Marx (VII) recordando / Estupidez (III) Goytisolo y Genet

Marx ( VII)  Unos puntos básicos

Antes de seguir, conviene recordar algunos puntos básicos

a) Marx encuentra en la economía (concepción “materialista”) la respuesta a la pregunta filosófica esencial sobre el sentido de la vida humana.

b) La economía se entiende no como relación entre bienes o mercancías, sino entre personas. Una relación dinámica, explicitada en la historia

c) La escasez de bienes, debido al insuficiente avance técnico,  provoca una jerarquía social por la que una clase domina y explota a otra u otras. Y el afán por apropiarse los bienes engendra el dinamismo histórico de la lucha de clases.

d)  A través de diversos sistemas productivos, con las consiguientes luchas de clases, la historia ha avanzado hasta el “capitalismo”. La teoría económica capitalista es un producto ideológico que cree alcanzado en ese sistema la cima de la civilización o de la historia. Pero se trata de un sistema  que, como otros (esclavismo o feudalismo), será históricamente sustituido.

f) El motor del sistema capitalista es la ganancia. En su régimen, la relación entre personas consiste esencialmente en la explotación del proletariado, tipificada en la plusvalía, contenido de la ganancia.

e) Lo peculiar del capitalismo es que ha desarrollado la capacidad técnica a un grado que permite acabar con la escasez de bienes, por tanto establecer una sociedad igualitaria sin clases. Y al mismo tiempo impide alcanzar esa nueva sociedad debido a la persistencia de las estructuras de dominación y explotación (plusvalía, estado, religión, etc.)

g) Para mantener la ganancia o explotación, el capital necesita incorporar constantemente más y más técnica, lo cual entraña una contradicción con la base real de la ganancia, que es el tiempo de trabajo humano restado al proletario: aumenta la masa de ganancia, pero disminuye la tasa, provocando ciclos y crisis que terminarán por impedir un ulterior desarrollo del sistema, además de provocar la rebelión de los explotados.

h)  Nos encontraríamos, por consiguiente, en un estadio histórico nuevo, de transformación revolucionaria sin precedentes, aunque con cierta similitud a la que destruyó el sistema feudal en beneficio del burgués o capitalista. Con la diferencia de que esta revolución abriría el paso a un sistema comunista, impulsado por la clase proletaria, creada por el propio sistema burgués.

Así, podemos entrar en la teoría del descenso de la tasa de ganancia, que resume todo el proceso.

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Juan Goytisolo y Jean Genet

Memoria literaria y guerra cultural dedica varios largos comentarios a Juan Goytisolo como ejemplar de cierta tendencia casi (pero no del todo) generalizada en la intelectualidad española. Este escritor  nació en 1931, en una adinerada  familia catalana, que pudo pasar la guerra civil en Cataluña sin el hambre y miseria que sufrió la mayoría, y luego su vida se vio libre de apreturas, gracias a la fortuna familiar y a su éxito como escritor. En la posguerra estudió Derecho en Barcelona y Madrid  e hizo seis meses de milicias universitarias como sargento, protegido por sus oficiales. Sin terminar la carrera  descubrió su vocación literaria, y a los 23 años marchó a Francia donde trabajó como lector para la editorial  Gallimard,  luego como profesor de literatura en universidades de California, Boston y Nueva York, más tarde volvió a París, desde donde viajó bastante por motivos más bien ideológicos, y desde  1996 se afincó en Marraquech hasta su fallecimiento en 2017.  Su carrera literaria incluye 25 novelas, 11 ensayos y 20 libros de reportajes,  viajes y  memorias. Varias de sus obras alcanzaron gran éxito fuera y dentro de España, recibiendo 18 premios nacionales a internacionales, culminados con el Cervantes en 2014. . Algunos lo presentan como el escritor español más relevante en los últimos cincuenta años. Para colmo,  su oposición de tipo comunista a Franco le  ganó cierta censura, de la que  se jactaría,  exagerando: “Durante décadas, mi nombre era más conocido en las comisarías que en las librerías de España”. Un timbre de gloria más

