Todos contra los golpistas / ¿Netanyahu contra Israel? / J. Pérez (y VII) Cristianos y españoles

Todos contra los golpistas

No es horas de quejas  y denuncias lastimeras, sino de parar a los golpistas por todos los medios.  La involución contra la democracia, sostenida desde Zapatero –en realidad desde la condena de Aznar al 18 de julio–, ha degenerado en golpismo abierto, no tanto desde las autonomías regionales como desde el gobierno socialista. Y  siempre con apoyo del PP, también ahora. El único partido que, mejor o peor, defiende la integridad de España y la democracia, Constitución incluida, es VOX. El PP se ve entonces forzado a una unidad que al mismo tiempo sabotea. ¿Cómo la sabotea? Denigrando y calumniando a VOX, el obstáculo para volver a  sus  añorados “diálogos” y chanchullos con el PSOE y los separatistas.

Creo que Abascal debería abandonar su discurso falsamente unitario y oficioso hacia el PP, y  declarar sin complejos: “El golpismo actual ataca gravemente la unidad de España y la legalidad constitucional. VOX se propone parar a los golpistas, y para ello es preciso que en todas las instituciones, del rey abajo, haya una movilización de los patriotas y los demócratas. Quien quiera unirse a la tarea, sea el  PP, los socialistas decentes o cualquier otro, será bienvenido”. Con sus ofertas actuales  al PP, VOX  entrega la iniciativa y el protagonismo a ese partido, cuyo máximo interés es precisamente hundir a VOX y lo que este representa.

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La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

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¿Netanyahu contra Israel?

En un corto período, Netanyahu ha perpetrado tres “hazañas”: atacar la independencia judicial, es decir, la democracia; dejarse sorprender por la amplitud de la ofensiva de Hamás; y reaccionar de forma brutal cortando el agua, la luz, las medicinas y los alimentos a dos millones de palestinos y obligándoles a desplazarse hacia la frontera Egipcia. Con su primera acción ha dividido profundamente a la sociedad israelí; con la segunda ha debilitado seriamente el prestigio militar y de la inteligencia del país; con la tercera está generando la protesta de casi todo el mundo y probablemente echando por tierra los avances de convivencia con Turquía y los previstos en Arabia  Saudí, al paso que reforzará a las corrientes islámicas más radicales. Como se quejaba un judío: “hemos logrado unir por primera vez a sunnitas y chiítas”.

 No está claro lo que persigue Netanyahu. Su apelación a una segunda “guerra de independencia”  de larga duración sugiere  un proyecto  indicado por sus medidas desde hace tiempo: la ampliación de Israel con la ocupación completa de Cisjordania y probablemente de Gaza, con medidas que sugieren una limpieza étnica de ambas. En Gaza está además el aliciente de los yacimientos de gas y petróleo junto a su litoral. El ataque al poder judicial buscaría entonces  fortalecer al ejecutivo para la tarea.

En cuanto a la sorpresa por la ofensiva de Hamás, parece que el Mosad tenía noticias, a través de los egipcios, de lo que se tramaba, aunque quizá no de su amplitud. El salvajismo de Hamás  responde a una tradición reproducida hace unos años con el Estado Islámico, y a las promesas de varios dirigentes musulmanes de exterminar a los judíos; o puede obedecer a un cálculo deliberado de provocar una reacción excesiva que obligue al mundo árabe a comprometerse (Erdogan, hasta ahora semiamigo de Israel –y de los Hermanos musulmanes–, ha hablado de dotar a Turquía del arma nuclear, lo que complicaría enormemente la situación). O puede responder a ambas cosas, tradición y cálculo. A su vez, hay quien supone la posibilidad de que el gobierno israelí estuviera más al tanto de lo que pretende sobre la ofensiva de Hamás, pero que pudo permitirla precisamente para justificar una acción decisiva contra Gaza.

  Inevitablemente, todo esto son especulaciones más o menos razonables. Pero la realidad es que los designios y faltas de Netanyahu han creado una situación difícilmente controlable y de muy difícil vuelta atrás.   Los acuerdos de Oslo trataban de solucionar el conflicto mediante un estado palestino en Gaza y Cisjordania. Tal estado sería  sin duda hostil a Israel, y fue visto por muchos políticos judíos como una amenaza. En todo caso, los gobiernos israelíes han inutilizado el proyecto, incluso protegiendo a Hamás contra la OLP para impedir una autoridad conjunta en el proyecto de estado. Y Cisjordania sigue en su mayor parte bajo autoridad militar directa, con expansión constante de asentamientos judíos. El problema afecta a todo Oriente Próximo, pero implica directa o indirectamente al resto del mundo, a Usa,  Irán, Turquía, Rusia o China.

Y por supuesto a la UE. Incidentalmente, Erdogan se ha felicitado de que la emigración turca en Alemania y Austria ha hecho más por la expansión del islam que las ofensivas militares otomanas que habían fracasado ante Viena. En cuanto a España, la inmigración islámica, particularmente la marroquí, nunca ha olvidado Al Ándalus, que podría volver, si Alá lo quisiera. Y  por qué no habría de quererlo: cuenta en España con muy numerosos partidarios, empezando por el gobierno y el PP y siguiendo por los  profesores charlatanes que prohíben a sus alumnos emplear el término Reconquista.

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La reconquista y España

Joseph Pérez (y VII) Cristianos y españoles

(La intención de estos artículos era criticar cada una de las tesis de J. Pérez sobre la historia de España, pero me pareció que dejando en claro las referentes al origen mismo de España, caían por su peso las demás. Ruego la difusión de estos artículos en la universidad en cuanto sea posible)

Resume Joseph Pérez de este modo la Reconquista: Frente a los moros, los españoles se sienten herederos de una historia, de un patrimonio, de una civilización: la de Roma, transmitida por los visigodos; es una especie de continuidad vertical en el tiempo hacia unas raíces comunes. Frente a los moros, también, los españoles se sienten solidarios con los cristianos que viven más allá del Pirineo, hay una continuidad horizontal, en el espacio, con la cristiandad occidental.

Todo esto es indudable, y hay que agradecer al señor Pérez que emplee los términos Reconquista y españoles, que se han vuelto tabú en muchas publicaciones pedantesca, por no decir estúpidamente, “académicas”, empeñadas en negar o difuminar lo evidente para justificar cualquier apriorismo ideológico. Pero creo que falla cuando  disuelve en Roma y la cristiandad el aspecto político. Los godos no fueron los transmisores del legado latino, más bien eran en principio ajenos a él y una amenaza al mismo (no en vano su gloria más señalada había sido la toma y primer gran saqueo de la Roma imperial). El legado latino estaba asentado en la población hispana y su organización eclesiástico-política, no en los visigodos. La gran tarea de estos, una vez se fijaron definitivamente en España y empezaron a confundirse con ella, fue el designio y la realidad de un estado español, es decir, la conversión de la comunidad cultural hispana en una nación.  Creo que hay que insistir  en este punto, habitual y absurdamente negado, porque sin él muy difícilmente habría habido Reconquista, es decir, continuidad político-cultural hasta nuestros días.

