había escapado para construir la Nueva Jerusalén y había vuelto decepcionado. Había pasado incontables noches en compañía de prostitutas y había llegado a vislumbrar suficientemente entre bastidores la política francesa para desilusionarme definitivamente de toda política. Sin embargo, al parecer, nada de esto me había acercado una sola pulgada a la madurez Había crecido en experiencia, pero no en prudencia. Emocionalmente seguía siendo tan desequilibrado, inocente, inseguro, dispuesto a alejarme por la tangente como cuando tenía dieciséis años”. De toda su vida, el único tiempo feliz fueron los tres años, que ya le parecen bastantes, de bulliciosa camaradería estudiantil de bebida, canciones y duelos.

Desde luego, difícilmente pueden encontrarse dos trayectorias tan distintas como la de estos dos escritores. A los veinticinco años, la vida de Baroja, según él la cuenta, era ya  un tanto insípida,  anticipo  de la escasa excitación y tedio soportado que parece haberla presidido. Pero en los dos aflora un malestar  por la vida, si bien con una diferencia esencial. Koestler achaca su insatisfacción a un fuerte sentimiento de culpa y de insuficiencia ya desde la infancia. No está claro qué entiende por “madurez”, pero la siente como algo que no consigue a pesar de su amplia experiencia vital; no se siente a la altura de las exigencias sociales normales. En Baroja no aparece nada semejante: tiene muy claro que la culpa, si la hay, se encuentra en la sociedad, demasiado tosca, absurda y decepcionante para su sensibilidad.

Según Freud, el  “malestar en la cultura”, fuente de neurosis, se halla en la sexualidad, necesariamente reprimida para evitar algo peor. No parece haber sido el caso de ninguno es estos dos escritores.

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La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

Amistades hispanófobas de PP y PSOE

**Patrimonio ha cortado el agua y la luz al Valle de los Caídos. Demostrándose una vez más que Patrimonio está en manos de una banda de maleantes. Inspirados en los que durante la guerra civil y la república se dedicaron a destruir y saquear el patrimonio histórico artístico nacional. Ahora lo hace con el apoyo de la fraudulenta Ayuso, a quien “el valle que le importa es Silicon Valley”. Esa declaración la define como internamente dividida entre miserable y estúpida.

**Dice Fernández Barbadillo: “Los cortesanos, los peperos y sus columnistas aseguran que la Corona  y el Senado no pueden parar la amnistía. ¿Se dan cuenta de que al subrayar la inutilidad de estas instituciones están legitimando su supresión?”. La monarquía ya se suicidó en 1931, o la suicidaron sus cortesanos. Memoria histórica real.

**Leo a alguien afirmando que el doctor es un genio de la política, porque siempre se sale con la suya. Eso tiene algo de cierto sin entendemos la política como picaresca, que es lo que ocurre desde hace mucho tiempo en España. El doctor tiene talento como timador de esquina, y tiene éxito porque Feijóo es otro como él, solo que algo más torpe.

**PP y PSOE sienten una amistad especial por Marruecos, que se ha apoderado del Sahara exespañol, amenaza a Ceuta y Melilla,  no ha cesado de perjudicar a las islas Canarias, y nos está invadiendo con inmigración ilegal. También sienten una admirada amistad con Londres, es decir, con Gibraltar. Y están muy dispuestos a enviar españoles como carne de cañón a guerras de interés ajeno, bajo mando ajeno y en lengua ajena. ¿Cómo se llama esto?

**Gibraltar revela la verdadera posición internacional de España como país satélite, con ejército cipayo, por obra de sus gobiernos de PP y PSOE. Nada puede haber más demostrativo ni, consecuentemente, más ocultado por los partidos.

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Aquilino Duque  “Una novela dantesca”:  Una novela dantesca (vinamarina.blogspot.com)

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El PSOE y la Constitución (I).

Así como 1976 había sido el año de las reformas de Fraga, fallida, y de Torcuato, exitosa, el 77 lo había sido de las primeras elecciones democráticas, de los Pactos de la Moncloa, las preautonomías y la agitación separatista, 1978 iba a ser el de Constitución, también de otras cosas.

Fraga había tratado de evitar un proceso constituyente, y las elecciones tampoco se habían convocado formalmente a tal fin, pero ese fue el papel que adoptaron, y ya antes de cuplirlo Suárez le estaba imponiendo hechos consumados, por tanto ilegales, como hemos visto. España podría llamarse el país de las constituciones, pues desde la de Cádiz de 1812 se habían elaborado otras siete, además de la franquista de las Leyes fundamentales del Movimiento, más proyectos y otra no promulgada. Todas mal cumplidas y efímeras salvo la de la Restauración y la franquista. La nueva quería hacerse más firme y duradera, buscando el acuerdo entre las fuerzas políticas y el refrendo popular, cosas ambas que habian faltado en la republicana. Problema complicado para una ley española cuando los separatistas neoemergentes detestaban la idea misma de España, el PSOE tenía una visión negativa de ella, y todos denigraban abierta o disimuladamente al franquismo, que había salvado la unidad nacional y la libertad en lo que era posible después del Frente Popular. No obstante, el ambiente inicial entre los consituyente era, diría Fraga, “amable”, “de buenos amigos que somos”. Parecían haberse aprendido algunas lecciones de la historia.

La UCD pensó elaborarla entre ella y el PSOE, pero AP se opuso, y al final se constituyó una ponencia con tres diputados de UCD y uno por cada partido PSOE, PCE, AP y semiseparatismo catalán. Los siete “padres de la Constitución”, como serían llamados con ligero abuso, empezaron sus trabajos en agosto del año anterior. El PNV rehusó participar, aunque uno de UCD, Herrero de Miñón, servía sus intereses. Fraga preconizaba un texto breve y flexible según el modelo useño, “de grandes decisiones sobre la estructura del estado y reglas de juego”, evitando normativas a la portuguesa o la griega, que pretendían detallarlo todo. Pero se impuso la decisióndel PSOE, representada por Gregorio Peces-Barba, de un documento más burocrático, extenso y detallista.

