Declaración de guerra/ Comunismo y teología / La gran estrategia de Francia

Una declaración de guerra

El discursete con que el doctor se queda de presidente es una auténtica declaración de guerra a la democracia y a la unidad nacional. En resumen: “La democracia somos yo y mi banda, y a quienes no quieran entenderlo, en los medios o entre los jueces, los vamos a borrar del mapa político”. Estamos en un golpe de estado progresivo desde que Aznar condenó –probablemente sin darse cuenta, porque esa gente es así– el referéndum de 1976, la transición, la democracia y  la monarquía. Después, Zp y el doctor no han hecho otra cosa que profundizar o desarrollar el golpismo implícito. Hasta llegar al golpe abierto de 2017, que intenta culminar ahora el doctor. La reacción de este es, como diría un tonto, “humanamente comprensible”: ante la que se le viene encima, o huye como Bettino Craxi va “a por todas”. Y ha decidido ir a por todas porque siente un nada infundado desprecio por el PP, por los jueces y por los periodistas. Además tiene el modelo bolivariano: si allí ha triunfado, al menos por ahora, ¿por qué no aquí también?

¿Qué hacer? Ir a por todas, como él. Llevo tiempo diciéndolo: o el fulano va a la cárcel o iremos a la cárcel los demócratas y patriotas.

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Ciertamente son una panda de gilipollas (y de otras cosas). Pero son los que mandan y pretenden dirigir nuestras vidas, y hasta nuestros sentimientos. La pregunta es doble: ¿cómo hemos podido llegar a esto? ¿Y cómo podemos salir de esto?

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Este blog tiene un alcance meramente testimonial, debido a que la mayoría de sus lectores interesados hacen muy poco esfuerzos por difundirlo. Dado el muro de silencio y las grandes manipulaciones de los grandes medios, y en la situación crítica que vive el país, la indiferencia o la pasividad se convierten en colaboración con el mal. Todos tenemos una responsabilidad.

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Comunismo y teología

El episodio de Adiós a un tiempo que más ha interesado a Stanley Payne es “De comunista a teóloga”, que incluye un breve repaso del activismo  político de aquellos tiempos,  años 60 (el relato de Cuatro perros verdes transcurre también en esa época) y de varias personas que luego han tenido alguna relevancia social. Creo que el interés le viene como historiador: la exposición de las argucias y razonamientos con que tratábamos de mover al medio estudiantil. Lo peor, sin embargo, creo que no éramos los comunistas, sino los progres, de acuerdo con el dicho alemán sobre el verdugo y su ayudante. Muchos años después, en un programa de Sánchez Dragó, un periodista, Fernando Jáuregui, sostenía contra mí que él se había afiliado al PCE  por ser el único cauce, en el franquismo, para luchar por las libertades. Es una justificación típica, pero ¿cómo es que los demócratas tenían que luchar por las libertades en un partido comunista? Solo un tonto sin remedio podía ignorar lo que era un partido comunista y cuáles eran sus fines. Pero la evidente  patraña ha funcionado bastante. Hay muchos de los que se llaman “tontos apañaditos”.

Evolucionar de comunista a teóloga no es tan extraño como podría parecernos. La teología es el intento de comprender la naturaleza o la esencia de algo llamado Dios, una fuerza por así decir causante de lo existente, dado que en lo existente no podemos encontrar su propio fundamento: el hombre no se ha creado a sí mismo, no existe por su propia decisión, ni, análogamente, lo habrá hecho el mundo. El comunismo, en cambio,  es propiamente una antropología antiteológica, que excluye la idea de Dios, no solo al modo displicente de Laplace, sino considerándola enemiga del hombre y aliada de los explotadores: no habría por qué pensar en algo fuera del propio ser humano, salvo las leyes de la materia. Unas leyes que la materia se dictaría a sí misma,  y al hombre como parte de ella.  Idea contra la que pueden desplegarse argumentos semejantes a los habituales contra la “existencia” de Dios.

Después de todo, la creencia en las leyes de la materia, ciegas o faltas de cualquier sentido discernible y sobre las que tampoco sabemos demasiado,  resulta mucho menos reconfortante que la creencia en las leyes de Dios. Aunque el sentido de estas también se nos escapa, diríamos que si buscamos y en parte hallamos sentido en nuestras vidas, debe haber también un sentido en el cosmos, a menos que el hombre sea una excepción dentro de él, cosa improbable. Así que la antigua comunista optó por el problema menos devastador psicológicamente.

Adiós a un tiempo

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La gran estrategia de Francia.

   Hablando de la gran estrategia de España en su siglo y medio de hegemonía europea, encontramos que, por lo que se refiere a Europa, su enemigo más enconado y peligroso era Francia. En la gran estrategia o gran designio de esta,  la defensa de la cristiandad parece tener mucho menor peso, y más, probablemente, la defensa particular del estado. Ello es así porque Francia vio frustrado del papel central que aspiraba desempeñar como centro dirigente de la cristiandad, y para el que parecía prdestinada: era la primera nación católica, la creadora del Imperio de Carlomagno y de los estados papales,  Francisco I aspiraba al Sacro Imperio Romano Germánico, heredero en cierto modo del carolingio,  aspiraba también a la defensa contra los otomanos, para lo que era imprescindible el dominio o tutela de una Italia dividida e incapaz de defenderse a sí misma. Y era, además, la nación material y demográficamente más fuerte del occidente europeo.

Pero impensablemente España, nación menos céntrica, menos potente económica y demográficamente,  le arrebató el dominio de Italia y el Sacro Imperio, y se erigió en la gran defensora de la Europa católica. Sobre cómo pudo lograrlo un país más bien excéntrico, menos potente económica y demográficamente, es una de las cuestiones que he intentado abordar en Hegemonía española y comienzo de la Era Europea. A partir de ahí, un objetivo de la gran estrategia de la monarquía francesa consistió en abatir el doble obstáculo de España y el Sacro Imperio, tarea en la que la defensa de la cristiandad se debilitó, sin desaparecer, al extremo de aliarse con los otomanos y con los protestantes sin renunciar al catolicismo. Esa contradicción entre los intereses de estado y los religiosos se haría más aguda que en España, y la religión iría siendo desplazadas ya en el siglo XVIII, hasta desembocar en la Revolución francesa.