Repite la misma tesis insuficiente J. Pérez: Españoles son, pues, aquellos hombres que, en el norte de la Península, se niegan a ser moros y aspiran a integrarse en la cristiandad occidental.  La realidad histórica, por cuanto sabemos, no es que se nieguen, simplemente, al Islam, sino que aspiran a reconstruir la España perdida; y aspiran a integrarse en la cristiandad occidental, cierto, pero solo en el plano religioso, no en el político. Y esto es fundamental porque, como debe recordarse, por entonces van conformándose dos Europas, la de las naciones y la de los imperios. España es la nación destruida que aspira a reconstruirse en circunstancias extremadamente difíciles.

Prosigue nuestro autor: Hay que esperar a la segunda mitad del siglo IX para que a la batalla de Covadonga se  la considere  como el símbolo de la lucha entre moros y cristianos, como el punto de partida de una gran empresa. En el momento en que se produjo el acontecimiento, no pasó de ser un episodio más de la resistencia que los indígenas oponían a gentes extrañas

Aquí volvemos a la distorsión tradicional. Es frecuente en la pedantería historiográfica pedir “el documento”. Pero una gran parte de los hechos históricos carece de documentos y sin embargo podemos saber bastante de ellos. No sabemos si es cierto que Covadonga fue invocada como principio de la Reconquista sólo en la segunda mitad del siglo IX, pero parece lo más razonable que lo fuera desde los primeros momentos, aunque ello no apareciese explícitamente en documentos escritos o se hayan perdido los mismos (se ha perdido infinidad de documentos, hasta de nuestra época tan dada a consignarlo todo). Pues el hecho es que los “indígenas” estaban ya romanizados, al menos en grado suficiente para que su resistencia no tuviera nada que ver, por cuanto sabemos, con las “resistencias” anteriores a romanos y godos. Desde el primer momento se crea un estado, por embrionario que sea, con voluntad de asentarse y extenderse rápidamente, lo que consiguió, por cierto.  Nada que ver con las razzias de saqueo propias de los cántabros y astures en la ya muy lejana época romana, o de los vascones en la visigoda. Es absurdo pretender que un pueblo supuestamente poco o nada romanizado, probablemente tampoco cristianizado y con una organización social primitiva, pierde, un siglo largo después de Covadonga, tales características para volverse notablemente civilizado, romanizado y reivindicador de la herencia política hispanogoda. Puede especularse con la afluencia de mozárabes del sur, pero, ¿no habrían sido recibidos por los indígenas como nuevos dominadores a los que habrían rechazado?

No vale especular con lo que no sabemos para desfigurar lo que sí sabemos: que hubo una resistencia en nada parecida a la remota de los pueblos no romanizados y que mostró en los hechos, desde el primer momento, una voluntad de asentamiento estatal y de expansión que, lo explicitaran documentalmente o no, corresponde con una “gran empresa”  justamente llamada Reconquista.

El empeño en negar la continuidad cultural desde Roma y político-cultural desde Leovigildo, solo puede entenderse en una tenacísima voluntad de negar o denigrar a España en general. Ahora oímos a muchos “liberales” afirmar enfáticamente que la nación española nace con la Constitución de Cádiz. De ser así, no habría nacido todavía, pues dicha Constitución nunca se llevó a la práctica… Y actualmente nos encontraríamos, gracias a otra Constitución, en un proceso disgregador… ¿de qué?  De lo que nunca existió, según esas lucubraciones. Resulta increíble, realmente, esa voluntad negadora, raíz de casi todos los males políticos de España desde la crisis del 98. Seguimos en el tiempo de los “gárrulos sofistas”, que decía Menéndez Pelayo.

 

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Represión de posguerra (I) /Derrocar al gobierno golpista / Monárquicos.

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La represión de posguerra (I) Los charlatanes

Acaba de salir a las librerías el libro de Miguel Platón La represión de la posguerra,. Penas de muerte por hechos cometidos durante la guerra civil. Este estudio acaba con la mayor parte de las falsedades sobre las cifras de ejecuciones y la supuesta arbitrariedad de los juicios, que viene difundiendo desde hace más de cuarenta años una historiografía degradada en simple charlatanería. Ya es significativo que esa supuesta historiografía no se haya tomado el trabajo, emprendido por Platón, de investigar en los archivos,  sino de guardar las exigencias de método más elementales.  Todo se justificaba porque de lo que se trataba era de deslegitimar  al franquismo  y legitimar a su vez al Frente Popular. La deslegitimación del franquismo se ha conseguido políticamente al punto de que hoy prácticamente nadie osa vindicar, siquiera investigar, la realidad histórica.

  Y se ha conseguido por el simple  método de olvidar o negar  la significación política del Frente Popular, hasta el extremo de definirlo como republicano y demócrata, pese a la evidencia de que destruyó la legalidad republicana e impuso un régimen de verdadero terror caótico, como he demostrado fehacientemente. Y digo que lo he demostrado porque este hecho decisivo casi nunca queda claro en historiografía de derecha, la cual sigue empleando el concepto de “bando republicano” y otra terminología elaborada por la propaganda de izquierda, principalmente comunista.  Terminología que en sí misma desfigura por completo la historia. El FP era en esencia un compuesto de  partidos sovietizantes  y separatistas, que por su misma composición no solo acabó con la república, sino que amenazaba acabar con la unidad de España, su continuidad histórica, su cultura tradicional y la libertad personal. Esto explica por qué se libró la guerra.

Una vez establecida su falacia básica, lo que Julián Marías llamó la profesionalización de la mentira, se aparta la atención del carácter del FP,  de lo que se jugaba en la guerra y de la responsabilidad en el hundimiento de la legalidad, y se concentra en la represión, sobre todo la de posguerra. Ahí se exagera sin tasa y se olvida o difumina el terror del FP…, el cual queda justificado: en definitiva, ¿cómo podía ser legítimo, aceptable,  cómo podría tener razón un régimen que se había levantado contra una república democrática y progresista y había asesinado tan masivamente a sus representantes y partidarios? Como puede verse, el método de la falsificación es simple y muy poco refinado, pero ha tenido un enorme éxito mediante la colaboración del PP y sus historiadores en él.

Platón expone los arbitrarios (y malintencionados) datos de una serie de historiadores charlatanes que han tratado el asunto con gran proyección mediática e internacional, opacando los estudios muy superiores de R. Salas Larrazábal, A. D. Martín Rubio y otros especialistas, o mi estudio de conjunto Los crímenes de la guerra civil. Charlatanes como Gabriel Jackson, Tamames, Beevor, P. Anderson, Álvarez Junco, Solá y Sabaté, Moradiellos, Fusi, A. Schubert, M. Richards, F. Moreno, S. Juliá, Casado Rabanal, Espinosa Maestre y, cómo o, P. Preston, que en las turbias falsedades sobre la guerra y el franquismo viene a ser el abanderado en España y en Inglaterra. Acerca de la curiosa “metodología” y desvergüenza de criterio de los principales he escrito recientemente el estudio Galería de charlatanes

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Adiós a un tiempo

 

Derrocar al gobierno golpista

**Involución Permanente. Adiós a un tiempo – esRadio (libertaddigital.com)

**Generalmente se estudia la II Guerra Mundial desde la situación creada por la Primera, de manera insuficiente, en mi opinión. Pero es preciso profundizar en la historia europea desde la Ilustración para entenderla. Es lo que he tratado de exponer en mi II Guerra Mundial y fin de la Era Europea

**Este es el gran problema de VOX. Como dice Abascal, ante los graves atentados del nuevo frente popular a la nación y la libertad, los partidos deben estar unidos por encima de sus diferencias. Habla del PP, claro está. Deben, pero no lo están. La prioridad del PP no es derrocar al gobierno del doctor, sino hundir a VOX, y es precisamente lo que hace de manera continua y a la vista de todos. Maniobrar en estas condiciones exige una energía y claridad política extremas.