Una vida triunfal y envidiable, cabría decir, solo Cela le habría superado con su fastuoso premio Nobel. Podría estar bien satisfecho, y sin embargo la vida es más complicada. Bajo su éxito sin altibajos corría una insatisfacción profunda revelada en sus novelas y memorias. Odiaba sin remisión  a su padre y  sufrió de niño  la pederastia de uno de sus abuelos,  que no debió de displacerle, porque lo ensalza como víctima “de la tradición española y católica”. Odiaba a su familia, que antaño se había enriquecido en Cuba como negrera, y  aunque convivió con una  escritora francesa, su  homosexualidad le causó dificultades, si no sociales, parece que sí psíquicas.  Relata “la excitación incontenible  que experimentó al enterarse de que un chico de su pandilla  había orinado sobre la cabeza de un niño anormal, hidrocéfalo y bizco”, humillaciones que le daban sensación de poder. Ya en París se sentía “deslumbrado por la belleza física” de los argelinos hostigados por la policía,  que “encarnaban mis fantasías sexuales”, y también políticas: “Queríamos ser despiadados, malignos, extravagantes, exhibir un estilo de vida morboso y original”. Pero sea cual fuere el motivo íntimo de su insatisfacción, lo proyecta a lo grande: los culpables serían el  franquismo y más aún  España entera en su historia, que sin duda no estaban a la altura de sus merecimientos personales: “Iniquidad social española”, “Mundo parasitario”, “Universo de desmán y pillaje”,  “Sed de venganza contra esos molinos o gigantes  llamados religión-patria-familia-pasado-niñez”. “La patria es la madre de todos los vicios, y lo más expeditivo y eficaz para curarse de ella  consiste en venderla, en traicionarla” (Reivindicación del conde Don Julián),Etc. El odio a España, ampliado a toda la civilización occidental, se supone un modo de llegar a aceptarse o al menos soportarse  a sí mismo.

Para huir de los horrores de España, del franquismo y de occidente, Goytisolo se refugiará en el comunismo, en un peculiar revolucionarismo personal y en la admiración por el islam. De lo cual  da cuenta su amistad con Jean Genet,  “mi única influencia adulta en el plano estrictamente moral”, con quien compartía también la solidaridad solidaridad con los terrorismos musulmanes,  el alemán de los Baader-Meinhof, o el de la ETA. Genet, también homosexual, era  hijo abandonado de una prostituta, de inclinaciones delictivas, había vivido muchos años como paria, como ladrón, carterista  y chapero, visitante frecuente de las cárceles, conocedor del hambre y la miseria. Pero tenía talento literario, y  desde  los cuarenta años se abrió camino con sus obras, de crudeza peculiar, hasta recibir relevancia internacional y  el Premio Nacional de las Letras de Francia. Para Goytisolo, Genet “no cesa de cobrarse la deuda que, desde el vientre de su madre, la sociedad ha contraído con él”, por lo que no debe agradecer ningún honor o dádiva de la sociedad, al contrario. Genet reprochaba a los españoles su flojera actual por no repetir las “hazañas revolucionarias” del Frente Popular, esto es, para entendernos, los asesinatos,  incendios y robos en gran escala.  Paralelamente, ambos detestaban los heroísmos de los nacionales: “Alto de los Leones, epopeya del Alcázar, sitio de Oviedo, crucero Baleares, cárceles rojas, tercios de Montejurra se han esfumado para siempre”, señala Goytisolo con placer.

Genet falleció en 1986 en París, y fue enterrado, por disposición suya en el cementerio de Larache,  mirando a La Meca.  Goytisolo, que vivía como rico en la “libertad” marroquí,   quiso ser enterrado en su vecindad, no sé  si mirando también a  La Meca.  Fuera de estas afinidades, no puede haber mayor contraste entre la vida azarosa de Genet y la  existencia tranquila y acomodada, aunque viajera e internamente inquieta, de  Goytisolo, cuyo resentimiento con la sociedad  suena algo forzado: su admiración por Genet parece la del impostor o esnob por el hombre más auténtico. Tanto más cuanto que es consciente de su propia “propensión al arribismo y obsceno cosquilleo de la notoriedad”. Obscenidad  cumplida: había despreciado públicamente el premio Cervantes –tan oficialmente español– pero a la hora de la verdad lo pensó mejor. Recuerda al Mariano de Cavia de Albiac, ya mencionado: un final feliz para una vida, digamos, ajetreada, al menos interiormente.

Resume César Alonso de los Ríos al personaje: la negación del suelo patrio, de las tradiciones, de la moral convencional, incluida la heterosexualidad… Quizá esta última nota fue la menos celebrada: se tomó como un dato puramente personal aun cuando la consigna de Goytisolo era bien clara: la revolución total, la traición total, el entreguismo total pasaba por la reconversión sexual. Creo que, al margen de otras consideraciones, hay una profunda y pretenciosa  estupidez en este, según algunos, mejor escritor español de su tiempo.