Entre UCD y AP componían una mayoría absoluta, “mecánica” según el PSOE, que maniobró contra ella. Y el 7 de marzo Peces-Barba abandonó espectacularmente la ponencia, con el escándalo consiguiente. No obstante, los demás continuaron sus tareas. Peces-Barba venía a ser buen representante de la oposición zascandil, con notable carrera en la universidad bajo el régimen anterior. De ideología inicial democristiana, cofundador de la revista Cuadernos para el diálogo (diálogo con los marxistas, según acuerdo del Vaticano II), abogado defensor de la ETA en el célebre Proceso de Burgos, de 1970, entró en el PSOE en 1972. El problema por el que dejó la ponencia fue la libertad de enseñanza. Por la ideología de su partido, Peces-Barba rechazaba la enseñanza privada y la religiosa, en pro de una enseñanza estatal única, “laica”, en pro de “la dignidad humana” y los “principios democráticos de convivencia”. Todo ello según lo entendía el PSOE, es decir, para adoctrinar “ciudadanos”, al modo socialista. La República ya había proporcionado amplia experiencia de tales principios democráticos. Y si bien entonces no consiguió su objetivo, el PSOE aprovecharía sus años de poder para avanzar en su proyecto. La enseñanza sería también un punto clave para los separatistas.

Conocido el anteproyecto constitucional, mucha polémica generaron también las cuestiones de la religión, tradicional y todavía muy mayoritariamente católica en el país, aun si en declive desde el Vaticano II, el derecho a la vida (a la conservación de ella, propiamente), el carácter de las autonomías y la inclusión del término “nacionalidades”. Un sector de la Iglesia criticaba la ausencia de mención a Dios en el texto.

El punto de las nacionalidades incomodaba especialmente a AP. El comunista Solé Tura (osteriormente socialista) y el semiseparatista Roca Junyent ejercían un verdadero chantaje amenazando con retirarse y profetizando catástrofes si no se atendía a sus exigencias. Fraga se quejaba: “Los ponentes de UCD siguen haciendo concesiones injustifcadas e innecesarias a los nacionalismos, que aprovechan bien el chantaje socialista”, porque para Suárez, falto de verdaderas convicciones constitucionales, “todo es negociable”. Y el 16 de marzo se aceptaba el término “nacionalidades, abanderado por Solé, Roca y el ucedeísta próximo al PNV Herrero de Miñón.

Para entender el alcance del término y el acuerdo en él de separatistas, comunistas y socialistas, debe recordarse, una vez más, su origen a finales del siglo XIX y al terminar la I Guerra Mundial. O se reconocía a España como nación con diferencias regionales, como ocurría en todas, o se la suponía un mero estado impuesto (obviamente por la fuerza) sobre diversas naciones o nacionalidades. Estas “naciones” estarían oprimidas por carecer de estado propio según el principio de la autodeterminación con el que los vencedores de la I Guerra Mundial, en particular Usa, pensaban, con supuesta ingenuidad, extirpar las guerras de Europa. Los comunistas defendían la autodeterminación trasladando a España la realidad de los imperios ruso y austrohúngaro. Todos ellos admitían una “confederación republicana de naciones”, laxa y abierta a la secesión, así el XI Congreso del PSOE, de 1918, ya mencionado. El proyecto chocaba con realidades históricas y culturales muy asentados, por lo que tomaba fuerza o se debilitaba según las crisis políticas. La coyuntura en 1978 no favorecía la idea, pero fue sin duda un logro de los autodeterminantes asentar en la Constitución un principio que podría desarrollarse si las circunstancias lo permitían. Lo nuevo históricamente consistía en que la derecha predominante, la UCD, también abanderaba el concepto sin prever las consecuencias.

Fraga, impotente en sus quejas, expresaba también un típico europeísmo mendicante: “Para España, la integración europea es algo más que un problema de política exterior o una cuestión económica; es la liquidación de una polémica histórica y una condición básica de la consolidación de un sistema político”. Una polémica histórica, por lo demás inexistente, ya que España, país europeo, se había librado de las dos catastróficas guerra mundiales sin dejar de estar en Europa. Fraga recogía la sandez de Ortega de España como problema y Europa como solución. Pero no era esa la idea que tenían en la CEE, la cual siguió rechazando aquella integración a la que Fraga y otros atribuían efectos milagrosos. La influencia política de Ortega, explícita o implícita y a diestra y siniestra, ha sido más fuerte de lo que suele suponerse.

 

El 17 de abril se publicaba el proyecto de Constitución, que pasó a discutirse en Comisión parlamentaria. En la dinámica parlamentaria, las izquierdas y separatistas podían discutir los textos pero debían aceptar la decisión mayoritaria. Eso no ocurrió . Aprovechando una prouesta de UCD sobre estados de excepción y posible suspensión de libertades públicas en casos excepcionales de lucha contra el terrorismo, el PSOE amenazó, el 18 de mayo, con abandonar la Comisión como había hecho Peces-Barba con la ponencia, y pregonó, por boca de Guerra, que UCD y AP estaban haciendo “la Constitución más reaccionaria de Europa”. El terrorismo etarra seguía encontrando complacencias en las nuevas fuerzas políticas que, después de todo, compartía su odio al franquismo, su izquierdismo y de un modo u otro su aversión a España. Suárez podía aplicar la regla democrática de la mayoría en la comisión, y calmar las ínfulas del PSOE advirtiéndole con el referéndum final previsto. Pero volvió a claudicar. Guerra había tomado la medida a Suárez, y percibía la fragilidad de una UCD políticamente inconsistente, atenazada por la necesidad autoimpuesta de “vender imagen” progresista.

Para arreglar el entuerto, Suárez encargó a su ministro de máxima confianza, Abril Martorell, entenderse con Alfonso Guerra por encima de la Comisión, para llevar a esta los artículos a votar ya listos y acordados, e imponerlos por disciplina de partido. Así, la elaboración constitucional pasó a una fase solo a medias parlamentaria, pues los asuntos clave se acordaban en almuerzos y cenas entre Abril y Guerra. El arreglo fue aceptado por comunistas y separatistas, para evitarse la enojosa dialéctica de Fraga, y se produjo de hecho un reagrupamiento de la UCD con los socialistas, separatistas y comunistas, aislando a la derecha conservadora. Guerra se burlaría de Abril : “En cuanto a formación jurídica, Abril Martorell es un patán”. Un par de camaradas, pues la formación jurídica de Guerra, que había estudiado peritaje industrial, estaba al mismo nivel.

