La solución / Inverosímil hegemonía hispana

La solución

1. Que en España haya gobernado durante cuatro años un delincuente y su banda,  apoyándose en todos los enemigos de España y de la democracia, ha sido la consecuencia  lógica de décadas de falta de oposición. Pues el PP no ha ejercido de tal sino de auxiliar del PSOE y separatistas en  todos sus designios totalitarios y disgregadores de la nación.

2. Ahora, las elecciones no las ha ganado ningún partido con mayoría suficiente para gobernar, y asistimos a una carrera entre el PP y el PSOE por hacerse con los votos de los partidos más agresivamente antiespañoles,  antidemocráticos y antimonárquicos. Se trata de una situación extrema. Y  no por el hecho en sí, sino porque una de las opciones supone el ataque prácticamente definitivo a la unidad nacional y a las libertades públicas, y la otra el intento de congraciarse con ella.

3. Las diferencias políticas e ideológicas entre el PP y el PSOE son mínimas, por eso la investidura de uno u otro candidato no supone un cambio real de políticas. Sin embargo hay algunas diferencias  menores, que en un momento crítico pueden resultar decisivas. Por ello VOX ha decidido apoyar sin condiciones  la investidura de Feijóo a fin de facilitarle algunos apoyos que no tendría si VOX exigiera participar en el gobierno. El éxito de la maniobra es improbable, pero de tener éxito retrasaría algo la  labor de demolición de España, y también daría luego a VOX plena libertad para ejercer de oposición sin trabas, con una Gran Política.

4.  Hay, con todo una opción mejor, que ha argumentado el historiador Jesús Palacios, y que me parece la  más racional y factible: la acción constitucional del rey en defensa de la legalidad, como cuando el golpismo del separatismo catalán.

5.  El rey tiene la obligación constitucional de defender la unidad de España y la democracia, hoy tan peligrosamente amenazadas; y la facultad de proponer la investidura, que puede ser del ganador de las elecciones u otra, o incluso de una  una personalidad de consenso sin partido. Dado que nadie ha ganado propiamente las elecciones, lo lógico es que proponga a Feijóo como el más votado y con apoyos que le acercan a la mayoría absoluta. Y no proponer a nadie más, vistos los peligros de la situación, de modo que se fuercen nuevas elecciones.

6.Otra cosa es que el rey se atreva a dar el paso.  Esta solución tiene el gran riesgo aparente de que todo el conglomerado en torno al delincuente desencadene una ofensiva general contra la monarquía como remate de su ofensiva contra España. Pero digo aparente porque esa ofensiva, con altibajos, la lleva realizando desde hace años, junto con su ataque a la legalidad constitucional. La monarquía se jugaría su continuidad, pero todo indica que saldría bien  del trance, como salió del golpismo anterior, y sus enemigos perderían mucha  fuerza.

7. Otro peligro sería la actitud del PP. La apuesta sería difícil para un partido tan falto de sustancia política e ideológica, y de políticos de algún fuste, que casi seguramente respondería al envite golpista buscando el acuerdo con él. Pero esto está por ver ahora. Lo importante es que nuevas elecciones  darían principalmente una gran oportunidad a VOX, si sabe jugar bien sus bazas y corregir algunos errores recientes. Toda decisión política comporta riesgos, y el de esta sería convertir a VOX en el “hermano menor del PP”, previo a su propia desaparición.

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La inverosímil hegemonía hispana

La hegemonía española en Europa, y en cierto modo en el mundo, es un hecho de aspecto  inverosímil habida cuenta de que se mantuvo durante un siglo y medio frente a potencias que, como Francia o el Imperio otomano, eran mucho más ricas y pobladas, o como Inglaterra sacaban partido de su una posición geoestratégica excepcional, o,  como el Sacro Imperio aliado de España, estaba carcomido por la revolución protestante; y junto a ello la exploración y descubrimiento del mundo, y la conquista de partes extensas de él. Todo con “escasez de hombres y dispersión de fuerzas”, como apreció su gran enemigo Richelieu. A explicar este “inexplicable” fenómeno he dedicado, precisamente el estudio Hegemonía española y comienzo de la Era Europea.  Lo he situado además, y no menos importante, en un contexto mucho más amplio, que termina con la II Guerra Mundial lo que ofrece  nuevas perspectivas sobre  todo el problema.

