SGM y solidez franquista / Gangsterismo progre/ El Método Cuevas (a)

La II Guerra Mundial y la solidez del franquismo

Las grandes decisiones en política nunca son tomadas con seguridad y facilidad o porque “caigan por su peso”, como creen los simples. Por lo general se toman entre arduos dilemas y con cálculos siempre arriesgados sobre las consecuencias.

Cuando cayó Francia en la SGM parecía inminente un nuevo orden europeo en el que a España le convenía entrar para reconstruirse,  aun soportando cierta hegemonía alemana. Pero en pocas semanas el panorama cambió por completo: Inglaterra no aceptaba la paz, y por tanto habría guerra. ¿Guerra corta o larga? Esto era esencial para España. En el primer caso quizá conviniera aplazar la reconstrucción a cambio de mejores condiciones luego. Pero cualquiera (Franco desde luego)  podía pensar que Inglaterra trataría de resistir hasta que Usa se le uniese. Además, el dominio del mar permitía a Inglaterra cortar el comercio exterior español.  Claro que por otra parte, la Wehrmacht estaba en los Pirineos, y era peligroso desairar a Hitler,  y en el Atlántico los U-boote  casi estrangulaban  el tráfico inglés, lo que repercutiría sobre el español. Otro aspecto del problema era que el cierre del estrecho podría llevar a Inglaterra, al menos por unos meses,  a una situación desesperada, como señalaba Hitler a Franco y bien sentía  Churchill, y obligarla a una paz desventajosa antes que interviniese un Roosevelt dudoso de beligerar. Existían además lazos emocionales, como el agradecimiento por la ayuda prestada a Franco en la guerra civil.

Hitler creía que la toma de Gibraltar habría resuleto aquella fase de la contienda, y otros,  incluidos generales alemanes, han considerado su  renuncia a atravesar España, con Franco o contra Franco, como un enorme error de consecuencias decisivas sobre el conjunto de la contienda. Alguien ha criticado que en la portada de mi libro sobre la SGM no aparezca De Gaulle y sí en cambio Franco, pero el peso de De Gaulle en la guerra fue casi nulo, y el de Franco tuvo indudable relevancia.

En líneas generales, se advierte en toda  la política de Franco  una prioridad orientativa, la reconstrucción del país. Pero la misma  estaba sometida a tales albures, temores  y circunstancias cambiantes, que navegar entre tales remolinos podría terminar fácilmente en naufragio. Mantener el rumbo de la nave exigió sin duda  una sabiduría política rara vez  hallable entre los políticos españoles en al menos dos siglos.

Ese acierto extraordinario es una de las causas mayores por las que odian a Franco  unos políticos “menos que mediocres”, que sí hubieran metido a España en aquella contienda. De la que España habría salido destrozada,  con cientos de miles de muertos e inmensas destrucciones, y con nueva guerra civil, como  ocurrió en Francia e Italia. Una de las causas fundamentales de la solidez del franquismo fue aquella magnífica hazaña. La habitual charlatanería historiográfica se ceba en las duras circunstancias de posguerra, olvidando que sus penurias fueron acentuadas por la política inglesa y luego por la de los vencedores de la SGM, incluida la URSS. Pero que no solo fueron vencidas finalmente, sino que España se había librado de las atrocidades que sufrió casi todo el resto de Europa, y esto pesó mucho, sin duda, en lo que se llama a veces “inconsciente colectivo”. El franquismo fue visto como la salvación, no solo de la sovietización y disgregación durante la guerra civil, sino de las sangrientas miserias de la guerra europea.

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La Segunda Guerra Mundial - 1

Gangsters contra la libertad de expresión

Me envía Robert Néboit un artículo de Libération sobre el intento de hundir el periódico de “ultraderecha”  Le journal du dimanche privándole de publicidad. Parte de la maniobra viene de un “colectivo Sleeping Giants“, que con “acciones de alerta”  acosa en tuíter (supongo que también en otros medios)  a los anunciantes de medios con una “línea editorial intolerante, estigmatizante, divisoria, incitadora al odio”.  El grupo Sleeping nació en Usa en 2016, y se ha extendido a Francia. “Cancelación”, llaman a esas políticas , y no hay casualidad en el hecho de que las ideologías defendidas por los  cancelantes (lgtbi, homosexistas, feministas, abortistas), rebosen odio, intolerancia y división social como una melaza maloliente y venenosa. Solo hay que ver sus consignas, manifestaciones, amenazas e histeria.   Particularmente he sufrido ese odio y comprobado  su efectividad  en los medios y redes sociales. De izquierda y derecha. 

Sleeping es, como otras, una  banda de gangsters que debiera estar perseguida legalmente, pues  intenta asfixiar la libertad de expresión por el medio mafioso de privarla de medios económicos. Sin embargo son ellos los que ejercen la persecución, masivamente y desde diversos  poderes, incluso desde los gobiernos (como las leyes de memoria en España). Están  pudriendo, literalmente, las sociedades occidentales, sin que la reacción esté hoy por hoy a la altura de la amenaza.  Por ejemplo, las leyes de “memoria” solo han sido combatidas en España por VOX, pero lo han hecho con tanta flojera y mezclado con cosas menores, que su eficacia es muy endeble. La reacción debe estar a la altura de la agresión.