Estas maniobras indignaban a AP, que el 24 de mayo se retiró de la Comisión. Esta retirada preocupó a los demás mucho menos que la del PSOE y a los cinco días, AP volvió a la Comisión, condicionándola a una discusión parlamentaria “con luz y taquígrafos”; exigencia que no se cumpliría, pues siguió su marcha el “consejo gastronómico” de Abril y Guerra. AP propuso facilitar los referéndum y otras formas de democracia más directa, pero la mayoría echó abajo aquellas iniciativas, capaces de perturbar los acuerdos entre partidos, que se iban imponiendo como funcionamiento presuntamente democrático.

 

Por aquellos meses crecieron la radicalización de los partidos y el terrorismo. La fiesta del 1 de mayo fue unitaria de los sindicatos y partidos de izquierda, con profusión de banderas rojas, también republicanas, puños en alto y tono muy marxistizado. A los pocos días, González sugirió abandonar el marxismo, se levantó una polvareda y Guerra aclaró que el partido seguia fiel a Marx.

Pujol, en Cataluña, resentía la moderación y el prestigio de Tarradellas, quien expondría ideas muy irritantes para él: “No creo en lo que llaman países catalanes”; “Tenemos la obligación de hacer de España un gran país”; “Mi patria es España”. No solo trataba de calmar los extremismos, sin también de convencer al líder del PNV, Ajuriaguerra, de participar en las tareas constitucionales. El PNV demandaba la inclusión de Navarra en su Euskadi y el PSOE estaba de acuerdo, contra la mayoría de los navarros, incluso de los socialistas de la región como Víctor M. Arbeloa, que lograron impedirla. También exigía el PNV transferencias antes de la Constitución, abundando en la ilegalidad de la medida; y las obtuvo, así como Aragón y Valencia. El separatista moderado Roca Junyent hablaba de España como “nación de naciones”, un oxímoron aceptado en parte de la derecha.

En junio se aprobaron hasta trece preautonomías. El separatimo castellano reunió en Villalar, sitio de la derrota comunera cuatro siglos antes, a unas quince mil personas, interviniendo comunistas, PSOE yUCD (cuyo representante fue abucheado: “¡Menos burguesía, más autonomía”). Un grupo de AP con banderas nacionales fue agredido al grito de “Vosotros,fascistas, sois los terroristas” y quemadas las banderas. Los presos comunes en las cárceles llevaban tiempo exigiendo ser amnistiados como los políticos, y organizaban motines con autolesiones y algún asesinato.

La ETA había asesinado a 45 personas en los últimos siete años del anterior régimen, algo más de seis de promedio anual, que saltó a dieciocho en 1976, a once en 1977, ¡y a sesenta y siete el año de la Constitución!, a los que se añadían seis del GRAPO, algunos anarquistas o de Comandos Autónomos Anticapitalistas y separatistas catalanes, más tres de ultraderecha. La ETA tenía simpatías en la CEE y un refugio seguro en Francia, gracias al cual había escapado al desmantelamiento casi logrado dos veces en el franquismo.

Caso revelador fue el asesinato del etarra Argala, principal autor a su vez del asesinato de Carrero Blanco cinco años antes. El PSOE se apresuró a condenar el “brutal atentado” (nunca había condenado el de Carrero); el cura en el funeral comparó a Argala nada menos que con Cristo. El presidente del PNV, Arzallus, antiguo jesuita, predicó: “Quienes entregan la vida por su pueblo merecen nuestra admiración y respeto”. Otros loaban su “capacidad de análisis político”, lo convertían en héroe o mártir “del pueblo vasco”, maldecían el “asesinato fascista”. El País, ya el diario más influyente, ponderaba las dotes intelectuales del etarra (pasaba por teórico marxista), “hombre culto y muy aficionado a la literatura”, “de aspecto ascético y férrea voluntad”, “partidario de la solución negociada para el problema vasco”, aunque también de “la lucha armada”, como llamaba al tiro por la espalda, a fin de “obligar al gobierno a la negociación”. El gobierno sería culpable por no negociar el “problema vasco” creado por la misma ETA, y que lo pondría al nivel de los de la “lucha armada”.

Este conjunto de fenómenos indignaba en muchos medios, en especial en algunos castrenses, que veían reproducirse antiguas pesadillas. Por lo demás, todos los partidos salvo el PSOE sufrían crisis internas.

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Personal y social (I) Marxismo y anarquismo / El sector social papanatas.

Personal y social (I) marxismo y anarquismo

En mi libro sobre la SGM expuse la idea, sin desarrollarla, de que la vida humana transcurre en tres planos, niveles o facetas, íntimamente entrelazados pero racionalmente discernibles: personal, social y metafísico. Dejando ahora de lado el tercero, los otros dos se suelen confundir de tal manera que perturban  la comprensión de los sucesos y de las teorías.

Las ideologías tienden a eliminar el plano metafísico,  y a confundir los otros dos. Trataré de exponer el problema en relación con el marxismo y el anarquismo, en choque desde sus primeras formulaciones pese a aspirar ambas al llamado comunismo. Este sería una situación que podríamos definir como de plena realización de las capacidades humanas, libres de opresión e ilusiones fraudulentas, empezando por las religiosas. Para el marxismo, sería la culminación de la evolución humana y para el anarquismo una necesidad vital esencial en cualquier estadio.

El anarquismo parte de la idea de Rousseau de que el hombre nace libre, pero en todas partes se encuentra encadenado por la sociedad. La idea es en un sentido una tontería porque los hombres nacemos totalmente dependientes y necesitados, y si la sociedad se compone de hombres libres, debemos aceptar que la esclavitud nace naturalmente de su supuesta libertad inicial. Pero desde otro punto de vista tiene una lógica. Cada ser humano nace con unas dotes o capacidades que no debe a ningún otro hombre, tendrá una trayectoria vital única e intransferible, que terminará con la muerte. ¿Por qué, entonces, tendría que aceptar o someterse a órdenes o intereses de cualquier otro individuo o grupo de ellos? Y sin embargo es verdad que  la sociedad funciona siempre imponiendo a los individuos  normas, órdenes y obligaciones que limitan o llegan a anular sus libres deseos.  El malestar o pesadumbre o rebeldía que ello genera, es una experiencia elemental y universal, y en ese dato personal se basa en último extremo el anarquismo. Las normas sociales partirían siempre de algunas personas o grupos de ellas, y el ideal anarquista consistiría en la abolición de cualquier poder de unos sobre otros. Conseguida esa situación, el individuo sería, por así decir, libre y pleno, ajeno también a cualquier veleidad de dominio sobre el prójimo.