Por  su inverosimilitud aparente, la hegemonía española ha sido negada de muchas formas. Henry Kamen, por ejemplo, la rechaza arguyendo que no existía propiamente España, sino un imperio castellano que incluía/oprimía a Cataluña y otras regiones, que  tenía poca técnica y, más sorprendentemente, que sus hombres eran muy reacios a emprender nada, por lo que tenían que ser azuzados por los banqueros u otras potencias. Joseph Pérez, con enfoque francés, arguye que en realidad no se trató de España, sino de “los Habsburgo”, que utilizaron a España como instrumento y víctima de sus intereses dinásticos particulares. También Raymond Carr dice creer que España, propiamente, apenas ha tenido nunca consistencia política. A estos y a otros los he tratado en Galería de charlatanes, que no se limita a historiadores o seudohistoriadores de la guerra civil y el franquismo.

Otro enfoque reconoce la hegemonía hispana, pero como una especie de mal histórico, el imperio del mal, podríamos decir.  Es la versión de la leyenda negra, cultivada con especial acritud por el mundo protestante, cosa comprensible porque España fue la principal barrera que encontró su expansión (como ocurrió también con el empuje otomano). De un modo u otro se trata de explicar cómo un país tan despreciable (y España lo fue realmente desde la invasión napoleónica hasta hoy, si exceptuamos el período franquista) pudo hacer cosas tales (o tan malvadas),  o bien  solo se trata de una especie de ilusión óptica. “Un enigma histórico”, podría   decir Sánchez Albornoz. Tiene algo de enigma, como todos los hechos históricos, pero también puede explicarse en buena parte.

La Segunda Guerra Mundial - 1

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Espacio público / Democristianos / Violencia machista / Marx (XVII) Clases y libertad

Invasión del espacio público

La colonización cultural por el inglés se extiende a todos los campos: el español progresivamente expulsado de la ciencia, la infancia adoctrinada implícitamente en la superioridad del inglés, la escasa invención española con marcas en inglés, la economía cada vez más anglizada, el español cada vez más bastardeado por el inglés en el periodismo y la literatura, la imitación torpe en el arte… Y la invasión del espacio público por letreros, nombres de establecimientos, mensajes comerciales, instrucciones… ¿Cómo es posible que no haya reacción, ni  siquiera se denuncie tal catástrofe, que ningún partido defienda la cultura y el idioma propio? Pues de momento es lo que hay. Vengo señalándolo desde hace muchos años y las respuestas suelen ser simplemente estúpidas.

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El factor democristiano

Para escribir el libro sobre la transición tuve que consultar una considerable bibliografía. En ninguno de los estudios se planteaba la importancia del Vaticano II ni de la ideología democristiana en la demolición del franquismo, seguramente inevitable, y en la promoción de los separatismos y de los radicalismos izquierdistas. Todos los análisis parten de una especie de chismorreo personalista, ignoran el carácter del franquismo, ya sea desde una visión de izquierda o de derecha, y por supuesto dejan de lado la significación histórica de aquel régimen, que reducen  a cuatro generalidades. 

Hace años asistí a la presentación de un libro de Otero Novas en el CEU. El  autor mostró cierto euroescepticismo, siendo reconvenido por un preboste democristiano, no recuerdo cuál, que le aclaró que “España tenía que ir siempre con Europa”. Qué entendería por Europa el hombre es cosa difícil de precisar, pero lo que entendía por España se notaba: “algo” subordinado a un proyecto supranacional, que inicialmente había sido democristiano pero que se lo había comido la socialdemocracia, hasta llegar a la actualidad en que no se sabe dónde acabará.

Lo que sostenían los intervinientes era en que el mérito de la transición correspondía al grupo de opinión y presión  “Tácito”, que había sabido prever por dónde irían los tiros. Y es verdad que la transición fue organizada por la UCD, cuya composición básica era el Movimiento, de tendencia falangista; solo que la ideología falangista estaba en la ruina, por lo que fue adoptada la democristiana. Compartida, casualmente por los separatistas vascos y catalanes. El PP se inspira básicamente en las mismas ideas.

La democracia cristiana no era ni es españolista, sino “europeísta”. Maritain, uno de sus máximos inspiradores, también del Vaticano II, era cualquier cosa menos hispanófilo, y durante la guerra civil hizo cuanto pudo por desacreditar a los nacionales, pese a estar estos salvando a la Iglesia del exterminio. Luego hablan algunos de la masonería.