**Dicen los jueces demócratas que la maniobra de la amnistía rompe el estado de derecho. Sin embargo todos los comentaristas lo dan por hecho, lloriqueando, eso sí, abundantemente. Pero si es como se denuncia, lo que se plantea es aplicar el estado de derecho y meter en la cárcel a los golpistas, como han hecho en Perú. En esta labor deben coincidir las movilizaciones en la calle con las de todos los elementos demócratas en las instituciones, hoy tan corrompidas por décadas de falsificación de la historia. Los demócratas en todas las instituciones, empezando por el rey. 

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La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

Monárquicos

Me sugiere mi amigo Jaime Alonso una crítica  a las separatas semanales de ABC sobre el franquismo, encomendadas nada menos que a Paul Preston. Podría ser escandaloso, pero no lo es si atendemos a la trayectoria monárquica, resumible en unos pocos puntos:

*La monarquía estaba en 1923 en las últimas, debido al carácter tan  mediocre como intrigante de los políticos monárquicos y a la escasa consistencia de Alfonso XIII. La salvó in extremis la dictadura de Primo de Rivera, cuyos seis años largos de gobierno fueron los más productivos para España y para la propia monarquía desde principios del siglo. 

*La mediocridad e intrigas de los monárquicos lograron expulsar a Primo de Rivera y traer la II República mediante una especie de autogolpe. A aquellos monárquicos no les importaban los beneficios para España de la suave dictadura de Primo. Deseaban volver a los chanchullos tradicionales y estaban asustados por las acusaciones de la izquierda y los separatistas al “rey perjuro”. Perjuro por haber tenido que aceptar una dictadura formalmente contraria a la Constitución monárquica. Lo más grotesco del caso era que quienes acusaban al rey de perjurio siempre habían rechazado y combativo, incluso violentamente, aquella Constitución.

*La monarquía, por lo tanto, se suicidó literalmente y abrió paso a la república.  Los jefes monárquicos, con alguna excepción, tienen responsabilidad directa en el cambio de régimen.  Esta duró solo cinco años, pero vale la pena comparar el orden productivo y con alto índice de libertad política de la “dictadura” de Primo con el quinquenio violento y estúpido de la república, derivado finalmente al Frente Popular y destrozada por este. Ahora, la mayoría de los historiadores y políticos, incluso monárquicos,  critican o condenan muy serios a Primo de Rivera y muestran un curioso respeto por Azaña y otros prohombres de la república.

*Suicidada la monarquía, no había necesidad de que volviera. Si Franco se propuso traerla de nuevo, tras un período largo en que cicatrizasen las heridas dejadas por la guerra, fue por considerarla un factor de moderación política y símbolo de continuidad histórica. Sin embargo, fueron de nuevo los monárquicos los que conspiraron contra el proyecto.

*Durante la  II Guerra Mundial, los monárquicos (no todos pero sí los más próximos al pretendiente Don Juan) se acercaron primero a Alemania cuando esta iba ganando, y a continuación a los anglosajones, intrigando peligrosamente contra Franco para retornar a una monarquía tutelada por Inglaterra y Usa. Sobre el servilismo abyecto del proyecto ha dado el mismo Ansón algunos datos bien relevantes en su biografía de Don Juan. Obviamente, ese no era el proyecto de Franco, y la monarquía solo pudo llegar, entonces, previa ruptura de la continuidad  dinástica en Juan Carlos.  En otras palabras, se debió totalmente a la voluntad de Franco, sin la cual no habría podido establecerse.

*La monarquía actual, como la democracia, proceden y no pueden proceder más que del franquismo, la oposición al cual siempre fue antidemocrática. Pero, debido a la nulidad intelectual y pobreza moral –sin duda con excepciones– del personal monárquico,  pronto Juan Carlos trató por todos los medios de acercarse a los enemigos tradicionales de la monarquía (PSOE y separatistas) tratando de hacer olvidar sus propios orígenes.  Esta era una “estrategia” que venía de lejos, ya recomendada por Gil-Robles después de la SGM:  tratar de congraciarse con la izquierda, pues la derecha, “por la cuenta que le traía”, tragaría con todo. Algo así había pasado en 1930, cuando los monárquicos renegaron de Primo de Rivera, pero la lección no fue aprendida. 

  * El “congraciamiento” con sus enemigos naturales llevó a que estos hicieran firmar a Juan Carlos, y luego a su hijo, unas leyes de deslegitimación del franquismo que a su vez deslegitiman la monarquía. Por asombroso que suene, hoy la monarquía está deslegitimada de derecho. No lo está de hecho porque para ello sus enemigos precisan de una fuerza de la que por el momento carecen. Aunque cada vez se sienten más fuertes. El PSOE acabó con la república cuando se sintió lo bastante fuerte para ello, y de nuevo vuelve a sentirse peligrosamente fuerte, junto a sus aliados separatistas  de siempre. Y la unidad de España y la democracia vuelven a estar en serio peligro.

*Los artículos “antifranquistas” del ABC, órgano por excelencia de la monarquía, se entienden fácilmente si se tiene en cuenta este lamentable historial, que pareció corregirse con la decisión de Franco, pero que no ha sido así. Bien es verdad que la monarquía se ha visto desasistida de quienes deberían ser sus valedores intelectuales y políticos, sobre todo después de la condena de Aznar al franquismo.

 

 

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Fraude Ayuso / Catar, extraño amigo / Hitler estratega / J. Pérez (VI) y la Reconquista.

El  fraude Ayuso

**Ante el golpismo en marcha,  invoca Abascal la unidad por encima de los intereses particulares de los partidos. Se refiere al PP, naturalmente. Pero el PP no está por la labor: tratará por todos los medios de hundir a VOX y aliarse con los golpistas. Lo viene haciendo a la vista de todo el que no cierre los ojos. ¿Cómo actuar ante ello?

**Ayuso  ha logrado su popularidad porque ataca al PSOE más directamente que el resto del PP que es lo que muchos votantes desean. Pero se trata de un fraude: en realidad solo emplea un argumento claro: el socialismo crea pobreza y el capitalismo riqueza. Es un argumento simple y bastante efectivo si se maneja bien, pero por completo insuficiente. Ayuso comparte todos los conceptos del PP y del PSOE (leyes de memoria, leyes de género y trans, etc. ) En apariencia apoya la unidad de España, pero dado que el PP la ha socavado y la sigue socavando sistemáticamente, también al lado del PSOE, si Ayuso sigue en el PP demuestra estar estafando a los electores.

 ** En la manifestación de ayer, la consigna correcta: “Pedro Sánchez a prisión”. Y Zapatero. Son dos golpistas y lo vengo diciendo desde  hace años, pues de otro modo iremos a prisión los demócratas en una España desarticulada.  Mientras no se consiga, la democracia seguirá enferma y la nación española en peligro.