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El método Cuevas (a)

No vamos a seguir con aspectos particulares del libro del señor Cuevas porque no acabaríamos. Su problema es de método, y un mal método no puede producir buenos resultados (dejemos aparte las “metodologías profesionales o científicas” tan en boga en la universidad y productoras sistemáticas de  disparates). Cualquier tema historiográfico debe  se tratado en relación con un contexto más general y su evolución. Por  ejemplo: cuando me puse con los separatismos vasco y catalán (Una historia chocante), los examiné no solo en sus ideas,  exposiciones, órganos de expresión, etc., sino también, y muy fundamentalmente, en su evolución al compás de la evolución general de España. Esto parece “de cajón”, pero la historiografía española no había producido hasta entonces un ensayo conjunto de las dos ideologías y de su evolución a partir de la crisis del 98, cuando pudieron convertirse en movimientos políticos. Después ha habido estudios muy valiosos, de Jesús Laínz, Francisco Caja y otros, sobre aspectos más concretos.

Por lo tanto, la Historia de la derecha española,  de Cuevas,   debería haber prestado atención permanente al contexto histórico en que se desenvolvían las derechas. Esto, sin embargo, no ocurre en su libro, o lo hace de modo tan parcial y superficial que incluso induce a confusión. Y ello desde el comienzo mismo de la división izquierda/derecha a raíz de la invasión napoleónica (aunque hubiera precedentes secundarios). Uno esperaría al menos un resumen general de aquella guerra, de la que España salió arruinada y en parte desangrada, con una deuda gigantesca y en vísperas de la pérdida de la mayor parte del imperio. Asombrosamente, nada de ello aparece en el libro; ni  existe siquiera la intervención inglesa, ni Wellington, etc.  Se dirá que de todas formas, el tema era otro, pero no es así.  La intervención inglesa, el peor aliado concebible de España, derivó entre otras cosas  a la pérdida del imperio y a la supeditación económica del mismo, incluida la ex metrópoli, aparte de su influencia ideológica y política en sectores liberales.

Tampoco aparecen en el libro las atrocidades de las tropas francesas, secundariamente de las inglesas, y  sin embargo ellas explican muchas cosas: por ejemplo, la impopularidad de los liberales, identificados a menudo  con los invasores que habían pisoteado la religión,  sembrado el país de sangre y hambre, y destruido un inmenso patrimonio  cultural e histórico. De ahí el entusiasmo por Fernando VII,  del que Cuevas se limita a citar una opinión de Artola sobre “la degradación” de los españoles de entonces. Los españoles que tiraban del carruaje de Fernando expresaban su alegría por el fin de la guerra  y por la vuelta de quien creían  un héroe, un “Mesías”,  el “Rey más perseguido”,  “Cautivo”, como les contaban un clero poco decente y ansioso de recobrar sus privilegios.

 El carácter y resultado de la guerra explica también por qué los liberales eran muy minoritarios y  por qué para ganar poder debían recurrir a sociedades secretas, en particular la masonería, sobre todo el el ejército. La masonería apenas aparece nombrada de refilón en Cuevas, y sin embargo tuvo una influencia no por casi invisible menos palpable en todos los sucesos de la época, incluida la pérdida del imperio. Tanto en el ejército francés como en el inglés  la masonería era una fuerza real, contagiada después al ejército español.  Por supuesto, la conspiranoia antimasónica tan típica en cierta derecha tiene escaso valor historiográfico, pero no lo tiene más pasar por alto su influjo, como en el libro de Cuevas. 

Este  caso chocante de práctica ausencia de trasfondo histórico se repite a lo largo de todo el libro, sustituido por información  sobre  las diversas tendencias y oposiciones entre grupos derechistas, con citas y ristras de nombres.  Información no desdeñable, pero no solo incompleta, sino falta también de proyección histórica. En cierto modo, más que una historia de la derecha es una historia de las divisiones, maniobras y  palabrería  de las derechas (pues pensamiento hubo poco, aun si en la izquierda hubiera menos). Otro defecto fundamental de esta historia, que veremos, es la relación con las izquierdas.

 

 

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Banda chantajista / Vargas Llosa y Cervantes / Cuevas: historia y burocracia

Una banda chantajista

Que desde 2002 el PP es solo una banda de señoritos ignorantes, intrigantes y mangantes, es un hecho que me parece irreversible. Y ahora la vemos en acción actuando como una banda chantajista. Lo hizo durante toda la campaña electoral: o VOX se sometía sin más a sus intereses de partido, o sería presentado como apoyo del doctor. El chantaje se podía explicar ya que, en su euforia pueril, el PP creía poder sacar una gran mayoría y hasta mayoría absoluta: se lo decían sus “analistas” y “expertos electorales”.  Y ahora han vuelto  a lo mismo con la mesa del Congreso, rechazando de pleno a VOX , pretendiendo que pueden tratar como un apestado o paria al tercer partido del país. Pero ahora la situación ha cambiado: ya no hay la gran mayoría que los golfos  fantaseaban, y  la posibilidad de que el doctor y  sus pandillas se adueñen del poder y culminen sus proyectos criminales es muy real. En tal situación, los   señoritos golfos han tensado el chantaje sin importarles dar una gran baza a los delincuentes.

El PP entiende como su mayor enemigo a VOX –y no al PSOE o los separatistas–, y se entiende que obre en consecuencia, tratando de aniquilarlo. Pero hay momentos en que un interés general gravemente amenazado como ahora  debería  permitir algún acuerdo negociado.  Opción que está resultando imposible con estos “moderados y centristas”, incluso habiendo renunciado VOX a participar en el gobierno. 