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¿Violencia machista? 

El cuento de la violencia machista (“del macho”) pretende la existencia de  intereses antagónicos entre varones y mujeres, tal como el marxismo los establecía entre capitalistas y obreros. De este modo, los marxistas se hacían “representantes” de los obreros, pensaran estos lo que quisieran, y los/las feministas tratan de usurpar a su vez la representación de “las mujeres” o “la mujer”. Es una demagogia histerizante que por ello mismo  fomenta precisamente la violencia, no ya  “contra la mujer”, sino la violencia doméstica, y no solo. La violencia, como la corrupción o la delincuencia en general, existe en todas las sociedades, aunque, claro, puede ser  tan brutal como en algunos países latinoamericanos o tan soportable como hoy por hoy en España, a pesar de su aumento.

Lo que pretende esa sucia ideología es que las mujeres son asesinadas por ser mujeres y que los hombres asesinan por ser hombres. Con lo cual llenan la sociedad y las familias de desconfianza y odio (basta ver sus consignas)  y destruyen una de las bases de la democracia: la igualdad ante la ley y la responsabilidad personal. Por eso debe ser denunciada con claridad y sin contemplaciones ni ser tomada a broma, porque aunque básicamente histérica, tiene las peores consecuencias. 

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Marx (XVII) Clases y libertad

Como decía, la elaboración económica de Marx, pese a ser esencial para dar valor o apariencia científica a su sistema filosófico materialista, es decir, económico en lo que respecta a la explicación de la historia y del ser humano mismo, no ha tenido tanta influencia como su concepción derivada de las clases y la lucha de clases. Su elaboración económica concreta sobre el capitalismo resulta autocontradictoria y por lo demás no ha sido comprendida por la mayoría de sus seguidores, que ni siquiera se han interesado mayormente en ella. En cambio la división social en clases se presenta como una evidencia, así como una injusticia: ¿no somos todos seres humanos? ¿Por qué tiene que haber diferencias económicas, máxime cuando estas implican la explotación del trabajo de unos por otros que lo parasitan?  He aquí un argumento  capaz de mover el ánimo de mucha gente. El marxismo proporciona además la esperanza, o más propiamente la seguridad “científica”, de que esa injusticia se va a acabar, y no por inquietudes o indignaciones subjetivas, sino por la propia lógica económica, esto es, humana, pues economía y humanidad vienen a ser sinónimos: es la economía la que da sentido a la acción y la propia vida humana.

Tenemos, pues, dos hechos: la impresión de que la historia es una tremenda, aunque inevitable injusticia, y la esperanza-seguridad científica de que está próxima la igualdad soñada en vano durante milenios.

Es cierto que Marx no habla de injusticia histórica en sentido moral, no  parte de concepciones morales, pues considera que estas varían históricamente y en diversas sociedades, sirviendo en general a los intereses de las clases dominantes. Simplemente expone el hecho, si no científico al menos  evidente, de que todas las sociedades humanas se dividen en clases, excluyendo la imaginaria comuna primitiva. Sin embargo, esta visión resulta más aterradora por su presunción científica que por su concepción moral: la vida de la humanidad a lo largo de milenios habría sido una pesadilla,  una suma de horrores, la inmensa mayoría por estar sujeta al yugo de la explotación, y las ínfimas minorías a sus propios autoengaños ideológicos  y vidas parasitarias. Y ello no habría provenido de errores o pecados, sino de una férrea necesidad. Todas las ideas sobre libertad, bondad, belleza, justicia, etc., serían sueños nacidos de la desesperación ante la realidad, o  patrañas interesadas de los explotadores.

Puede observarse la diferencia con las concepciones anarquistas, cuya base interpretativa de la historia es moralista más que economicista. En ella tiene más importancia la idea de una comuna primitiva destruida a fuerza de innumerables  crímenes y violencias por los explotadores arropados por las religiones. Obviamente es una visión más fácilmente rebatible: el individuo es bueno, pero la sociedad (de clases) es mala. Dado que la sociedad se compone de individuos, es difícil entender por qué cada uno es bueno y el conjunto es malo. A pesar de ello, su visión no resulta tan radicalmente desconsoladora o desesperada como la “científica”  de Marx.