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La polémica sobre la neutralidad de España en la SGM: https://www.youtube.com/watch?v=RFRvxpWqt1I

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Catar, el extraño amigo

Arnaud Imatz me ha enviado una entrevista del ex director de inteligencia exterior francés Alain Juillet sobre el conflicto de Israel-Palestina. Ya hablaremos de ella.  Ahora, un punto, sobre los que en general no se informa, es que quien financia a Hamás y a los Hermanos Musulmanes, de los que Hamás forma parte,  no es Irán sino principalmente Catar. Este es el país proporcionalmente más rico del mundo y según los baremos de la ONU uno de los más  pacíficos y  el segundo en índice de desarrollo humano, sea eso lo que fuere. Dedicado a una economía “avanzada, sostenible y diversificada”, ha organizado los Juegos Asiáticos o la Copa de fútbol del mundo en 2022. Entre otras muchas cosas ha apoyado la sangrienta desestabilización de Siria y apoyado financieramente las campañas políticas de Hillary Clinton, también muy partidaria de provocar la guerra de Siria mediante terceros pagados y armados, como en Libia o ahora en Ucrania.

Por poner otra curiosidad, Catar es  el mayor accionista (25%)  de IAG, que la wiki presenta como “holding español”, obviamente empezando por el castizo nombre de International Airlines  Group, resultado de la fusión de Iberia con British Airways,  beneficiosa  especialmente para la segunda. La participación española a través de la SEPI es del 2,44%. Para mantener las formas, el presidente de IAG es español. Más o menos.

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La Segunda Guerra Mundial: Y el fin de la Era Europea (HISTORIA)

Hitler estratega

Discusión sobre si Hitler fue un gran estratega. En mi opinión lo fue. En solo dos años y medio su ejército dominó el espacio entre los Pirineos y el Cabo Norte, y entre el Canal de la Mancha y el Volga, quizá la hazaña militar más impresionante del siglo XX. Y aun fue capaz de resistir durante dos años y medio a fuerzas enormemente superiores. Obviamente, fue víctima de lo que los griegos llamaban “hibris”, pues finalmente llevó a Alemania a la división y casi total destrucción.  Por otra parte, y visto a posteriori, fue su visión  puramente continental la que le impidió aprovechar las mejores ocasiones, no dando a la guerra submarina  la importancia que pudo tener en su mejor momento, como apreció Churchill; y no percibiendo la oportunidad que le ofreció la derrota italiana en Libia  para cerrar el canal de Suez, asegurarse el petróleo de Oriente Próximo, y amenazar a la URSS por el sur.  Quizá también mostró demasiado respeto  a la oposición de Franco a cederle Gibraltar. 

“Tu libro sobre la SGM le ha parecido innovador en algunos  aspectos militares y sobre todo en los políticos, pero la tercera parte, concibiendo la guerra como un choque de ideologías antes que de potencias, me parece arbitrario y ajeno a las corrientes historiográficas actuales” Luis Vázquez Pérez

Ciertamente es bastante ajeno a las corrientes dominantes, pero no arbitrario, ya hablaremos de ello.

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La reconquista y España

Joseph Pérez (VI) , ¿Cómo empezó la Reconquista?

Al-Andalus nunca coincidió con toda la Península Ibérica, bien porque los invasores decidieron retirarse de algunas zonas aisladas e inhóspitas, bien porque encontraron en la población una resistencia más fuerte que en otras partes.  Esto es lo que ocurrió en las montañas de Asturias y los altos valles de los Pirineos, regiones marginales que los romanos habían ocupado de forma tardía y superficial y en las que fue débil la cristianización. En aquella comarcas, la resistencia a los moros se entiende dentro de aquella tradición de rechazo al extranjero, quienquiera que sea, por parte de hombres reacios a todo poder procedente del exterior. Es posible que se unieran a la población local algunos nobles visigodos, cuyo jefe pudiera haber sido Don Pelayo. A este se le atribuye la victoria de Covadonga de la que se sabe poca cosa, ni siquiera la fecha exacta. Del mismo modo,  los altos valles del Pirineo ofrecieron una oposición tenaz. En toda aquella zona, de oeste a este, empezó la que, andando el tiempo, acabó llamándose Reconquista.

  (…) Los hombres que, a partir del siglo VIII, iniciaron una lucha que iba a ser multisecular contra Al-Andalus se vieron a sí mismos como cristianos; no querían ser moros. Así se los consideraba desde fuera, desde más allá de los Pirineos. Dos centurias después  –en el siglo X—se les va a llamar y se van a llamar a sí mismos españoles, usando un vocablo que, por cierto, no es castellano, sino que  vendría del latín hispaniolu(m). A los que antes eran hispanos, los extranjeros empiezan a llamarles españoles. En el año 1100, en los territorios que quedaban fuera de Al-Andalus, vivían gallegos, leoneses, castellanos, aragoneses, catalanes, etc.; estos, poco a poco, fueron adquiriendo el hábito de llamarse españoles, palabra que no tarda en generalizarse.

La idea que se transmite, de forma algo confusa, es la de que no existe un esencial lazo de  cultura desde Roma y político desde el reino de Toledo, sino que la invasión árabe rompe decisivamente esa continuidad, la idea de Reconquista fue un concepto tardío, como el mismo nombre de españoles, la resistencia de Asturias y los montes pirenaicos entra en el mismo nivel que la opuesta a Roma y a los godos, y que los nuevos reinos son solo “cristianos”, y aparte de eso, los cristianos son solo gallegos,  no “habituándose” a llamarse “españoles” hasta el siglo X, en que se extiende la denominación, quizá desde Cataluña (la cual no existía entonces como tal). Y sugiere que la temprana retirada de los musulmanes de algunas zonas se debería simplemente al carácter inhóspito de ellas. De esta manera, siguiendo a Américo Castro, España va haciéndose a trompicones en esa época sin relación fundamental con Roma y con Toledo. Es difícil entender esta manía, cuando lo más evidente con respecto a la nación española es la continuidad cultural y una esencial continuidad política, aunque quebrada durante unos pocos años. Verdaderamente, las ideas de Castro combinadas con las marxistas pedestres al estilo del embrollo de Barbero y Vigil, no son una buena orientación.

La especulación sobre la palabra “españoles” y sus orígenes, tan cara a Américo Castro, simplemente carece de relevancia. Fuera cual fuere su origen, es una derivación del latín hispanus, que es como se llamaban antes los españoles. Suponer alguna clase de ruptura, es como pretender que hay una ruptura entre el español actual y el castellano de tiempos del Cid  porque este nos resulta difícil de entender hoy. En cuanto a la autoconsideración como cristianos por oposición al Islam, está clara su gran importancia, pero no lo está menos que también contaba la consideración de hispanos. Reinos cristianos había muchos por toda Europa, y la denominación de “cristianos” haría imposible distinguir a unos de otros. Y no bastaría para diferenciar a los que iban formándose en España con la idea explícita de recobrar el país. Tampoco tiene excesiva importancia cuándo apareció –por escrito— el término Reconquista. El hecho es que, por todo lo que sabemos, fue un proceso intencional desde muy pronto, y probablemente  desde el primer momento.  Cierto que hay cierta oscuridad sobre el origen mismo de la Reconquista, pero lo que se sabe basta, creo, para volver muy  improbables especulaciones como las que recoge Pérez. Hubo una resistencia que empezó en una parte de Asturias y que se extendió  casi inmediatamente hacia el oeste, hacia el este y hacia el sur, y que los árabes no pudieron impedir, pese a sus mucha mayor fuerza material y a sus constantes ofensivas. Por imperativo de las circunstancias,  la Reconquista empezó en una de las zonas menos romanizada y menos cristianizadas, pero, por lo que revela la evolución de los acontecimientos, lo bastante romanizada y cristianizada como para servir de base a la lucha por recobrar la perdida España.

