Unidad y fin de la Era Europea
En la feria del libro de Madrid el libro sobre la SGM podrán encontrarlo de preferencia, junto con otros, en la caseta de La esfera de los libros, nº 193. Este sábado por la mañana firmaré en la 183, de Actas. El domingo por la mañana en a 263, y por la tarde en la 57.
Mi ensayo sobre la SGM parte de dos concepciones creo que innovadoras: la guerra como choque no solo entre potencias, sino, más en profundidad, entre ideologías; y el concepto de fin de la era europea comenzada por España a finales del siglo XV. Estas concepciones pueden y deben desarrollarse mucho más, pero su aplicación ofrece una visión de entrada muy diferente sobre el significado histórico y las consecuencias de aquel conflicto.
El fin de la era europea puede exponerse de muchas formas. Culturalmente, los grandes centros de creación (pensamiento, arte, ciencia o política) pasaron a otras potencias, de origen europeo pero ya en gran parte ajenas a las tradiciones de la propia Europa. Políticamente, el viejo continente quedó sometido a la tutela o al dominio directo de las dos superpotencias de la guerra fría, que dictaban los intereses de los países sometidos en mayor o menor medida. Económicamente, Europa, en especial su parte occidental, se rehízo, pero con pérdida esencial de su influencia en el mundo.
Se quiso hacer frente a estas realidades mediante un proceso de unidad continental que fundara una tercera superpotencia independiente de Usa y URSS. La idea, principalmente democristiana, reasumía la del viejo imperio cristiano de Carlomagno, o del Romano-Germánico, ambos fracasados. Y no puede ser más indicativo el dato de que pronto fuera derivando hacia una ideología socialdemócrata muy poco cristiana, evolución que por el momento ha culminado en las ideologías lgtbi, una mezcla peculiar de marxismo y liberalismo y de origen más bien useño. Esto nada tiene en común con la raíz histórica cristiana, cuya reafirmación no ha logrado sostenerse contra las nuevas ideologías.
La idea de una especie de estados unidos de Europa tampoco responde a la tradición política europea de naciones en continua cooperación y conflicto, con hegemonías parciales y sucesivas de algunas de ellas. Todos estos aspectos necesitan mayor estudio, pero creo que en relación con la actual guerra de Ucrania, a la que aludo brevemente en el libro, se muestra un agotamiento de la idea primigenia democristiana y socialdemócrata, sin que se perciban alternativas.
*********************************
Antiespaña (II) La cultura
Según la versión más común del “progresismo” y el “europeísmo”, España habría alcanzado una cumbre en la II República, deseada por regeneracionistas, republicanos de izquierda y derecha, socialistas y separatistas…, aunque la iniciativa partiera de una derecha católica (Alcalá-Zamora y Maura); y monárquica hasta la víspera. Menos estos últimos, todos los demás entendían que la causa profunda de los males y atrasos de España radicaba en la Iglesia católica, bastión tradicional y secular del oscurantismo, la superstición y la opresión psicológica y política. Lógicamente, sus contrarios defenderían la cultura, la libertad y la prosperidad general.
Esta cuestión es clave, porque empujó por rechazo a entender el catolicismo como la esencia inalterable de España , sin la cual el país se desintegraría, como expresó Menéndez Pelayo en alguna ocasión. Esta oposición ha dado lugar a muchos malentendidos, y es por ello difícil de analizar, pero daría a la contienda civil cierto carácter de guerra de religión, en la que los progresistas trataron de aniquilar físicamente a la Iglesia y sus contrarios, o parte de ellos encontraron en el catolicismo el fundamento de su causa.
Podemos empezar aquí por la representación de la cultura autoatribuida por la antiespaña (en el sentido dicho de querer abolir la España tradicional, “enferma”, etc.). La república se inauguró prácticamente con la quema de unos cien templos –algunos con un arte valioso–, bibliotecas y centros de enseñanza. Algo de cultura habría, por tanto, en la oscurantista Iglesia, mientras que su destrucción por los apóstoles de la cultura debía de indicar algo a su vez. Dos observaciones: a) el origen de los incendios no fue en absoluto popular, sino procedente del Ateneo de Madrid, templo de la cultura progresista y con fuerte carga masónica. b) El nombre tradicional de los actos, “quema de conventos” fue aceptado por la derecha también la clerical, quedando borrada la destrucción de bibliotecas y escuelas como un aspecto de poca importancia. Para los “progresistas”, incluso alguna gente de derecha, no se perdía gran cosa: había en España demasiados conventos, antros del oscurantismo.
Cabría entender aquella “quema” como un hecho aislado, comprensible como desahogo por la secular opresión eclesial y monárquica, esta última también denostada por todos, desde Ortega o Azaña hasta el que sería llamado “Lenin español”. Pero la monarquía había sido liberal, y de sus libertades se habían beneficiado todos sus enemigos. Y aquella pira no fue un caso aislado. La quema de libros, bibliotecas y obras de arte valiosísimas, otras veces “salvadas” para robarlas, prosiguió en la insurrección de octubre del 34 y llegó al paroxismo al reanudarse la contienda en 1936. Todo ello acompañado de asesinatos de una crueldad sádica, cuando, incluso a pesar de ello, la Iglesia tardó un tiempo en ponerse oficialmente al lado de quienes la salvaban del exterminio.