La visión moralista ácrata deja un enorme, aunque arbitrario, margen a la libertad, concebida como ejercicio necesario de la voluntad frente a la injusticia social,  algo que el marxismo declara de entrada inútil. Para el marxismo, la libertad no es otra cosa que la conciencia de la necesidad. De la necesidad dictada por la economía, en definitiva.  Aunque el concepto de libertad es de los más evanescentes, podemos acercarnos a él como, precisamente, la tensión entre la voluntad personal y la presión social. La presión social se ejerce de muchas maneras, sin excluir la pura y simple fuerza (policía, jueces…), y en general trata de ser uniforme para evitar la arbitrariedad. Sin embargo la voluntad personal es todo lo contrario de uniforme: no solo cada persona tiene la suya, a menudo en conflicto con la del prójimo, sino que dentro de la misma persona suele haber voluntades que chocan entre sí. El anarquismo sugiere que la voluntad de las personas es uniforme:  aspira siempre a la felicidad de  librarse de la opresión social. El marxismo opina lo contrario, que la presión social expresa una necesidad ineluctable frente a las ilusiones voluntaristas, tanto en los regímenes de clase como, por lo menos, en el tránsito dictatorial a la sociedad igualitaria.

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Invasión del espacio público

Violencia machista

Marx

Como decía, la elaboración económica de Marx, pese a ser esencial para dar valor o apariencia científica a su sistema filosófico materialista, es decir, económico en lo que respecta a la explicación de la historia y del ser humano mismo, no ha tenido tanta influencia como su concepción derivada de las clases y la lucha de clases. Su elaboración económica concreta sobre el capitalismo resulta autocontradictoria y por lo demás no ha sido comprendida por la mayoría de sus seguidores, que ni siquiera se han interesado mayormente en ella. En cambio la división social en clases se presenta como una evidencia, así como su injusticia: ¿no somos todos seres humanos? ¿Por qué tiene que haber diferencias económicas, máxime cuando estas implican la explotación del trabajo de unos por otros que lo parasitan?  He aquí un argumento aparente capaz de mover el ánimo de mucha gente. El marxismo proporciona además la esperanza, o más propiamente la seguridad “científica”, de que esa injusticia se va a acabar, y no por inquietudes o indignaciones subjetivas, sino por la propia lógica económica, esto es, humana, pues economía y humanidad vienen a ser sinónimos: es la economía la que da sentido a la acción y la propia vida humana.

Tenemos, pues, dos hechos: la impresión de que la historia es una tremenda, aunque inevitable injusticia, y la esperanza-seguridad científica de que está próxima la igualdad soñada en vano durante milenios.

Es cierto que Marx no habla de injusticia histórica en sentido moral, no  parte de concepciones morales, pues considera que estas varían históricamente y en diversas sociedades, sirviendo en general a los intereses de las clases dominantes. Simplemente expone el hecho, si no científico al menos  evidente, de que todas las sociedades humanas se dividen en clases, excluyendo la imaginaria comuna primitiva. Sin embargo, esta visión resulta más aterradora por su presunción científica que por su concepción moral: la vida de la humanidad a lo largo de milenios habría sido una pesadilla,  una suma de horrores, la inmensa mayoría por estar sujeta al yugo de la explotación, y las ínfimas minorías a sus propios autoengaños ideológicos  y vidas parasitarias. Y ello no habría provenido de errores o pecados, sino de una férrea necesidad. Todas las ideas sobre libertad, bondad, belleza, justicia, etc., serían sueños nacidos de la desesperación, o  elaboraciones interesadas de los explotadores.

Puede observarse la diferencia con las concepciones anarquistas, cuya base interpretativa de la historia es moralista más que economicista. En ella tiene más importancia la idea de una comuna primitiva destruida a fuerza de innumerables  crímenes y violencias por los explotadores arropados por las religiones. Obviamente es una visión más fácilmente rebatible: el individuo es bueno, pero la sociedad (de clases) es mala. Dado que la sociedad se compone de individuos, es difícil entender por qué cada uno es bueno y el conjunto es malo. A pesar de ello, su visión no resulta tan radicalmente desconsoladora o desesperada como la “científica”  de Marx.