 

 

 

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España y Europa / Marx (VI) Vida y mercancía / Vizcaíno y Cierva

Stalin y Franco, una comparación: 278 – Stalin y Franco | “Carta abierta al señor Sánchez, Doctor” – YouTube

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España y Europa

He escrito cuatro libros que realmente forman una tetralogía: Nueva historia de España, Europa, introducción a su historia, Hegemonía española y comienzo de la era europea, y La II Guerra Mundial y el fin de la Era Europea. El tema de conjunto sería la relación entre España y Europa, un tema del que doy los trazos a mi entender esenciales, obviamente muy desarrollables, pero desde enfoques muy distintos de los que se han impuesto desde mucho tiempo atrás. Obsérvese, una vez más, que el casi furioso “europeísmo” español nunca fue capaz de producir ni siquiera un libro de viajes interesante por Europa (es decir, Francia, Inglaterra y hasta cierto punto Alemania, que han sido la “Europa” de los europeístas), sus análisis políticos o  teóricos, los poquísimos intentados, resultan algo precarios. Y los de historia prácticamente no existen (últimamente anda por ahí Pérez Reverte escribiendo de eso. ¡Qué dirá el hombre!), a no ser como refritos de algunos anglosajones.

La Segunda Guerra Mundial - 1

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Marx (VII) Vida y mercancía 

Hay un punto que no voy a desarrollar aquí, pero que importa mencionar. Como dice Lenin, al concentrar la teoría económica  en el concepto de plusvalía, “Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre objetos (cambio de unas mercancías por otras), Marx descubrió relaciones entre personas”. En un sentido más amplio, la economía “burguesa” se centra en el comercio, y la de Marx en la producción. Esto tiene interés, aunque plantea problemas distintos: la mercancía “fuerza de trabajo” que compra el capitalista   no es como las demás mercancías, es tiempo de vida del proletario, un tiempo que deja de pertenecerle, que se le aliena o enajena, ya que durante él debe someterse a la disciplina e interés del capitalista. Así, la mayoría de la población solo sería dueña de una parte menor de su tiempo de vida, lo que se parece mucho a la esclavitud, con la diferencia de que el esclavo está sometido durante toda su vida y carece de derechos, mientras que el proletario tendría algunos derechos y el dominio adquirido  sobre la parte libre  de su vida…,  gracias al salario.

La situación puede interpretarse de manera ambigua: a) El contrato entre capitalista y proletario significa que el primero se adueña de una parte de la vida del segundo, aparte de robarle otra porción de tiempo que no le paga (la plusvalía). El capitalista no solo explota al proletario usurpándole gran parte de sus días de existencia. b)El capitalista es un benefactor del proletario, ya que este puede disponer libremente de al menos una parte de su tiempo gracias al salario que le paga. De otra manera, el proletario se moriría de hambre.

Este problema, que Marx implica solo en la opción a), tiene el mayor alcance histórico y social, pues en todo caso remite a la desigualdad existente históricamente en la sociedad humana, y que Marx esperaba superar a través de la productividad,  despojada de la propiedad burguesa.

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 Vizcaíno Casas y Ricardo de la Cierva

 Leo en Memoria literaria y guerra cultural: Miguel Platón recuerda que “desde mediados de los años sesenta hasta mediados de los noventa, F. Vizcaíno Casas fue el escritor más leído de España”. “Los más de tres millones de ejemplares de sus novelas y memorias –cifra insólita entre sus colegas españoles contemporáneos– fueron vendidos, además, uno por uno, no han existido compras masivas por instituciones ni han sido declarados textos escolares de lectura obligada”. Con que ha solido abultarse la difusión de literatura progre, a costa de los fondospúblicos.

Esto no deja de causar perplejidad: ¿cómo es que de tal difusión no ha resultado políticamente nada? ¿Cómo es que tan numerosos lectores han sido tan incapaces de generar una oposición real a la rebuscada “fuerza de la estupidez” que ha ido imponiéndose? Algo parecido puede decirse de Ricardo de la Cierva, un historiador mucho más veraz que sus adversarios, que siempre le atacaron con malas mañas, y que se han impuesto en la universidad y lo han “erradicado” de ella, como se jactaba una profesorzuela progre.