De Nueva historia de España:

Parece que en las montañas del norte se habían refugiado algunos nobles godos y romanos, entre ellos Pelayo (…) La región, aún débilmente dominada por los mahometanos, había sido rebelde a los godos, pero debió de haber acuerdo entre los refugiados y grupos astures opuestos al Islam (…) El fondo real de los viejos relatos admite poca duda: en Covadonga saltó la chispa de una rebelión muy distinta de las viejas y oscuras revueltas tribales de montañeses, y de ella salió un reino independiente en la cercana Cangas de Onís, que pronto se amplió a Galicia, Cantabria y Vasconia. Este reino tomaría, inmediatamente o muy pronto, carácter cristiano y político como recobro de la España perdida contra los “moros”. La victoria de Pelayo, en una región débilmente romanizada y cristianizada, hubo de contar con una masa local que llegó a compartir el proyecto político y religioso de la Reconquista, pese a su antigua oposición a los godos.

  (…)  Las crónicas árabes conocidas, muy posteriores a las cristianas, desdeñan la acción y la explican como una derrota rebelde incompleta: “La situación de los musulmanes se hizo penosa, y al cabo despreciaron [a los de Pelayo] diciendo: “Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?” Pero, admite melancólicamente el Ajbar Machmua, aquel desprecio les saldría caro, pues los insurgentes “se convertirían en un grave problema”. Pelayo expulsó el poder árabe de gran parte de Asturias con su ciudad más importante, la portuaria Gijón; y se atrajo la colaboración de grupos cántabros, vascones y gallegos. El nuevo reino también atrajo a numerosos cristianos que vivían bajo poder árabe (…) Pronto el foco de Asturias se había convertido en un peligro lo bastante grave para que los mahometanos abandonasen sus empresas ultrapirenaicas y concentraran sus energías dentro de la península, lo cual salvó a Francia y al resto de Europa de nuevas embestidas (después de la derrota de Poitiers)

     Es realmente muy forzada la hipótesis de que habría habido un corte entre el reino de Toledo y los comienzos de la Reconquista, pero, especulando sobre la escasez de la documentación que ha quedado de la época, a diversos historiadores les gusta jugar con tal improbable idea,  de tal modo que España y los españoles empezarían en el siglo X o algo por el estilo. Todos los datos y la lógica, excepto el deseo, según parece ardiente, de negar la continuidad de España, militan contra semejante hipótesis.     

 

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La vía franquista a la democracia / Corrupción judicial / Los godos y Ortega

La polémica sobre la neutralidad de España en la SGM: https://www.youtube.com/watch?v=RFRvxpWqt1I 

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La vía franquista a la democracia.

En 1976 el destino de España se jugó, sin que casi nadie lo percibiera claramente,  en torno a las vías franquista y antifranquista a la democracia. La primera consideraba legítima e históricamente necesaria la “era de Franco”, por cuanto había salvado al país de la disgregación y la sovietización, y había creado una sociedad moderada y próspera, ajena a los odios y la miseria que destruyeron la república. Pero para esas fechas el franquismo estaba en descomposición, de modo que podría decirse que “moría de éxito”. Fue un año de amplias libertades políticas prácticas y de masivas movilizaciones de la izquierda en demanda de “libertad”, amnistía y autonomías.

La vía antifranquista se articulaba en torno a dos organismos: la  Junta llamada “democrática”, articulada en torno al Partido Comunista, el más totalitario sin duda de la historia de España, aunque apostase a una provisional “democracia burguesa”; y la Plataforma también “democrática”, en torno al PSOE, probablemente el partido más corrupto de nuestra  historia y que, al contrario que los comunistas, ni siquiera había hecho oposición reseñable al franquismo…, pero que enarbolaban un antifranquismo y anticapitalismo más extremos que los del PCE.  Se asociaban a ambos partidos “demócratas”,  diversos grupúsculos y personajes irrelevantes dispuestos a hacer carrera política en las nuevas condiciones. Y presionaban también grupos separatistas  cuya debilidad les hacía presentarse como meramente autonomistas.

Todos ellos negaban legitimidad al franquismo y se la adjudicaban, por el contrario, a los derrotados en la guerra civil, es decir, al Frente Popular. El cual  había destruido la república pero era presentado como “el bando republicano y democrático”,  en flagrante usurpación o falsificación histórica. Aceptada también por sus contrarios (¡hasta hoy!). Por lo tanto, la democracia debía “romper” con el franquismo y partir del Frente Popular, habiendo sido este, precisamente, una alianza entre sovietizantes (PSOE y PCE principalmente) y separatistas catalanes y vascos. Alianza que por sí misma explica el sentido de la guerra civil… , pero a ella  correspondería la legitimidad.

En contra de unos y de otros había grupos decrecientes que creían poder mantener el franquismo, y terroristas de izquierda (ETA, GRAPO, FRAP y otros)que tachaban al PCE y al PSOE de traidores a los principios revolucionarios y al propio Frente Popular, por aceptar una democracia “burguesa”,  aunque fuera provisionalmente. Estos grupos recurrieron al terrorismo y causarían al nuevo régimen daños graves, pero no decisivos.

La vía franquista constó de dos fases: la autodisolución de sus Cortes en noviembre, y, en diciembre, un referéndum que reconociera el paso a la democracia “de la ley a la ley”, es decir, desde la legitimidad del franquismo. La oposición, unida en la llamada “Platajunta”, se  volcó contra esa vía mediante una huelga general, que fracasó por completo, seguida de una campaña de boicot al referéndum, que repitió el fracaso. Y el GRAPO  propinó al proceso el golpe más fuerte y violento , prolongado durante dos meses. Nada de ello impidió que la  vía franquista a la democracia fuese votada por la  inmensa mayoría de la población, ante todo porque esa mayoría estimaba positiva o muy positivamente tanto al franquismo como a la figura de su Caudillo. Lo habían vivido y ninguna “memoria histórica” podía entonces confundirlos

Esta vía fue diseñada por Torcuato Fernández Miranda, ex secretario general del Movimiento, el teórico –pero no real– partido único del franquismo. Y fue seguida (y pronto desvirtuada parcialmente)  por Suárez,  también ex secretario del Movimiento y hombre de escasa enjundia intelectual y política. Y  por Juan Carlos, designado rey directamente por Franco. Y respaldada o aceptada por la gran mayoría de políticos y militares  del régimen. Cuando hablamos de la transición, hablamos de dicha vía franquista, triunfante entonces sobre la opuesta.