Hay en esta situación  dos cuestiones de fondo: a) la investidura de Feijoo no es una alternativa a la del doctor, aunque sí  un alivio momentáneo,  que permitiría  a VOX actuar de verdadera oposición al avance de los planes compartidos en el fondo por PP y PSOE.  Claro que eso es, precisamente, lo que temen los señoritos.

b) Ante el grave peligro para  la unidad nacional y la democracia, cada vez se ve más necesario que el rey cumpla con su principal deber, la defensa de ambas, haciendo uso de sus derechos constitucionales, como ha propuesto el historiador Jesús Palacios (un desacuerdo con Palacios: califica a la monarquía de “negocio de familia”. Nada más lejos de la realidad, se trata de una institución básica, que ahora puede desempeñar el papel que le atribuyen las leyes, como en 2017) 

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Vargas Llosa y Cervantes

 No se trata de comparar a ambos autores, tan distintos en casi todo, empezando por la época.  Vargas Llosa es uno de los más talentosos  escritores en español de los últimos sesenta años, muy gran admirador del Quijote. Lo que me ha llamado la atención son unos comentarios suyos sobre Cervantes (Una conversación con Vargas Llosa), respondiendo a la pregunta de cómo puede explicarse una obra tan única y sobresaliente como el Quijote. Ya vimos que el liberalismo de Vargas es un poco simple en relación con el franquismo, pero aquí queda reflejado de otra manera. Niega que a Pérez Galdós pueda valorársele como  continuador de Cervantes, dada la diferencia de estatura literaria, cosa cierta, creo; y  califica de “misterio” cómo pudo surgir una novela de la dimensión del Quijote  lo cual también es verdad, estas cosas son inexplicables. 

Y más misterio aún atendiendo a su autor, que Vargas define así, cometiendo algunos errores sin importancia, pues se trata de una improvisación: “hombre modesto” “con muchos problemas sobre todo económicos”, “se le acusa de un asesinato”,  “es la vida de un hombre pobre, por eso se hace soldado”, “un soldado común, no un oficial” (Lepanto),  “vida trágica”  (Argel)”tenía todas las razones de ser un hombre resentido, un hombre acomplejado. Sin embargo en el Quijote aparece como un hombre generoso, abierto, que mira con humor las complejidades de la vida…”. Ya en otra ocasión oí a algunas personas explicar a Quevedo –menos generoso que Cervantes– por sus dificultades económicas. Lo que destaca aquí es la estrechez de miras de Vargas calificando con criterios de rentabilidad económica la vida heroica de Cervantes –como de tantos españoles de entonces– y sugiriendo el tópico de la miseria de la población. Hay un tipo de liberalismo que no puede juzgar más allá, tal como en el “materialismo histórico” se explicaba la literatura en plan lucha de clases. Dejémoslo ahí, de momento.

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 González Cuevas: historia y burocracia

Como señalaba en la entrada anterior en relación con Ortega y Azaña,  el señor Cuevas “olvida” datos fundamentales en beneficio de otros de menor enjundia: la visión siniestra de la historia de España compartida por ambos les llevó a denigrar al régimen liberal de la Restauración, a exigir (en vano, por suerte) la entrada de España en la PGM en calidad de carne de cañón para Francia e Inglaterra, luego a calumniar la fructífera dictadura de Primo de Rivera,  y finalmente a impulsar al país a una república demente. Esta es en resumen la carrera política de los dos intelectuales-políticos, al margen de matices y del pronto desencanto de Ortega desde una posición fácil.  Al pasar por alto estos datos esenciales, la exposición historiográfica de Cuevas al respecto, se reduce  inevitablemente a palabrería burocrática.

Ampliaré un poco el asunto de  Primo de Rivera: cuando él accede al poder mediante un golpe muy vitoreado en todas las clases sociales, la Restauración agonizaba víctima de cuatro cánceres: el pistolerismo anarquista, los separatismos al borde de la insurrección, la violenta demagogia socialista  y las consecuencias de Annual. A estos auténticos cánceres se sumaba, desde luego,  la influencia de tales intelectuales. De modo casi milagroso, Primo logró con muy escasa represión curar las cuatro enfermedades y dar al país su  época de mayor prosperidad desde principios del siglo XIX, sin obstaculizar el período culturalmente más productivo del XX hasta entonces (y del que iba a apropiarse la propaganda republicana). E intentó una nueva fórmula democrática entre un gran partido de derecha, Unión Patriótica, y un PSOE que parecía haberse civilizado; en esto falló, pero su balance, de todo caso, es impresionantemente positivo. ¡Y fue la derecha, incluido el monarca, el que arruinó la experiencia, expulsó a Primo y luego trajo la república! Pues no fue la izquierda, como suele creerse. He mostrado en mi reciente libro La Segunda República española s cómo la trajo la derecha “progresista” –Alcalá-Zamora al frente– y finalmente la destruyó, en mayor medida que la izquierda. La calidad política,  intelectual y  también moral, de la derecha española queda de relieve en estos hechos.

Como digo, nada de esto tiene interés para Cuevas. Veamos otro caso, el asesinato de Carrero Blanco, que él despacha en esto términos: “La designación de Carrero Blanco como presidente del gobierno, en junio de 1973 suscitó entre los reformista pocas expectativas de cambio, ya que en alguna ocasión afirmó coincidir ideológicamente con Blas Piñar (…) El 20 de diciembre fue asesinado, mientras comenzaba el Proceso 1001 contra el sindicato clandestino Comisiones  Obreras, por un comando de ETA, lo que fue celebrado por el conjunto de la oposición.  El entierro (…) fue el momento propicio para una ruidosa, aunque no excesivamente nutrida, manifestación  (…) demandado un golpe de Estado militar. Sin embargo, el Gobierno se mostró sereno y no cedió a las peticiones de los extremistas (…) La muerte de Carrero, supuso, como señaló Fernández de la Mora, “la proscripción de su política”.