    Este modo de entender las cosas irritaba a Marx, que no veía en él más que charlatanería caprichosa y estúpida. El individuo es un ser eminentemente social, desde que nace hasta que muere depende de la sociedad para todo, para alimentarse, para conocer  el mundo y  desarrollar sus cualidades, reproducirse…, para vivir,  en suma. Es más el individuo mismo, con sus ideas y capacidades, es un producto de la sociedad con sus normas, conocimientos, relaciones y obligaciones. Claramente esto es también así. El punto de vista típicamente personal del anarquismo ignora además la historia, la evolución de las sociedades humanas. El comunismo no puede conseguirse en cualquier momento por una simple revolución que acabe con todos los poderes e ideologías religiosas, sino que debe concebirse como el producto de una historia social analizable científicamente a partir de la capacidad técnica y la división en clases. Y no nos es posible prever actualmente cómo se concretará el comunismo, pues sus problemas solo podrá abordarlos la propia sociedad comunista. Entre tanto, los problemas son los de la lucha de clases para abolir el poder de los explotadores.

Dejando al margen los métodos para alcanzar el supuesto ideal, queda bastante claro que  el comunismo ácrata, también llamado “libertario”,  nace de un concepto del individuo que por sus características no debe  someterse a ningún poder que no emane de sí mismo, por lo que considera la sociedad, por lo menos las sociedades conocidas, como enemigas de esa libertad personal intransferible;  y el comunismo marxista, también llamado “autoritario”, considera al individuo como un producto de la propia sociedad. No puede extrañar que el anarquismo haya dado tanto valor a la rebelión personal, al atentado personal, incluso al bandidaje, mientras que el marxismo haya buscado el movimiento de masas y el poder de masas, dentro del cual los individuos son muy poca cosa, y pueden ser exterminados asimismo en masa si se resisten a “la marcha de la historia” y no comprenden que la verdadera libertad consiste en la aceptación consciente de la necesidad.

En los dos casos es fundamental la idea de libertad, relacionada en el anarquismo con la de la bondad natural del individuo (el individuo debe ser radicalmente libre porque es naturalmente bueno, cosa que remite a la polémica protestante-católica). La libertad marxista prescinde de conceptos de bondad o maldad, para buscar apoyo en la ciencia.

La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

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La novela Sonaron gritos y golpes a la puerta recibió varias reseñas, que la enfocaban de maneras muy diversas. He aquí una: Archipiélago Duda: La magnífica novela de Pío Moa (archipielagoduda.blogspot.com)

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El sector social  papanatas.

**Me dicen que a pesar de las traiciones de la dirección del PP, su base y sus votantes son “sanos”.  Después de tantos años de farsa, tendríamos que concluir que ser sano es ser papanatas. El sector social papanatas.

**Por razones de salud no acudo a manifestaciones, pero me pregunto si no sería una obra de caridad hacia los papanatas exhibir en ellas carteles como “Feijóo, ¿cómo va la nación gallega sin estado? ¿Avanza hacia él?” “¿Cómo marchan tus negocios con Sánchez para hundir a VOX?”… Se pueden idear muchas frases mejores.

 **Tanto el PP como el PSOE coinciden en todas las políticas básicas: memoria, género, trans,   perversión de menores en la enseñanza, entrega de la soberanía a la burocracia de Bruselas, fundamentación progresiva de los separatismos,  plan 2030, sumisión a unos poderes condensables en Gibraltar, uso de las lenguas regionales contra la común, amistad especial con Marruecos…  Todo lo demás son piruetas y pequeños maquiavelismos aldeanos para hacerse con el poder y los dineros.

**Durante muchos años el PP prohibía la bandera nacional en sus mítines. Ante el auge de VOX no ha tenido más remedio que permitirlas, pero lo hace “destiñéndolas” con la bandera de la UE (que no de Europa) o con proliferación de banderas regionales.

**Según un dicho alemán, “hay alguien más despreciable que el verdugo, el auxiliar del verdugo”. El PP es el auxiliar del PSOE y de los separatistas desde tiempo inmemorial.

**La OTAN y la UE nos está encaminando a una guerra general en Europa. A ningún político (anti) español parece preocuparle.

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304 – Franco desafía a la ONU | Manifiesto por la neutralidad de España (ver en descripción) (youtube.com)

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Tambores de guerra, ¿Netanyahu contra Israel? / Tres en la transición

304 – Franco desafía a la ONU | Manifiesto por la neutralidad de España (ver en descripción) (youtube.com)

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Tambores de guerra

**En toda la UE y en Inglaterra están batiendo los tambores de guerra contra Rusia. “Rusia nos amenaza”. Como cuando las armas de destrucción masiva de Irak. O el incidente del golfo de Tonkín. O el acorazado Maine en La Habana.

**La OTAN y la UE han destrozado Afganistán, Irak, Siria y Libia, supuestamente para imponer la democracia a cañonazos. Estas aventuras han costado cientos de miles de muertos y millones de desplazados. Nadie ha dado explicaciones. Se supone que Usa e Inglaterra tienen derecho.

**Lo que hicieron en Siria y Libia, utilizar a políticos agentes, lo han repetido en Ucrania, usándola de ariete contra Rusia. Ahora Rusia está ganando en Ucrania, y la OTAN y la UE dicen sentirse en peligro. Todo el conflicto se habría evitado cumpliendo los acuerdos de Minsk, firmados con el propósito abierto de engañar a Moscú.

**Por lo que respecta a España, los autores de todas estas desastrosas guerra son los mismos que invaden nuestro país en Gibraltar y protegen a la “democracia” marroquí contra los intereses de España. ¡NEUTRALIDAD!

**Parece que el patriotismo es una necesidad humana. Dado que los españoles en general son muy poco patriotas de su país, se vuelven de pronto ultrapatriotas de Ucrania, o de Hamás o, algunos, de Israel.

**Israel es un enclave europeo, occidental, en un entorno hostil  que amenaza a los judíos, literalmente con el  exterminio físico. Su derecho a defenderse (también, indirectamente, a Europa), es obvio.  Y si comete errores graves, las consecuencias podrían ser terribles.