Al lado de ello es cierto que la izquierda realizó una labor cultural en la república y se elogia la construcción de escuelas o la difusión popular del teatro o el aumento en los gastos de enseñanza. Pero todo ello, sin ser falso, fue muy modesto, por mucho que lo ensalce la propaganda: muchas menos escuelas de las pregonadas, eliminación despótica de la enseñanza religiosa, con perjuicio para cientos de miles de alumnos, y promoción de maestros de ideología comunista, adoctrinadores de los niños.
No hay por qué dudar de las buenas intenciones culturizantes de aquellos personajes y partidos, pero se notan en ellos tres graves errores de enfoque: creer que la Iglesia representaba únicamente la reacción y el atraso; creer que aniquilándola se abriría un mundo superior intelectual y políticamente; y creer que ellos mismos representaban el progreso ansiado, lo que resultaba algo excesivo. Como fruto, los regeneracionistas y republicanos de izquierda desempeñaron el típico papel de aprendices de brujo, que despiertan fuerzas que luego no logran controlar. lo que expresó involuntariamente Azaña con aquella ilusión de una imaginaria “inteligencia republicana dirigiendo a los gruesos batallones populares enfurecidos”.
Se mire como se mire, resulta en verdad irreal la autoatribución de la cultura por la Antiespaña, es decir por la España enemiga de la historia real del país, aspirante a demoler la herencia del pasado en pro de una sociedad más feliz que no pasaba de su agresiva imaginación.
**********************************
Marx filósofo (III)
La fuerza del marxismo proviene solo secundariamente de sus elaboraciones económicas. Proviene, más profundamente, de su explicación científica de la condición humana (quiénes somos, etc.) Y es científica –lo que no quiere decir cierta– en cuanto prescinde de toda idea de divinidad o transcendencia (aunque encuentra una orientación o finalidad en la historia); y porque no se contenta con teorizar, sino que aborda el análisis concreto del sistema que llama capitalista, que debía demostrar prácticamente su teoría general (el materialismo histórico).
Pero antes de seguir esa vía podemos empezar por los frutos históricos de los intentos de aplicar el marxismo. Ocurre que en todos los casos el efecto ha sido una economía cuartelera, en la que el partido marxista pretendía dictaminar sobre los deseos y necesidades de la gente, y satisfacerlos, sin lograrlo nunca más que en forma elemental y rudimentaria, y a menudo provocando antes grandes hambrunas. Y políticamente ha instaurado siempre una tiranía extrema: lejos de abolir progresivamente el poder, lo ha concentrado en muy pocas manos (la cúpula de los partidos comunistas), dejando al resto de la sociedad sin poder alguno. Puesto que el poder es connatural a toda sociedad humana, el intento de abolirlo solo originar la multiplicación de poderes arbitrarios (anarquismo, bien comprobado en España) o la máxima concentración y polarización del poder (marxismo; esto ya lo vio Bakunin, aunque no percibieron la debilidad de su propia concepción).
Esta doble experiencia histórica, política y económica, plantea una doble cuestión: ¿ha derivado ella de la propia doctrina? ¿O ha sido consecuencia de una aplicación defectuosa de ella, comprensible al tratarse de una experiencia nueva, sin paralelo en la historia de la humanidad, y por tanto susceptible de graves errores, aunque en principio corregibles? Por decirlo de otro modo: ¿estaba el GULAG implícito en El Capital, o bien ha sido una interpretación equivocada de este?
************************************
Pío Moa:Franco salvo a España de entrar en la II GM y la izquierda pedía la invasión de la península – YouTube
***********************************
Cipayos y embusteros
**El nuevo frente popular está resuelto a ganar las elecciones a cualquier precio. Tiene el precedente de las elecciones de 1936. Muy significativo el llamamiento del Dotor al voto por correo como el que supuestamente dio un vuelco de última hora a las elecciones en Usa. Un vuelco increíble en el sentido preciso del término
**Ayuso miente desvergonzadamente cuando dice que no declaró el Valle de los Caídos porque la comunidad no tiene competencias para ello. Eso debería la gente difundirlo al mismo. También se ha opuesto siempre a derogar la ley trans, que en Madrid es peor que la del PSOE
**Políticos y altos jefes militares quieren poner a España al servicio de Inglaterra y Usa, porque ellos ya lo están
**Un ejército dedicado a operaciones ajenas, bajo mando ajeno y en idioma ajeno. Un ejército cipayo al servicio de los invasores de Gibraltar
**“Viral”: unos soldados cipayos españoles despidiendo entre lágrimas a otros soldados ucranianos.
**Hay que insistir en estas “píldoras de verdad” para que vayan calando en unas mentes que llevan años lavadas por la mentira
**No existe ni puede existir identidad “euroasiática”. Rusia es, en todo caso y si lo prefiere, “eurotártara” o “euromongol”. Culturalmente no tiene prácticamente nada que ver con China, Japón, India, Irán, Filipinas o Arabia Saudí, aunque tenga minorías musulmanas (que pueden resultarle peligrosas, como ya se demostró con los chechenos)