La visión moralista ácrata deja un enorme, aunque arbitrario, margen a la libertad, concebida como ejercicio de la voluntad frente a la injusticia social,  algo que el marxismo declara de entrada inútil. Para el marxismo, la libertad no es otra cosa que la conciencia de la necesidad. De la necesidad dictada por la economía, en definitiva.  Aunque el concepto de libertad es de los más evanescentes, podemos acercarnos a él como, precisamente, la tensión entre la voluntad personal y la presión social. La presión social se ejerce de muchas maneras, sin excluir la pura y simple fuerza (policía, jueces…), y en general trata de ser uniforme para evitar la arbitrariedad. Sin embargo la voluntad personal es todo lo contrario de uniforme: no solo cada persona tiene la suya, a menudo en conflicto con la del prójimo, sino que dentro de la misma persona suele haber voluntades que chocan entre sí. El anarquismo sugiere que la voluntad de las personas es uniforme, aspira a librarse de la opresión social. El marxismo opina lo contrario, que la presión social expresa una necesidad ineluctable frente a las ilusiones voluntaristas, tanto en los regímenes de clase como, por lo menos, en el tránsito dictatorial a la sociedad igualitaria.

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Después de las elecciones / Libros más importantes

Después de las elecciones.

Suponiendo que no haya habido fraude, creo que el análisis de las elecciones puede resumirse en tres puntos: a) Ni el PP ni el PSOE las han ganado. b) La mayoría absoluta PP-VOX ha resultado una quimera. c) VOX ha resistido el intento de todos por hundirlo.

Respecto a lo primero, hay dos salidas: repetición de elecciones, que no quieren el PP ni el PSOE, aunque pudiera terminarse así, o carrera de los dos partidos para hacerse con los favores de los separatistas. Importa mucho entender que esto no es consecuencia de errores parciales, sino la desembocadura lógica de las políticas del PP y del PSOE durante décadas. No obstante, muchos “analistas” se asombran de que se haya llegado a que un prófugo de la justicia pueda decidir sobre el gobierno de España.  El problema es que  queda ya muy poco por regalar a los separatistas, aparte  de liquidar la Constitución definitivamente con referéndums “consultivos”, paso  final previo a  la disolución de España. En esta carrera por servir a los sepas, el PSOE lo tiene más fácil, porque el PP necesitaría de todas formas los votos de VOX, que es precisamente el partido que más temen y odian los sepas.   ¿Tendríamos entonces otros cuatro años de doctorado? Me parece difícil. Ni el doctor ni el  pujoliño podrían gobernar con un mínimo de tranquilidad, eso es lo que puede decirse por ahora.

En cuanto al segundo punto, suelen entenderlo los analistas con el tópico simplón de que la unión hace la fuerza. Pero en política ocurre a veces lo contrario, cuando los partidos son muy diferentes. Los jefes del PP se sienten mucho más afines al PSOE o el PNV, según propia confesión, que a VOX. De VOX les inquieta mucho su insistencia en la unidad nacional y la democracia, y además es el partido que les ha arrebatado millones de votos. Es lógico, y de ningún modo un error como se dice,  que el PP se haya unido a los sepas y al PSOE en la demonización de VOX, tratando de hundirlo ante la opinión pública, quizá incluso como paso para ilegalizarlo. Quien no lo quiera ver así es que no quiere ver nada.

Y para numerosos votantes de VOX ha sido desmoralizadora  la política, a su vez poco clara, de ir como hermano menor del PP, aun haciéndole  algunas críticas,  con el fin de echar al doctor,  y olvidando  o no destacando bien que la gran política del PSOE ha sido siempre apoyada y aplicada por el PP con solo algunos cambios menores. Sospecho que de  los 600.000 votos perdidos por VOX una gran parte son abstenciones, y otra parte efecto de la propaganda de los medios de los obispos, que influyen en un público en principio no alejado de las ideas de VOX. Abascal y su partido podían haber dicho simplemente que no tienen casi ningún punto en común con el PP, que este tiene demasiados parecidos a los del PSOE y los separatistas y que, si los resultados electorales exigían un pacto con el PP para echar al doctor,  habría pacto,  siempre que incluyera una participación de VOX en el gobierno para impedir que el PP volviese a aplicar las políticas del PSOE y separatistas. Pero solo entonces y si las urnas daban para ello.