**En mi opinión, Netanyahu está cometiendo errores graves. Primero intentó un retroceso en la democracia para supeditar el poder judicial al ejecutivo, creando una división en el país. Y ahora se plantea aniquilar por completo a Hamas y a toda resistencia en Gaza. Ese objetivo es imposible salvo expulsando a los dos millones de habitantes de la zona. Los objetivos desorbitados conducen al fracaso.

** Israel nunca podrá librarse de la enemistad islámica, pero puede mantenerla a un nivel aceptable o al menos soportable. Es lo que estaba haciendo, con mejorías en  sus relaciones con Arabia Saudí, Turquía o Egipto y aislando diplomáticamente a Irán. Y  la política de Netanyahu está arruinando aquellos esfuerzos y aislando a Israel.

**Hay en la cuestión de Gaza un elemento económico: los yacimientos de gas de su litoral y el proyecto de un canal que rivalice con el de Suez,  desde el golfo de Acaba al sur de Gaza. Es inquietante que en el fondo de la guerra en Gaza existan esos objetivos.

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Por qué la II Guerra Mundial determinó  el final de toda una era histórica comenzada por España cuatro  siglos y medio antes. Este es el enfoque más general y omnicomprensivo del alcance de una contienda que no solo se dio entre potencias sino, más profundamente, entre ideologías. Un estudio debatible, si bien en un país sin debates.

La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

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Tres en la Transición

Es llamativo, o quizá lógico dado el pobre nivel analítico de la historiografía más habitual, que en los relatos de la transición se difumine la cuestión clave, la de la continuidad histórica del país, asaltada en 1934 y 1936, y luego sostenida por el franquismo. Se trataba de construir la democracia sobre la legitimidad y herencia social y económica del franquismo, o bien de destruirlas volviendo a una situación anterior: no otra cosa significaba la alternativa de reforma o ruptura. En cambio las historias sobre la época suelen estar plagadas de anécdotas irrelevantes o de sociologismos simploides.

La política en los siguientes cinco años iba a estar dominada, más que por dos partidos, por los dirigentes de ellos: Adolfo Suárez, con el rey detrás, y Felipe González acompañado de Alfonso Guerra. Las elecciones pasaron a girar en torno a sus grandes retratos expuestos por todas partes, con frases publicitarias muy simples, y que, como se quejaría Carrillo, parecían reñirse “entre dos niños bonitos” o, en frase de Castellano, “no era una elección de misses, pero se le parecía”.

En los ámbitos del régimen, Suárez era tenido generalmente por hombre de poco fuste, pero en febrero de 1976  Torcuato lo había presentado al rey como hombre “disponible”, sin muchas ideas ni convicciones, pero fiel a la corona, dispuesto y hábil en el trato con los demás, por tanto adecuado para la tarea. Pese a ello, Torcuato no las tenía todas consigo. En marzo insinuó a Suárez que él podría sustituir a Arias, y “no dijo, ni por cortesía, “Hombre, no” (…) Me impresionó su mirada, como si en el fondo de ella estallara el sueño de una ambición (…) Como si el fondo de aquella mirada fuera turbio y hubiera en ella algo así como una desmesurada codicia de poder. Nada claro, pero sí desazonante”. El 20 de abril volvió a encontrarle “demasiado interesado en la sucesión de Arias”, y se preguntó: “¿Cuánto había de visión de futuro y de voluntad política y cuánto de levedad de principios y de codicia política? (…) No me gusta la facilidad con que acepta”. Sin embargo siguió con el plan porque “Mi influencia y poder sobre él eran indudables”. “Sobre él ejerzo una gran autoridad y eso puede ser decisivo”. En esto demostraría fallarle su acreditada sagacidad.

Suárez dijo alguna vez que daría diez años de vida por uno de poder, y mientras bastantes políticos vacilaban ante las responsabilidades derivadas de encarrilar una transición  compleja y arriesgada, él no mostraba la menor inhibición. Con la mayor naturalidad alzaba los principios del Movimiento para entorpecer a Arias, o proclamaba “Queremos democracia en todos los ámbitos de la nación: en la política, en la cultura, en la riqueza”, demostrando su vaciedad intelectual. Él mismo decía, con cierta jactancia, que había aprobado Derecho aprendiéndose de memoria “como un papagayo”, frases que no entendía. También había interiorizado cierta jerga democrática, que usaría luego en abundancia, sugiriendo que siempre había pensado así. Su exigua solidez política ya se manifestó en los tratos con la Comisión de los Nueve, formada en diciembre por representantes del PSOE, el PCE, el PNV, catalanistas, galleguista, sociademócrata y democristiano para negociar con el gobierno. Según Jordi Pujol, “Suárez nos dijo: “Yo, señores, tengo el poder. Ustedes tienen legitimidad. De lo que se trata en estos momentos es de unir poder y legitimidad”. No dijo que nosotros tuviésemos la legitimidad en exclusiva (…) pero nos dejó muy claro que (…) representábamos la legitimidad del futuro, la que venía”. Hasta entonces, la reforma venía plenamente del franquismo, a conciencia de que la oposición solo la aceptaría si se sabía débil, pero Suárez  fortalecía a la oposición otorgándole una inexistente legitimidad democrática de la que, en cambio, él se privaba al venir tan directamente del Movimiento; desventaja que intentaría disimular con mayores concesiones y que sabrían explotar a fondo los socialistas y los separatistas, demócratas de toda la vida.

Con la victoria que supuso el referéndum, Suárez parece haberse creído un gran talento político. Había seguido el guion de Torcuato, pero desde entonces se atribuyó todas las medallas: él había sopesado diversas opciones para decidirse por un “tercer camino”, el correcto. Dejaba así a Torcuato el único mérito de haber allanado el camino que “me condujo a mí a la Presidencia”. Una vez cumplida aquella hazaña, Torcuato, todavía presidente de las Cortes, quedaba aparcado y veía con amargura cómo su “discípulo” prescindía de él, apenas le informaba y tomaba medidas que cada vez le disgustaban más. Su sobresaliente perspicacia había fallado con “el hombre disponible”, que iría transfiriendo buena parte de su disponibilidad a la oposición.

La persona de confianza de Suárez pasó a ser Carmen Díaz de Rivera, relacionada con el rey, mujer atractiva y de vida interesante, antifranquista, de un izquierdismo frívolo y emocional (ecosocialista) que procedente del partido de Tierno, terminaría en el PSOE. Y admiradora de Carrillo, el cual cobraba una aureola sorprendente, incluso en círculos de derecha, y la mantendría hasta su óbito en 2012, a pesar de sus fracasos políticos.