Esto requiere sin duda una explicación. Creo que en ambos casos una razón se halla en la escasa iniciativa y capacidad de acción organizada de sus lectores, y otra en el tradicional  poco interés de la derecha por la cultura, y concretamente por la teoría y la universidad.  La derecha contribuyó mucho a condenar de Ricardo de la Cierva a muerte civil.  No es de extrañar que el grueso de esa derecha (UCD primero y PP después) se dejara arrastrar, incluso con fervor, por “la fuerza de la estupidez”, mucho mejor organizada, agresiva y ambiciosa. Pero pasaremos a ejemplificar las muchas muestras de esa estupidez que señala el libro, empezando por J. Goytisolo.

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Estupidez (II) / Alianza soviético-anglosajona / Marx (VI) Tasa de ganancia

El poder de la estupidez (II) 

El libro  Memoria literaria y guerra cultural, de  M. Calderón, trata de la invención y construcción de una memoria novelada de la guerra civil y el franquismo,  más eficaz que la historiográfica, y  que ha impuesto mayoritariamente la apología  de  los vencidos en la guerra civil, y derivando de ellos, de  socialistas,  separatistas, comunistas y etarras. Esto, para quien conozca algo de historia, debería resultar chocante, pero no para quien conozca las derivas de la propia historiografía dominante, que he expuesto en Galería de charlatanes.

Mencioné en el artículo anterior a Javier Cercas, a quien hice algunas precisiones en LD, en  diciembre de 2005.  Para entonces estaban ya publicada mi trilogía sobre la república y la guerra, con muy abundante documentación de la izquierda y los separatistas, así como Los mitos de la guerra civil y Una historia chocante, sobre  historia de los separatismos vasco y catalán. Debería suponerse que Cercas habría leído al menos Los mitos, debido a su repercusión, pero está claro que no fue así, cosa que no me extraña. Con frecuencia he comprobado en esos autores, tan abundantes, un miedo a leerme disfrazado de chulería. Marañón, promotor inicial de la república, terminó denunciando a esta como una oleada de estupidez y canallería, y Julián Marías  habló de maldad y estupidez.  Tratándose de escritores no implicados directamente en los crímenes, creo que hay en ellos menos maldad que estupidez, entendiendo por esta el rechazo a, simplemente, “enterarse”. Y  de  ello ofrece Cercas ofrece una muestra generosa. Pero seguiremos tratando el tema.  He aquí el artículo sobre Cercas: Informando a Cercas – Pío Moa – Libertad Digital

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La Segunda Guerra Mundial - 1

La alianza soviético-anglosajona en la SGM

Uno de los tópicos más cultivados por  los historiadores anglosajones es que Stalin pudo vencer a Hitler gracias a la ayuda useña. Ya ese planteamiento distorsiona los hechos. Habría que decir: anglosajones y soviéticos se ayudaron mutuamente para derrotar a Alemania. Y dado que  el 70 o el 80% del esfuerzo alemán se concentró en Rusia, está claro que la ayuda soviética tuvo mayor importancia que la de sus aliados. Y  que permitió a estos salir del trance con un número de bajas comparativamente escaso.

También se dice que la URSS venció a base de enviar a la muerte a miríadas de sus propios soldados. Es cierto que, frente a un ejército de la calidad del alemán, los soviéticos perdieron un torrente de sangre. Pero así  no puede ganarse ninguna guerra. La realidad es que  tras haber sufrido unas pérdidas que probablemente ningún otro ejército habría soportado, los soviéticos lograron derrotar y casi hacer colapsar a la Wehrmacht ante Moscú y sin prácticamente ayuda exterior. La URSS realizó la hazaña de desplazar cientos de fábricas a los Urales  y producir allí los mejores tanques de la guerra (superiores a los alemanes y useños, si exceptuamos los Tiger alemanes, tardíos y pocos), aviones  y armas de todas clases tan buenos como los contrarios. Pero sobre todo los generales soviéticos aprendieron de sus derrotas iniciales, y en 1944 desataron la Operación Bagration,  mucho más decisiva que la celebradísima  Overlord.

Aunque  el fondo de aquella contienda consiste en un gigantesco choque de ideologías, como  señalo en mi libro reciente, no debe confundirse el aspecto militar –el decisivo inmediato en el desenlace– con el político o ideológico, con el  que suelen contaminarse las interpretaciones  meramente bélicas. El hecho es que en la derrota del nazismo, el papel de los soviéticos fue sin duda el principal. En cuanto a los españoles, no tenemos por qué comulgar con las versiones anglosajonas, que se atribuyen todo el mérito y reducen a la insignificancia o falsean el papel de la neutralidad española.