El tercer punto es el más importante.  VOX nació, según hemos entendido casi todos, para defender la unidad nacional, la democracia y la soberanía de España, socavadas sistemáticamente por las tres oligarquías PP, PSOE y grupos sepas hasta llegar a situaciones críticas. A esa gran política deben referirse siempre las políticas concretas o parciales que surgen a cada paso. Si VOX no defiende  a conciencia y con claridad esa gran política,  se volverá irrelevante.

La diferencia de VOX con respecto a los demás, la han percibido estos con la mayor agudeza. De ahí que que todos los partidos, prácticamente todos los medios de masas, los obispos y gran parte de la oligarquía de Bruselas se hayan concitado para hundir a VOX, sin conseguirlo. Y este fenómeno, único en la historia reciente, revela dos cosas: la importancia alcanzada por Vox y el miedo que todos ellos le tienen. Porque son gigantes con pies de barro, y si Vox se mantiene en la gran política y no se deja arrastrar por los timoratos u oportunistas en su seno, llevará las de ganar

También el PSOE tiene una gran política, un gran proyecto, compartido  con más o menos matices por PP y separatistas, que cabría resumir en dos posiciones: las instituciones actuales, la propia democracia, vienen lastradas decisivamente  por su indudable origen en el franquismo, régimen ilegítimo que destruyó a la legítima republica. Y, más ampliamente, España, de siniestra o en todo caso insignificante historia,   es solo  un aglomerado de naciones sin estado, oprimidas por un estado sin nación. Son dos grandes políticas, dos grandes proyectos históricos enfrentados.

¿Y por qué temen todos de tal manera a VOX? Porque perciben que la mayoría de los españoles pueden percatarse de que les están arrebatando, efectivamente,  la unidad nacional, la libertad y la soberanía. De ahí que necesiten por todos los medios mentir sobre VOX, calumniarlo  y falsear su discurso.  Con ese “himalaya de falsedades” demuestran a la vez la calidad de su proyecto, de su gran política, que es preciso echar por tierra a tiempo.

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Libros más importantes

** Aparte de lo arriba observado, VOX ha cometido algunos  errores que podríamos llamar de estilo. Por ejemplo, sus declaraciones jactanciosas sobre que el PP no podría gobernar sin él. O sus promesas “grandonas”  de derogar todas las políticas que hubiera traído la izquierda (sin entrar en detalles, el votante medio piensa que, por malas que hayan sido esas políticas, algo habrá de aprovechable en alguna de ellas, y que VOX “truena” un tanto). Ese estilo es contraproducente. El nuevo frente popular, que abarca hasta el PP, se propone un designio revolucionario, extremista, irracional  y rebosante de odio. Sin embargo sabe plantearlo con un estilo de moderación, razonabilidad y lógica. VOX debería hacerlo  con un estilo propio, calmado y  contundente por lo lógico. Lo hace muy a menudo, pero las salidas de tono, aunque sean pocas, son muy perjudiciales.

**Como habrán visto nuestros lectores, me he preocupado de escribir cartas abiertas a. doctor y a Pujoliño, exponiendo, creo que con claridad y lógica difíciles de rebatir, las cuestiones de fondo que hoy nos jugamos los españoles. Estas exposiciones pueden tener un efecto real si se difunden por cientos de miles y millones, quedando de otro modo en testimoniales. Me ha defraudado un tanto que VOX, sin necesidad de hacerlas oficialmente suyas,  no las haya explotado a fondo.

**Como he señalado en otras ocasiones, mis libros más importantes no son, con ser en gran medida definitivos e irrebatibles, los dedicados a la república, la guerra civil y el franquismo , sino los dos últimos Hegemonía española y comienzo de la era europea, y Segunda guerra mundial y fin de la era europea. Ambos  estudios se apartan de las líneas generales, reiterativas y un tanto provincianas, de la historiografía española, por lo que abren nuevas perspectivas, y por ello deberían suscitar la crítica y el debate intelectual. Sin embargo, eso es pedir peras al olmo en una universidad cuya degradación creo haber puesto de relieve en Galería de charlatanes. Hay otro problema: del “Siglo de oro” casi todo el mundo cree saber lo esencial, sea con la leyenda negra o contra ella. Pero lo esencial se escapa a la gran mayoría Y con la SGM ocurre lo mismo: todo el mundo ha leído libros, artículos o reportajes, visto cine etc., y cree que, aun  “saberlo todo”, al menos lo esencial le queda claro. Y de nuevo es lo esencial lo que se les escapa.