Ante las primeras elecciones, Suárez formó una coalición, UCD (Unión de Centro Democrático), que pasaría pronto a convertirse en partido e iba a demostrar poca consistencia interna. En lo fundamental constaba de una base y aparato procedente del Movimiento (el “sector azul”) más varios democristianos procedentes del grupo llamado Tácito y del pequeño partido de Areilza, cuyo jefe quedó defenestrado, más algún socialdemócrata. Sin embargo, ante la inanidad política de los “azules”, quienes marcaban la línea eran principalmente los democristianos, y ello tendría consecuencias realmente históricas. Durante la república el sector más aproximadamente democristiano, la CEDA, había mantenido siempre una posición incondicional con respecto a la unidad de España, pero cuarenta años después ocurría que también los separatistas vascos y catalanes se declaraban democristianos, formando una curiosa alianza en la que la unidad nacional perdía nitidez. No es que la UCD fuera contraria a dicha unidad, sino que no le parecía demasiado importante, ya que daba el peso principal a la “entrada en Europa”. Y ello habría de notarse en los estatutos de autonomía previstos.

Suárez tenía el respaldo, no oficial pero evidentemente oficioso, de Juan Carlos, y entre los dos existía una afinidad de carácter y también de inconsistencia intelectual, a la que ya hemos aludido. Por un tiempo se llevarían muy bien.

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Por lo que respecta a Felipe González, tenía con Suárez y el rey notables coincidencias de actitud y de carácter: los tres más listos que inteligentes, con un fondo cultural limitado, pragmáticos a un nivel poco elevado y sin la menor duda íntima sobre su capacidad para escalar los puestos más altos del país. Al igual que Suárez, González sabía mantener con la misma campechanía posiciones opuestas, adornándolas con palabras de buen sonido. De familia desahogada económicamente y de vida anterior un tanto anodina y previsible (lo más notable había sido una temporada en la Universidad Católica de Lovaina), vagamente ligada a la Iglesia, terminó decantándose por una tertulia sevillana de amigos socialistas (“El clan de la tortilla”). González iba a tener un futuro casi mágico, imposible de prever, primero desbancando al PSOE histórico, más tarde a Suárez y su UCD, y finalmente como director de la política nacional. Partiendo de casi la nada, ya antes de morir Franco le llovían las ayudas de todas direcciones: donativos y dádivas de variado origen, atención privilegiada y favorable en los medios, un franquismo comprensivo (y con la policía infiltrada en su partido en el que algunos dirigentes habían sido confidentes policiales), etc.

Su talante político quedó bastante bien descrito en el mencionado Congreso del 5 de diciembre. Después de las grandes declaraciones “de clase”, “marxistas” contra “cualquier acomodación o reforma capitalista”, etc., que recordaban a Largo Caballero, pasó a hablar de la política práctica. Como su ruptura ya había naufragado, siguió mencionándola, pero calificándola de “negociada”, e invirtiendo los hechos, en tradición bien asentada, afirmó que el gobierno no había tenido más remedio que “reconocer algunos de los postulados defendidos por la oposición democrática”, por lo que le reconocía generosamente cierta “credibilidad”. Y admitió: “Las fronteras que delimitan los conceptos de ruptura democrática y de reforma democrática han quedado desdibujados”…, obviamente, después de haber fracasado el 1 de mayo y la huelga general de días antes del 12 de noviembre, y en vísperas de un referéndum que estaba ya seguro de no poder boicotear. De Largo Caballero había saltado a Prieto en cuestión de horas y sin ningún problema. Pero no debe creerse que solo una de sus posiciones era verdadera: las dos lo eran, Largo en el plano general, estratégico, Prieto en la táctica por una temporada.

Durante bastantes años, Alfonso Guerra se convertiría en casi el alter ego de González. Menos simpático, a menudo arisco y provocador, entronca más bien con la figura tradicional del pícaro semiculto e insolente, cultivador de una moralina simple, diestro en la artimaña y la apariencia. La lista de sus “faenas”, a veces cómicas, es larga y algunas han salido en la prensa: cortar el micrófono o dejar encerrado en el ascensor a uno u otro opositores dentro del partido, engañar a los proveedores alemanes con pintadas en un garaje; hacer circular rumores injuriosos, como contra Pablo Castellano, a quien tildaba en Suresnes de “judío y sionista” y de “socialdemócrata vendido a los alemanes” (¡!). Debió de ser él también quien ideó el empleo de fondos recibidos de la sindical internacional CIOSL para simular cuotas de afiliados inexistentes, y cosas por el estilo. El PSOE renovado comenzaba así su andadura tras el largo bache de cuarenta años.

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Una vez eliminado Torcuato, la transición quedaba en manos de aquellos tres personajes, el rey, Suárez y González. Los tres tenían mucho en común, como venimos diciendo: jóvenes, simpáticos, deportistas –algo menos González–, desinhibidos, ambiciosos, incultos –también algo menos González–, livianos, ignorantes de la historia de su país, empezando por la anterior al franquismo, y de la de Europa, que su mentalidad convertía en un fetiche… Podían responder al retrato del “señorito satisfecho” pintado por Ortega en La rebelión de las masas. Eran los tres productos típicos del franquismo tardío, el posterior al Vaticano II, cuando el discurso del régimen, adecuado a los difíciles años 40 y 50, se había ido tornando en retórica de sonido anacrónico, sin ser sustituido más que por ideas dispersas subsumibles en aquel “europeísmo” fetichista  tan vacío como siempre. Con ellos, la transición iba a perder –en gran parte–, el contenido de continuidad histórica que habían intentado darle primero Fraga y después Torcuato. Pero fue la herencia del franquismo lo que impidió que todo saliera mal.

 

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Manifiesto / “Nuestro hombre en la CIA” y la oposición zascandil

Propuesta de manifiesto por la neutralidad de España

Por si otras personas quieren acogerlo, difundirlo y plantearlo políticamente:

1. La guerra de Ucrania entre la OTAN y Rusia, la carrera armamentista y los llamamientos a preparar una nueva guerra general en Europa por parte de varios gobiernos de la UE,   pone crudamente ala luz la verdadera posición internacional de España y su ausencia de política acorde con sus intereses.