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Marx  (VI)  Hacia la tasa de ganancia

Así pues, la filosofía de Marx es una ideología, no en el sentido en que él la definía, sino como concepción del hombre, de su historia y  del mundo (materialismo histórico y dialéctico) basada en la razón y, más allá, en la ciencia. La ideología puede entenderse también como religión sucedánea, que trata de dar cuenta  racional de la condición humana prescindiendo de la revelación o la iluminación. A su vez, la ciencia pretende una explicación prescindiendo de la idea de finalismo (no lo niega ni lo afirma, es una cuestión de método, tal como no niega ni afirma la “existencia” de Dios). Marx, como filósofo-ideólogo, sí parte de un finalismo muy fuerte (la historia camina hacia la revolución proletaria y la sociedad comunista), pero intenta demostrarlo de modo científico mediante el análisis de la sociedad “capitalista”,  la que tiene delante  y sobre la que dispone de una masa de documentación.

Esa demostración de basa en la teoría de la plusvalía,  cuyas consecuencias examina. Basándose el sistema burgués en la necesidad de la ganancia, una causa por la que el capitalismo abocaría a la revolución proletaria sería su progresivo empeoramiento de la vida de los proletarios, debida a la necesidad de cada capitalista de aumentar su ganancia. Sin embargo no es una explicación demasiado buena. Es cierto que, mirando el asunto desde el interés de cada capitalista, la tendencia sería a deprimir al máximo  el salario (el valor de la mercancía fuerza de trabajo), pero lo que puede ser cierto en el plano personal no lo es en el social: ese empeño en aumentar la ganancia particular,  aparte de fomentar la rebeldía de los explotados, redundaría  en un empobrecimiento de los propios capitalistas en el plano social, al reducir cada vez más el mercado, digamos las posibilidades de compra de las masas. Por ello, el propio sistema debería generar equilibrios que impidiesen la destrucción del mercado. Confundir el plano personal o individual con el social genera incontables equívocos.

Es posible, sin embargo, una explicación más científica, al menos en principio, de la tendencia autoaniquiladora del capitalismo: sea cual sea el interés personal de los burgueses, o su interés como clase, la propia exigencia del sistema de obtener ganancia, y la dependencia de la misma de la plusvalía,  tendería inevitablemente a reducir  dicha ganancia, si no en su conjunto, sí en su tasa media. Para demostrarlo elaboró la teoría del descenso tendencial de la tasa de ganancia, que no llegó a completar, pero sí lo hizo Engels convincentemente, basándose en los papeles dejados por su amigo.  Entonces el impulso del capitalismo hacia su propia aniquilación quedaría plenamente demostrado, más allá del aspecto psicológico de la rebeldía proletaria, por las que podríamos llamar contradicciones dialécticas o paradojas de la plusvalía. Esta teoría ha dado lugar a todo un género de estudios sobre el marxismo, desde Tugán-Baranovski hasta Lucio Colletti, pasando por muchos más, y será  conveniente abordarlo en sus propio términos. 

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Antiespaña (IV) La libertad / Errores de cálculo en Ucrania

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Antiespaña (IV) La libertad

Ya hemos visto que, en los hechos, el amor de la Antiespaña a la cultura se manifestó en el mayor holocausto de libros, obras de arte y tesoro histórico cultural de España, y en un concepto de la enseñanza que tendía a adoctrinamientos políticos típicamente totalitarios, así como en una falsificación de la historia que precisa para sostenerse leyes de tipo soviético. En cuanto a la destrucción histórico-cultural fue el oscurantista franquismo el que tuvo que realizar grandes esfuerzos por recuperar y restaurar lo restaurable.

En cuanto a la libertad, y sin meternos ahora en  el debate  interminable sobre ella y  su significado, la entenderemos aquí por el grado de autonomía de las personas con respecto al poder, y la posibilidad de opinar, asociarse y apoyar a tales o cuales opciones políticas. La Antiespaña (en el sentido en que lo hemos expresado) se ha exhibido siempre como adalid de la  libertad y la  democracia contra la España “inquisitorial, oscurantista, caduca y  atrasada”. Representada esta de modo especial por el franquismo, y la contraria por la república, asesinada por Franco y los suyos.