Y eso es todo, sin el menor análisis. No obstante, desde la derecha y la izquierda, se ha dado al atentado máximo valor histórico, y en ambos casos como la supuesta ruptura del dique franquista, que abría el camino a la democracia. Democracia que los franquistas  posteriores tendían a considerar nefasta, al revés que los demás, al menos de palabra. En dos palabras: la ETA, con su atentado, habría traído la democracia a España, o al menos le habría abierto el camino. Esta idea de fondo, inconfesada pero claramente implícita, explica que bien pronto, en la transición, se abriese paso la idea de “terminar con la ETA” ante todo negociando o “dialogando”  (aceptando sus crímenes como un modo de hacer política),  aparte de una acción policial que nunca parecía eficaz. Y es la causa de que, después de que la ETA fuera casi desmantelada en el segundo período de Aznar, el PSOE de Zapatero se apresurase a rescatarla como una potencia política. Después de todo, las afinidades ideológicas entre ETA y PSOE eran casi totales empezando por su socialismo y antifranquismo. La política zapateril fue pronto continuada por el PP.

¿Trajo o abrió paso  la ETA  a la democracia? Es una idea imposible. Ni la ETA ni el PCE han sido jamás demócratas, muy al contrario. Y el régimen, desde luego, no se desplomó. Aunque en descomposición interna, mantuvo bastante solidez para encajar el golpe e ir preparando, aun si a veces algo a tientas, la transición a la democracia. El régimen no se vino abajo ni mucho menos,  se mantuvieron las previsiones y tres años después comenzó el paso a la democracia  “de la ley a la ley”, desde el franquismo, no desde una oposición nunca democrática,  para frustración de esta,  que aún no ha logrado destruir la herencia principal de aquel régimen, aunque se haya acercado tanto en  los últimos años. Y este es el verdadero significado histórico de aquel atentado: su incapacidad para provocar un desastre, lo que, en momentos de debilidad del régimen, parecía en principio factible.

Importa ver el problema en toda su extensión. Una debilidad de fondo del franquismo fue su autoproclamación como católico, no meramente confesional, sino político. Pero el catolicismo no es una política más o menos determinada, y es compatible con regímenes  diversos. Fue en el Vaticano II, que tampoco analiza Cuevas, como veremos, donde el franquismo encontró su némesis: la Iglesia no solo se disoció de él, sino que procedió a provocarlo e incentivar a todos sus enemigos. Esta política –contra quienes habían salvado a la Iglesia del exterminio físico, debe recordarse siempre– pudo ocasionar un derrumbe de consecuencias imprevisibles, aprovechando, por ejemplo, el asesinato de Carrero. Afortunadamente, como decimos  el entramado del régimen resistió bien. Y este es el significado histórico del atentado, en contraste con otros como el del 11-m, que abrió paso a la descomposición de la democracia que hoy sufrimos.

A partir del Vaticano II, al régimen no le quedaba otro futuro que una evolución democrática o un posible y catastrófico derrumbe. En la evolución democrática estaba, con mil vacilaciones, el mismo Carrero, a quien criticaba por entonces Blas Piñar. Vacilaciones comprensibles, ante el riesgo, temido también por muchos otros, de desembocar en una tercera república de orates, dadas las ideas históricas y políticas de la oposición. Sin embargo no fue así, y ello se debe a la solidez de la herencia franquista.

Trataré de explicar por qué el libro de Cuevas no es una verdadera historia de la derecha, sino, en todo caso, de las ideas, intrigas y diferencias entre sectores de la derecha, tratados como en una burbuja y con escaso sentido crítico.

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Torre de Babel y SGM / “¡A tal grado…!” / Losantos, según Cuevas

La torre de Babel y la SGM

En reunión de amigos, uno dice: “No me decidí a comprar tu libro sobre la II Guerra Mundial al ver en el índice un capítulo titulado “la torre de Babel” Me pareció demasiada fantasía para un tema histórico tan moderno”.

Pues no. La guerra está analizada desde distintos puntos de vista también como lucha entre potencias, como la mayoría. Pero esta, ante todo, fue una lucha entre ideologías. Y las tres tienen una raíz común: el culto a la razón y a la técnica apartando o negando culto religioso, más  la promesa, implícita o explícita, de traer algo así como el cielo a la tierra. Por lo tanto, las tres no deberían luchar entre ellas sino,  más bien y en todo caso, apoyarse y complementarse. 

El mito de la torre de Babel viene a ser aquí como el de Prometeo o, con diferencias,  el de Adán y Eva. Los hombres conciben el proyecto de elevar la tierra al cielo o de bajar el cielo a la tierra  mediante la técnica,  una gran torre hecha del mismo material que el propio hombre, es decir, de arcilla trabajada (probablemente el mito se inspira en los zigurat mesopotámicos). El resultado es, en el mito, que las lenguas se confunden, ya no pueden entenderse y fracasan dramáticamente. En la realidad histórica que tratamos, las ideologías (culto a la razón y a la técnica, insisto, y promesas “celestiales”, tan evidentes en la SGM) guerrean entre sí y no se entienden mutuamente. Eso llama la atención, cada una critica ferozmente a las otras, sin atender ni entender realmente lo que dicen. 

Yo he procurado esquematizar cada ideología de acuerdo con lo que dicen de sí mismas, y con las críticas de unas a otras, lo cual me parece más ilustrativo que  tomar partido por alguna. Claro que al esquematizar se dejan muchas cosas fuera, pero permite afinar la comprensión. Un modo de entenderlo es que las tres aspiran a sustituir la moral, basada en la libertad, por unos mecanismos sociopolíticos que la hagan innecesaria.