Entender lo que ocurría en 1976  permite entender la evolución posterior, que puede resumirse así:pese a que su derrota obligó a los antifranquistas a adaptarse a los hechos, nunca dejaron de basar su estrategia en negar el franquismo y legitimar al Frente Popular (al que confundían intencionadamente con la República). Acometieron, pues, una intensa labor de falsificación histórica, que en sí misma socavaba la democracia surgida evidentemente del franquismo. Labor posibilitada por dos factores:  el fracaso, ya muy anterior, del franquismo en la universidad, en la que se habían impuesto en gran medida los comunistas, muchos de ellos pasados oportunamente a socialistas; y por la presión ideológica de algunos países europeos que habían apoyado al terrorismo en España y a los que el franquismo había desafiado con éxito  durante casi cuarenta años.

A estos dos factores, universidad y presión exterior, se unió en la propia derecha ex franquista el dominante sector democristiano, ansioso de distanciarse del anterior régimen y de hacer olvidar su pasado (que le recordaban con fruición sus contrarios). Y ello pese a que aquella tenaz  falsificación de la historia corroía la legitimidad y las bases mismas de la transición. Bases, no obstante, lo bastante fuertes para resistir largo tiempo, debido a la inercia de la nueva sociedad creada por el franquismo. La derecha fabricó una versión paralela, igualmente falsaria, según la cual la transición,  la democracia y la monarquía nada debían al franquismo, siendo producto de una concordia entre demócratas ex franquistas (democristianos salidos del Concilio Vaticano II)  con los demócratas de la Platajunta.

El proceso llegó a un momento crucial en 2002, cuando el PP condenó el 18 de julio, es decir, el franquismo. Con ello negaba el referéndum de diciembre de 1976, otorgando implícitamente la legitimidad al Frente Popular,  quitándosela por tanto a la transición y poniendo en cuestión desde la monarquía hasta la unidad de España. Lo que ha ocurrido después (rescate de la ETA, gran impulso a los separatismos, leyes de memoria o de género contra la democracia, etc.,  hasta el golpismo actual), viene a ser la consecuencia lógica de aquella condena. Consecuencia a su vez de la inanidad intelectual del PP combinada con el oportunismo democristiano (recuérdese, también eran democristianos los separatistas vascos y catalanes)

Incidentalmente: solo unos pocos francotiradores nos opusimos a aquellas derivas. Que mucha gente sentía o sospechaba la falsedad de la historia impuesta por la izquierda y aceptada o complicada por la derecha, quedó de relieve con el éxito de mi libro Los mitos de la guerra civil, que realmente asustó a unos y a otros  y ha conducido al intento de imponer las versiones chekistas del pasado  por ley totalitaria y creciente silenciamiento de los disidentes. Algo que muchos ven como hechos secundarios y casi anecdóticos, con escasa influencia actual y real, cuando condensan todo un programa político golpista contra la unidad de España y la democracia, como corresponde a los herederos del Frente Popular. Y  complicado ahora con la llamada agenda 2030. El pueblo debe saberlo y reaccionar.  

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La corrupción judicial

**Algunos creen que el asesinato de Carrero acabó con el franquismo. En realidad fue el Concilio Vaticano II

**El golpe del doctor y su cuadrilla podría ser parado fácilmente por los jueces, y enviados a la cárcel sus autores. Pero las cúpulas judiciales están extremadamente corrompidas por más de 40 años de acoso a Montesquieu. También podría ser detenido por el rey, pero este no ha reaccionado como en 2017.

 

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La reconquista y España

Los godos y Ortega

Como recordaba en Nueva historia de España, para entender lo que ha sido nuestra historia y cultura basta echar una ojeada a la actualidad. En España se habla como idioma común una lengua latina; la religión vastamente mayoritaria y –por siglos prácticamente unánime—es la católica, aunque hoy se encuentre en crisis (otras más graves ha superado);  el derecho y las costumbres se basan en gran medida en Roma y en el catolicismo, y todo eso y el territorio que habitamos es lo que nos distingue, aún hoy, de otros pueblos. Es obvio que España, como cultura, se forjó en la época romana. Si echamos la vista atrás, observamos fácilmente cómo, algún tiempo después de la caída del Imperio romano, se instaló un poder político unitarista, primer estado español propiamente dicho, que se identificaba con el conjunto del país y su cultura: es decir, aparece una nación. La nación española pudo desaparecer debido a la invasión musulmana, de hecho estuvo muy cerca de ello, pero renació en Asturias con la idea, precisamente, de recobrar la perdida España  hispanogoda. Muchos estudiosos, entre ellos J. Pérez,  insisten en el carácter menos romanizado de los astures y en el tradicional rechazo de los montañeses a poderes extraños, pero se trata de una mera especulación, aparte de que esa tradición había desaparecido mucho tiempo antes.  Es muy importante señalar que, sin el objetivo de fundar un reino que mantuviese y recobrase la herencia hispanogoda, la rebelión asturiana no habría podido dar lugar a otra cosa que a incursiones de saqueo como las de la época romana o las que hacían a veces los vascones de las montañas en tiempos de los godos. Pero dio lugar a algo completamente diferente, como sabemos.

Por consiguiente, existe un lazo que nunca se rompió entre Roma y la nación hispanogoda y la España actual. Es algo que salta a la vista como una total evidencia, y sin embargo la vemos negada una y otra vez. Creo que la razón del embrollo se encuentra en la mezcla de concepciones marxistas, republicanas, regeneracionistas, separatistas e islamófilas, empeñadas en pintar unas historias acordes con sus ideologías y aspiraciones, coincidentes todas en negar entidad histórico-cultural a España o difuminarla. Si han de llegar a transformar España o destruirla simplemente, como desean, es cosa que solo el tiempo dirá, y que dependería menos de sus propias fuerzas que del desconcierto y debilidad de la resistencia que pudiera oponérseles.

En fin, centrado en Joseph Pérez había olvidado la promesa de comentar un artículo en LD, de J. A. Cabrera Montero titulado ambiciosamente “El reino visigodo: el debate historiográfico”. El señor Cabrera  empieza por ilustrarnos amablemente de que el trabajo de los historiadores constituye una de las disciplinas humanísticas más polémicas que existen. La Historia como tal es objetiva, los hechos son los hechos; por el contrario, la narración o la presentación de la Historia, lo que en definitiva hacen los historiadores, no es en modo alguno algo neutral. Hay quienes reducen la Historia a cronología, para mostrarse objetivos, para no emitir juicios de valor ni elaborar hipótesis que hagan peligrar quién sabe qué intereses e ideas, pero el resultado es un inmenso empobrecimiento de tan noble disciplina y un engaño no menos grande al lector. En el otro extremo, hay quienes idealizan tanto la Historia que la convierten prácticamente en mitología; idealismo con frecuencia nada inocente, sino mero disfraz para disimular deshonestos intereses o justificar determinadas posiciones ideológicas sin argumentos convincentes. Entre los dos extremos viciosos, siguiendo la máxima aristotélica, se haya (sic, será una errata) el medio virtuoso: el esfuerzo honesto, más o menos logrado pero decente  (…) La Historia es lineal, no circular. La Historia nunca se repite; en todo caso lo que se mantiene, la constante  es el ser humano, con sus virtudes y sus defectos. Etc. Muchas gracias al señor Cabrera por tan indispensables enseñanzas, acaso algo triviales.