Los intelectuales entonces más destacados de España, como Ortega, Unamuno, Marañón, Pérez de Ayala, Antonio Machado, Azaña… (que habían incitado a meter a España en la I Guerra Mundial), auspiciaban la república,  si no como  panacea, sí  como un régimen radicalmente superior a una monarquía tildada de carga muerta,  “necrocracia” garante de la continuidad de la vieja España, de historia enferma, “anormal” en el contexto europeo,  etc. Y en principio fue un régimen legítimo traído en una espece de autogolpe  por la pérdida de legitimidad de la monarquía y sus irrisorios defensores. No obstante, la monarquía había sido un régimen de libertades, como prueba que en su seno crecieran libremente hasta sus enemigos más empeñados.  La república, se proclamó también un régimen de libertades más la democracia del sufragio universal, donde podrían convivir la España y la Antiespaña, por así decirlo.

Sin embargo las libertades políticas fueron inmediatamente atacadas por la Antiespaña con la “quema de conventos”, no solo un crimen cultural sino también un ataque contra la libertad de, digamos, la mitad del país.  Un hecho no  aislado, sino premonitorio. Pronto la república se vio acosada por violentas huelgas salvajes e insurrecciones anarquistas, ante las cuales el gobierno reaccionó con la Ley de defensa de la República, que le otorgaba poderes arbitrarios poco aceptables en democracia. Nótese que tanto la agitación como esa ley provenían de facciones de  lo que hemos llamado técnicamente Antiespaña, y pronto hubo más muertos que en muchos años de monarquía “represiva”.  Desde entonces la censura de prensa y la suspensión de periódicos (casi siempre de derecha) se hizo  norma y no excepción. Y la  Constitución se elaboró sin consenso ni refrendo popular,  contra la opinión y sentimientos, nuevamente, de la mitad de la nación. El propio presidente de la república calificó de “invitación a la guerra civil”. Pero para la Antiespaña era democrática.

El panorama de violencias, empobrecimiento y arbitrariedad del poder durante el bienio izquierdista, la España “tradicional, oscurantista e inquisitorial” ganó ampliamente las elecciones a finales de 1933. La  Antiespaña reaccionó  entonces con una alianza de facto entre PSOE, comunistas, republicanos de izquierda y separatistas catalanes y vascos para desestabilizar al régimen. Alianza culminada en octubre de 1934 con una insurrección de finalidad  sovietizantes por parte del PSOE y los comunistas, y de disgregación del país por los separatistas catalanes. El golpe fue vencido con dificultad, pero ninguno de sus partidos protagonistas desistió de sus “democráticos” empeños. Luego sus principales partidos se unieron en el Frente Popular, falsificaron las elecciones de febrero de 1936, se hicieron con el poder e implantaron un verdadero régimen de terror,  con cientos de asesinatos, incendios de iglesias y centros de derecha, destrucción de joyas artísticas, liquidación de la independencia judicial y persecuciones diversas. Ante lo cual reaccionó a su vez la España tradicional en un contragolpe que dio lugar a la guerra civil, o más propiamente a la continuación de ella, comenzada intencional y textualmente por la Antiespaña de socialistas y separatistas catalanes.

La Antiespaña, por tanto, había convertido una democracia en un caos  hasta destruirla con la violencia y el fraude. Y, de manera realmente asombrosa, su Frente Popular se presentó con éxito, en España y ante el mundo, como continuador de la república y defensora de la democracia y la libertad.  ¿Cómo fue posible tan increíble y transcendental patraña?  Por  la inanidad intelectual de la derecha, y porque esta perdió todo interés por la democracia, dada la experiencia.

La república fue un régimen en principio legítimo y democrático,  disputado entre una derecha que aceptaba sin entusiasmo a la democracia, y una izquierda enemiga radical de las libertades. Entre la España y la Antiespaña, si queremos simplificarlo así. Solo de este modo puede entenderse aquella historia. Pero, ¿qué ha pasado con la Antiespaña renacida en la transición?

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Errores de cálculo sobre Ucrania 

Rusia se equivocó en la primera fase de la ofensiva, pensando ser recibida con los brazos abiertos, y cuando parecía a punto de tomar Kíef  todo el mundo pensó que Ucrania caía en dos patadas, incluso la OTAN. Recuerdo que, discutiendo con Luis del Pino, le dije que Rusia no lo iba a tener fácil, puesto que  Ucrania ya disponía de un ejército poderoso, armado por la OTAN, y una intensa campaña antirrusa había polarizado a la sociedad. Después  la euforia se invirtió: Rusia había perdido ya la guerra, sus pérdidas eran enormes,  las sanciones arruinaban su economía,  la población desabastecida clamaba contra  Putin, los soldados se rebelaban, Putin tenía cáncer y no podía cuidarlo debido a las sanciones, y todas esas estupideces basadas generalmente en “la inteligencia británica”, tan apreciada por la mayoría de los paletos “analistas” hispanos.