Las tres son hijas de Europa, de su evolución histórica,  en último extremo  y de modo un tanto paradójico o contradictorio, del propio cristianismo. Y la contienda entre las tres acaba con Europa. Vistos en un plano más amplio, la lucha no paró ahí. Dos de ellas,  liberal y comunista,  se aliaron para aplastar a la tercera, y a continuación iniciaron otra guerra (“fría”) entre ellas, que terminó con el desplome de la comunista. Quedaba, pues, el camino histórico abierto para la única alternativa posible, la liberal, que podría identificarse con el bien.

Ante el derrumbe de la URSS, el politólogo useño Fukuyama escribió un ensayo penetrante sobre la situación que resultaría de ese “fin de la historia”. Lo importante es que el triunfo del “bien”, aparentemente definitivo, resultaba una pesadilla, tema que desarrolla en una obra posterior. En el mito de Prometeo, este (el hombre) se ve encadenado a la “roca”, a la trivialidad y bajeza de la vida, es decir, a su propia elección).

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“¡A tal grado…!

Llamar a alguien estúpido es peligroso, porque todos estamos mucho más limitados de lo que desearíamos, y las estupideces son a menudo el modo de aprender. Pero hay casos. Hace poco, en una aldea gallega, oí a una chica decir a algún compañero que habría metido la pata mientras descargaba una furgoneta: “Xa sabía que moi listo non eras, ¡pero a tal grado…!” Me hizo mucha gracia por la expresividad, el tono burlón y al mismo tiempo riente y amistoso.

Me acordé del leve episodio mientras, aprovechando un resfriado que resultó covid, escuché en el móvil algunas entrevistas a Vargas Llosa. El escritor vino muy joven a Madrid con una beca,  en 1958, y permaneció casi dos años.  El entrevistador, progre,  le sirve la bola en bandeja: “aquel Madrid del franquismo”. Y Vargas remata:  “era un ciudad pequeñita y muy provinciana, muy cerrada, ensimismada, incomunicada del resto del mundo”, prácticamente sin vida cultural, aunque tuviera su “encanto”. Esta opinión solo puede calificarse de estupidez:  Madrid contaba entonces con algo más de dos millones de habitantes, duplicando de sobra los de la república,  y crecía con rapidez. Solo París y Londres eran mas grandes en Europa occidental, y en América “Latina” solo la superaban significativamente Buenos Aires y Río de Janeiro, también algo menos la capital mejicana. Por supuesto,  tenía barrios marginales y degradados, como todas las grandes ciudades europeas, no digamos las “latinas”, pero en conjunto estaba bien ordenada y en expansión urbanística.

   Yo recuerdo la gran impresión que me produjo Madrid  cuando la visité, en 1961, con trece años: las grandes avenidas,  el denso tráfico, los anuncios luminosos, la vida nocturna (quizá la más animada de Europa), los museos (visité el del Prado, el de Ciencias Naturales y el de América, y había más, desde luego), los parques…  Siendo Vargas aficionado al cine podría recordar  que la Gran Vía estaba llena de grandes cines en que se estrenaban obras internacionales, y también un cine español que, sin ser extraordinariamente brillante tampoco era el bodrio que nos vienen contando; o que en Madrid rodaba por entonces  Orson Welles o que se había trasladado a vivir allí  Ava Garner… Había más prensa que en la actualidad, y algunos diarios, como ABC, Arriba o Informaciones, tenían un nivel intelectual desde luego más alto que el insufrible ruido de los medios actuales. Había  una vida teatral, de tertulias y discusión de ideas  comparativamente intensa o una televisión un tanto pobre comparada con la actual, pero muy superior a esta desde otros puntos de vista. 

Al parecer, Vargas no se enteró de nada de eso, como ocurre con muchos intelectuales obcecados con teorías. Y se explica: por entonces Vargas era comunista y un rendido admirador, como casi toda la intelectualidad “latina”, de la revolución castrista, que  había triunfado aquel mismo año, y frente  a la cual palidecía o perdía valor, naturalmente, casi cualquier otra cosa. Pero lo significativo es que esa descripción de Madrid la hace actualmente, cuando el liberalismo ha ocupado toda su ideología y sigue siendo de rigor negar la evidencia histórica. 

La realidad es que Madrid era un centro cultural inquieto e interesante,  que trataba de ser independiente u original y abierto al mundo. El aislamiento trataban más bien de imponerlo unas  democracias europeas  salvadas del nazismo y protegidas del expansionismo soviético por el ejército useño; situación poco envidiable y harto decadente que no afectaba a España, a no ser de modo muy indirecto. En  los años 40 y 50 hubo en España un intento de  desplegar una cultura nueva, de raíces propias en el “siglo de oro”. Hoy se considera el intento un fracaso, y seguramente lo fue, pero no superado por nada parecido a una poderosa eclosión de otro tipo, sino más bien empeorado por una progresiva satelización y colonización cultural.  Sin embargo, estudiar aquella época con seriedad y sin sectarismos baratos sería una tareas   incitante para renovar una vida cultural española más bien deprimente. 

En otra interesante conferencia, Vargas Llosa  se pregunta, sin ver la salida, cómo  los latinoamericanos votan libremente tan mal, a gobiernos siniestros, contrarios a las libertades. Es un tema digno de meditación.

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Losantos, según Cuevas.