Habla nuestro autor de unos intensos debates en torno al reino visigodo, que realmente no han tenido lugar, al menos como intensos.  Él los atribuye a “interés” político, sea de liberales y tradicionalistas por fundamentar sus teorías, sea del franquismo, al que la reivindicación visigótica vino “como anillo al dedo”, asegura. Menos mal que se ha abstenido de explicar cuáles eran al respecto los “intereses” de la burguesía y el proletariado. Entre tantos intereses, el interés por la verdad histórica se esfuma un tanto; y,  por lo que uno recuerda, nunca ha habido los duros debates que él menciona: hace muchos años que  el asunto apenas suscita interés, y no porque haya sido aclarado sino por lo contrario, porque se han impuesto ampliamente tesis tipo Américo Castro, que pretenden que España y los españoles nacieron, no se sabe bien cómo, en relación con musulmanes y judíos. Además, el señor Cabrera critica la visión de una época visigoda “idílica”, que nadie, al menos nadie medianamente serio,  ha considerado así, como nadie considera “idílico” ningún sistema del pasado o del presente. Seguramente el señor Cabrera habrá quedado muy satisfecho de haber desbaratado tales idilios, tan inapropiados como defendidos por nadie.

A continuación, nos cita a Ortega y a su disparatadísima España invertebrada (no inferior a las ocurrencias de Sabino Arana o de Prat de la Riba) en la que, con la misma osadía con que preconizaba la república para superar los males de la “monarquía de Sagunto”, por no decir de la “enferma” o “anormal” historia de España,  afirmaba: Casi todas las ideas sobre el pasado nacional que hoy viven alojadas en las cabezas españolas son ineptas y, a menudo, grotescas. Ese repertorio de concepciones, no sólo falsas, sino intelectualmente monstruosas, es precisamente una de las grandes rémoras que impiden el mejoramiento de nuestra vida. Parecía estar hablando de sus propias ideas, que tan bien fructificaron en la república. En Nueva historia de España he dedicado algunos párrafos a señalar la absurda comparación que hace Ortega entre los francos y los visigodos.

Como el señor Cabrera cultiva, según él mismo ha confesado,  el aristotélico término medio (que afectaría a la virtud, no a la verdad, que no entiende de términos medios), al final no sabemos si defiende las ocurrencias de Ortega, critica al franquismo u otra cosa. Termina con un párrafo digno de un político, en el que literalmente no dice nada, y previamente nos señala que en la época visigótica “quizá no siempre hubo unidad política”, lo cual puede predicar de cualquier régimen; que “no es tan fácil hablar de unidad social” (sea eso lo que fuere), ni se sabe a ciencia cierta “hasta qué punto se homogeneizaron las dos etnias” o “sus grados de romanización”.   A cambio de resaltar lo que no sabemos, olvida lo que sí conocemos: que desde Leovigildo se impuso el diseño de un estado nacional español sobre la base cultural latina y poco después católica, se hubieran romanizado más o menos las distintas partes del país (ningún país del mundo es plenamente homogéneo en ningún sentido).  Y esto es lo que constituye precisamente una nación. Y lo que permitió  la reconstitución de España tras la invasión musulmana,  un empeño en que todas las probabilidades materiales estaban al principio en contra.

 

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España en la historia humana / Antisionismo /Espejismo UE /J. Pérez (V): Al Ándalus

**El libro y su presentación son de hace quince años, aunque el video es de hace siete.  todavía me equivocaba con Aznar, no con Rajoy, y no había entendido la represión de posguerra:  Presentación del libro de Pío Moa “Falacias de la izquierda, silencios de la derecha” – YouTube

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Significación histórica de España.

La historia de España entre finales del siglo XV y mediados del XVII, se deja resumir en cuatro gestas sin precedentes: sus expediciones y exploraciones descubrieron el mundo como un todo (no solo América), por primera vez desde la aparición del ser humano;  salvó a Europa de la expansión otomana, teniendo que luchar al mismo tiempo con Francia, Inglaterra  y el calvinismo; mantuvo el catolicismo en el sur de Europa frente a la belicosa expansión protestante; y conquistó, organizó y cristianizó gran parte de América. Con todo ello inauguró una nueva época en la historia de la humanidad, la Era Europea, terminada cuatro siglos y medio después con la II Guerra Mundial. Creo que esta exposición general en Hegemonía española y comienzo de la Era Europea es novedosa, considerada en conjunto, y abre nuevos cauces a la historiografía, no solo ni mucho menos española.

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  Antisionismo

Ningún país disfruta en Europa de un odio mayor que Israel, y es algo difícil de explicar.  Si detestan a los judíos, deberían alegrarse de que tengan una tierra propia en la que concentrarse la mayoría. Y no es verdad que amen a los palestinos. Estos han sufrido  su mayor matanza por los jordanos en el célebre septiembre negro, sin dar lugar a un antijordanismo en Europa. Por lo demás, con todas las críticas que puedan hacérseles, como a cualquier grupo humano, los judíos no amenazan a Europa, cuya cultura representan en Oriente Próximo, mientras que los islámicos sí lo hacen, y muy directamente  a España; pero eso no parece importar a los enemigos de Israel o antisionistas. Es cierto que Israel se ha fundado  en el siglo XX en un pequeño territorio musulmán (algo así como la provincia de Badajoz, anteriormente cristiana), pero es ya un hecho histórico cuya erradicación supondría el exterminio de millones de sus pobladores, según prometen muchos líderes islámicos. Y esto lo saben muy bien los antisionistas. 

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(En este blog, marzo de 2012): El espejismo de la UE.

 Uno de los mayores errores de Aznar fue la exclusión de Vidal-Quadras de Cataluña, doblegándose a la presión de los separatistas “moderados” (por moderados hay que entender arteros y más a largo plazo que los “radicales”). Tengo, a don Alejo,  junto con Mayor Oreja y algunos más, por lo poco salvable del PP rajoyano, y generalmente estoy de acuerdo con sus planteamientos. Pero de pronto se nos descuelga con una extraña milonga sobre las ventajas de la UE. Arguye que la renta española se ha duplicado desde la entrada en la CEE y que los europeos o los españoles hemos dejado de matarnos unos a otros gracias a ella. Por tanto, es un “buen negocio”.  A España podíría convenirle o no seguir en la UE, es algo debatible, lo que no es admisible es esa especia de mística fanática “europeísta”.  Ningún país más europeísta que España ni más ignorante y falto de interés sobre la historia y cultura propiamente europeas Veamos:

a)      A la amenaza de los separatismos, Vidal-Quadras opone la disolución de España en la UE. La independencia y soberanía, viene a decir “no es un buen negocio”. Esto no solo significa acabar con España como nación independiente, sino también favorecer los separatismos, que se vuelven más “europeístas” que nadie ya que, como todos estaríamos subsumidos en “Europa”, podríamos estarlo perfectamente como subnaciones separadas. He aquí una manera indirecta de fomentar el separatismo.