   No obstante, la lucha empeñada contra España y el Sacro Imperio se mantendría: en el siglo XVIII, España quedó parcialmente satelizada a Francia política y más aún culturalmente,  y Napoleón acabaría de demoler al Sacro Imperio, dejando a España en potencia de muy segundo orden, e internamente dividida. Mirando la evolución en su conjunto, la gran estrategia de Francia, después de un siglo y medio de reveses a cuenta de España, pasó a imponerse tenazmente y  con éxito extraordinario,  dándole un siglo largo de hegemonía hasta que Napoleón, que podría haber culminado el proceso, fue derrotado, y la hegemonía pasó a Inglaterra.

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La visión que tenemos de la posguerra en España viene marcada por la propaganda de los vencidos y por una literatura y cine acordes. Pero una historiografía bien documentada cuenta una historia diferente:      316 – Literatura y realidad en la posguerra | El doctor y Al Capone (youtube.com)

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Democracia doctoral / Novela y memorias / Gran estrategia/ Multiforme marxismo

 Democracia doctoral

Veo esto: ¿gilipollas esta pléyade de próceres y  lumbreras? Cómo puede consentirse semejante bulo? ¿Dónde va a parar el país? Es precisa una nueva democracia. Una democracia doctoral.

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Novela y memorias

Una novela puede definirse como un intento de encontrar sentido a la vida recurriendo, no al análisis o la razón, sino al sentimiento. Viene a ser un relato de sucesos vitales de unos personajes; sucesos y personajes ficticios, pero que poseen una realidad propia: su capacidad de influir en los sentimientos de los lectores, incluso de las sociedades.

¿Y qué relación hay entre novelas y autobiografías o memorias? En cierto modo vienen a ser lo mismo: el autor trata de encontrar sentido o justificación a su propia vida, y su aspiración a componer un relato veraz nunca se cumple del todo,  pues aparte de las trampas de la memoria, casi siempre hay algo de ficción, si bien esto resulta una ganga o una tara en la obra, mientras que no tiene por qué serlo en la novela, cuya lógica interna es distinta.

Supongo que todo el mundo cree que su vida tiene un sentido y merece ser conocida de otros, la escriba o la cuente verbalmente, en conjunto o en retazos. Incluso los que dicen no creer tal cosa  demuestran lo contrario. Woody Allen titula sus memorias A propósito de nada..., no obstante lo cual dedica a esa “nada” unos cientos de páginas y el esfuerzo correspondiente. Dado que el autor de una memorias se siente íntimamente concernido por lo que narra, es obvia la posibilidad de aplicar a ellas la ficción, convertirla en una seudonovela y en unas seudomemorias. Esto  lo he percibido en las memorias de varios de los políticos de la república, por lo que solo el contraste entre unas y otras nos permite atisbar  mejor la realidad.

En Adiós a un tiempo he hecho un esfuerzo por situarme fuera de mí, contando  sucesos como si hubieran pasado a otro, sin afanes justificativos ni  embellecedores. Algunos  me lo han reprochado, no sé por qué. Son sucesos variopintos referentes a la niñez,  como “Terrores de infancia” o “Precoces aventuras estrafalarias”;  de adolescencia como “De cobardía y amor”, o  “El café Derby de Vigo”;  de viajes como “El mesón del Lobo”,  “El tesoro de los Templarios” o “La sirenita de Copenhague”;  de las primeras armas de la OMLE, como en  “Calle de los irlandeses”; de amigos muertos, como “Flan con nata” o  “Adiós a un amigo”. Algunos son perfectamente triviales como “¡No pum, pum,pum!”, o “Ya meten ruido, eh”… Probablemente cada lector sacará sus propias conclusiones, pero repasando los sucesos no sé cómo valorarlos. No se qué sentido puedan tener aparte de la constatación de que así fueron, dentro de lo que la memoria me permite.

Adiós a un tiempo

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Gran estrategia  e ideología

Como he expuesto en el libro sobre la II Guerra Mundial, en el análisis de los movimientos históricos, especialmente de las guerras, es preciso tener en cuenta la gran estrategia o diseño general,  la estrategia y las tácticas. La gran estrategia está definida por la ideología, en función de la cual se aplica la estrategia político militar, menos rígida,  mientras que las tácticas deben variar según las circunstancias.  A estas grandes estrategias de unos y  otros contendientes, a menudo desatendidas o confundidas, dediqué una parte especial de la obra, que permite entender mejor, a mi juicio,  las muchas revueltas del conflicto.

Es frecuente que la ideología (en otros tiempos la religión), reciban poca atención en las obras de historia. Pues parece que en la práctica sean los intereses más tangibles de estado o de partido, políticos  y económicos,  plasmados en la estrategia sin más,  los que realmente gobiernen las acciones en conflicto (debe entenderse, asimismo, que más que  intereses objetivos, lo que se juega es lo que los protagonistas “creen” ser sus intereses, en lo que suelen errar). Sin embargo la ideología es el factor principal, aunque poco tangible: se parece a la estrella polar, inalcanzable pero que permite orientar, es decir, dar sentido, a los movimientos sobre la tierra o el mar; los cuales casi nunca pueden realizarse de forma rectilínea, como no se puede alcanzar en línea recta  la cumbre de un monte escarpado, sino que es preciso dar rodeos que pueden implicar retrocesos o cambios de dirección; o como, en el mar las tormentas u otros accidentes podían desviar de la ruta planeada. 

¿Cuál sería la gran estrategia de España en su época de hegemonía? Creo que venía determinado por la defensa de la Europa cristiana, y dentro de ella de la católica, y por la expansión de esta por el mundo. La estrategia concreta se cifró en cómo contrarrestar el empuje otomano y la colaboración de otras potencias cristianas con él, y cómo frenar o vencer el empuje de las potencias protestantes. Suele entenderse que las otras potencias europeas eran más “modernas” por prescindir en mayor medida del impulso religioso y centrarse en los intereses de estado. Pero estos intereses estaban igualmente presentes en la estrategia de España, y la religión lo estaba también en sus enemigos, fueran los del islam turco o  de los países protestantes. Que esta orientación fuera olvidada ante las urgencias meramente estratégicas o tácticas, es un fenómeno común, que oscurece  como un cielo nuboso a la, digamos, estrella polar.

  La gran estrategia española se percibe bien en relación con Francia, su mayor enemiga estratégica dentro de Europa.  Una vez en marcha la revolución protestante, el objetivo fundamental para Madrid era impedir que su poderoso vecino cayera en el protestantismo, pues ello multiplicaría su hostilidad contra España y podría acabar con el catolicismo en el resto de Europa. El objetivo se logró, aunque no por ello desapareciera aquella hostilidad, que llevó a la decadencia de España en el siglo XVIII, profundizada decisivamente desde comienzos del XIX, con la invasión napoleónica.