2.Desde la caída de la URSS, España no tiene ningún conflicto con Rusia, y sin embargo los gobiernos españoles, sean del PSOE o del PP, están buscando esos conflictos por cuenta de la OTAN.

3. Pero si España no tiene conflictos con Rusia los tiene, y muy serios, con los países hegemónicos de la OTAN, es decir, Usa e Inglaterra, los cuales invaden nuestro territorio en Gibraltar, defienden implícitamente la entrega de Ceuta y Melilla a Marruecos (como  pasó con el Sáhara español), que es la única potencia que nos amenaza directamente.

4.- El argumento a menudo empleado de ser Rusia  un país no democrático carece de validez cuando la potencia que aspira a ocupar Ceuta y Melilla imitando a Inglaterra en Gibraltar, es una tiranía islámica. Y los problemas de la democracia en Rusia solo pueden resolverlos los rusos, sin que los gobiernos actuales de España, de fuerte tendencia totalitaria, puedan darle precisamente lecciones.

5. Obviamente, nuestros intereses no coinciden con los de las potencias mencionadas. Pero los gobiernos españoles mantienen en el país, una vez desaparecida la URSS, grandes bases militares que en caso de guerra general nos harían blanco de ataques por defender intereses ajenos.

6. Estando en la OTAN, nuestro ejército no es propiamente español, sino que defiende intereses ajenos, bajo mando ajeno y en idioma ajeno, quedando reducido a una especie de tropas cipayas.

7. El argumento de que Rusia aspira a invadir la Europa central carece de cualquier base en propósitos expresados por el gobierno ruso y en la obvia realidad de que, si fuera así, la OTAN y la UE disponen de presupuestos militares gigantescamente superiores a los rusos, hasta quince veces y susceptibles de ampliación. Rusia puede ganar una guerra en Ucrania, pero de ningún modo una guerra más general, que podría hacerse nuclear.

8. Tampoco hay ninguna razón para que España se involucre en la defensa de Ucrania por cuenta de la OTAN.  Sean cuales sean las razones de unos y otros, no nos incumben como tantos otros problemas semejantes en el mundo. Queda el hecho de que el gobierno de Ucrania pudo haber elegido la paz aceptando la neutralidad del país, y estuvo muy cerca un acuerdo para cesar las hostilidades, que fue impedido por Inglaterra y Usa.

9. Por estas razones, la única política exterior  que garantiza la independencia de España y evita en lo posible ser víctimas de eventuales guerras por interés ajeno, es la neutralidad. Esta ha sido la gran política exterior de España en las anteriores dos guerra mundiales, y  a la que es imprescindible volver una vez desaparecida la amenaza soviética. Porque nos va en ello la paz, la seguridad y la soberanía.

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 Adiós a un tiempo: Recuerdos de un tiempo tan ido como misteriosamente presente.

Adiós a un tiempo

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Nuestro hombre en la CIA y la oposición zascandil

En Nuestro hombre en la CIA, Iván Vélez expone los entresijos de la reunión que el diario Arriba llamó “el contubernio de Munich”, en 1962. Poco antes habían estallado huelgas importantes en Asturias, que se habían contagiado a León, Vigo, Bilbao y otros puntos del país. No eran comparables por su masividad con tantas otras huelgas en Francia, Inglaterra o Italia, pero al estar prohibidas adquirieron otro carácter. Muchos creyeron que el régimen estaba próximo al derrumbe, cosa que por otra parte venían diciendo sus opositores año tras año desde 1944. Los comunistas se apropiaron de la dirección de un movimiento en gran parte espontáneo, y hubo en los grupos de oposición no comunistas la preocupación de que el PCE se llevase el gato al agua en el derrumbe esperado y deseado.

La reunión de Munich, sufragada por la CIA, trataba de preparar una oposición tan antifranquista como anticomunista, arrebatando al PCE el fruto de su larga y sacrificada lucha. Esto iba a ser imposible, porque el franquismo  continuaría 14 o 15 años más,  y porque los personajes reunidos en Munich, socialdemócratas, democristianos, separatistas,  monárquicos y otros, gestionados por Salvador de Madariaga, que fungía de hecho como agente del Foreign Office, carecían de arraigo en España. Constituían una oposición tolerada, que pintaba al franquismo con los colores más negros, pero prefería prosperar en aquella terrorífica dictadura, incluso en sus organismos oficiales. Por eso se la puede denominar “oposición zascandil”, por contraste con la comunista, que por lo menos arrostraba persecución y riesgos.

    Se ha dicho, y Vélez lo sugiere, que en aquella reunión se diseñó el futuro político después de Franco, pero no lo creo. Ni siquiera pudo ser un remedo del Pacto de San Sebastián, sino que se limitó a obstruir la entrada den España en el Mercado Común, pensando que así debilitaba seriamente la economía del país y la política del régimen. En realidad, políticamente fue un traspiés innecesario y sin mayores consecuencias, y económicamente España siguió creciendo al ritmo más alto de su historia. Y la transición, harto más tarde, siguió otros rumbos, derivados, creo,  mucho más del Vaticano II que de nada parecido a Munich.  

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Por qué los “tres grandes” no pudieron invadir España (aunque el maquis tuvo mucho de invasión) y por qué fracasaron en el intento de hambrear al país:    303 – Franco vence a los tres grandes en España | Necesidad de una política exterior – YouTube

 

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Lenin, cálculos y planes/ Los datos y su análisis / Marxismo: el criterio de la práctica

Por qué los “tres grandes” no pudieron invadir España (aunque el maquis tuvo mucho de invasión) y por qué fracasaron en el intento de hambrear al país:    303 – Franco vence a los tres grandes en España | Necesidad de una política exterior – YouTube

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Lenin, cálculos y planes

**Un siglo de la muerte de Lenin. O cómo el intento de liberar al ser humano de sus males los multiplicó. El intento de volver al paraíso “hará brotar sangre hasta de las rocas”, o algo así dijo Donoso Cortés.

**La esencia del marxismo es la lucha de clases, que con el desarrollo técnico del capitalismo permitiría, derrocándolo, acceder al ideal paradisíaco.