Para empezar con el libro de González Cuevas, abordaré brevemente sus opiniones sobre Jiménez Losantos, cuya influencia sobre parte de la derecha califica  en una entrevista de “nefasta” ahora y en el pasado.  Esa  descalificación no respondería, pues, o no solo, a las llamativas posturas de Jiménez Losantos sobre VOX y el PP en los últimos tiempos, sino a una posición sostenida desde el principio de su influencia. En el libro no  califica tan drásticamente la labor de este, pero hay una orientación: el periodista sale a colación promoviendo a Azaña como figura inspiradora de  un nacionalismo español liberal, ajeno al franquismo, que oponer al auge y radicalización separatistas. Azaña daría “la fórmula política del nuevo nacionalismo español”. Como se recordará, esta postura se hizo muy influyente  en el PP, empezando por Aznar mismo, y posiblemente inspiró la condena del 18 de julio en 2002.

No tengo nada que  oponer a la evidente aversión de  Cuevas a Azaña, aunque habrá que hablar más de eso. Si bien podría,  debería, recordarse que, a raíz de mi  Los orígenes de la Guerra civil, el propio Losantos dijo que tiraría a la basura su  libro sobre Azaña. En todo caso, señala Cuevas, “el proyecto político-cultural de Losantos es muy limitado”, sin explicar mayormente por qué o en qué.  

Aparte de eso, Cuevas señala las masivas manifestaciones contra la política proetarra de Zapatero, que atribuye a la AVT sin apenas aludir al hecho de que  fueron posibles –cuando todos  daban por imposibles tales movilizaciones para la derecha– gracias al altavoz que la AVT tuvo en la COPE, y muy  especialmente en Losantos.  Cuevas  señala que el PP no tuvo la menor iniciativa en las protestas, sino que se sumó a ellas, pero olvida que, precisamente lo hizo para desviar el objetivo y conducirlas a la nada. “Hay que derrotar a la ETA”, clamaba Rajoy para disimular que el enemigo era el gobierno que colaboraba con una ETA ya casi desmantelada, pero que al PSOE le interesaba resucitar como fuerza política (afín, en definitiva).  Más adelante hemos sabido que bajo cuerda y con presión del rey, el PP se sumó a aquella maniobra clandestina con los asesinos, cuyas actas no se han publicado  pese a todas las peticiones y presiones. Aquellos sucesos, que Cuevas simplemente menciona sin analizarlos ni superficialmente, fueron la mayor desgracia   de la época, pues permitieron al PSOE  culminar impunemente sus delitos. 

Pero lo más relevante a efectos de la política cultural que implícitamente propone Cuevas, es la cuestión de Azaña, oponible a la de Ortega, y  que conviene explicar. 

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La Segunda Guerra Mundial - 1

 

 

 

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Secreto de VOX / Por qué ganó Franco / Primo de Rivera /Campaña de VOX

El secreto de VOX.

Vox partió prácticamente de la nada, se mantuvo marginal durante un tiempo, y de pronto, en los últimos cuatro años se ha convertido en una considerable potencia política, y lo ha hecho “contra todo y contra todos”.

Creo que el secreto de este logro sin precedentes en la democracia ha sido la conjunción de patriotismo y liberalismo. Conjunción no fácil porque, desde la transición, numerosos patriotas se remitían a un franquismo imaginario, y la mayoría de los liberales, un tanto cañís, eran ente todo forofos de una Europa también imaginaria.  Aquellos patriotas formaban pequeño grupos mal avenidos entre sí, y perfectamente marginales, situación en la que muchos se sentían a gusto si podían disfrutar de algunas ventajas. Nunca fueron capaces de examinar la causa de su permanente marginalidad ni desarrollaron algo así como un discurso convincente y con cierta base cultural

En cuanto a los liberales, en el PP y en diversos órganos de opinión, se desentendían de la idea de España, que en el fondo despreciaban, remitiéndose a las excelencias de Anglonia y muy satisfechos con la colonización cultural y la satelización política. 

No sé todavía qué pasa en VOX, pero da la impresión de una lucha por el poder entre una tendencia y otra, lo que sería muy grave. Los patriotas pueden y deben ser también demócratas y los liberales de VOX han demostrado notable patriotismo, aun si con rémoras anglómanas.

Todos los enemigos de VOX se frotan las manos augurando ¡por fin! el hundimiento de ese partido. Y si se produce esa lucha por el poder y la dirección no es capaz de contenerla, esta vez sería verdad. En todo partido hay tendencias diversas (y personalismos) y la destreza del liderazgo consiste en armonizarlas impidiendo que se vuelvan destructivas. Suele olvidarse que la talla de estadista de Franco dependió en gran medida de  saber equilibrar a sus “familias” o partidos, que de otro modo, por propio impulso, se habrían peleado entre ellos y liquidado al régimen. “Familias” con un sector antifranquista cada una de ellas.

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Por qué ganó Franco

Me pregunta un amigo si,  después de Por qué el Frente Popular perdió la guerra, no sería conveniente otro sobre por qué Franco la ganó.

Creo que Miguel Platón está trabajando en ello. En mi opinión se debió a cuatro factores

a) Puesto que lo decisivo en una guerra son las operaciones militares, es claro que Franco destacó sobre sus enemigos tanto estratégica como tácticamente.

b) Asimismo reorganizó un ejército, que había quedado desarticulado,  con más rapidez que sus contrarios, consiguió ayuda exterior en mejores condiciones que ellos, y no dependió políticamente de esa ayuda, como sí dependió el FP.

c) Contó con la adhesión de al menos la mitad de la población, que fue en aumento conforme se desarrollaba el conflicto y aumentaban las victorias.

d) Organizó la economía  de manera más racional y eficaz que el frente popular

Estas condiciones fueron las que le permitieron pasar poco a poco de una situación inicial prácticamente desesperada, que habría hecho tirar la toalla a casi cualquier otro militar, hasta la victoria final.  Imagino que Platón desarrollará con su estilo concienzudo habitual, estos temas y otros que crea oportuno.