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La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

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La visión que tenemos de la posguerra en España viene marcada por la propaganda de los vencidos y por una literatura y cine acordes. Pero una historiografía bien documentada cuenta una historia diferente:      316 – Literatura y realidad en la posguerra | El doctor y Al Capone (youtube.com)

Multiforme marxismo

Durante un siglo desde su fundación en 1879, el marxismo fue la ideología del PSOE. En rigor lo fue durante 58 años hasta 1939, pues durante el franquismo dejó de tener efectos prácticos hasta ser recuperado como política rupturista en la transición, entre 1976 y 1979. Pero ¿qué ha pasado en los 45 años posteriores, cuando al parecer renunció tanto al marxismo como a la ruptura? Como hemos visto, el ideal de ruptura no desapareció, sino que, con altibajos, ha sido una línea o inspiración que ha ido haciéndose más aguda y amenazante en las últimas dos décadas. La ruptura significa adjudicar la legitimidad de la democracia al frente popular, por lo tanto, en lo que se refiere al PSOE, a su historial marxista, del que sus dirigentes se ufanan sin rebozo. Muy recientemente hemos podido ver a la dirección del partido cantando La Internacional, himno marxista por excelencia, con el puño en alto, recordando al frente popular y gritando las consignas de la guerra civil. En otras palabras, el marxismo ha seguido ejerciendo su papel de guía más o menos próximo o lejano, si bien con algunos rasgos distintos de la época anterior. Y eso requiere una explicación.

El marxismo ha sido la ideología más influyente del siglo XX, en rivalidad con la demoliberal, con una expansión explosiva en los treinta años siguientes a la Revolución rusa, en los que llegó a imponerse sobre un tercio de la humanidad. Solo le es comparable, sin llegar a tanto, la expansión islámica en los siglos VII-VIII. Su energía expansiva se revela también en su influencia intelectual y universitaria y a menudo política en las mismas potencias demoliberales. Por ello debemos aceptar que algo de verdadero debe haber en esa doctrina (aparte de la verdad histórica de su fuerza expansiva), pues de ser completamente absurda no habría podido movilizar a grandes masas y convencer a mentes de ningún modo simples o estúpidas. Y difícilmente habría conservado su acción durante siete décadas, y continuado hasta hoy parcialmente o con otros ropajes.

Por otra parte, el resultado de la implantación de regímenes marxistas, es decir, comunistas, ha sido, sin excepción la desarticulación económica con hambrunas que han causado muchos millones de muertos, desde la URSS a China o Etiopía, o la huida de otros milones, como en Cuba. Este fenómeno podría juzgarse, un tanto cínicamente, como el coste inevitable, pero a la larga fructífero, del cambio de una economía de explotación del hombre por el hombre, a otra igualitaria, científica y por lo tanto mucho más beneficiosa para la mayoría. Esto tampoco ha ocurrido en ningún caso: aunque pasados los años peores mejorasen algo la producción y la distribución, las preferencias, gustos y las mismas necesidades básicas de la inmensa mayoría de las gentes siempre estuvieron cubiertas con mucha menos eficiencia que en los sistemas llamados capitalistas. Lo cual fue una de las causas del colapso de la URSS; o de que China debiese adoptar una economía capitalista, bien que bajo el poder de un partido comunista: una de tantas paradojas de la historia.

Por lo que re refiere a España, hemos visto también cómo las medidas del PSOE, del PCE y no digamos de la CNT, empeoraron la subsistencia de las masas a las que decían defender, en la república y a extremos desastrosos tras las elecciones de 1936. Y en plena guerra civil provocaron la mayor hambre de todo el siglo, sufrida en España en la zona roja, que no derivaba de la guerra misma, sino de las medidas revolucionarias adoptadas. Pues en la zona nacional, con muchos menos medios financieros, no sucedió nada semejante.

De mayor transcendencia que la mera economía ha sido la inversión de la tendencia, secular en las sociedades occidentales, a combatir la tiranía limitando el poder del gobierno sobre las personas. En los regímenes comunistas, ese poder no encuentra límite, haciendo del estado un coto cerrado de una oligarquía autotitulada “partido o vanguardia del proletariado”; y expandiendo el estado sobre la sociedad hasta sofocar toda libertad e iniciativa privadas. Aquella oligarquía no solo se adueñaba de los recursos económicos del país proletarizando a la población entera, sino que aspiraba a dominar el pensamiento de las personas, imponiéndoles una doctrina presuntamente científica y por tanto forzosa e inescapable, y castigando toda resistencia con asesinatos en masa y deportaciones. A eso llamamos totalitarismo, mucho más completo que en los fascismos, en los cuales el estado se expandía con ciertos límites, manteniendo la propiedad privada y algún pluralismo, aun con un partido único (que no existió en la España de Franco). El GULAG, las gigantescas y mortíferas persecuciones en China o en Camboya, o el muro de Berlín, que con otras formas cortaba a Europa en dos, o los millones de cubano huidos del poder marxista, o las chekas en España, testimonian esta realidad mucho mejor que cualquier razonamiento o sofisma.

Así pues, la gran promesa de emancipar a la sociedad y las personas de la explotación y de la falsedad anticientífica, promesa que ha movido y atraído a millones de personas, y que ha justificado guerras civiles, hambrunas y matanzas masivas, ha desembocado en la práctica en regímenes en los que la libertad, la autonomía y la propia conciencia personal quedaban asfixiadas, y ni siquiera lograban desarrollar la riqueza de sus súbditos. Aunque también fue común en esos regímenes un desarrollo militar extraordinario, pese a proclamarse pacíficos por excelencia.

La capacidad de atracción del marxismo y su elemento de verdad descansaba en su concepto orientador clave: “la explotación económica del hombre por el hombre”, de las grandes mayorías por pequeñas minorías. Sin duda la explotación existe en las relaciones sociales e incluso en las interhumanas más primarias, derivada de la naturaleza moral del ser humano, de la esfera del bien y el mal en que se mueve, según describe el mito del Génesis. La genialidad, si así quiere llamársela, de Marx y Engels, fue hacer de dicho concepto la llave que abriría la comprensión de la condición humana, de la evolución histórica, y de su necesaria superación en una sociedad igualitaria, a partir del nivel o estadio productivo capitalista y previa “dictadura proletaria” que barrería los residuos de un pasado declarado infame, la religión, el arte, el pensamiento y las costumbres de los explotadores y a los explotadores mismos.