 

 

 

 

 

 

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Momentos críticos / Charlatán como profesor de historia / Marx (XVI) / Franco en la historia

Momentos críticos

La reunión “secreta” entre Abascal y Feijóo, teóricamente para limar asperezas ante la posible investidura del cabecilla del PP, es una pésima noticia. Los ataques del PP a VOX no han quitado a este ningún voto. El voto se lo quitó el propio VOX al presentarse como compañero inferior del PP. Fue esa política o antipolítica la que fomentó  el “voto útil”.  Si no repara el desaguisado, VOX se volverá simplemente irrelevante, y tendrán razón los que pronostican que los 600.000 votos pasados al PP serán solo la avanzadilla del resto o de una abstención impotente y  tremendamente desilusionada.

Quiero insistir en que lo único relevante en la política española desde 2002 es el surgimiento de VOX: de cómo vaya ese partido va a depender todo.  Lo demás es “más de lo mismo”, con la salvedad de que ese “más” está acercándose ya a la destrucción del país. Si VOX no aprovecha su error electoral para volverlo contra el PP y ganar su propia fuerza como alternativa, se convertirá en un satélite irrelevante de Feijoo y los suyos. Lo que no tendría importancia si ese fracaso no afectase tan radicalmente a los intereses más profundos de España. Vivimos momentos críticos.

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Charlatán como profesor de historia 

 **Contra VOX se han concitado PP, PSOE, PNV y golpistas catalanes, prácticamente toda la TripleM ampliada, la UE y la Iglesia. Toda la morralla, en suma. Como decía no sé quién, “a más enemigos, más honor”. Y hay que añadir algunos, no se sabe cuántos, que dentro de VOX sembrarán el derrotismo o la confusión cuando más necesario es clarificar ideas y cerrar filas. La cuestión es si VOX estará a la altura de las circunstancias.

**Los separatismos se apoyan en un racismo especialmente ridículo. Después de la experiencia nazi no se puede invocar abiertamente como antes. Pero sigue siendo la base esencial del separatismo: sin él perderían casi toda su razón de ser.

**Dado que es preciso disimular el racismo, los sepas exaltan las lenguas regionales, oponiéndolas a la nacional común. Pero en todas las regiones es el español común la lengua más hablada, y las culturas regionales en español son más importantes que la regionales en lengua regional.

**Los separatistas dicen defender la lengua regional, pero  en realidad la desprestigian y enlodan con sus racismos disimulados, sus historias falseadas, su odio  y sus pretensiones.

**España no es un estado sin nación que oprimiría a varias naciones sin estado, como pretenden, abierta o encubiertamente, tanto el PP como el PSOE y los sepas. El intento de destruir la unidad nacional significaría dividir a España en un conglomerado de estaditos hostiles entre sí, impotentes y manipulables por potencias extranjeras más fuertes 

**Dos dichos propuestos para enriquecer el idioma: “Ignaro y venal como un periodista”. Otro:  “Charlatán como un profesor de historia”. Véase Galería de charlatanes. Son algo injustos, desde luego, pero no demasiado. 

**Ustedes, feministas, no representan a las mujeres. Se representan a sí mismas y ya es bastante. Sería muy triste, en verdad, que las mujeres se sintieran representadas en histéricas como ustedes.

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Marx XVII (nuevo resumen)

El marxismo se proclama concepción científica del ser humano y de su historia, que entiende inteligible por la economía, su elemento “materialista”. La economía, por la insuficiencia técnica,  divide a los humanos en clases sociales, con una explotando al resto y la formación de ideologías (la religión en primer lugar, también las concepciones jurídicas etc.) que justifiquen su dominación, y la organización de un estado cuya fuerza garantice dicha dominación. A lo largo de la historia, los sistemas económicos han evolucionado hasta que la enorme expansión técnica del capitalismo vuelve innecesaria la división en clases. Ahora bien, los capitalistas mantienen su dominación explotadora, y su forma económica o sistema productivo entra en continua contradicción con las necesidades sociales, intentando detener la marcha de la historia hacia el comunismo.