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Primo de Rivera en la historia

El historiador francés Michel Festivi ha escrito un trabajo muy necesario sobre la dictadura de Primo de Rivera, una dictadura muy poco dura, y muy maltratada o simplemente olvidada por la historiografía. Primo de Rivera curó los tres cánceres que estaban asesinando al régimen liberal de la Restauración y a la propia España: la rebelión del Rif, el terrorismo anarquista  y unos separatismos al borde del golpismo. De paso domesticó o civilizó al PSOE dio pasos hacia el voto de la mujer, y en esos seis años y poco el país creció económicamente como nunca antes. Luego, la propia derecha le pagó como es sabido, prefiriendo encaminar a España al derrumbe republicano. En estos “pormenores” no entra el buen González Cuevas, que se pierde en detalles y citas de poca monta. Primo de Rivera plantea un problema esencial en la historia española: el carácter intelectualmente nulo y políticamente suicida de su derecha.

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Campaña de VOX

Si hubiera de buscar un fallo en la campaña de VOX fue haber seguido la orientación de  de Jiménez Losantos, pese a los cabreos (ir junto con el PP para echar al PSOE, y quejándose patéticamente de que el PP prefiriera pactar con el PSOE y PNV). Y no seguir mi sugerencia de clarificar al máximo la diferencia con el PP. Cosa lógica, en cierto sentido, porque Jiménez tiene una fuerza mediática y de arrastre electoral  de la que yo carezco por completo. Si es verdad, como dice Nebredo, que Abascal no aspira a hundir al PP (como el PP aspira  a hundir a VOX) sino a reconducirlo a la “buena política”, el futuro de VOX es muy negro. Pero esto no está aún del todo claro, y quizá rectifique. En cuanto a la pérdida de políticos de enjundia intelectual, que abandonan,  es importante, y vamos a ver en qué queda.  En mi opinión, VOX debería exigir nuevas elecciones y arriesgarse con la campaña que no ha hecho. Aun si las cosas salieran poco brillantes, la simple explicación de las diferencias de VOX con los demás partidos quedaría como un capital político de la mayor relevancia.

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Propuesta

Propongo o sugiero la creación de una fundación independiente cuyos objetivos fueran la clarificación del franquismo y la posibilidad/necesidad de una política exterior neutralista. Yo podría elaborar lo esencial del discurso.

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VOX / Derecha de Glez. Cuevas / Fuera de la ley/ Rusofobia y España / Sugestión

VOX

Los “analistas” habituales dan por liquidado a VOX, olvidándose de que eso lo vienen repitiendo desde que VOX existe. La dimisión de Iván Espinosa puede tener  repercusión fuerte si marca un cambio de orientación en VOX, que aún tiene algunas asignaturas pendientes. O puede no tener relevancia más que episódica. Todo está por ver. 

El hecho es que nadie ha ganado las elecciones, y que la situación es muy mala. Si el PSOE lograra la investidura, el proceso de disolución de España y la democracia se aproximaría a su fin, lo que justificaría la rebelión cívica a todos los niveles. Y si la consiguiera Pujoliño asistiríamos a una simple ralentización momentánea del proceso.  En estas condiciones la repetición es lo mejor, con todos sus riesgos, pues ofrece a VOX la mejor oportunidad, si sabe jugar sus bazas.  Repetición que puede llegar por sus pasos ante el empate de PP y PSOE, o por intervención del rey, si es que este se atreve a una medida necesaria para España, incluida la monarquía.

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La derecha de González Cuevas

Veo que ha salido un libro de González Cuevas, de 1080 páginas, al que califica  Stanley Payne de “una obra única que investiga exhaustivamente todos los grupos y partido de derecha (…) Analizar este sector ideológico es recorrer la historia contemporánea de España, país al que ha gobernado durante la mayor parte de su existencia”.

Eso es verdad.  No existe, que yo sepa, otro estudio general de este género, y González Cuevas ha acreditado ser hombre muy trabajador, cosa apreciable en la intelectualidad española por lo general poco amiga del trabajo esforzado, con la excepciones que se quiera.  Otra cosa es que el resultado del esfuerzo sea realmente apreciable pues, por mi experiencia con González, su loable espíritu laborioso y su capacidad para entrar en mil detalles y nombres de personas  no se extiende a su capacidad analítica e interpretativa, que generalmente se queda en la pura erudición, un defecto también muy extendido en la provinciana historiografía española. No es que la erudición sea mala, solo que no es suficiente, y de todos modos  el lector encontrará de seguro,  mejor o peor hilvanados, numerosos datos interesantes o poco conocidos. Por otra parte cabría pensar si  la endeble calidad intelectual y política  de la derecha española (salvando, hasta cierto punto. el franquismo) justificaría tanto esfuerzo historiográfico, pero  eso va en gustos e intereses. El libro abarca “De la Ilustración a la actualidad” (1789-2022). Mejor que de la Ilustración,  de la Revolución francesa, aunque esta haya sido producto de la Ilustración.