Y esa promesa no nacería el puro deseo o indignación moral subjetivos, como en las utopías, sino de una concepción científica de la condición humana, que en lo sucesivo marcaría su conducta, harto irracional en el pasado. La misma moral quedaría abolida por una ciencia de la conducta humana, a la que nadie podría escapar, precisamente por ser científica: sería la vuelta al paraíso, perdido por haber comido del árbol del bien y el mal. En otras palabras, la verdad parcial de la explotación económica, susceptible de movilizar fuerzas sociales contra ella, se convertía en una falsedad esencial al convertirla en clave explicativa de la naturaleza y destino humanos. Con lo que las fuerzas contra la explotación se volvían fuerzas contra la propia condición humana, imposible de reducir a lazos económicos. Como quieren también algunas manifestaciones del liberalismo.

Visto de otro modo, para el marxismo la historia humana quedaba así conceptuada, con notable arrogancia, como una una terrible pesadilla que por fin estaba próxima a terminar si el proletariado y los comunistas cumplían su misión histórica, por otra parte impuesta por la propia evolución económica. Alcanzaría así la humanidad una vida más plena, una sociedad feliz por lo igualitaria y pletórica de riquezas y posibilidades. Sería el fin de la historia, también propiciada, con no menor arrogancia, por el demoliberalismo al caer la URSS, según razonaba de modo interesante y bien articulado Fukuyama, para quien el fin de la desgraciada historia humana habría llegado, no por el proletariado, como pensaba Marx, sino por el lado del capitalismo más desarrollado.

Otra fuerza movilizadora del marxismo consistía en su propuesta épica de derrocar a un enemigo sin rostro humano. La nueva sociedad exigiría el combate contra los explotadores, combate en que el espíritu humano se manifestaría de modo más estimulante, menos mecánico de lo que sugerían sus pretensiones científicas.

En la historia del marxismo todo son paradojas y contradicciones. Ya dentro de él estallaron desde muy pronto feroces querellas y polémicas interpretativas, impropias de una ciencia. Luego, las revoluciones marxistas se han venido imponiendo en países poco industrializados, de capitalismo escaso, y no en los que exigía la doctrina. A principios de los años 60 se produjo una profunda escisión en el movimiento comunista internacional, hasta entonces de apariencia monolítica, entre y la URSS a propósito de los crímenes de Stalin. Posteriormente, China abandonó el maoísmo para adoptar una economía capitalista, bien que bajo el partido único comunista (en lo cual se parecía, paradójicamente, al nazismo). En 1989 cayó el muro de Berlín y dos años después la URSS. En cuanto a España, el marxismo fue abandonado a medias por el PSOE en 1979, sin el menor análisis de lo que había significado para el partido y para el país. ¿Significó esta suma de experiencias la quiebra universal de esa doctrina?

En realidad no del todo, pues la teoría demostró una rara versatilidad para explicar lo que su lógica haría inexplicable, sin abandonar el núcleo de sus creencias. La primera revolución en Rusia y no en Alemania, se explicaba por ser Rusia “el eslabón más débil de la cadena imperialista”; el hecho de que los obreros buscaran soluciones sindicales y no revolucionarias se explicaba porque necesitaban la guía de una “vanguardia” ilustrada en marxismo. La mejoría salarial en los países burgueses se explicaba por una sobreexplotación de las colonias, y más tarde del “tercer mundo”. La ruptura del movimiento comunista internacional se explicaba porque la URSS había caído en el “revisionismo”, como antaño la socialdemocracia alemana; o porque China se empeñaba en un infantil dogmatismo izquierdista, como había enseñado Lenin. La expansió omnímoda del estado en lugar de su progresiva desaparición se explicaba por la resistencia de los restos burgueses. Etc. Cuando, en los años 60, el escaso espíritu subversivo de los obreros contrastaba con el más radical de gran parte del estudiantado, se empezó a ver en los estudiantes un nuevo “sujeto revolucionario”, y a buscar una combinación de marxismo y freudismo.

Sobre la misma base de la explotación era posible justificar una nueva versión de guerra social: ahora los explotados y oprimidos no eran ante todo los trabajadores manuales o los asalariados (proletarios) en conjunto, sino los países pobres por los países ricos, y mucho más allá, la mitad femenina de la humanidad oprimida por la mitad masculina. Al culpable capitalismo se le añade el patriarcado, culpable no solo de la opresión de la mujer, sino de la misma diversidad entre varones y mujeres, con sus consecuencias desigualadoras y reroductivas, y que debe ser sustituida por una mezcla de igualdad y diversidad sexual con un número indeterminado de “géneros”. Y dado que el capitalismo se ha desarrollado sobre todo en países de raza blanca, supuestamente explotando a los de otras razas, la culpabilidad se extendería a los varones blancos en general. La doctrina de la explotación ha ido incluso más allá: el explotado sería el propio planeta al que la especie humana enfermaba como un verdadero cáncer al multiplicarse explosivamente, y al que degradaba con su técnica cambiando catastróficamente al clima. Por lo que se refiere al objeto de este libro, el PSOE ha adoptado todos los ultrafeminismos y ultraecologismos, que refuerzan sus impulsos totalitarios tradicionales, sin renunciar a los cánticos de La Internacional, puños arriba.

Evidentemente hay muchos problemas reales en todo ello, pero lo que le da el toque marxista es la idea de la lucha o guerra civil, una vez se diseña el enemigo-culpable, burguesía-patriarcado-varón blanco-especie humana. Solo que ahora el enemigo a batir es tan vasto y difuso que el ideal de la prometida sociedad paradisíaca pierde nitidez, si alguna vez la tuvo, y da lugar a nuevas utopías, siempre totalitarias; la penúltima por ahora la llamada “agenda 2030”. Y la épica para conquistarlas se trueca en histeria, en rabia impotente y autodestructiva..

Esta evolución se da especialmente en el ámbito cultural llamado Occidente, y sin duda es una manifestación profunda de decadencia, después de que la II Guerra Mundial cerrase un gran ciclo histórico de hegemonía europea, sin que sea posible captar todavía con claridad nuevos derroteros.

Valgan estas breves notas como aproximación a un tema ciertamente complicado.