b)      La falacia del éxito económico suena demasiado a la propuesta de vender la primogenitura por un plato de lentejas, y ya sabemos desde la Biblia cómo terminan esos cambalaches. Además es eso, una falacia. Sin estar en la CEE, España prosperó durante trece años a un ritmo más rápido que la CEE en su conjunto o que cualquier país perteneciente a ella. Lo cual demuestra que no necesitábamos entrar para prosperar por nuestra cuenta ni que ello supusiera ningún tipo de aislamiento. Suiza o Noruega no se han dejado llevar por esos señuelos y tienen mayor riqueza per cápita que la UE; e Inglaterra, mucho más sabia políticamente que nosotros, tiene buen cuidado de mantener sus distancias con el invento (aún no había ocurrido el Brexit). Pero hay más: el crecimiento español fue entonces mucho más sano, equilibrado, con muchas menos crisis y casi sin paro. Casualmente, la entrada en la UE se ha saldado con un paro masivo que incluso en tiempos de Aznar rondaba los dos millones, con altibajos y crisis mucho más frecuentes y  con una dependencia económica (además de política) mucho más acentuada. Tengo aquí la desagradable impresión de que Vidal-Quadras está tratando de embaucarnos con un cuento para niños. No sabemos cuánto habría prosperado España fuera de la UE, cierto, pero es por lo menos  muy posible que lo hiciera más rápidamente que dentro y, repito, con mucha menos dependencia.

c)      Que los europeos dejaran de matarse no se debe en absoluto a la UE, y además no tiene nada que ver con nosotros, que nos mantuvimos neutrales en sus contiendas (como Suiza o Suecia). Ese dejar de matarse se debe a Usa, es decir, al paraguas atómico useño frente a la URSS. Y cuando terminó la guerra fría, las potencias de la UE se las arreglaron para fomentar el conflicto de Yugoslavia que luego fueron incapaces de arreglar… hasta que intervino Usa nuevamente. Eso sin contar las muy crueles guerras coloniales mantenidas durante muchos años por Holanda, Francia o Inglaterra, la influencia en matanzas como las de Ruanda o, ahora, en la absurda “primavera árabe”, ayudando a derrocar a los regímenes prooccidentales. Dictaduras, cierto, pero no peores sino mejores que la alternativa.

   En conclusión, el señor Vidal-Quadras debería encontrar argumentos mejores para defender a la UE. Por mi parte, y mirando desde España, no reduzco la soberanía al negocio ni veo que debamos nada especial a la UE, y sí, en gran medida, la crisis que ahora sufrimos. Lo demás son palabras biensonantes pero vacías.

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La reconquista y España

J. Pérez (V),  y los prodigios de al Ándalus

Creo que tiene razón Joseph Pérez cuando critica a numerosos historiadores y arabistas, algunos tan importantes como Menéndez Pidal o Sánchez Albornoz, “que minimizan la aportación árabe, haciendo hincapié en la debilidad numérica de los invasores, la tibieza de su fe, el mestizaje con mujeres indígenas…, y acaban concluyendo que los vencidos asimilaron culturalmente a los vencedores: las estructuras administrativas, lingüísticas, culturales e incluso económicas de la monarquía visigoda se mantuvieron casi intactas después de la conquista. La civilización de Al-Ándalus debió muy poco a los árabes y casi todo a los elementos hispanorromanos anteriores”.

Como Pérez señala esas tesis resultan “muy exageradas y carecen de verosimilitud”. Los vencidos no asimilaron a los vencedores, aunque les transmitieran algunas influencias secundarias. Quienes se asimilaron a España fueron justamente los visigodos, mientras que en Al Ándalus, recuerda Pérez, ocurrió al revés: “el elemento árabe impuso una religión, una organización política y una lengua”. Eso entre  otras cosas fundamentales: añadamos unas formas de derecho, nuevas costumbres que se extendían desde la culinaria a la familia y el matrimonio, etc.  “Es decir, una civilización completamente distinta de la anterior”. Distinta y radicalmente opuesta, pues luchaba por imponerse completamente, como en el norte de África. Esto es tan evidente que el llamativo error de Menéndez Pidal y sobre todo de Sánchez Albornoz responde claramente a cierto prurito de hacer españoles a todos los que han habitado en la Península Ibérica, dotándolos de  rasgos “temperamentales” un tanto especulativos  y difusos, considerados definitorios por encima de los rasgos culturales claramente discernibles.

Hace después J. Pérez un cántico a las maravillas culturales del mundo islámico antes del siglo XI: “En contraste con el resto de Europa, Al Ándalus se distinguía por la importancia y riqueza de sus ciudades: Toledo, Almería, Granada, Zaragoza, Málaga, Valencia, y sobre todo Córdoba, ciudad espléndida con cientos de mezquitas, baños y hoteles, tiendas…” Y por otra parte,   El árabe era la lengua de los vencedores y de la administración (…) No lo olvidemos, era también la lengua del progreso, de la ciencia, de la cultura (o sea, lo que dicen hoy del inglés) y es lógico que fuera adoptado en todo el territorio de Al Ándalus”. Hay  bastante de cierto en todo ello, pero tal como lo presenta el autor,  podría pensarse que si toda la península y Europa se hubieran islamizado, habría sido para ellas un “un buen negocio”, en palabras de Alejo Vidal-Quadras. Pero un historiador debe preguntarse por qué, pese a ocupar Al Ándalus la gran mayoría de la península, y justamente las partes más pobladas y ricas ya desde antes de la invasión musulmana, fue retrocediendo, a veces con gran rapidez, y sufriendo derrotas muy sensibles a manos de los más pobres y mucho menos numerosos españoles del norte.  Así, un historiador debe señalar también otros rasgos menos brillantes del emirato y del califato: con respecto a los estados del norte, sufría un grado mucho más alto de despotismo y de arbitrariedad del poder, una extensión mucho mayor de la esclavitud (el propio ejército llegó a componerse en gran medida de esclavos), una situación de la mujer muy inferior y una guerra civil prácticamente permanente, entre otras taras que minaban a aquel régimen.

Si exponemos las diferencias solo en un sentido, como hace el señor Pérez, no solo escribimos una historia mutilada, sino que nos impedimos la comprensión de la evolución histórica.

Dicho de otro modo: aunque el régimen cordobés se conformó como un estado independiente, nunca llegó a ser una nación como sí lo fue la España visigoda. En primer lugar, la minoría árabe nunca se asimiló a la población y cultura preexistentes, como hicieron los godos, sino que permaneció siempre como una oligarquía privilegiada, autoconsiderada racialmente superior y ajena no solo a la masa de población que permaneció cristiana, sino también a la que se convirtió al Islam y a los beréberes, siendo esta una de las causas de las continuas crisis y revueltas internas, hasta la implosión final en las taifas. Es más, la minoría dominante desconfiaba hasta tal punto de sus súbditos que siempre trató de mantenerlos atemorizados y alejados, incluso físicamente, por fuerzas traídas del exterior o esclavas. A pesar de sus éxitos asimiladores en religión, lengua, derecho, costumbres, etc., el estado omeya permaneció siempre como un cuerpo extraño, despótico y desconfiado de sus propios súbditos. Todo ello lo he tratado con mucha más extensión en Nueva historia de España (más tarde en La Reconquista y España) , a la que remito al lector interesado. Dejo para un próximo artículo la interpretación, realmente pintoresca, que hace el señor Pérez de los inicios de la Reconquista.  

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Cómo Franco salvó a España de la devastación: https://youtu.be/Id3xta_JIPU

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