Observo  por el índice onomástico que solo me menciona dos veces, y las dos entre una serie de nombres en relación con Libertad Digital, de Jiménez Losantos, y de la revista Chesterton, de  J. A. Fuster. No existo, vamos, aunque él ha recogido  algunas ideas mías sin molestarse en citarme. Este ninguneo poco decente, tan habitual a izquierda y derecha, se comprende en González como cabreo por  una polémica que quiso entablar conmigo sin venir a cuento,  de la que no salió muy bien parado (olvidé incluirla  en Galería de charlatanes) Ver:

 http://www.nodulo.org/ec/2007/n062p11.htm
http://www.nodulo.org/ec/2007/n063p11.htm
http://www.nodulo.org/ec/2007/n064p13.htm

De entrada me ha llamado la atención este juicio suyo sobre Jiménez Losantos, a quien califica en una entrevista de “impresentable” y de “influencia nefasta” en la derecha. Empezaremos por tratar este asunto.

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Personajes fuera de la ley

Me comentan en tertulia que mi preferencia novelística por personajes fuera de la ley no se cumple en la segunda novela, Cuatro perros verdes. Y en parte es cierto, pero se trata de jóvenes estudiantes, y los jóvenes, sin estar fuera de la ley, están por su posición un tanto al margen. Y a menudo con cierta rebeldía  contra la sociedad en la que viven. De los personajes, solo Diego, el pequeño líder comunista, y en menor medida el ambicioso Chano, están abiertamente contra el “sistema”, en este caso  el franquismo (estamos en 1967). Los otros navegan en un mar de incertidumbres sobre un futuro  que perciben por así decir gaseoso. Uno de ellos, Moncho, por una experiencia traumática, lo encuentra  sin sentido al modo existencialista de Sartre, por entonces bastante en boga en la universidad;  otro, Javi,   busca deliberadamente prolongar la alegre  irresponsabilidad  estudiantil, por aversión a la vida profesional, que prevé fastidiosa; y otro, Santi,  más razonable e integrado, desea terminar la carrera, trabajar, casarse y vivir “como Dios manda”…, pero con un incidente en su pasado que no deja de perturbarle.  ¿En qué termina aquella jornada? Empieza con una discusión a medias seria y a medias bromista, desayunando café y churros en un bar, mientras les observa alguien en quien no reparan, y que, junto con Diego,  enlaza con la novela anterior. Y debería terminar con otra cena típica de estudiantes discutidores, pero a la que no podrán asistir dos de ellos.  Al  principio y al final,  el espectáculo de la salida y puesta del sol, que atrae a Santi, se presenta como símbolo del destino 

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Cuatro perros verdes

Rusofobia y política española

La rusofobia estaría justificada si, efectivamente, Rusia pretendiera recuperar el imperio soviético, atacando a Ucrania como primer paso para invadir Polonia, países bálticos, etc.

Sin embargo no hay la menor prueba de ello. Todo lo que exigía Rusia a Ucrania era la neutralidad, la autonomía de las regiones rusófonas y el cese de los ataques contra ellas. En 2015 tuvo la posibilidad de aplastar por completo al ejército ucraniano, como han reconocido Angela Merkel y otros, y se contentó con el  acuerdo de Minsk. Sabemos que ese acuerdo fue firmado por Ucrania, amparada por la OTAN,  sin la menor voluntad de cumplirlo y con el designio de ganar tiempo y formar un ejército capaz de enfrentarse al ruso sobre el terreno. Esto lo ha reconocido también la Merkel, entre otros. 

Desde entonces ha habido al menos una ocasión de volver a la paz, en las negociaciones en Turquía, y fueron Usa e Inglaterra quienes la vetaron. Todo esto demuestra que, al menos hoy por hoy, no es Rusia la que trata de expandirse, sino la OTAN la que acosa y trata  de arruinar a Rusia, rodeándola de bases militares y tratando de agotarla  por medio del gobierno títere de Kíef. Ya Solzhenitsin observó que Usa no solo buscaba demoler a la URSS, lo que aprobaba, sino debilitar y dividir a Rusia.

En cuanto a  España, debemos recordar siempre que no tiene ningún conflicto con Rusia, aparte del que nos está creando la OTAN y la UE. Las cuales no solo son aliadas y protectoras de Marruecos,  un país que nos amenaza directamente, sino que invaden nuestro territorio en el punto estratégico de Gibraltar. Los gobernantes españoles se declaran amigos y aliados tanto de la OTAN como de Marruecos, una mentalidad de traición al país. No he visto por ningún lado, entre los autodeclarados o autodeclamados patriotas, la menor mención a estos datos  tan demostrativos, no digamos ya  denuncia y agitación al respecto. Tenemos solo patriotas ucranianos y  patriotas rusos.

La guerra de Ucrania debería tener al menos una repercusión clave: poner sobre la mesa la opción por la neutralidad de España. Opción ante la que tiemblan las piernas a los patriotas. 

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La sugestión

Breve charla con una enfermera sobre el “cambio climático”, en el que tampoco ella cree, sin entrar en los intereses detrás de esas políticas. “Pero, advierte, el “cambio” tiene muy preocupados a muchos abuelos”. Recuerdo uno que decía no haber visto en 70 años algo parecido a este calor”.  Sin duda el hombre era bastante tonto. Yo recuerdo veranos que derretían el asfalto. Pero es que la gente olvida su propia experiencia y acepta lo que le cuentan  los medios. Eso pasó ya durante la transición, cuando  de pronto muchas personas que habían prosperado tranquilamente en el franquismo “recordaban”  la terrible dictadura que habría sido. Una de las historietas que más se repetían entre jóvenes era la de “haber corrido delante de los grises”. La Complutense tenía por entonces 40.000  alumnos, y nunca vi “correr delante de los grises” más que a unas decenas de estudiantes, junto con algunos centenares de mirones. Pero la gente terminaba creyéndoselo. El poder de la sugestión

 

 

 

 

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