 

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El caso Losantos / Encarnación del diablo / Simplismos españolistas /O ellos o nosotros

El caso Losantos

El único hecho político de relevancia en España después de que Aznar se entregase incondicionalmente al discurso “antifranquista” de  la izquierda y los separatismos, convirtiendo la democracia española en el inmundo basurero que hoy contemplamos, es el surgimiento de VOX a partir de 2017. Con todas las insuficiencias que quiera encontrársele, es la única alternativa real y posible a unas derivas que nos llevan a la disgregación de España y a la tiranía a manos del PP y del PSOE. Es lógico, por tanto, que todos los demás partidos y sus poderosos medios de manipulación de masas vuelquen sus esfuerzos en hundir a VOX. No hay por qué extrañarse ni dolerse, sino plantearse cómo combatir más eficazmente la marea de basura que inunda el país

Dentro de la campaña contra VOX resalta la de Jiménez Losantos, especialmente taimada, bellaca e indecente, y tanto más dañina cuanto que viene de un personaje que antaño  se había hecho un merecido prestigio como verdadera oposición al PSOE y de rechazo a su auxiliar el PP.  Muchos se preguntan a qué se debe tan chocante viraje, que suele atribuirse a las subvenciones de Ayuso. Posiblemente tenga algo que  ver, aunque me inclino a creer que viene sobre todo de su grueso ego herido: sospecho que aspiraba a convertirse en mentor de VOX para reorientar su política hacia el PP, so capa de Ayuso,  solo hay que recordar aquella sucia encerrona a Rocío Monasterio, de la que fue él quien salió escaldado. Desde entonces perdió todos los escrúpulos.

  Otro punto revelador del personaje es su odio a Rusia, colaborando en la propaganda más obscena, más desvergonzadamente belicista de –digamos por lo que nos toca– Gibraltar. Hasta acusa a Putin del separatismo catalán, como si hubiera olvidado que el mayor cómplice de los golpistas ha sido y es el PP, en rivalidad con el PSOE. Y el único partido que realmente se opone a esa lacra es precisamente VOX. Como bien sabe Losantos. Y precisamente por saberlo, le ataca.

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Adiós a un tiempo

Encarnación del diablo

En Adiós a un tiempo, dedico algunos recuerdos al tiempo, un mes de diciembre de 1966, que pasé en París prácticamente en la indigencia,  y en que conocí a personajes muy especiales, como el peruano que había hablado con Durero en su tumba de Núremberg (no hay que tomarlo al pie de la letra, pero era interesante su relato).  O  quizá al Campesino, o a alguien que había vivido en Rusia y lo había conocido bien.  Otro del que hablaré ahora fue el que “quizá vio al diablo”.  Lo encontré  por así decir bajo las gárgolas de la torre de Saint Jacques de la Boucherie, donde se reunían los peregrinos a Santiago. Con él pasé varios días de charla, colándonos en el metro, donde se estaba caliente (comíamos muy moderadamente). Tendría entre treinta y cuarenta años y yo, a mis dieciocho, no había conocido a nadie que explicara la historia como una conspiración judaica contra la Iglesia de Cristo. También me pareció interesante, aunque no creía gran cosa sus explicaciones, y algunas objeciones que le ponía le cabreaban bastante.

Creo que esa idea de los judíos como un elemento no solo ajeno e inasimilable (como los gitanos), sino enemigo, corruptor y en permanente  conspiración soterrada contra la cultura cristiana viene ya de los primeros tiempos del cristianismo, de San Pablo. La encarnación del diablo, diríase. Aunque el cristianismo nace del judaísmo, supone una verdadera revolución respecto de este, al extender en principio a toda la humanidad la calidad de “elegidos de Dios”, elección que en el judaísmo se reserva a los judíos. Para los cristianos, los judíos se transformaron de pueblo  elegido en pueblo deicida, por haber pedido la muerte de Jesús, y en un motivo permanente de sospecha por su pretensión de exclusividad. Pretensión que nos parece tener algo de alucinada.

  En la Biblia, los hebreos eran un pueblo muy guerrero, pero al ser expulsados de su tierra se convirtieron en pequeñas minorías dispersas,  objeto de enemistad y sospecha, a veces de persecuciones sangrientas, incapaces por tanto de oponer resistencia armada. Pero, al revés que los gitanos, sus contribuciones intelectuales y en general culturales, positivas y negativas,  han sido sobresalientes si consideramos su pequeño número. Esto puede entenderse quizá como efecto derivado de  la presión  de unas sociedades hostiles, que les constreñían  a buscar formas de supervivencia en el comercio y las actividades profesionales. Supongo que es precisamente esa creencia en ser el pueblo elegido lo que les  ha dado su increíble capacidad de  resistencia: muchos pueblos se han desvanecido en el tiempo, pero ellos siguen ahí, pese a todo. Otra herencia del “pueblo elegido” es el mesianismo, extendido de varias formas en la cultura occidental, presente en las utopías, la penúltima de las cuales el plan 2030.

Aquel personaje que conocí en París, muy culto a su manera, me dejó una impresión ambigua. No era un loco, pero creo que tenía algo de paranoia con sus razonamientos en apariencia irrebatibles. Esas ideas podrían ser objeto de mero interés especulativo o intelectual, si no hubieran dado lugar a hechos recientes como el Holocausto.

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Sin simplismos españolistas

La “batalla cultural” de la que tanto se viene hablando, ha de darse, de modo no exclusivo pero sí prioritario, en el terreno de la historia, donde la han planteado diestramente el PSOE y sus aliados, y con gran éxito por incomparecencia de los “contrario” reconvertidos en auxiliares. Creo que VOX aún no lo ha entendido bien.

En Galería de charlatanes he expuesto el penoso nivel  de la historiografía española actual, centrándome en muchos de los autores más “prestigiosos” sobre la guerra civil y la república;  salvo en la primera parte, que he dedicado a autores que tratan de aclarar el conjunto de la historia de España. Común a casi todos ellos es el afán de menospreciar, cuando no infamar, aquella parte del pasado en que España mostró mayor fuerza creativa: se habla preferentemente de la Inquisición (falseando su imagen) de la expulsión de los judíos (como si con ellos se hubiera ido el sector social más productivo), del efecto de la “insidiosa Reconquista” (como la llamó un cantamañanas), de la picaresca (como si retratara toda  la realidad de la época), se satiriza la figura del hidalgo, se presenta al país como mísero y víctima de una dinastía extranjera,  etc.