**El fondo del ideal utópico, y en general ideológico, es la vuelta al paraíso mediante la  abolición de la moral. Presuntamente la razón y la ciencia harían la moral innecesaria aboliendo los efectos de la fruta del bien y el mal. Rara vez se percibe el alcance del mito

**La agenda 2030 es la penúltima estafa utópica que intenta ensayarse desde Lenin 

**¿Salvar al planeta o salvar al ser humano de quienes dicen salvar al planeta? 

**La historia demuestra una y otra vez la insuficiencia de los planes y cálculos más elaborados. La I Guerra Mundial debía haber terminado con todas las guerra. Tras la II Guerra mundial, la ONU aseguraría un mundo de paz y negociación. El derrumbe de la URSS acabará con la dramática historia humana reduciendo al ser humano a su supuesta esencia de homo oeconomicus. La absoluta potencia militar y técnica de Usa y su OTAN aseguraría el aplastamiento casi automático de cualquier resistencia bélica. Un ejemplo: los supertecnificados ejércitos de la OTAN salieron derrotados en un país tan atrasado como Afganistán.

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Los datos y su análisis

Un amigo bienintencionado me comenta que mis libros han causado bastante impacto, pero que en definitiva no descubren nada que no  hubieran dicho antes otros historiadores de derecha o franquistas. Le contesto que está muy equivocado. He descubierto algunos hechos concretos, como el intento golpista de Azaña en el verano de 1934, y otros hechos, pero es no tiene especial importancia. Y por supuesto, me he apoyado en datos aportados por otros historiadores.

  Pero lo nuevo, mis aportaciones principales no son de detalles sino de análisis y enfoque. Por ejemplo, la historiografía de derecha sigue hablando de bando republicano como si el Frente Popular continuase la II República. Este es un fallo fundamental, porque distorsiona toda la historia y de hecho deposita la legitimidad democrática en los partidos que la destruyeron. La historiografía de derecha no ha entendido que las elecciones de 1936 fueron fraudulentas, y lo habrían sido aunque el recuento de votos hubiera sido correcto. No ha entendido las causas del clima de odios radicales de aquellas elecciones ni tampoco su relación con la insurrección de 1934. No ha entendido la política de Azaña porque no ha prestado atención al discurso en que Azaña expuso su estrategia general, en 1930: lo ha tomado por una anécdota, si es que lo ha mencionado. No ha entendido tampoco la trascendencia ni la causa de las posturas de Alcalá-Zamora, que quien trajo la república y el mayor causante de su ruina.

   Todas estas cosas o casi todas, aparecen en la historiografía de derecha, pero solo en plan descriptivo y apenas analítico. Esa es la razón por la que la historiografía de izquierda lleva las de ganar: porque aunque pueda ser desmentida en mil detalles, mantiene a su favor la cuestión de la legitimidad. Al final resultaría que sí, todos cometieron errores y crímenes, pero quienes tenían legitimidad porque defendían la libertad, la democracia y las  supuestas conquistas del pueblo, eran las izquierdas y los separatistas. La historiografía de derecha, aunque mucho más veraz en los detalles, fracasa ahí: los árboles no le dejan ver el bosque.

Otro ejemplo, no de la historiografía de derecha, sino de la española en general. En mis últimos dos libros, Hegemonía española y  La II Guerra Mundial,  expongo el concepto de Edad Europea, su principio y su final. Esto da a los descubrimientos y conquistas españolas desde finales del siglo XV  una perspectiva mucho más amplia, que permite abordar con más precisión los procesos y sucesos históricos entre esas dos fechas, el cruce del Atlántico y la destrucción del papel hegemónico europeo.

La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

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Marxismo: el criterio de la práctica

Franco entendía el marxismo o comunismo como el enemigo principal, concepto y sentimiento perfectamente recíprocos en España: lo había vencido en la guerra civil, luego en la posguerra, y lo había reducido a la impotencia durante décadas. Aun así, en los últimos diez años de su vida, el marxismo volvía a levantar cabeza de la mano del PCE, en la universidad y medios intelectuales y artísticos, y en menor medida en la acción sindical de Comisiones Obreras. Además, el terrorismo separatista-marxista de la ETA cobró importancia desde 1968, seguido pocos años más tarde de otro terrorismo puramente comunista (FRAP y GRAPO). En cuanto al separatismo, volvía igualmente a tener cierta incidencia política auxiliado, como los anteriores, por sectores eclesiásticos. Y cobraba fuerza, en la práctica legalidad, la que hemos llamado oposición zascandil

El auge comunista no afectaba solo a España, se extendía por todo occidente, por las universidades y los movimientos huelguísticos, pacifistas o pro Vietnam, habían alcanzado un apogeo en el “mayo francés” del 68, y persistían de muchos modos. Y el último año de Franco vio también la derrota final de la superpotencia useña en Vietnam, y avances comunistas en Etiopía, en las grandes ex colonias portuguesas de Angola y Mozambique, con influjo en países árabes, etc. Y surgían grupos terroristas de esa ideología en Europa, Usa y Latinoamérica. No menos indicativo, en el corazón mismo de los países occidentales, en sus universidades se expandía el marxismo o variantes de él: si en los centros que preparaban a las élites que debían mantener el sistema llamado capitalista, los jóvenes se rebelaban contra él, ese sistema tendría poco futuro. En breve, el comunismo parecía estar ganando la guerra fría; y seguramente pesó esa impresión en la búsqueda de “diálogos con los marxistas” en el Vaticano II.

Nadie podía sospechar en 1975 que a los sistemas comunistas de Europa les quedasen solo quince años de vida. Pues por debajo de sus éxitos en medio mundo, algo los estaba corroyendo. Marx había señalado que existen problema teóricos irresolubles por la misma teoría, pero que resuelve el criterio de la práctica. Y la práctica bien visible en Europa consistía en la barrera de vallas, alambradas electrificadas y puestos de ametralladoras, cuya manifestación más ostensible era el “muro de Berlín”, que dividía por la mitad el continente europeo. Lo significativo de aquella barrera o “telón de acero”, es que no se había alzado contra una invasión desde el oeste, sino precisamente para impedir que la población del este huyera hacia “la explotación capitalista”. Ni siquiera a los líderes e intelectuales marxistas occidentales les atraía vivir en los paraísos socialistas. Por ello, los marxistas occidentales debían hacer piruetas intelectuales mezclando sus ideas con las freudianas u otras, buscando otros “sujetos revolucionarios” aparte de los obreros, etc. El PCE, junto con los comunistas italianos y franceses, diseñaron un “eurocomunismo” aceptando la democracia burguesa o aspectos de ella, al menos por un período largo. Y, por supuesto, también el PSOE se vería influido.

 

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