De acuerdo con esta teoría, Marx analizó los orígenes y procesos de la acumulación capitalista, basada en la competencia por la ganancia. Ganancia o plusvalía  a su vez originada en la valoración de las mercancías por las horas de trabajo obrero que exige su fabricación, parte de las cuales se apropia el capitalista. El impulso de la competencia tiende a introducir más y más técnica,  a concentrar el capital cada vez más, y a proletarizar al resto de la sociedad.

Surge entonces una contradicción sin salida: la técnica no produce valor por sí misma, según Marx, sino que solo incorpora el valor que ya tenía. Es decir, aumenta la masa de valor, y con ella la masa de plusvalía, pero reduce la tasa  de ganancia, y este aumento de la masa en detrimento de la tasa origina crisis sucesivas y cada vez peores, y los intentos de aumentar la tasa mediante una explotación creciente del proletariado, empujan a este a la rebelión, hasta que el capitalismo sea derrocado revolucionariamente y se abra un proceso más o menos largo en que los medios de producción pasen de ser propiedad de unos pocos explotadores a ponerse al servicio de la comunidad.

Ya hemos visto que la oposición entre tasa y masa es una entelequia, necesitada por la doctrina, pero no por la realidad. Y que, de todas formas, la tremenda influencia ejercida por el marxismo se debe, más que a su análisis económico, mal conocido por sus seguidores, a su teoría de las clases y su evolución histórica, que llevaría a una sociedad igualitaria, opulenta y presumiblemente feliz. 

La historia, por lo tanto, se explicaría científicamente, bajo sus innumerables manifestaciones y avatares,  por una lucha, abierta o subterránea, entre las clases explotadoras y las explotadas. Es el tema abordado en el artículo anterior, cuyas contradicciones quedaron solo esbozadas.  

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Significado histórico de Franco 

El significado histórico de Franco y su régimen puede resumirse así: la continuidad de España como nación y como cultura. Hoy atacada brutalmente por el antifranquismo.

En una carta a su revoltoso y un tanto descerebrado hermano Ramón, Franco afirmaba que la mejor opción para España era una democracia en orden, y que el golpismo solo conduciría a alguna tiranía.  Al poco llegó la república, y la democracia no produjo orden, sino en un caos hasta desembocar en un frente popular que llevó al país al borde de la disgregación y la sovietización, es decir, a la desaparición de la España histórica.

¿A qué se debió aquel fracaso? Algunos arguyeron que los españoles, por su carácter anárquico, serían incompatibles con una democracia, cosa que unos miraban como algo positivo y otros como negativo. Otra explicación, compartida por el propio Franco, era que los partidos, por su propia naturaleza, tendían a imponer sus intereses particulares por encima de los comunes, cosa que la experiencia republicana había puesto bien de relieve. Por lo que la continuidad de España debía reposar en un régimen sin partidos.

Las dos interpretaciones me parecen falsas o insuficientes. A mi juicio, el  fracaso de la república proviene de dos hechos  concretos: la radicalización de un PSOE que con Primo de Rivera parecía haberse civilizado, y  la denigración sistemática de la idea de España y su historia por todo el espectro izquierdista y separatista. Esto último lo había denunciado, a raíz del 98, Menéndez Pelayo, si bien dándole una interpretación muy discutible. Cabría añadir la inepcia intelectual de una derecha señoritil, pesetera, sin apenas sentido social  y casi indiferente a la cultura (como volvemos a presenciar ahora mismo). Y ello en un contexto europeo de crisis profunda del liberalismo y auge de los utopismos comunista y anarquista en España. En tales circunstancias, el régimen de Primo de Rivera funcionó casi increíblemente bien, no obstante lo cual fue liquidado, no por la izquierda sino por la propia derecha, dato bien revelador de su carácter.

Ya he expuesto que no existe régimen posible sin partidos, aunque estos se llamen familias, camarillas, grupos de presión o de cualquier otro modo. En el franquismo hubo cuatro, mal avenidos, que no obstante fueron encauzados productivamente por el arbitraje de Franco y por la presencia  de un ejército poco politizado, pero con dos ideas claras compartidas por Franco: patriotismo o  continuidad de la nación española; y oposición a una nueva experiencia al estilo de la república. Como decía Fernández de la Mora, Franco no era un intelectual ni un ideólogo, pero se atenía a unas pocas ideas que se revelaron extraordinariamente fructíferas.

 

 

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