Por supuesto, hay algo (poco) de verdad  en todo ello, pero con esa selva de detalles y adjetivos más o menos veraces,  se trata de oscurecer lo esencial del siglo y medio de hegemonía hispana. Y lo esencial, lo fundamental,  es que entonces España defendió eficazmente  a Europa del asalto del islam otomano, mantuvo la tradición católica en gran parte de Europa frente a la revolución protestante, revolucionó el arte de la guerra,  aplicó una técnica naval puntera, desplegó una cultura profundamente original en pensamiento, arte y literatura. Todo lo cual se condensa en que, al descubrir el mundo en conjunto, y no solo América, y conquistar y organizar grandes partes de él, no solo creó un vasto ámbito cultural, sino que inició una era nueva en la historia humana.

Todo esto es verdad, independientemente de cualquier patriotería, siempre peligrosa como reacción al ataque, de increíble  tenacidad, de la “leyenda negra”. Sobre Hegemonía española y comienzo de la Era Europea , ha comentado Stanley Payne Me parece una obra absolutamente destacada y en muchos aspectos   magnífica …) Revela gran capacidad para la historia analítico-interpretativa, que es la clase más alta de esta arte.(…) El  aspecto individual que más me ha gustado e impresionado es haber logrado   una perspectiva amplia y de conjunto de una historia tan complicada.  En  este sentido, sobre todo, es una obra singular sobre un tema ampliamente tratado, pero nunca con tanta coherencia.  Otra virtud notable es haber escrito una historia “positiva” y no denigratoria, pero sin caer en simplismos españolistas

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“O ellos o nosotros”

**”¡Muera Franco!”, gritan los corruptos y  los disgregadores de la nación española.

**Lo vengo advirtiendo desde hace años: o el doctor termina en la cárcel o nos lleva a la cárcel a los demócratas y patriotas.

**No hay que quejarse de las fechorías de la banda del doctor: hay que ver cómo expulsarla del poder.

**Con su explicación golpista después de cinco días de “reflexión”, el doctor pone a la sociedad, a las instituciones y  a la democracia  en una disyuntiva: o él y su banda, o la unidad nacional y la libertad.

**Nada desea más Feijóo que congraciarse con el PSOE y liquidar a VOX. Eso no debe olvidarlo cualquiera que  analice la realidad actual con algo más de fondo que el habitual chismorreo político.

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La visión que tenemos de la posguerra en España viene marcada por la propaganda de los vencidos y por una literatura y cine acordes. Pero una historiografía bien documentada cuenta una historia diferente:      316 – Literatura y realidad en la posguerra | El doctor y Al Capone (youtube.com)

 

 

 

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Dos dilemas “muy jodidos” / ¿El poder por el poder?

Este blog tiene un alcance meramente testimonial, debido a que la mayoría de sus lectores interesados hacen muy poco esfuerzos por difundirlo. Dado el muro de silencio y las grandes manipulaciones de los grandes medios, y en la situación crítica que vive el país, la indiferencia o la pasividad se convierten en colaboración con el mal. Todos tenemos una responsabilidad.  *************************************

Dos dilemas “muy jodidos”

Uno puede fácilmente  imaginar la “meditación” del doctor: en estos cindo días habrá estado maniobrando y palpando a unos y a otros, a ver qué sale:  “Ante lo que se me viene encima, ¿será mejor que dimita o que siga? Puedo pensar en una dimisión a cambio de la cual se olviden todos mis chanchullos, en lo cual estaría encantado el PP, pero no VOX ni algunos jueces. Con lo que en definitiva, me quedaría sin posibilidad de defensa. Además, unas próximas elecciones podrían resultar catastróficas. En cambio, si sigo en el poder siempre podré movilizar a algunas masas, manipular  a jueces corruptibles, que son muchos,  apoyarme en  medios afines manipuladores, que son la mayoría, disimular haciendo política internacional…”. La lógica de seguir en el poder le empuja a una solución a la venezolana, con un control total de los jueces y de los medios  mediante leyes ad hoc…., y eso, aun teniendo en cuenta la cobardía moral de la derecha y de la mayoría de los jueces, parece bastante difícil. Hasta ahora, todas sus fechorías le han salido bien pero la situación está llegando a una crispación peligrosa, en la que o se impone la mafia a la bolivariana que representa el doctor, o el doctor termina en la cárcel. Da la impresión de que quiere jugarse el todo por el todo. “En suma: si dimito, malo, muy malo. Si sigo, también muy malo, aunque con alguna esperanza”.

El dilema recuerda al de la OTAN y la UE en Ucrania: calcularon que firmando los acuerdos de Minsk para transgredirlos, ganarían tiempo para preparar un ejército ucraniano capaz de vencer al ruso, ayudado por el hundimiento de la economía rusa mediante sanciones y aislamiento internacional. No solo no lo han logrado, sino que han llevado la tensión mundial a grados cada vez más alarmantes: “Si acepto la victoria rusa y termino la guerra en negociaciones, malo, muy malo, porque mi crédito queda en entredicho, y provocaría una enorme crisis en Europa. Pero si sigo con la misma política, ampliándola, malo también, muy malo, porque crece la posibilidad de una guerra incontrolable y en gran escala.

El doctor ha optado por la solución que le parece menos mala, pero que es la peor para el país y la democracia; la OTAN-UE ha optado por ampliar de un modo u otro la guerra, que es también lo más peligroso para Europa y el mundo. ¿Habrá vuelta atrás? En España, el fantoche ya ha anunciado que quiere ir a por todas. Todo va a depender de que VOX, los pocos medios independientes y los pocos jueces honrados y algunas instituciones  actúen con el temple y la fuerza necesarios  para detener un golpe que está en marcha desde hace años y que ahora quiere imponerse en toda regla. Y pararlo sí es posible.

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¿El poder por el poder?

**Que España es una democracia de chiste lo prueba que ante los preparativos de nueva guerra europea de la OTAN, ningún político se plantea siquiera cuál puede ser la posición y el interés de España. Ni siquiera VOX.

**El doctor no quiere el poder por el poder, como dicen los de derecha. Quienes quieren el poder por el poder, porque no tienen nada que ofrecer, son los del PP. El doctor sí tiene un proyecto, y lo está cumpliendo: derruir al legado de la transición, proveniente en definitiva del franquismo. Transformar la nación española en un amasijo de supuestas naciones unidas por la nada; hundir la democracia, que él entiende a la venezolana; liquidar también la monarquía.