Ahora se ve que la contraofensiva que han impuesto OTAN y UE a Ucrania está fracasando, con acciones desesperadas como la destrucción de la presa de Kajofka .  Sospecho que la OTAN y la UE se están palpando los bolsillos y dudando de si no estarán gastando demasiado para nada. Según sus cálculos tras el inicial fracaso de Putin, ya habrían hundido la economía rusa, habrían agotado los misiles de su ejército, que estaría en trance de descomponerse, y su Ucrania  iba a vencer, pero todo eso ha fallado. Pero si pierde Ucrania perderá ante todo la OTAN-UE, y ¿pueden estas admitir una nueva derrota, mucho más humillante al provenir de un país al que han estado menospreciando durante muchos años? Ya la derrota de Afganistán puso a la OTAN en posición muy difícil, y otra nueva  (pues sería eso, aunque la disfrazasen de negociaciones entre una Ucrania más o menos abandonada y Rusia) la empujaría a  una crisis muy grave, máxime cuando su  objetivo mayor está pasando a ser  China.

El error de cálculo de la OTAN empeora por cuanto, lejos de la victoria fácil que esperaban aislando a Rusia como un “estado paria”, la guerra ha suscitado la progresiva formación de un bloque de países con gran parte de la población mundial, en expansión económica y muy resentidos con la política imperial de Usa.  OTAN y UE engañaron a Putin con los acuerdos de Minsk, y finalmente han jugado a aprendices de brujo, cambiando de fondo la geopolítica mundial.

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Primo de Rivera en Francia

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El poder de la estupidez(I) / Reenfocar la historia / Marx (V) De la filosofía a la ciencia /

El poder de la estupidez (I)

Besteiro caracterizó al Frente Popular con el título, bien indicativo, del drama de Tolstói El poder de las tinieblas. Estoy leyendo ahora el ambicioso ensayo de Manuel Calderón Calderón Memoria literaria y guerra cultural en las letras españolas (1942-2020) Trata de las versiones de la guerra civil, la república y el franquismo, elaboradas por novelistas y memorialistas. Y aunque hay de todo, predominan versiones que, en conjunto, podrían identificarse como “El poder de la estupidez”. 
La gran mayoría de los autores tratados, como Marsé, Muñoz Molina, Cercas, García Pavón, Delibes, Aub, Gaya Nuño,  Cela, Umbral,  J. Goytisolo , “Cándido”, Longares, etc., describen un pasado muy contrario al diagnóstico de Besteiro. Lo cual puede tener algún mérito literario (o lo tendría si no fuera tan tópico y reiterativo) pero en conjunto son verdaderos ejercicios de necedad. Y lo son no solo ni tanto por su descarada injuria a la realidad histórica como por el modo torpe y simplón  con que la tratan sus relatos.

Para mí ha sido un descubrimiento, algo deprimente, porque no había leído casi ninguna de las novelas examinadas por Calderón. Por ejemplo, de las cinco tratadas en el largo capítulo 6, (Memorias de un intelectual antifranquista, de Ángel Palomino; Si te dicen que caí   La muchacha de las bragas de oro, de Juan Marsé; El jinete polaco, de Muñoz Molina; y Soldados de Salamina, de J. Cercas), solo he leído la última,  que me pareció, para simplificar,  una chorrada, ya empezando por el título. Tengo idea de haberle dedicado algún comentario en Libertad Digital en su momento. 

Como el tema tiene mucha enjundia, tanto literaria como historiográfica, también política, espero poder dedicarle unos cuantos artículos en el blog. Vaya esta introducción por delante.

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Reenfocar la historia

En mis principales obras he propuesto varios cambios de enfoque generales de la historia, es decir, del fragmento de historia hispana y europea que va desde el siglo III a.C. hasta la actualidad. Por ejemplo, que la historia de España (y también la de Europa) comienza con la II Guerra Púnica.  Los romanos encontraron una valerosa, a veces heroica, resistencia, pero no era una resistencia española en sentido político o cultural, sino de pueblos dispersos y con lenguas diversas. España como fenómeno cultural razonablemente homogéneo, nace con la victoria de Roma en esa contienda. Asimismo, España se hace  nación hispanogoda  (comunidad cultural con estado propio) por las disposiciones políticas de Leovigildo, culminadas por su hijo Recaredo con la conversión al catolicismo. Importa subrayarlo, porque una tradición integrista o nacionalcatólica, tiende a identificar la política con la religión. El católico Hermenegildo, declarado santo, estuvo a punto de destruir la obra política unificadora de su padre. Y otra tradición no distingue entre el poder godo hasta Leovigildo, muy ajeno a la idea de España, y el inaugurado por este. 