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La neblina de la autopercepción

Si, como decían Tolstói y Baroja, es imposible conocerse a sí mismo, salvo a retazos o especulando sobre las propias limitaciones, también es cierto que lo intenta todo el mundo hablando o escribiendo sobre su propia vida. Ello indica que intentamos entendernos a nosotros mismos, incluso si la intención es solo la vanidad de impresionar a los demás o de justificarse ante ellos. Por eso, incluso las memorias menos interesantes o más anodinas o meramente justificativas, suelen  rebasar la intención de los autores. Esto lo vi con bastante claridad al comparar las memorias de los políticos de la república, cuyo contraste arroja mucha luz no solo sobre sus personalidades, sino también sobre su tiempo y actividad política. Contrastar las memorias de los protagonistas es un excelente método de investigación historiográfica, que no recuerdo que se haya empleado mucho, al menos en España.

En las memorias nos esforzamos por dar una coherencia a nuestra historia personal. En mi opinión, eso es una labor tan necesaria como nunca realmente cumplida. Uno nunca llega al fondo de sí mismo, ni con el  mayor empeño, como pretendieron San Agustín, Rousseau o Koestler, cada uno a su manera. Por mi parte he evitado esa tentación en Adiós a un tiempo, limitándome a exponer 51 estampas o episodios de mi experiencia: de cárcel, de infantería de marina, de sucesos en trabajos de fábrica o de campo en Inglaterra, de activismo clandestino, de gamberradas de  infancia, de viajes a pie, de  amigos ya muertos, de intentos culturales en el Ateneo de Madrid, de alguna visita a Atenas,  etc. Otra parte del libro incluye un viaje a Las Hurdes, la llegada desde París de unos enviados para “reconstruir el partido comunista auténtico”, trabajo en los astilleros de Bilbao, o reconstrucción clandestina del partido desmantelado por la policía  en Galicia, viajes a pie por la Vía de la Plata, etc.

Evidentemente, detrás de todo ello hay también una especie de paisaje social de época, que queda un tanto en la neblina, como la propia autopercepción

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Adiós a un tiempo

Los árboles y el bosque

El dicho “los árboles no dejan ver el bosque” es muy aplicable a gran número de obras de historia, en los que la abundancia, a menudo caótica o puramente parcial de los sucesos no permite una visión clara de conjunto. A veces recibo críticas en el sentido de que mis libros “no dicen nada que ya no estuviera antes contado”. Es una observación falsa porque sí doy datos y detalles que no habían sido “contados”, y sobre todo porque mi empeño principal ha sido sacar unas conclusiones generales nuevas. Los datos están ahí, y siempre se pueden descubrir y se descubren datos o detalles nuevos, en ese sentido el trabajo nunca tiene fin. Pero si no se los relaciona con buena lógica, al final no aclaran nada. Esto es lo que permite que se siga hablando de “bando republicano” en la guerra civil, una distorsión ciertamente fundamental, cuyo alcance no acaban de ver muchos estudiosos.

Pero vayamos a un trabajo que he publicado no hace mucho: Hegemonía española y comienzo de la Era Europea. El el título ya expone una concepción de conjunto nueva: que  la hegemonía española en Europa va asociada a un fenómeno sin precedentes: los cruces del Atlántico y del Pacífico, coronados por la primera vuelta al mundo. Son las tres máximas hazañas navales de la historia humana, un dato y valoración que nunca se habían subrayado en su alcance. Pero aún más importante es constatar sus consecuencias: abren la era de las conquistas y colonizaciones europeas, y van relacionadas con una expansión científica y técnica, y de un pensamiento que se ve obligado a abordar problemas de todo tipo, políticos, religiosos y económicos.  Eso es parte de lo que he querido mostrar en este libro. Ciertamente he tenido que apoyarme en datos y exposiciones de muchos otros autores (historiar no es novelar, aunque en algunos casos no se hace la debida distinción), pero lo dicho basta, me parece, para sustentar un nuevo enfoque general de la época.

  Las consecuencias de aquellas expediciones llegan con plena fuerza, hasta nuestros días, pero de un modo inesperado: la era histórica entonces comenzada, con diversas potencias europeas como los focos culturales decisivos de la humanidad, ha llegado a su fin con la II Guerra Mundial, que abre ante nuestros ojos una era nueva, cuyo desarrollo apenas podemos entrever. Pero entender así la SGM nos permite mirar de otra forma al pasado; y también al presente y a un futuro que se está mostrando inquietante

 

 

 

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Los árboles y el bosque /Dimisión y confesión/ Neblina en el yo

La visión que tenemos de la posguerra en España viene marcada por la propaganda de los vencidos y por una literatura y cine acordes. Pero una historiografía bien documentada cuenta una historia diferente:      316 – Literatura y realidad en la posguerra | El doctor y Al Capone (youtube.com)

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Los árboles y el bosque

El dicho “los árboles no dejan ver el bosque” es muy aplicable a gran número de obras de historia, en los que la abundancia, a menudo caótica o puramente parcial de los sucesos no permite una visión clara de conjunto. A veces recibo críticas en el sentido de que mis libros “no dicen nada que ya no estuviera antes contado”. Es una observación falsa porque sí doy datos y detalles que no habían sido “contados”, y sobre todo porque mi empeño principal ha sido sacar unas conclusiones generales nuevas. Los datos están ahí, y siempre se pueden descubrir y se descubren datos o detalles nuevos, en ese sentido el trabajo nunca tiene fin. Pero si no se los relaciona con buena lógica, al final no aclaran nada. Esto es lo que permite que se siga hablando de “bando republicano” en la guerra civil, una distorsión ciertamente fundamental, cuyo alcance no acaban de ver muchos estudiosos.

Pero vayamos a un trabajo que he publicado no hace mucho: Hegemonía española y comienzo de la Era Europea. El el título ya expone una concepción de conjunto nueva: que  la hegemonía española en Europa va asociada a un fenómeno sin precedentes: los cruces del Atlántico y del Pacífico, coronados por la primera vuelta al mundo. Son las tres máximas hazañas navales de la historia humana, un dato y valoración que nunca se habían subrayado en su alcance. Pero aún más importante es constatar sus consecuencias: abren la era de las conquistas y colonizaciones europeas, y van relacionadas con una expansión científica y técnica, y de un pensamiento que se ve obligado a abordar problemas de todo tipo, políticos, religiosos y económicos.  Eso es parte de lo que he querido mostrar en este libro. Ciertamente he tenido que apoyarme en datos y exposiciones de muchos otros autores (historiar no es novelar, aunque en algunos casos no se hace la debida distinción), pero lo dicho basta, me parece, para sustentar un nuevo enfoque general de la época.

  Las consecuencias de aquellas expediciones llegan con plena fuerza, hasta nuestros días, pero de un modo inesperado: la era histórica entonces comenzada, con diversas potencias europeas como los focos culturales decisivos de la humanidad, ha llegado a su fin con la II Guerra Mundial, que abre ante nuestros ojos una era nueva, cuyo desarrollo apenas podemos entrever. Pero entender así la SGM nos permite mirar de otra forma al pasado; y también al presente y a un futuro que se está mostrando inquietante

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Dos dimisiones,  dos confesiones

No suele ser muy cierto que se  pilla antes a un mentiroso que aun cojo, pero a veces sí. Por ejemplo, cuando Suárez dimitió dijo hacerlo para evitar que la democracia volviera a ser un paréntesis en la historia de España. Sin darse cuenta se estaba declarando culpable de estar llevando la transición a un callejón sin salida, lo cual era cierto: sus erráticas políticas fueron la causa principal del 23-f, dato muy poco comentado. Si había peligro de golpe, su deber habría sido mantenerse en su puesto, y no marcharse, con lo que probaba que el peligro era él. 

Ha vuelto a suceder con otra dimisión, la del doctor. Él afirma que su mujer está libre de culpa y que colaborará con la justicia. Hasta aquí, todo normal. Pero en lugar de esperar la decisión judicial quiere imponerla atribuyendo los indicios y denuncias a una conspiración de extrema derecha y sugiriendo corrupción de la justicia –que ciertamente existe, y de la que es principal responsable su partido, seguido por un PP también interesado–. Por lo demás, el PSOE siempre ha colaborado con la justicia mediante campañas de acoso y derribo contra los jueces que investigaban sus corrupciones, como Marino Barbero o Mercedes Alaya. Con sus acusaciones, el doctor está reconociendo que la inocencia de su mujer ni la suya propia podrían sostenerse ante una investigación judicial  independiente.

La maniobra del doctor es simple: por una parte trata de desviar la atención de los casos cada vez más numerosos de corrupción que le afectan directa o indirectamente,  para centrarla en su mujer y al mismo tiempo desviar la atención de los posibles delitos de esta hacia una imaginaria campaña de acoso y derribo contra él. Así, los delincuentes serían otros, contra quienes llama el doctor, solapadamente, a una movilización general, también contra la libertad de prensa y contra la (ya muy precaria) independencia judicial.

Otro aspecto en la inesperada reacción  “ultra” del doctor: la sospecha de que está bajo chantaje de Marruecos por el asunto Pegasus, cuya investigación se cerró en falso al negarse Israel a cooperar, y que  el mismo doctor trajo de vuelta involuntariamente con sus fingidas posiciones sobre el conflicto de Israel y Palestina. Maestro como es en desviar la atención, en plena marea de indicios y acusaciones se dedicó a viajar por el exterior explotando emocionalmente  un problema que en el fondo ni le va ni le viene. Y ahí ha cometido quizá la mayor torpeza. De momento sabemos que su teléfono y los  de otros cómplices de su gobierno fueron  infectados,  que la infección procede con casi seguridad de Marruecos, y que en los últimos tiempos él y su gobierno se han convertido en servidores de Mohamed VI. Quizá todo esté relacionado.

  La cuestión clave para el doctor es si habrá suficiente movilización popular para “obligarle a sacrificarse” volviendo a ejercer el poder y seguramente atacar más a fondo la independencia judicial y la libertad de prensa, es decir, para completar el golpe de estado en marcha. Ayer, la concentración de sus fanáticos traídos de toda España resultó un fracaso patético.  A ver con qué sale mañana el individuo. Pero desde luego, le conviene seguir en el poder, porque desde él podrá maniobrar y corromper lo que haga falta.

Esto nos hace volver a Suárez. Confesor involuntario de su culpa, bajo el impostado dramatismo de su despedida había dicho alegremente a su gobierno: “¿Os dais cuenta? La noticia de mi dimisión va a ser noticia de primera plana en toda la prensa mundial”. E hizo que su sucesor fuera Leopoldo Calvo Sotelo, a quien creía de su confianza y que, falto por completo de eso que llaman  carisma, no podía durar mucho. Por lo que tendría que ser llamado de vuelta él mismo, Suárez: la UCD no tenía  otro líder que le diera votos todavía.

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**Interesante la viceministra Montero bailando la danza del gorila ayer en Ferraz. Vale la pena. Y muy valiente y agudo  el periodista Vito Quiles: ha destrozado él solo la movilización.

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Adiós a un tiempo

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La neblina de la autopercepción

Si, como decían Tolstói y Baroja, es imposible conocerse a sí mismo, salvo a retazos o especulando sobre las propias limitaciones, también es cierto que lo intenta todo el mundo hablando o escribiendo sobre su propia vida. Ello indica que intentamos entendernos a nosotros mismos, incluso si la intención es solo la vanidad de impresionar a los demás o de justificarse ante ellos. Por eso, incluso las memorias menos interesantes o más anodinas o meramente justificativas, suelen  rebasar la intención de los autores. Esto lo vi con bastante claridad al comparar las memorias de los políticos de la república, cuyo contraste arroja mucha luz no solo sobre sus personalidades, sino también sobre su tiempo y actividad política. Contrastar las memorias de los protagonistas es un excelente método de investigación historiográfica, que no recuerdo que se haya empleado mucho, al menos en España.

En las memorias nos esforzamos por dar una coherencia a nuestra historia personal. En mi opinión, eso es una labor tan necesaria como nunca realmente cumplida. Uno nunca llega al fondo de sí mismo, ni con el  mayor empeño, como pretendieron San Agustín, Rousseau o Koestler, cada uno a su manera. Por mi parte he evitado esa tentación en Adiós a un tiempo, limitándome a exponer 51 estampas o episodios de mi experiencia: de cárcel, de infantería de marina, de sucesos en trabajos de fábrica o de campo en Inglaterra, de activismo clandestino, de gamberradas de  infancia, de viajes a pie, de  amigos ya muertos, de intentos culturales en el Ateneo de Madrid, de alguna visita a Atenas,  etc. Otra parte del libro incluye un viaje a Las Hurdes, la llegada desde París de unos enviados para “reconstruir el partido comunista auténtico”, trabajo en los astilleros de Bilbao, o reconstrucción clandestina del partido desmantelado por la policía  en Galicia, viajes a pie por la Vía de la Plata, etc.  

Evidentemente, detrás de todo ello hay también una especie de paisaje social de época, que queda un tanto en la neblina, como la propia autopercepción

 

 

 

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