También en relación con la Reconquista he expuesto cambios considerables de enfoque, radicales contra quienes la niegan simplemente por negar la idea de España;  y contra quienes no diferencia el aspecto religioso del político, ni la importancia sin duda desde el inicio, del recuerdo  e invocación del  reino hispanogodo, o del carácter parcialmente disruptivo de  la influencia francorromana desde el siglo XI, o la fuerte recuperación hispanogótica con los Reyes Católicos. Radical también la importancia determinante de las exploraciones y conquistas española en la formación de lo que he llamado “era europea”, y la extensión temporal de dicha era hasta  la II Guerra Mundial.

También he reenfocado la historia de Europa de forma distinta a la más común hoy, que encuentra en la economía el hilo conductor que supuestamente explicaría su evolución. Por el contrario, la evolución profunda partiría  del carácter del cristianismo, con su especial tensión entre razón y fe. Asimismo he reenfocado la posición de España al respecto.

En mi opinión, estos reenfoques permiten clarificar mucho mejor la historia y verla en perspectivas más generales.  Claro está que todo ello es discutible, y por ello debiera originar desarrollos y debates en profundidad. Hoy por hoy, esto es solo un buen deseo que no hay indicios de próximo cumplimiento. 

La Segunda Guerra Mundial - 1 

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Marx filósofo (V) De la filosofía a la ciencia

En cuanto filósofo, Marx se ocupa del sentido de la vida y la historia humanas, y les da una solución hipotética, basada en la idea “materialista” de la economía, engendradora de clases y de la lucha de clases. Y como científico trata de demostrarlo analizando el sistema de producción que tiene delante al que llama capitalismo. El cual, por su propia dinámica permitiría la igualdad social en el bienestar económico, superando la historia de la explotación del unas clases por otras, causada por la insuficiencia productiva de los anteriores sistemas. Así  mostraría la capacidad predictiva propia de la ciencia.

El capitalismo tendría dos rasgos contradictorios: por una parte desarrolla la técnica, y con ella la capacidad productiva,  hasta unos niveles jamás alcanzados previamente; pero al mismo tiempo mantiene las estructuras sociales propias de las anteriores sociedades explotadoras. El comunismo se alcanzaría destruyendo esas estructuras de explotación y desarrollando la técnica y la ciencia al máximo grado y al servicio de todos.

La explotación capitalista descansaría en la extracción de plusvalía a los proletarios, los  verdaderos productores de los bienes. Siendo la fuerza de trabajo humano una mercancía más, el capitalista la pagaría por su valor, es decir, por las horas de trabajo necesarias para que el obrero viva y mantenga su capacidad productiva; pero aparte de esas horas, el empresario obliga al obrero, que no puede negarse por necesitar el salario,  a trabajar otras horas más, de cuyo valor se apropia. En esto consistiría la ganancia.

Según Marx, el  valor de las mercancías solo en apariencia provendría del comercio, bajo cuyos frecuentes cambios de precios yacería la verdadera sustancia del valor: el tiempo de trabajo empleado en la producción, una idea tomada por Marx de Adam Smith, que la expresó pero no la desarrolló, y de Ricardo, que intentó aplicarla a su teoría, sin avanzar hasta la elaboración de Marx:  “La teoría de la plusvalía es la piedra angular de la economía marxista”, decía Lenin.  

Así, la plusvalía expresaría la explotación en régimen capitalista. Pero faltaba explicar por qué esa explotación no podría mantenerse indefinidamente, incluso si las condiciones de vida de los proletarios empeoraban gravemente. Para que la teoría se explicara de modo satisfactorio había que explicar que la propia dinámica de la plusvalía conducía a la autodestrucción del capitalismo por la tendencia decreciente de sus tasas de ganancia. 

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El Dotor considera su mayor éxito, un éxito histórico, la profanación de la tumba de Franco. Y precisamente ahí está el origen real de todos los problemas políticos actuales. Por lo tanto, en Una hora con la historia vamos a tratar el asunto a fondo: https://youtu.be/nLdynKwDAmM

 

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